Home Entrevista Central Gonzalo Moreira, músico “Si estamos todos juntos, ¿sabés qué país hacemos? Maravilloso”.

Gonzalo Moreira, músico “Si estamos todos juntos, ¿sabés qué país hacemos? Maravilloso”.

Gonzalo Moreira, músico  “Si estamos todos juntos, ¿sabés qué país hacemos? Maravilloso”.
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Esto no es una entrevista, es una charla de reencuentro con un viejo compañero de liceo. En ella nos divertimos mucho porque Gonzalo larga a cada rato su ruidosa carcajada, que es contagiosa. Vale la pena recorrer la historia de este hombre que ha marcado la vida musical de nuestro país.

Por Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

PERFIL:

Nació un 26 de marzo de 1955, en Montevideo. Tiene una hermana mayor, Leticia. Tiene cinco hijos, siete nietos y tres divorcios. Fue integrante de Canciones para no dormir la siesta y de Rumbo. Es el dueño del estudio La Mayor y se acaba de jubilar. Lanza en unos días su primer disco como solista.

¿Qué hacían tus viejos?

Mi papá era de profesión carpintero. Recuerdo que tuvo una carpintería, y después se dedicó a la decoración. Me quiso cazar a mí para eso, me mandó a estudiar arquitectura, me mandó a Montalbo a estudiar decoración. Fui a todos esos lados, hasta que en un momento le tuve que decir: “Papá, esto no es lo mío, a mí me gusta la música”. Imaginate la respuesta (risas). “¡Guitarrista!” Me costó entenderlo, pero ahora lo entiendo. Comprendo que quisiera que me gustara lo que a él le gustaba. A él también le gustaba la música, ojo. Después reconoció que estuvo bien. Pero bueno, fueron años complicados.

¿Y tu madre?

Mi madre era ama de casa, como se usaba mucho en esa época. Era maquilladora, trabajaba medio horario en la peluquería de Rossi. Mi vieja hubiera sido una muy buena actriz. Mi hermana tomó esa cosa artística de mi vieja, y la creatividad de mi viejo.

¿Por dónde viene la música?

Yo qué sé. Cuando yo era chico señalaba el tocadiscos. El primero que tuve fue uno con un parlante mono. Para mí era glorioso que saliera el sonido por ahí. Lo que es la música, y lo que genera, para mí fue una novedad increíble. Capaz no le sucede a tanta gente. Por eso capaz agarré para ese lado. Me gusta mucho el sonido, lograr cosas con el sonido, y componer música. Me encanta. Si pudiera vivir solamente de eso, sería increíble, pero en la vida nada es perfecto, y tuve que aceptar un trabajo que no es tan bueno para el alma, pero sí para el bolsillo. Acá somos como diez laburando, vive mucha gente de esto. Está bueno, me gusta.

¿Fuiste a la escuela del barrio?

A la escuela Brasil, y después al liceo Suárez. Primero al anexo en Avenida Brasil y luego al central en Bulevar España, que es ahora el 28. Luego fui al Miranda a estudiar arquitectura, de manera trunca, porque ahí fue que le dije a mi padre que eso no era lo mío. Vendió los libros de historia del arte que me había comprado, enojado (risas), Un crack el viejo.

¿Y a dónde fuiste a estudiar música?

Estudié guitarra con Olga Pierri unos cuantos años. Divina. Vivió hasta los cien años, murió no hace mucho. Hablé con ella por teléfono, pero no me reconoció. Hablé con alguien para ver si la podía ir a visitar, y fui a donde ella vivía. Fui dos o tres veces pero nunca logré encontrarla. Al final hablé con ella por teléfono, y al poco tiempo falleció. Una iniciadora en la música, muy buena. Le enseñó a Álvaro Pierri, que es un guitarrista de esos top top. Yo no soy una persona muy estudiosa. Sí soy inquieto. Me parece que el estudio está bueno hasta cierto punto, pero también es importante dejar que suceda algo adentro de uno. Me pasa más tener ganas de que me sucedan cosas adentro que tener ganas de estudiar (risas). Pero estudié, estudié armonía con Esteban Klísich. En 2020 retomé y tuvimos dos clases. Él fue maestro de Drexler, de Mendaro, de todo el mundo. Todos estudiaron con él. Es muy bueno enseñando armonía, las leyes que rigen los acordes, las melodías, lo que sucede con las notas y cómo se comportan. También estudié percusión con el Boca Ferreira y con Arnicho. Antes Arnicho había estudiado conmigo, cuando era chico. También estudié batería con Sergio Faluótico, y percusión con Chichito Cabral. Estudié con varios. Y después aprendí en el escenario, que es la escuela más fundamental de todas.

¿Cuándo empezás a tocar para afuera?

A los doce años, fui con mi hermana, en Punta del Este. Había un show que era Ahí viene el tranvía o Gente joven, no me acuerdo cuál, de Canal 4, donde estaba Augusto Bonardo en uno y Bernardo Bergeret, en el otro, que después fue el dueño de Abraxas. Era quien traía a Les Luthiers al Uruguay, y ahora está en el INCAA. Hace poco tiempo lo vi y recordamos esas épocas. Fue el primer lugar donde toqué, con mi hermana. Después toqué en Discodromo con mi hermana, ya con diecisiete o dieciocho años. Iba con mi hermana a todos lados. Obra que hacía mi hermana, obra en la que de alguna manera me metía. Los principios de mi carrera musical fueron así, una concatenación de hechos y estar en el lugar correcto.

¿Por ejemplo?

La primera obra de teatro en la cual participé de verdad fue Flor de pillo al ataque, en el año 74. La dirigía Nino Tenuta. Yo tenía diecinueve. El Flaco Denevi era “Peor que pillo” y “Flor de pillo” era el Flaco Carrasco, un actor de aquella época. El Flaco Denevi tenía  que entrar al escenario en una motito, una Zanella 50 con tres cambios, aquel ciclomotor de los primeros que vinieron, una cosa totalmente rara, extraña. En aquel momento yo tenía una Honda 50. Me acuerdo que en el ensayo vino Tenuta y me preguntó si yo tenía moto, que si no le podía enseñar al Flaco cómo usar la moto para que entrara al escenario. Fue realmente imposible. El Flaco decía: “¿Cómo pretenden que me suba a esa moto con Carrasco atrás, que la suba al escenario y la estacione allá arriba, para luego bajarla y estacionarla abajo?”. Era imposible. Entonces me preguntó si me animaba a hacer de chofer, que consiguiera un traje y que el Flaco fuera corriendo atrás. Le dije que sí, que claro que me animaba. Me pusieron un traje verde de chofer. Entraba con Carrasco atrás y el Flaco Denevi corriendo. En un momento de la obra, Carrasco se fue, le había salido una obra en la Comedia Nacional. El Flaco Denevi, pasó a ser “Flor de pillo” y me dijo que yo tenía que tomar su papel, un papel que era de mucha letra. Le dije que no tenía idea, y me contestó que él me preparaba.

¿Lo logró?

Tuve a Denevi de profesor una semana, haciéndome pasar letra, enseñándome la manera de moverme, de actuar. Impresionante. Terminé entrando en la moto con el Flaco Denevi atrás, con una rampa para arriba y otra para abajo. Pero ahí me quedaba. Esa fue la primera obra de teatro en que estuve. Al año siguiente, fui a ver los ensayos de una obra nueva al Taller La Gaviota, donde trabajaba Nancy Guguich, que hacía expresión corporal. Fui con mi hermana. Estaba Venencio, que era amigo mío. La orquesta que tocaba en vivo era la suya. Cuando fuimos faltaba un actor, el Manso, que nunca aparecía. Estaba Jaime Roos, que tocaba el bajo. No sé si lo quiere recordar, pero tocaba el bajo (risas). Y Bonaldi tocaba el charango (risas). “Haceme esta voz mientras no viene este boludo”, me dijo Venencio. Y lo hice. Hasta que en un momento el Corto Buscaglia me dijo si no me animaba a actuar. ¡¿No me iba a animar?! Y arranqué. Ahí fue donde empezó Canciones para no dormir la siesta.

Todo es estar en el lugar indicado, y las coincidencias.

Son las energías, no sé qué es.

Canciones fue una experiencia alucinante.

Increíble. Lo veo ahora y digo: “Ese no soy yo”. No me veo como el responsable de eso que pasó. Pasó por mí, sí, por supuesto. La gente me para por la calle y me habla de Canciones. La última vez que tocamos fue en el 90, hace treinta y dos años. Claro, después me vieron en la tele, con Master Class y esas cosas.

Marcó a una generación. Estaban las circunstancias, también. Toda la parte de la dictadura.

Mucha gente me pregunta si todavía se consiguen los discos. Sí, se consiguen. Los siguen vendiendo en El Palacio de la Música. Después Nancy siguió con Cantacuentos. No fue lo mismo. Estaba muy bueno, pero no generó lo que generó Canciones. Fue la primera vez que se hacía. Después se hicieron homenajes, cosa que aborrezco. No quiero saber más de homenajes a Canciones. Ya está. Los uruguayos somos nostalgiosos, ¡qué tremendo! Hay que ir para adelante. A mí me gusta lo nuevo, hacer nuevas cosas.

¿Cómo era laburar con el Corto?

Espectacular, divertido como nunca. Y a su vez complicado, porque no era cumplidor de los plazos. Para El País de las Maravillas la letra estuvo pronta dos semanas antes del estreno en el Palacio Peñarol. Soy un privilegiado de haber conocido y haber podido trabajar con el Corto, y de ver esa explosión de ideas constante.

¿Tuvieron problemas políticos con Canciones en la dictadura?

Algunos.

Menores.

En cana no fuimos nunca. Cuando la pasamos peor fue cuando hicimos lo de los derechos del niño, en el año 82. Fueron dos funciones llenas en el Palacio Peñarol, con once mil personas, y catorce mil a la semana siguiente en el Cilindro Municipal. Ahí ya nos complicaron, nos pusieron una fila de señores militares adelante del escenario, y no podía haber público en la cancha, solamente en las filas. Imaginate eso en el Cilindro, era como estar a cien kilómetros de la gente. Lo hicimos para UNICEF, y todo lo recaudado iba para ellos. UNICEF nos mandó un coche diplomático para sacarnos del Cilindro. Tengo un recuerdo borroso, pero ahí me asusté. Pero el Chin Pum Fuera nunca lo prohibieron.

No lo entendían.

No lo entendieron, no se daban cuenta lo que era. Sí había algunas medidas, por ejemplo, en una actuación en El Platense. Tenías que presentar las letras. “El señor Buscaglia puede tocar pero no puede subir al escenario, solamente abajo, no se puede ver”. Era como un fantasma que hablaba desde lo oscuro (risas). Y era mucho más divertido, la gente se cagaba de la risa. Lo que lograban hacer es que se generara más joda. Me acuerdo de otra vez con Carlitos Vicente, de Rumbo, en el teatro Florencio Sánchez del Cerro. Podía tocar pero no podía ni cantar ni hablar. Estaba ahí como una momia parado con la guitarra. Después se corría la bola en un segundo. Eran las de ese momento.

¿Cuándo surge Rumbo?

En el 79. Estábamos tocando en el Circular, y en la sala B tocaba Mauricio Ubal. El Choncho Lazaroff, que era profesor de ellos, les propuso que me llamaran a mí y a Ripa. Ellos cuatro tocaban juntos, Miguel, Carlitos, Laura y Ubal. Tenían un grupito que estudiaba con el Choncho. Capaz estoy hablando en el aire, pero es lo que me acuerdo (risas). Mi memoria me puede fallar. Ya te dirán ellos que no fue así. Nos juntamos un día. Nos llamaron, fuimos, nos reunimos, vimos la música. Espectacular. Duró hasta el 85. Canciones duró más. Rumbo fueron seis años y Canciones, diez.

También fue un ícono.

También, cómo no. Sobre todo, “A redoblar”, de Ubal y Olivera.

En ese momento fue un himno.

“La marsellesa”, le decían afuera Los Olimareños.

¡Qué fenómeno fue el canto popular en ese momento, cómo desarrolló la creatividad! Era una válvula de escape para la gente, también.

Absolutamente. No muchos artistas siguieron de largo con esto. Había muchos que, cuando la dictadura dejó de existir, la tuvieron difícil para escribir. Muchos quedaron en el camino. “¿Y ahora qué hacemos? Nos sacaron esto que era tan fácil de ver”.

Había que mover las neuronas.

Moverlas de otra manera.

Después te dedicaste a producir música.

En el año 89 me llamó el Flaco Castro, Raúl Castro.

Siempre con personas poco importantes a nivel musical…

Era director creativo de Punto Publicidad en ese momento. Estaba en la onda de que la música de los jingles se las hiciera un músico, y me llamó para que le hiciera una música “que no fuese un jingle”. Terminé haciendo dos o tres jingles. Era una plata que no existía para nosotros.

El mundo de la publicidad maneja otros parámetros.

Para mí en ese momento era mucho, acostumbrado a vivir con las moneditas. Era un negocio increíble. Hice uno para los jeans Landlubber. Fue un gran éxito en ese momento, para lo que se usaba. Así arranqué. Después, al año siguiente, Ripa, que ya no estaba en Canciones, laburaba haciendo música para documentales, nos juntamos y armamos una empresita. Arrancó en mi casa en Ciudad Vieja. Alquilamos los equipos y los pusimos en un apartamentito. Después nos mudamos a Avelino Miranda, atrás del Hospital Británico, a una casa más grande, porque empezamos a crecer rápido. Más tarde, compramos esta casa, y en el año 2000 nos mudamos para acá. Todo prestado, un desastre. Creo que ahora no estoy debiendo nada (risas).

El área musical se amplió sustancialmente, para todo. Empezaste a hacer música para un jingle y después…

Laburé mucho para el exterior. Mucho para México.

¿Cómo llegan esos contactos?

Es parte de lo mismo, de estar en el lugar. Las cosas que nosotros hacemos suenan por ahí. En las campañas políticas tuvimos la suerte de que todos confiaran en nosotros, y les hicimos las canciones a todos. Eso repercutió mucho en la región, en América. Me llamaron de EFE, que cómo podía ser que le hubiéramos hecho las canciones a los tres partidos políticos de Uruguay. Sí, es cierto. Al Partido Colorado, al Partido Nacional y al Frente Amplio, a los tres.

¿A qué candidatos les hiciste?

A Bordaberry, a Lacalle y a Vázquez, para la misma elección, en 2014. Y ahora en 2019 a Martínez y a Lacalle.

Manini no larga un mango.

Acá no, por ahora (risas).

Era de aquellos guardias del Cilindro.

(Risas).

¿Cómo se puede hacer jingles para diferentes ideologías políticas? ¿Por dónde va?

Me pidieron exclusividad, y les dije que no. Lo que les aseguré es que de acá no salía una palabra para ninguna parte. Yo soy el que lo hago. Cuando hay otro jingle lo agarra Fede, para que yo no esté al tanto de lo que está pasando, y el siguiente lo agarro yo, y así sucesivamente. Los vamos agarrando de a uno. Sé lo que pasa, porque participo y miro. Pero lo que estoy viendo acá no lo paso para el otro lado. Si escuchás los materiales, te das cuenta que son totalmente distintos, que son en acuerdo con el candidato o con el jefe de campaña. Ellos te mandan un boceto de letra, son ellos los que saben lo que quieren decir. No soy yo el que les dice lo que quieren decir. En base a la experiencia, yo propongo, pero en el contenido y las referencias musicales mandan ellos. Generalmente es el jefe de campaña el que manda. Por supuesto que intercambiamos y opinamos. Lo que me interesa es que el cliente quede contento y conforme. Y la verdad es que los políticos a los que les hemos hecho la música siempre han quedado conformes y contentos.

Te pagaron.

Todos.

Es un tema. A veces no es fácil.

Terminan pagando. Cobro un poquito caro cuando hago un jingle político. Si la mano viene complicada, largo los perros. Pero no pasó nada. No tengo ningún clavo.

Lo interesante es que todo el espectro sigue confiando.

Le hicimos el jingle al SÍ para el referéndum. Lo manejó más Fede que yo. Y también hicimos el jingle para el NO. No hicimos el del Sí, el que salió último.

De lo que me acuerdo es del rap de 2014, para Lacalle. Fue una innovación muy arriesgada.

Fue rarísimo, pero salió. Mandaron el video del tipo hablando y me pidieron si no le podía meter la música por debajo, para hacerlo cantar un poco. Y quedó. Fue esa vez. Después lo quisimos repetir con otra cosa y no salió.

Y él la llevó, la aceptó.

Sí. Es un tipo abierto.

Es una cuestión generacional, también. No me imagino a Jorge Batlle o a Tabaré aceptando un rap.

No, de ninguna forma. El tema generacional obviamente incide. Pero también la apertura con que veas las cosas. Fue un golazo, anduvo bien. Fue una buena pieza.

Después de tantas cosas lograste vivir de lo que querés, que es la música.

Sí, vivo de esta empresa. Pero no de tocar. Así y todo, ahora estoy haciendo un disco.

¿Cómo sos como jefe, como patrón? ¿Sos muy duro?

No. Exigente sí.

Eras un vago, no estudiabas nada y ahora te ponés exigente.

Laburador soy. Todo el mundo lo sabe. Tengo sesenta y siete años, ya estoy en edad de retiro.

No te veo.

Me acabo de jubilar hace dos semanas. Voy a cobrar diecinueve mil pesos.

No es poca cosa.

Como soy el dueño de la empresa puedo estar acá porque soy accionista. Y a su vez estoy con este disco, que ya terminé.

¿Cuántos hijos tenés?

Cinco.

Y tres matrimonios.

Sí, señor. Los hijos son de los dos primeros. Fede y Sole, de mi primer matrimonio, con Lidia; y Valentina, Guillermina y Joaquín, en mi segundo matrimonio, con María.

Todos músicos.

A todos les encanta la música. Es que, si existe la música en la casa de uno, si uno está todo el tiempo molestando con la música, obviamente que a los niños les va a llegar mucho. Se ve que a todos les llegó el mensaje. No sé por dónde va, pero por alguna parte va. No es que les dije: “A ustedes les tiene que gustar la música”.

No fuiste como tu viejo con la arquitectura.

No, al contrario (risas). No sé, trato.

Pero les entró la música.

La verdad que sí.

¿Son buenos?

Muy buenos. Dos de mis hijas, las más chicas, están laburando en un programa de tele haciendo los coros. Sole es productora de TV Ciudad, escribe espectáculos grandes, labura de eso y canta. Está casada con Guzmán Mendaro, músico, con el cual estamos haciendo el disco. Fede es el baterista de la banda. Le regalé su primera batería. Ahora tiene no sé cuántas. Yo le regalé la mía cuando cumplió quince o catorce.

Vivía con la madre, por eso le regalaste la batería.

(Risas). Tocá un poquito con mami.

Son venganzas sutiles.

No, no, él amaba la batería. Tiene varias baterías, tiene no sé cuántos tambores. Cambió tanto todo. Esa batería fue el pago de regalías del Palacio de la Música por un disco de Rumbo. Una batería Ludwig de verdad, que Fede la hizo hacer toda original de vuelta. Le sacó lo que le habían puesto arriba y la dejó original. No sabés qué divina quedó. Los aros son de bronce.

Y la sigue utilizando.

Son varios tambores, están ahí amontonados.

¿Es difícil trabajar en publicidad en Uruguay?

Es un oficio complicado.

Ha cambiado mucho. Ahora hay mucho más relato que jingle. La publicidad ha ido evolucionando hacia otros parámetros.

Los jingles se usan bastante todavía, gracias a Dios. Que esperen otro poco hasta que yo deje de trabajar. Hay acciones de una empresa grande que lo pone en su página web, acciones que llevan sonido. El trabajo publicitario se ha atomizado mucho, va por muchos lados. Lo digital ha atomizado las opciones de una manera que ni yo entiendo. Todo ahora va por redes. Pero el laburo sigue, porque el audio se sigue haciendo, con el estudio de tele y cine. Acá mezclamos cine, y no se para de laburar, por suerte. Seguimos película tras película, suavemente. Esto generó que Fede produzca una película boliviana, que justo ganó el premio a la película extranjera en Sundance. Algo bien estamos haciendo. Fede lo está llevando muy bien. Hay que estar en el lugar correcto.

Estás trabajando mucho con cuestiones digitales, también.

Sí. La mayoría de las cosas van a digital. El otro día con Guzmán hicimos una base para cuando después de que jugó Uruguay, Francis cantó la canción de Jaime. Fue para todas las redes. No se televisó, no sé por qué. Hubiera estado buenísimo, pero lo mandaron para las redes. No sé si es un tema de la AUF o de las empresas. Salió en todas las redes, es una cosa digital. Es una canción conocida, en una versión cantada por otro, con otra onda, con una tanguera que canta sobre una música electrónica. Todo tiene que ver con todo, todo se va uniendo. Vamos corriendo atrás de la pelota. ¿Para dónde va la pelota? Allá vamos.

¿Cuáles son los jingles o canciones que para vos fueron el Oscar?

La de Uruguay la siguen usando ahora, la de “Yo sé muy bien quién soy. / Me conocés y estoy siempre. / Yo soy el mismo que vos / cuando grito: ‘Soy celeste’”. Es una canción que marcó, y va a seguir marcando. La hicimos con Invernizzi.

Y más mientras la selección siga jugando como está jugando.

Me encantó la selección. Tenemos equipo. Hay intercambio. Hay suplentes increíbles. Mirá qué banco tenemos. ¡Gracias Maestro por todo lo que nos diste, gracias Tornado por soplar fuerte! Sopló fuerte el viento.

¿Cómo se puede ideologizar la selección uruguaya?

La ideología es algo… Todo se ideologiza.

Estamos mal.

Estamos muy mal. No sabés qué país seríamos si nos dejáramos de joder. Siempre fue un país dividido en dos. El problema es la actitud con que se toman las divisiones. Es normal. Peñarol y Nacional. Blancos y colorados. Siempre estuvo dividido en dos, y no está mal. El tema es la polarización y la actitud intransigente.

El fanatismo.

Para los dos lados. Los núcleos duros. ¡No jodan más, muchachos! A los que están en el medio no les interesa toda esta porquería, no queremos más esto. Si estamos todos juntos, ¿sabés qué país hacemos? Maravilloso. El tema es que…

¿En qué fracasó el Frente Amplio?

En su soberbia. Para mí la soberbia es lo peor que hay. Y no ver uno mismo lo que hace bien o lo que hace mal. Si seguís haciendo lo mismo esperando diferentes resultados, no lo vas a lograr. Tenés que hacer cosas distintas. Y creo que ahí falló, para mi gusto. El tema de no ver lo que estaban haciendo complicado. “Vamos a seguir ganando”, esa era la idea. Ahí está todo lo que pasó en el medio. Esas cosas hay que tomarlas de diferente manera. La autocrítica que se hizo es un chiste, como dijo Darwin.

Es una redacción escolar.

No somos tarados, ya está. El Frente Amplio cuando nació era una cosa muy buena, y necesaria, en aquel momento. Después la cuestión se fue un poquito de mambo, para mi gusto.

No se dio batalla cultural. Se apostó más que nada a la cuestión económica.

Se crearon los fondos, la FIC, todas esas cosas que están muy buenas. El problema es cuando después empieza a faltar guita. Eso no puede suceder, y es lo que sucedió. Están investigando dónde está la guita.  Ocho palos. No se sabe. Ahí hay algo que no está bien. ¿Por qué pasa eso? Te puedo nombrar todo lo que se sabe, lo que se supo. El resultado es este.

La gente se hartó.

Absolutamente.  No todo el mundo. A algunos no les importa nada, y siguen. A mí sí me importa, cómo nos tratan nuestros gobernantes. Si nos tratás mal, no te voto. Si nos tratás bien, te voto. Así de simple. Más allá de las ideologías. Cada uno tiene la suya. También hay que ver lo que está pasando con las ideologías en el mundo. Es un análisis bastante más profundo el que habría que hacer. El ser humano es complicado. Esto que está pasando con la guerra es una cosa que no se puede creer. No puede ser que a esta altura sigan haciendo la misma basura, y que nadie pueda hacer nada.

Hay cosas que son incomprensibles. Es medio irracional el tema.

Absolutamente irracional. ¿Y cómo hacemos? Que los rusos, los chinos, los yanquis. Me tienen lleno. Basta de dividirse el mundo entre ustedes. Basta.

¿Sufriste mucho la pandemia?

No. Yo vivía afuera, en el balneario Buenos Aires.

Estuviste tranqui.

Desde ahí hicimos el video con los gurises. Las casas de madera son divinas y cuando la compré se llamaba La Armonía. A media cuadra de la ruta. Me iba a caminar todos los días a la playa. Cuando arrancó la pandemia estaba solo, mi mujer estaba en Montevideo, con su hijo que había venido de Estados Unidos. Para mi cumpleaños se fue para allá y se quedó. La pandemia generó que hiciéramos ese video. Generó que terminara de componer lo que venía componiendo, que me pusiera a grabar y que hoy esté el disco pronto. El 27 de abril voy a tocar en el Sodre. No lo hubiera pensando jamás.

Tan mala la pandemia no fue.

Para mí no. Esto no cerró. Se mandó a todo el mundo al seguro de paro por un tiempo y después los retomamos a todos. Nos mantuvimos. No nos mató tanto la pandemia.

Empezamos a reflotar como país.

Parecería que sí, y ojalá que sí. Es lo mejor para todo el mundo. Sobre todo la exportación es algo fundamental. Nosotros exportamos bastante. Hay productoras uruguayas, como Oriental Films, que están acá y en México. Con ellos laburamos muchísimo. Después tengo cuatro o cinco agencias de México que me llaman directo. Jingles políticos hemos hecho para México, para Chile.

¿Cómo encarás eso, al no conocer demasiado esas realidades?

Las estudio. Les pido a la agencia que me manden información del candidato, de cómo está posicionado, e intento armar un mapa de eso. Con eso veo para dónde agarrar.

No te veo haciendo un corrido mexicano para un candidato.

Hemos hecho para varios, por suerte. Para Panamá también.

Es una exportación no tradicional.

Es rarísimo. Pero sucede. También hicimos uno para la cadena de hamburguesas Wendy’s, para Puerto Rico. El estribillo dice: “Arranca pa’ Wendy’s ya, nuestra carne es otra cosa, porque es real como tú, es jugosa y sabrosa” (risas). Lo compraron en un segundo. Me llamó un loco que laburaba en Ginko. Te estoy hablando de treinta años atrás. Se fue para Puerto Rico y nunca más supe de él. “Tantos años, Gonza. Tengo una oportunidad acá que si la logramos meter es un golazo”, me dijo, y me contó que en Wendy’s estaban desesperados por un jingle, y que allá no había quién hiciera un jingle bueno, ni en pedo. “Vos sos el jinglero de América Latina, ¿te animás?” Dale. Le pedí que me tirara un brief y le hice la letra, con los modismos que él me había mandado. Le mandé el boceto y les encantó. Me pidieron más polenta en el coro. Dale. Y para adentro Wendy’s es una empresa yanqui, Puerto Rico es Estados Unidos.

Y aparte con músicos de nivel, con ritmo. Qué increíble que allá no existan jingleros.

Hay, pero él me dijo que son de terror, que si me animaba a hacerlo yo. Sí, cómo no. Fue un golazo de media cancha. Lo hice desde el balneario Buenos Aires, hice la maqueta y la mandé para acá, luego vino uno y otro a tocar, y yo lo seguía con un sistema con el que podía escuchar perfecto lo que estaban haciendo acá, y nos veíamos por Zoom. La mezcla la hicimos así. Son esas habilidades muy buenas que desarrollamos en la pandemia, y que quedan. Hay un pueblo laburando desde las casas.

Y se está apuntando mucho para el extranjero, con el cine.

Ahora con Fede sacamos otro premio. Utama se llama la película, la van a estrenar acá en breve.

Es una producción boliviana y uruguaya.

Por Uruguay la produjo Fede. Muy buena película. Yo la vi acá, todavía sin terminar. Cuando la estrenen va a andar volando.

Es interesante cómo Uruguay se ha vuelto un lugar de filmación, de empresas. ¿Es porque somos más baratos?

Tenemos mucho talento. A nivel de filmación se ha desarrollado un talento de la gran siete.

¿Es por las productoras?

Por las productoras, porque se han ido a estudiar por ahí. No sé bien cómo fue. Hay tipos como Cali Ameglio o Diego Robino, que es el dueño de Oriental, que tiene varios directores. Leo Ricagni, que vive en Estados Unidos, ha hecho muchas cosas acá y tiene una productora. Hay gente que ha traído la información para acá. Y ahora es muy fácil comunicarse con el mundo y ver lo que se está haciendo en todos lados, y aprender de eso. Hay mucho tutorial para aprender cosas. No aprendés talento pero sí a usar herramientas. Yo no entiendo nada de cine, de imagen, pero la producción acá es muy buena. Cuando lo hacen los yanquis no te sorprende, porque estás acostumbrado. Nosotros estamos empezando a ser un país productor.

Es interesantísimo.

El audiovisual se ha desarrollado bastantea través del ICAU. Ahora parece que multiplicaron la plata para los proyectos cultuales. No estoy bien informado, pero creo que aumentaron la cifra en un 50 o 60% más, para producciones nacionales. Da laburo, da mucho laburo.

En el paradigma nuevo, en el que desaparecen muchos trabajos, la industria cultural pasa a ser cada vez más importante, como generadora de laburos y de ingresos.

Y de imagen de país.

Acá estamos laburando pero todavía hay mucho potencial para desarrollar.

Pero mirá lo que llevó Uruguay a Dubai.

A Lorena Ponce de León.

Te estoy hablando de la película de los caballos (risas). Lorena me ama, me tiene un respeto como pocos. Aparte, si no está todo bien con ella, no le vendés al Cuqui así tan fácil (risas). Tengo una excelente relación con ella, como con todos. Una cosa es la bocina y otra es…

El mano a mano.

Nada que ver. En todos los aspectos.

¿Ves un cambio hacia la cultura y la industria cultural por parte de este gobierno?

Que esté Mariana Wainstein como directora es una señal importantísima. Fue la que creó los Fondos durante el gobierno del Frente. Es una muy buena señal. Luego están las dificultades, pero es una buena señal. Cuando estén los cambios te digo, pero para empezar hay más plata. Por supuesto que siempre todo el mundo va a protestar, porque el que no llora no mama, y ya sabemos que es así. Ojalá que no me equivoque y que Mariana pueda hacer un buen laburo. Hasta ahora con la pandemia estuvo duro, con todo cerrado. Para la cultura fue un desastre. Ojalá que levantemos, pero creo que sí. No hay manera de que no levantemos. Talento acá hay de sobra.

Ella tiene una cabeza abierta.

Es una crack. Es muy buena, ojalá logre cumplir sus objetivos.

¿Te paspó mucho el referéndum?

¿A quién no? Me paspó, sí. Me pareció una pérdida de tiempo importantísima. En esta época, perder el tiempo de esa manera y gastar energía en esta sarta de boludeces.

¿Estamos mirando muy para atrás como sociedad?

Lamentablemente, creo que sí, que nos está faltando proyectarnos para adelante, o por lo menos para el ahora. Siempre para atrás. ¡Basta, papá! Sigamos adelante. Y si sale mal, en las que viene ganará otro. Pero dejemos que funcione, que suceda. Basta de trancar las bolas.

Vos por tu laburo tenés mucho contacto con gente joven.

Son todos jóvenes.

¿Qué es lo que quieren en las nuevas generaciones? La nuestra ya sabemos que tiene una matriz medio cuadriculada.

(Risas). O sos así o sos asá, sos de acá o sos de allá. Basta de eso. Los jóvenes tienen mucho menos de ese peso. El hijo de mi señora estudió programación, lo contrataron de una empresa en la que puede laburar desde donde quiere, y está en Estados Unidos. Puede recorrer el mundo cuando se le antoje. Eso es lo que sucede con un gurí que estudió, con una buena formación, que sabe inglés perfectamente. Programadores es lo que está faltando. Es el laburo del futuro. El ser humano lo que hace es suplantar los laburos complicados por una maquina. Pero para eso hay que estudiar, hay que formarse. Los jóvenes que están trabajando acá están formados en sonido, son todos técnicos. Quieren laburar. No sé muy bien qué quieren a nivel político, ni lo pregunto ni me interesa qué piensa cada uno en política.

Pero qué tipo de sociedad quieren desarrollar o para vivir.

Creo que está en formación. Nadie lo sabe todavía. El tema de las redes ha generado una cosa que está buena en un sentido y no tanto en otro. Está bueno que puedas decir lo que se te cante las pelotas, pero no que lo hagas escondido. Sería buenísimo que las redes tuvieran a las personas de verdad diciendo cosas. Lo otro, las cosas falsas, es un enredo que le quita a las redes la cosa buena que tienen, que es la democracia. Pero hay un problema de contaminación en las redes, con todas esas cosas malintencionadas, cuando se esconden en un personaje para decir basura de otros. Me parece que hay una ebullición que todavía no baja. En algún momento creo que tiene que parar, porque no se puede vivir en falso todo el tiempo. No sé cómo la gente puede gastar energía en hacerse una cuenta falsa para decir porquerías de otros. No lo puedo entender. Si gastaras las energías en estudiar, en formarse para aportar algo a la sociedad, sería diferente. Pero no. Y no lo entiendo. Supongo que para algún lado va a ir, pero todavía no sé bien para dónde. Creo que, de todas maneras, el ser humano está mejor que antes. Tanto mejor que aparece una guerra y todo el mundo se pone en contra. Parecía que esa guerra no se puede evitar, porque hay algunos que están presionando para no se pueda. No sé cómo funcionan las teorías conspirativas allá, arriba de todo, cuál es la empresa que vende más o menos armas. Eso no lo sé, y tampoco quiero interiorizarme en eso porque es algo que detesto, la fabricación de armas, que es lo que más funciona en el mundo. Pensé que ya estábamos más avanzados en eso, pero todavía Putin puede hacer mierda una ciudad entera.

No harías un jingle para la Glock.

Para Putin no (risas). ¡Qué desastre, qué ser más desagradable! Te das cuenta que no le importa nada, no le importa la energía, no le importa nada. No es comunista ni no comunista, hace porquerías y ya está. Cuando alguien se enclava y se atornilla en el poder nunca puede pasar nada bueno. En todos lados es lo mismo. Es bravo no tentarse con el poder. Creo que es mejor el político que llega al poder con la idea de que se va a ir en breve, y no esos que se quieren quedar en el poder de por vida. Y no te voy a contar los ejemplos que tenemos cerca.

A los sesenta y siete años vas a sacar un disco solista. ¿Es la frustración del nene que nunca pudo ser estrella?

Si habremos hecho discos…

Pero nunca solista. ¿Te vino el síndrome McCartney?

Capaz. Es lo que me salió. Ahora la responsabilidad es toda mía. Si bien tengo a Guzmán de productor artístico y a Fede de productor ejecutivo, la caripela que aparece en las notas es la mía. Hace tiempo que tengo música muy vieja que quise reversionar, y otra no tan vieja que no está editada, y nuevas canciones. En total son doce canciones. Al disco le puse Resumiendo. Es una especie de resumen de mi vida musical y artística. Hay algunos temas de Canciones, como “El Ciruelo”, que no se conoce mucho y para el que hice una versión nueva. De Rumbo no. Hay una con Ubal, “El faro del fin del mundo”, que va en una versión nueva. Y después “El País de las Maravillas”. Estoy muy contento con el disco y muy nervioso con la presentación. Me da pánico.

Subite a la motito.

(Risas). Ya no tengo diecinueve.

Ahora sos el Flaco Denevi.

(Risas). Lo presento en la sala Hugo Balzo, que es divina. Tengo ganas de tocar en lugares chicos. Para empezar, no creo que llene un lugar grande, pero me gusta más tocar en lugares chicos. Ahora estoy laburando para un programa de tele.

¿Vas a actuar?

Voy a producir música. Laburar, acá.

En el disco te acompañan todos tus hijos.

Mis cinco hijos, junto a Guzmán Mendaro, mi yerno, Nacho que toca el bajo, un gran bajista.

Podrías traer a Jaime para que toque el bajo.

(Risas). No creo que viniera. También está Gabriel Estrada, que toca las teclas, otro con el que laburamos juntos hace por lo menos veinticinco años. Es un gran arreglador, un gran valor. También invité al Pitufo Lombardo para la percusión, y dijo que sí. Y voy a invitar a mi hermana a tocar tres temitas, y Ubal, un hermanito de la vida que quisiera que participe.

Vos solamente cantás.

Y toco la guitarra, y en algunos temas la percusión.

Estás nervioso como un nene en la escuela.

Totalmente. Es normal.

¿Hace mucho que no estás en escenarios?

La última vez fue con Ubal. Fue hace poco, pero era problema de él (risas). Yo acompañé, nomás. Toqué cuatro o cinco temas, estuvo divino, en la Camacuá. Muchos invitados, muy lindo. Pero estoy contentísimo con el disco. Nunca estuve tan contento con un disco.

Lo vas a sacar en CD y en vinilo. ¿Sigue habiendo púas?

Sí, claro. Volvió el vinilo.

¿No era que teníamos que mirar para adelante?

Pero el vinilo de ahora es otro, no es lo mismo. Son como los primeros, más duros.

¿En qué vas a escuchar el vinilo? La mayoría de la gente no tiene tocadiscos. Muy nostálgico lo tuyo.

Lo principal es subirlo a Spotify. Después vemos.

¿Qué estás leyendo?

No es que esté vago para la lectura, es que tengo tanto laburo… Leo de mañana los fines de semana o de noche cuando estoy por irme a la cama. Estoy muy vago. Estaba leyendo El sonido de los Beatles, de Geoff Emerick. Muy recomendable. Escuché nuevamente todo los Beatles. El tipo te cuenta cómo fue mezclando aquello que John Lennon quería que sonara como si estuviera arriba de la montaña. Unos experimentos hacía ese muchacho… De Revolver para adelante es él, cuando cambia el sonido de los Beatles. Un animal, con una cara de nerd absoluta. Entendés de otra manera a los Beatles y entendés lo que pasaba adentro. McCartney era el que mandaba, pero de manera tranqui. Un crack.

¿Sos de los que se cuelgan con series?

Si están buenas, sí.

¿Cuál recomendás?

Veinticuatro horas (risas). El problema es que las veo y me olvido. La última que vi es una sueca, Furia, muy buena, sobre un policía que se manda una macana y lo mandan a otro lado. Está muy buena, y es corta.

¿Tenés nietos?

Siete, seis varones y una nena, la más chiquita, Ema. Tienen entre once y cuatro años.

¿Sos buen abuelo o no les das bola?

Preguntale a Ema. Es divina.

¿Hacés música con los nietos?

Nada. Juego al fútbol, miro Frozen, Ema se muere con Frozen. Le llevé los muñequitos y los escondió, los saca cuando voy y jugamos. El otro día fue mi cumpleaños y vinieron todos. Mi perra Ramona quedó agotada.

 

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Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.