“la comunidad artística ha sido muy condescendiente con las políticas culturales de la izquierda”
La Sala Verdi se ha convertido en una sala referente de las artes escénicas en nuestra ciudad. Desde el año 2011 la dirige el actor y productor Gustavo Zidán, quien conversó con Voces en su oficina del Centro Cultural Goes, que también dirige de manera interina.
Zidán nació en 1970 y pasó su niñez y juventud en la ciudad de Libertad. A instancias de un profesor del liceo comienza su vínculo con el teatro en el Club de Teatro María Búa Arnábal de Viera, embrión de la futura Casa de la Cultura de Libertad. En 1992 ingresa a la EMAD para hacer la carrera de actor. Al egresar, promediando los noventa, trabaja con directores como Eduardo Schinca, Dumas Lerena, Nelly Goitiño y María Azambuya.
Su debut como productor fue en 1997 con el espectáculo Cuarteto, de Heiner Müller, con dirección de Eduardo Schinca y actuaciones de Levón y Estela Medina. Pocos años después entra por concurso a trabajar como Coordinador Cultural en el Teatro Alianza Uruguay-EE.UU., sala que en el 2001 recibe a la Comedia Nacional para montar Tres Mujeres Altas de Edward Albee, con dirección de Nelly Goitiño. En ese momento Héctor Manuel Vidal asumía por segunda vez la Dirección Artística de la Comedia y lo convoca para que se sume a su equipo como Productor.
Zidán trabaja en la Comedia hasta el 2006, renunciando luego que lo hiciera el propio Vidal, quien tuvo un fuerte enfrentamiento con la Dirección de Cultura encabezada por Mauricio Rosencof. En ese contexto forma una productora que trabaja junto con Vidal en uno de los grandes espectáculos de las últimas décadas: Gatomaquia. El proceso, además de exitoso, sirvió para sanar en algo las heridas causadas por la forma en que se fueron de la Comedia. “Una cosa que siempre recuerdo de Gatomaquia -narra Zidán- es que Héctor ponía el acento en que el ensayo es un momento del espectáculo, pero que en realidad una parte fundamental es cuando empezás a mostrar. El primer mes de funciones debe haber tenido ocho finales la obra, porque él decía: ‘esto no funciona’ y llamaba a los actores y cortaban y arreglaban hasta que al final se fue consolidando. Creo que eso fue parte del éxito de Gatomaquia también.”
Poco después del estreno de Gatomaquia empieza tu trabajo en la Nelly Goitiño
En el 2006 me fui de la Comedia y en el 2007 hicimos Gatomaquia. Nos iba notable pero llegó un momento en que estaba pasando hambre (risas) con el prestigio no alcanzaba. Héctor me decía: “yo con las locuciones me arreglo, pero vos tenés tus hijos, tenés que conseguirte algo”. Yo había quedado muy marcado por el paso por la Comedia, había dejado todo. Entonces Fernando Condon, que estaba como vicepresidente del SODRE, me ofrece ir a trabajar ahí. El presidente del SODRE era (Jorge) Risi, a quien no conocía, pero trabajé muy bien. Estuve un tiempo como director ejecutivo de la Nelly Goitiño, trajimos un montón de propuestas que me dejaron muy conforme pero bueno, en el medio Risi renuncia y asume Azucena Berruti, y me echó sin dirigirme la palabra. Estábamos oficina de por medio y en treinta días no me dirigió la palabra hasta que me echó… con todo el fantasma de que yo ganaba mucho y de que todos éramos corruptos que era un poco el discurso que había… Y bueno, ahí nuevamente quedé en banda.
Se puede pensar tu trabajo en la Verdi como continuación de algo iniciado en la Goitiño, por ejemplo la llegada de espectáculos latinoamericanos contemporáneos. Se recuerdan mucho, por ejemplo, Neva y Diciembre del chileno Guillermo Calderón en el 2009.
Me quisieron matar por eso, hicimos toda una muestra de danza contemporánea, y me querían matar con el argumento de que el SODRE no es para eso. Igual me gustó mucho trabajar ahí, es un organismo complejísimo que te genera amor-odio, pero para mi sigue siendo un organismo apasionante. Ojalá no lo desmiembren, porque lo que uno ve es que lo están desmembrando, eso que era un organismo integral que tenía la radio, el canal, los elencos, las salas, se está desmembrando…
Asumís en la Verdi en el 2011, estamos en el 2019 y ya se realizó la séptima temporada Montevideo de las Artes. Hay otras temporadas regulares como La escena vocal, La escena iberoamericana, la muestra del Festival Temporada Alta de Girona, la muestra Cercanías de teatro del Litoral ¿Cómo fuiste desarrollando esas líneas de programación?
Mi idea fue ser pragmático, empezar lento. No llegué diciendo: “mi proyecto es este”. Fue como un diálogo que fui haciendo entre lo que era la estructura, la capacidad presupuestal, y lo que yo pensaba que tenía que ser. Siempre pensé que la sala tenía que proponer algo que el resto del sistema no propusiera, y tenía muy claro que no iba a competir con algunas áreas que la intendencia ya tenía. Nosotros ponemos el énfasis en la mirada del exterior, o en tratar de que lleguen cosas que no suelen llegar a Montevideo como las propuestas del resto del país, que no era fácil que tuvieran la posibilidad de estar con garantías para que puedan mostrar su trabajo.
La Verdi ha logrado ser el lugar en Montevideo en que se pueden ver cosas de México, de Chile, de Colombia, de República Dominicana.
Eso tiene que ver con el trabajo en red, con poder estar integrado a un circuito internacional ya hace muchos años, por haber ganado cierto prestigio en base a confianza, en base a trabajo. Yo hago cuatro o cinco viajes al año que me permiten estar actualizado, conocer, y te convertís en referencia para afuera también, porque muchas de las cosas que han pasado por la Verdi después han sido promovidas en el exterior. Ahora tuvimos el encuentro de la REDELAE (Red Euro-Latinoamericana de Artes Escénicas, que sesionó en Montevideo entre el 24 y el 27 de enero pasado) y la Verdi es fundadora de esa red.
El año pasado, cuando se estrenó If, Gabriel Calderón comentaba que había un problema en los teatros públicos montevideanos, que ofrecían a los artistas lo mismo que las salas privadas y que no tenían un criterio claro para programar. Y decía que la sala en que había encontrado un diferencial era la Verdi ¿Cómo pensás esa situación?
Lo que pasa es que los teatros públicos en este país no han sido pensados desde la creación. Incluso creo que algunas de las intervenciones arquitectónicas que tuvieron nuestros dos grandes teatros no han sido pensadas desde la creación. Hubo un tiempo en que no se podía cuestionar la reforma del Solís, o la del Auditorio, pero lo real es que hay cosas que no han estado bien. Estos espacios hay que pensarlos desde el prestigio artístico y no desde el prestigio social. Y en la conducción de esos teatros han tenido la responsabilidad personas que no están directamente vinculadas con la creación. Suena raro, pero toda esta nueva concepción en donde lo que se prioriza es la gestión, ha dejado de lado muchas veces el centro de la cosa. Esto lo transferís a otras áreas y es lo que anda ahí en el aire: “la política sin ideología, priorizando la gestión”.
Como si esa afirmación no fuera profundamente ideológica
Y lo es… Y volviendo al origen, yo soy lo que soy porque me formé como actor, entonces lo que hago es tratar de trabajar en los lugares que estoy desde ahí, pensando en eso. No necesariamente estoy diciendo que los teatros tengan que ser conducidos por actores o músicos, sino que deben estar asociados a la creación, porque eso te ayuda a dirimir algunas cosas. Y creo que por diferentes razones se ha dado que la gente que está conduciendo los principales teatros de nuestro país no lo hace poniendo a la creación en el centro sino a otros intereses, donde también la política pesa. Pero no necesariamente las políticas culturales.
El 24 de noviembre del año pasado hubo un seminario sobre el rol de los teatros públicos en el INAE en el que participaron, entre otros: Gerardo Grieco (ex director de varias salas montevideanas), Ana Laura López (ex directora del Florencio Sánchez) y la Directora de Cultura Mariana Percovich. No había nadie que actualmente dirigiera una sala en Montevideo. El 4 de diciembre hubo otra mesa sobre el rol de las salas públicas, ahora en el Solís, y ahí participaron: Daniela Bouret (directora del Solís), Jorge Schellemberg (director de la Zitarrosa) y Ana Laura Montesdeoca (actual directora del Florencio), entre otros. En diez días hubo dos encuentros sobre lo mismo con personas distintas. Es como que en vez de juntarse a intercambiar cada uno hizo su propio evento por su lado. En ninguna de las dos instancias estaba presente la Verdi.
Fue una opción no ir. Yo respeto mucho a José Miguel (Onaindia, director del INAE) porque es alguien que trabaja mucho en el sentido de apoyar la creación, es alguien que ha aportado mucho, pero por diferentes razones en esa mesa en que se iba a hablar del rol de los teatros públicos no estaba ninguno de los directores de los cinco o seis teatros públicos que hay en nuestra ciudad para dar su punto de vista. Y después en el Solís directamente no participé porque creía que no tenía nada para aportar porque era para hablar sobre archivos. A mi me parece que en una instancia en donde están los teatros públicos hay que hablar de lo que tenemos que hablar, que es sobre qué programamos, y cómo programamos. Pero se termina hablando de actividades que no son el centro de la cosa. Es una discusión que no se si la obviamos o no nos animamos a dar desde el lugar que hay que dar. No nos hemos animado a hablar con franqueza respecto a lo que ha sido el proceso de los teatros públicos de nuestro país en este período progresista.
¿No hubo un cambio en este período?
Hubo un cambio porque hubo intervenciones fuertes en lo que respecta a lo edilicio, ni que hablar el SODRE que estuvo cuarenta años cerrado y se reabrió. Y el Solís tuvo una intervención arquitectónica importante, que no quiere decir que haya sido la intervención que tenía que tener. Yo creo mucho en la naturaleza de las cosas, y un teatro a la italiana, los arquitectos que lo diseñaron y lo hicieron tenían su inteligencia y por algo lo hicieron como lo hicieron. Hoy por hoy hay un concepto que dice que el Solís democratizó sus accesos porque entran todos por el hall… Ese tipo de cosas, o el disparate de la platea que quedó toda amontonada, no tiene aire… Empezás a rascar y hay un montón de cosas que hemos dado por buenas y yo no sé si son tan buenas.
Y no se si realmente tenemos una propuesta de teatros públicos diferente, yo no se si la actual propuesta de programación del Auditorio Nacional del SODRE es mejor a la que hubo antes. Y no se si la programación actual del Teatro Solís es mejor a la que hubo antes, me abro un margen de duda importante.
¿Por qué te parece que no hay un ámbito en que se discutan públicamente estas cosas?
Porque no hay interés ni siquiera en quienes tienen que llevar adelante esa política. Los que realmente tendrían que aportar a la discusión no la han dado, entonces en nuestra idiosincrasia tan paternalista, tan vertical, cuando desde esos lugares no se genera abajo menos. Y la comunidad artística ha sido muy condescendiente con las políticas culturales de la izquierda, de mucho cuidado, de un excesivo respeto.
Héctor Manuel Vidal decía que con los cambios de sectores al frente de la Intendencia se cambiaba todo lo que había hecho el gobierno anterior y se empezaba de cero, evidenciando la falta de política cultural que trascendiera los períodos de gobierno dentro del mismo partido.
Es que eso se ha dado, yo he participado en grupos de discusión, en grupos de trabajo, en grupos de estudio, participé de un ámbito que había, el CADESYC, que era un lugar interesante que tenía el MPP, fue bien interesante, me acuerdo que previo a lo que fue el primer gobierno del Frente en el 2005 se trabajó en qué hacer, qué no hacer… Después resultó que todo eso que se había discutido y que estaba como gestándose se contrapuso con quienes tenían que estar al frente en la toma de decisiones, que prescindieron de ese tipo de elaboraciones, de ese tipo de análisis y discusiones, y entonces se corta. Y mañana viene otro y vuelve a cambiarlo, pero eso es algo que pasa en todo el país, en Uruguay las políticas de estado cuesta mantenerlas, más allá de que somos un país estatista no hay políticas que trasciendan los períodos de gobierno. Es más grave cuando es dentro del mismo partido.
¿Cómo llegás al Centro Cultural Goes?
Me llamó Alba Antúnez, que es la directora del programa Esquinas y me preguntó si podía dar una mano de forma interina y acá estoy. Y me gustó porque ya van a ser ocho años que estoy en la Sala Verdi y esto me da aire, yo te diría que mi trabajo acá ayuda a mi trabajo en la Sala, te ayuda a pensar las cosas que tenés allá de otra manera. Esto es otra lógica, tiene la biblioteca, talleres, son tres o cuatro puntas y tenés que tener otra cabeza. Más allá de que el núcleo es la programación del Centro Cultural, la biblioteca tiene su lógica y sus movidas, los talleres ni que hablar. Estamos incorporando el escenario de la plaza a las posibilidades con la milonga de tango. Hay una peña que se llama peña de Las arvejitas, que son un colectivo de músicos que viene una vez al mes a tocar acá y están trabajando en lo que vendría a ser una investigación de la música popular de la ciudad. Y está la posibilidad de que gente del barrio haga sus muestras también.
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