¿Sabe usted que ya la tiene en su celular?
Estimado lector, entiendo su sorpresa. Pero en este mundo de nebulosas de comunicación; de intereses muy “interesados” en anunciar grandes avances pero sin que se entienda de qué se trata, quizás pueda colaborar en aclarar algo de estos temas presentados de formas tan etéreas. Comencemos con un ejemplo cotidiano de mi celular y detengámonos en algunas de sus funciones, para luego profundizar.
1) Comienzo a escribir un mensaje por WhatsApp y olvido colocar una “s” donde corresponde o utilizo mal una preposición. Hete aquí que el celular me avisa y/o automáticamente me corrige. ¿Cómo puede suceder? ¿Qué operación realiza?
Parece simple, y lo es. En su programa dispone de un archivo de palabras y frases del lenguaje y lo consulta. Al detectar que lo escrito no armoniza con lo que es usual, avisa y/o corrige. El avance de la tecnología digital posibilita que el proceso se ejecute en fracciones de segundo.
2) El celular: ¿es inteligente? Una rápida respuesta optaría por la negativa. Pero el concepto de inteligencia tiene muy diversas acepciones según refiera preferentemente a la memoria; al razonamiento; a la capacidad de ser original, u otras modalidades.
Participo de la idea de que la principal característica es la de ser original; pensar creativamente, incorporando incluso sentimientos y valores; dar ese paso adelante en el conocimiento. Esta capacidad es propia y exclusiva de la mente de los seres humanos; confrontado a cualquier situación, el resto del mundo animal solamente puede repetir una y otra vez la misma respuesta .
Comparto, por lo tanto, que al avisar y/o corregir, el celular no da ningún paso adelante; se limita a reproducir lo existente (sus archivos).
3) Por su parte; ¿qué es la IA? No se encuentran conceptos definitorios; en su lugar se la presenta como un enorme avance hacia un mundo mejor para todos. Un ícono del Progreso. No se escatiman adjetivos y sus cuasi milagrosos resultados ante todo tipo de trabajos, sean éstos una cirugía; pintar un cuadro al estilo de determinados pintores de un siglo atrás o escribir una obra de teatro de tales características realmente impactan como algo propio de ese “más allá” del conflictivo mundo actual.
4) ¿Cómo opera? Es la pregunta decisiva, pues aclara su metodología e instrumentos. Luego, junto con algún ejemplo proveniente de Silicon Valley nos permitirán arribar a conclusiones muy esclarecedoras.
Antes señalé que mi celular opera programas cuya fuente son archivos de lenguaje. Pues bien; en la IA la base es similar. La diferencia está en que en ella, los archivos son increíblemente grandes; incorporan datos de toda la humanidad, sean textos; pinturas; monumentos; historias; todo. Y esta tarea es permanente, ya que debe incorporar su evolución; su constante evolución hasta el presente.
Esto implica decenas y decenas de miles de trabajadores (de las más variadas calificaciones) dedicados a alimentar los archivos. Implica también el trabajo coordinador de cientos de programadores de primer nivel que establecen los criterios para clasificar; ordenar los billones de datos recabados.
Este enorme cúmulo de tareas es posible por el increíble desarrollo de las tecnologías digitales: servidores que ocupan manzanas enteras y consumen ingentes cantidades de energía; conductores minúsculos y con nanocomponentes que operan a velocidades inimaginables, y otros, lejos de mi conocimiento.
Todo ello, diseñado y programado por un selecto grupo de notables ingenieros y programadores; básicamente al servicio de un ínfimo número de inmensas Empresas Transnacionales (ET). Los criterios de clasificación de la información y los agrupamientos resultantes dan origen a los (ya famosos) algoritmos.
En consecuencia; cada consulta o pedido pone en marcha este inmenso sistema, el que (para nuestra percepción) responde instantáneamente.
5) Estimado lector, mediante este desarrollo, espero haber al menos disminuido su “sorpresa” inicial. El fundamento de cómo opera el programa de mi celular a partir de sus archivos no presenta diferencias con el sistema de la llamada IA. Se trata solamente de una diferencia de nivel, pautada por el avance tecnológico y su control por las ET.
En todo caso, a partir de las siguientes líneas, la “sorpresa” no sólo se reafirma sino que pasa a tener un contenido más profundo.
6) Pasemos a casos concretos e implicancias. Los algoritmos que resultan de la clasificación de datos o de grupos de usuarios tienen una enorme diversidad, y es posible tener una idea de sus características. Sin embargo, el llamado “código fuente”, es decir el objetivo y criterio por medio de los cuales varios de ellos se construyen es un secreto de cada ET guardado bajo siete sellos.
No tiene las mismas implicancias formar un grupo de datos sobre obras de ciertos pintores del Siglo XVII que otro compuesto (estadísticamente en sus grandes números) por usuarios de internet entre 18 y 25 años indiferentes a la política pero con características autoritarias y proclives a prohibir el aborto.
El uso posible de cada uno y, especialmente, la conformación a pedido y para la venta a otras empresas de esta información transcurre por carriles absolutamente diferentes. Afortunadamente, del segundo caso y en varios países han pasado a ser públicas las influencias sociales y políticas.
En todo este proceso es clave ser conscientes de que los usuarios de internet, en sus diferentes plataformas, todos ellos (es decir nosotros) somos la fuente de datos. Cada intervención; cada operación que realicemos; todas ellas, pasan de inmediato a ser archivadas; clasificadas; libres para ser utilizadas por el sistema.
Es por esto que Noam Chomsky señaló que la IA es “el robo de los derechos de autor más grande de la historia”
. En el mismo sentido, el último y excepcional libro de uno de los “gurús” de Silicon Valley (director del equipo que programó el crecimiento explosivo de internet), y básico para mi comprensión del sistema, anotó:
“tarde o temprano, [usted] se dará cuenta que vuestro valor será canalizado vía una nube de servicio –probablemente un servicio de la así llamada IA-“ (…) “Entonces, nurses robóticas podrían operar con base en datos extraídos de multitudes de nurses reales, pero estas nurses reales trabajarán por menos dinero porque competirán con nurses robóticas”
Es la aplicación contemporánea de la expropiación por la gerencia y dirección empresarial del conocimiento de los trabajadores en sus tareas, proceso iniciado en los comienzos de 1900 con el fordismo.
El mismo autor nos explica en profundidad los mecanismos por los cuales las empresas y sus plataformas generan adicción a las redes sociales, lo cual alimenta los archivos (la ansiedad por lograr “memes”), adicción que en EE.UU., actualmente, genera rechazos, ante la información de que sus adolescentes pasan conectados más de 6 horas diarias. Lo mismo ocurre con la generación de adicción hacia los niños mediante el “gaming” (los juegos) y su permanente e insólita banalización de las más extremas violencias.
También nos ilustra al señalar un cambio cualitativo y peligroso. Ya no se trata sólo de difundir publicidad hacia los usuarios –que persiste- sino de modificar su comportamiento mediante sofisticadas estrategias de psicología social.
La última referencia del mismo autor que cito in extenso aporta un panorama definitorio de lo fantasioso que significa atribuir un papel cuasi mágico a la IA.
“Allá por 1990, con mis amigos construimos el primer programa que mediante un proceso fotorrealista podía modificar las facciones de una persona en forma animada y en tiempo real llevándola a cualquier expresión. No se nos ocurría llamarlo IA. Sólo era un ejemplo fantasioso de procesamiento de imagen. Pero hoy, muy a menudo, esa capacidad la llaman IA”. (ob. cit. pág. 135)
(En lo personal, mis nietos mucho se divierten jugándolo ).
7) Estos comentarios, ¿conducen a una demonización de internet, las plataformas o incluso la IA? De ninguna manera.
La intención fue esclarecer qué debemos entender por IA. Desmitificar la nebulosa impulsada por los medios.
Ante la parafernalia de los medios dominantes insistiendo en las maravillas que deberíamos esperar de ella; como que las máquinas van a sustituir la mente humana; se da como obvia la calificación de “inteligente”; la generalizada ilusión a que sea un puente hacia un mundo mejor; que lo que vemos es lo único posible, y entonces nos autobloqueamos (Lanier, pág. 98), todo ello debe tomarse con pinzas.
Cuidémonos de aceptar inadvertidamente estas campañas. No aceptemos el humo bajo el cual se aspira a generar asombro y, entonces, la pasividad ante mecanismos orientados a concentrar ganancias faraónicas en un minúsculo grupo. Pensar; analizar de qué se trata.
Internet y todo el sistema (incluso la IA) es un instrumento de enorme potencialidad; es maravilloso. Es imprescindible debatir cuáles deben ser los objetivos sociales de este instrumento; quiénes lo controlan y hacia dónde debería evolucionar; qué alternativas debemos impulsar en este sentido.
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