La hemiplejia moral, un concepto que nos dejó el filósofo español José Ortega y Gasset, desenmascara a quienes, aferrados a la etiqueta de derecha o izquierda, no consiguen romper el cerco de su ideología. Es una especie de parálisis del pensamiento, que al igual que la hemiplejia física, los deja atrapados en una visión limitada, incapaces de considerar perspectivas que desafíen su propio marco. Este trastorno moral afecta de igual manera a quienes, de forma consciente o inconsciente, solo condenan una mitad de las injusticias que ocurren en el mundo, mientras ignoran o minimizan la otra mitad.
El lector podría preguntarse cuál es la relevancia de esta introducción. Este concepto se aplica directamente a la reacción del feminismo contemporáneo ante los crímenes cometidos contra mujeres judías por parte de Hamas en octubre de 2023, donde fueron secuestradas, asesinadas y violadas. En este contexto, la hemiplejía moral expone una profunda crisis de coherencia y universalidad en un movimiento que se presenta como defensor de todas las mujeres, pero que en este caso ha mostrado un preocupante silencio o falta de condena.
El feminismo, desde sus orígenes, ha luchado por la igualdad de género, la erradicación de la violencia contra las mujeres y la defensa de los derechos humanos. Es un movimiento que se ha expandido y diversificado, abarcando múltiples causas y perspectivas. Sin embargo, en su expansión, también ha sido susceptible a la influencia de diversas ideologías políticas, lo que ha generado tensiones internas y una creciente complejidad en su accionar. La reacción ante los crímenes cometidos por Hamas y otras organizaciones terroristas, es un ejemplo palpable de cómo estas tensiones pueden manifestarse en forma de hemiplejía moral.
Cuando se conocieron los detalles de los ataques perpetrados por Hamas, el horror fue universal. Sin embargo, la reacción de ciertos sectores del feminismo global fue, cuanto menos, desconcertante. Mientras que en otras circunstancias la violencia sexual y los abusos contra mujeres son denunciados de manera enérgica y con razón, en este caso particular, el silencio fue ensordecedor. Esta respuesta, o la falta de ella, no puede ser vista como un simple olvido o una omisión accidental; revela una profunda contradicción en la aplicación de los principios feministas.
¿Por qué ocurre esto? Una posible explicación radica en la politización del feminismo y en cómo ciertos sectores del movimiento han adoptado una postura crítica hacia Israel y, por extensión, hacia las víctimas israelíes. La lucha palestina, legítima en muchos aspectos, ha sido abrazada por gran parte de la izquierda global, incluyendo a feministas que ven en Israel un símbolo de colonialismo y opresión. Este alineamiento ideológico ha llevado a una selectividad en las causas que se defienden, generando un sesgo en la respuesta a las injusticias.
Es importante aclarar que criticar al gobierno de Israel o apoyar la causa palestina no es incompatible con condenar la violencia contra mujeres judías. El problema surge cuando la ideología eclipsa la empatía y la coherencia moral, y cuando se permite que el contexto político determine qué atrocidades merecen ser denunciadas y cuáles pueden ser relativizadas. Este tipo de hemiplejía moral no solo traiciona los principios fundamentales del feminismo, sino que también erosiona su credibilidad como movimiento universal y comprometido con la justicia.
El feminismo, por su naturaleza, debería estar por encima de las divisiones políticas y geopolíticas. Sin embargo, en la práctica, vemos cómo estas divisiones han contaminado su respuesta a situaciones de violencia de género en contextos conflictivos. Las mujeres que sufrieron a manos de Hamas no son menos dignas de defensa por ser judías o por vivir en Israel. El feminismo que cierra los ojos ante estas víctimas se convierte en un feminismo selectivo, uno que se mueve por conveniencia ideológica más que por un compromiso genuino con los derechos humanos.
Otro aspecto a considerar es el impacto de este silencio en las propias víctimas. ¿Qué mensaje se les está enviando a las mujeres judías que fueron violadas, secuestradas o asesinadas? La indiferencia o la minimización de su sufrimiento no solo es una traición a los principios del feminismo, sino que también puede ser vista como una forma de revictimización. Estas mujeres, que ya han sufrido una violencia extrema, ahora se enfrentan a la indiferencia de un movimiento que debería estar a la vanguardia de su defensa.
No se trata de minimizar las complejidades del conflicto entre Israel y Palestina, sino de reconocer que el sufrimiento de las mujeres judías en este contexto merece la misma atención y condena que cualquier otra forma de violencia de género.
El verdadero desafío para el feminismo contemporáneo es mantenerse fiel a sus principios, evitando caer en la trampa de la selectividad ideológica. ¿Acaso el valor de una mujer debería depender de la identidad política de quien la agrede? Todas las mujeres que sufren violencia, sin importar su origen o contexto, merecen la misma solidaridad y defensa. Este es el verdadero reto y la prueba definitiva de un feminismo que aspira a representar a todas las mujeres y a ser justo, inclusivo y coherente.
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