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Italia y su incertidumbre por Ruben Montedónico

Italia y su incertidumbre por Ruben Montedónico
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En 2016 advertíamos desde aquí sobre el renacimiento en la Europa atlántica y del Mediterráneo de fuerzas de ultraderecha. Ese resurgimiento se verificaba en paralelo con una desordenada migración -asiática messoriental y subsahariana- a esa parte del continente, que se consideró por las autoridades de la Unión Europea (UE) de contenido equivalente a un cuerpo extraño, vendedor barato de fuerza de trabajo -si le daban oportunidad de conchabarse- y agente destructor de democracias y culturas. Algunas de esas fuerzas, en Europa y América hoy son gobiernos -o parte de ellos- sin que hayan mediado golpes de Estado, sino con el apoyo mayoritario de sus ciudadanías en elecciones que formalmente cumplen con normas constitucionales.

En otros casos, los agrupamientos conservadores adoptan medidas que intentan modificar la opinión pública electoral y, así, Marine Le Pen, en el último congreso del Frente Nacional en Lille, dispuso cambiar de nombre para “suavizar” el impacto sobre los ciudadanos: el Frente mudó a Agrupación. Claro, se puede decir recurriendo al refrán que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Sin embargo, Le Pen mantuvo señalamientos sobre lo que identifica como males que aquejan a Francia: el proteccionismo en acuerdos comerciales extracomunitarios; la seguridad interna (protección de propiedad privada y bienes personales) y externa (OTAN); los migrantes negros y musulmanes y el Islam. En ésto se emparenta con otras fuerzas europeas de igual signo ideológico y nos acerca reminiscencias de épocas en que plazas latinoamericanas acogían a vociferantes de matriz brasileña abogando -desde un catolicismo pretrentiano- por tradición, familia y propiedad, parecido, en tono y fondo, a las prédicas actuales de pentecostalistas y grupos reivindicadores de valores empresariales y de clase.

En otros casos, como en Italia, la táctica varió. Hace ocho díastuve unas primeras informaciones de que el delincuente que dirige Forza Italia, el resucitado Silvio Berlusconi, los xenófobos de la Liga del Norte y los neofascistas Hermanos de Italia, coaligados habían ganado unas elecciones.

Pese a lo apuntado, no se puede atribuir el crecimiento de la derecha sólo a tradiciones familiares o a la ignorancia de sectores ciudadanos; las autoridades políticas que estuvieron o están en los Estados son, por supuesto, responsables por los errores de conducción, incapacidad de gobernar para las mayorías, la corrupción de algunos (en los que también incurren ciertos patrones) que redundan en erosión pública y arrastran con ello su institucionalidad y sus formas de democracia.

En una y otra margen del Atlántico vemos políticos de derecha intentando abolir los enfrentamientos entre capital y trabajo, proclamando el fin de las clases sociales y pasando a hablar de “la gente”, “las personas”, los ciudadanos”, “los individuos”, no sólo como innovadora semántica superadora de la preexistente sino como triunfo de una nueva cultura, hedonista y banalizadora que exalta los valores del “emprendedurismo”, “el consumismo”, “el eficientismo” y las virtudes del individualismo, impartiendo saberes aplicables en determinados momentos, carentes de pasado y sin proyección al futuro, una temática presente en el último tiempo como material de estudio entre grupos de cientistas sociales. La idea central gira en torno a esa nueva cultura: el manejo del mercado, dicho mercadotecnia (suena a “tenia”, gusano, lombriz solitaria o solium), triunfante sobre la ideología: el éxito reside en cumplir con los pedidos de los consumidores para que el sistema tenga adecuada forma.

Al igual que antes, Italia -a 70 años de la postocupación- está a la espera de qué propondrá y qué hará su 65 gobierno: la incertidumbre parece ser la constante de un sistema que dejó atrás los discursos de los políticos de la segunda mitad del siglo XX, eliminó de la escena por corruptos a partidos y entronizó a otros igualmente delincuenciales, conniventes o de dudosa moralidad.

Y esta reseña debe incluir el triunfo de la fuerza partidaria, no coaligada, que obtuvo el Movimiento 5 Estrellas (Movimento 5 Stelle, M5S), que sienta su eficacia electoral en no declararse de izquierda ni de derecha y presentarse originalmente casi como una expresión no política -dado que escapa a lo que fueron los partidos tradicionales y a los cánones establecidos- pero, adecuado para el momento de desazón, desesperanza y desconcierto que exhiben las personas de a pie y que repercute en el electorado.

Mientras, Matteo Salvini, principal de la Liga del Norte y mayoritario dentro de la coalición -superando a Silvio Berlusconi- hizo campaña señalando a la inmigración como parte fundamental de los problemas italianos y declarando que el euro fue “un experimento político y social erróneo”, se ve contrapuesto, como candidato a primer ministro por Luigi di Maio (un “niño” de 31 años) del M5S, que al proclamarse “vencedor absoluto” sostiene que está dispuesto a cabildear sobre la base de que su partido obtuvo 32,7 % de los sufragios, ya que “siente la responsabilidad de dar un gobierno a Italia” y porque quienes se le oponen “no tienen números”. Si entre estos dos debe escogerse el próximo premier -de un efímero o estable gobierno- es claro que desde la derecha Salvini no aparece con una convocatoria convergente que lo favorezca por haber amagado a la UE y a la OTAN con una suerte de “Brexit italiano”.

De su lado, Di Maio especula con que Berlusconi y Matteo Renzi (ex premier y hasta esta elección líder del Partido Democrático (PD), heredero de colectividades socialdemócrata, socialcristiana y socialiberal) desean repetir los comicios entendiendo que la clave de la siguiente legislatura radica en las posiciones del M5S, dice.  De acuerdo con su sospecha afirma que -en todo caso- los derrotados Rienzi y Berlusconi “tendrán necesariamente que venir a hablar con nosotros, pero la experiencia española nos enseña que repetir las elecciones no cambia demasiado”.

Como si fuera actor de una “opera buffa”, con discreto maquillaje y apliques capilares, Il Cavalieri -un procesado de 81 años y gran hacedor de triquiñuelas- opina que el campano Di Maio es un “joven sin escuela (política)… y con una inconsistencia interior absoluta” para enfrentar la crisis de peninsular. Rienzi calla: sabe que el PD puede ser importante en un eventual avance de Di Maio.

Éste no especula ni apuesta en vano, lo hace sobre los triunfos en Roma (no bien gobernada Virginia Raggi); Turín -en Piamonte- por Chiara Appendino (sus correligionarias) y prácticamente todo el sur, incluyendo Sicilia. En Nápoles, capital de Campania, su región, el dirigente del M5S arrasó con el 54% de los votos y la consigna “coherencia, legalidad y honestidad”.

Lo cierto es que entre un partido y una coalición en el tercer país en importancia de la UE votaron a contracorriente de Merkel, Macron, la Troika y Estrasburgo, consiguiendo más de la mitad de los sufragios. En tanto, como presidente del país a Sergio Mattarella le toca desenredar la madeja que le dejó la elección y dar con el candidato que reúna mayorías legislativas simples para formar gobierno, transita por la cabeza de muchos italianos la lección ciudadana dividiendo apoyos entre expresiones populistas de derecha y cierto nacionalismo, castigando con la derrota a los que mandaban hasta ayer, los europeístas neoliberales.

Lo del título: las reglas y emergentes de hacer política que recorre algunos países, arribó a Italia sustituyendo la impronta de agrupamientos dominantes en el gobierno saliente y cuestionando un hacer público lleno de marchas y contramarchas, adiciones y traiciones, pactos, alianzas, nombramientos y renuncias que demostraron ser incapaces de zafar de la crisis que se agudizó en el país en lo que va de este siglo.

 

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