Giorgia Meloni se convirtió, a sus 45 años, en la primera mujer en ser jefa de gobierno de Italia. A la cima llegó después que su partido, los Hermanos de Italia, ganó las elecciones parlamentarias anticipadas.
Se trata de una coalición que suma a la extrema derecha, la Liga, de Mateo Salvini, el partido conservador de Silvio Berlusconi, Forza Italia. El acuerdo preelectoral establecía que el nucleamiento más votado habría de ocupar el cargo de primer ministro.
¿Quién es?
Giorgia ha manifestado su adhesión por Benito Mussolini. Desde los 15 años se integró a Frente de la Juventud, la fuerza juvenil del extinguido partido posfascista Movimiento Social Italiano, creada por ex miembros del régimen de don Benito. A los 19, Giorgia ganó notoriedad con un video donde expresaba que “Benito fue un buen político” y “todo lo que hizo fue para el bien de Italia”.
En el año 2006 logró acceder a la Cámara de Diputados, y entre 2008 y 2011 se desempeñó como ministra de la Juventud del gobierno de Berlusconi.
En una versión sui generis de su valoración del fascismo, fue acuñando una serie de recursos semánticos, evasivos, para establecer su proximidad, o más aún, su vínculo directo, sin usar afirmaciones directas, categóricas. Así, en una entrevista radial cuando era ministra, le preguntaron acerca de sus definiciones personales, a los que respondió que ella tenía “una relación serena con el fascismo”. El dictador “cometió varios errores, como las leyes raciales, la entrada en guerra y el autoritarismo”. Y redondeaba su precisión: tempranamente se la vinculó a disidentes de Alianza Nacional, con quienes acabaría fundando la FdI.
No es menos cierto que en algunos momentos prefirió tomar cierta distancia: il Duce «cometió varios errores, como las leyes raciales, la entrada en guerra y el autoritarismo».
Desde el punto de vista partidario, Georgia preside los Hermanos de Italia. En diciembre del 2012, tras un acercamiento a un grupo de disidentes de Alianza Nacional, fundan FdL, asociada a la llama tricolor que simbolizaba al MSI. Desde 2014 preside los Hermanos de Italia, que en estos años fue creciendo su peso electoral.
Ajuste de mensaje
Después del magro 4,35 electoral del 2018, Meloni empezó a corregir las posiciones de su partido. Y aunque se mantiene como enemiga de la inmigración abierta y las nuevas agendas de derecho, su beligerancia contra la adopción por parte de parejas homosexuales se moderó.
Tampoco habla de retirar a Italia de la Unión Europea. Y en el país, es la voz más crítica con el régimen de Vladimir Putin. No se cansa de cuestionar públicamente la invasión de Rusia a Ucrania.
En esas correcciones, Meloni ha procurado presentarse ajena al neofascismo de CasaPound y Forza Nova, históricamente cercanas.
Sus primeros 100 días
El 28 de enero, Giorgia completó sus primeros días de gobierno. Casi todo en ella se ha diluido, especialmente esos discursos agresivos.
Pero algo mágico sucedió: Meloni se convirtió, por la fuerza de las circunstancias, en defensora de todo aquello que el establishment europeo temía que ella fuera a destruir. Giorgia dio cumplimiento a los pendientes de la Administración anterior. Ahora, como si hubiera ganado 100 días de calma con ese comportamiento (así fue que aprobó el presupuesto), las dudas están en conocer cuál es el mapa propio, pero a esa fecha, todavía era una incógnita.
Las mínimas iniciativas propias, generaron mucho malestar y acabaron en las papeleras. Tres ejemplos; ley contra las fiestas rave; ley para aumentar el límite de pago en efectivo; y la anunciada baja de impuestos quedó apenas reducida a favorecer el segmento de los autónomos de mayores ingresos. Y agrego un cuarto: retiró las ayudas al precio de los combustibles, cuyos precios anunció rebajar, pero ese anuncio produciría un alza.
El cambio más “radical” la practicó al no cerrar los puertos ni ordenar el bloqueo naval con que tanto insistía en la campaña. En cambio, optó por forzar a los barcos de las ONG a atracar en puntos más lejanos.
Sin oposición
Muchos se preguntan, a partir de esta constatación, si el sistema político italiano no está agotado. Georgia no tiene oposición, ni acción propositiva alternativa, ni debate parlamentario. Hay una suerte de agotamiento. Un estado de impotencia parar llevar adelante cambios, reformas, que parece ahora alcanzar también a la primera ministra.
La alianza se desgasta en discusiones, donde sus decisiones no siempre convencen a todos sus socios (Forza Italia y la Liga). Hay analistas referentes que alertan de que “ha creado algo de descontento. Dos de cada tres italianos esperaban alguna medida para contener los precios”. Pero de eso, todavía nada o muy poco.
¡La banca siempre gana!
El pasado 8 de agosto Meloni estremeció a la banca: anunció un nuevo impuesto sobre los beneficios extraordinarios. Ese tributo a crear cargaría con un 40% las ganancias extraordinarias, golpeó de inmediato los valores de las acciones del sector. El derrape de valor, según especialistas, a miles de millones de euros. Eso incluía, según esa amenaza, pérdidas de hasta 10% en el valor de acciones de algunos bancos, un tercio de ellos de capitales italianos.
La furia de los banqueros italianos fue tal, que apenas unas horas después, al promediar la tarde, el gobierno rectificaba: “con el fin de salvaguardar la estabilidad de las instituciones bancarias”, el nuevo gravamen tendrá un tope del 0,1% de los activos ponderados por riesgo. Dicho de otra manera, como lo explicó el Banco de Italia, “no tendrán impacto significativo… o incluso nulo”.
La tormenta se diluyó y la banca logró reencausar la crisis, con un relativo mínimo impacto. Ahora el problema es la incertidumbre que ha generado el gobierno ultraderechista no sólo por la repentina e inconsistente iniciativa, también por el mal manejo de la información, siempre confusa y cambiante.
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