La vicepresidenta Kamala Harris ha presentado una serie de nuevas propuestas económicas centradas en los precios de los alimentos, los impuestos, la vivienda y los costos médicos que, según ella, empoderarán a la clase media. Allí se juega el partido.
El equipo de campaña de Harris ha anunciado estos planes, que constituyen las primeras propuestas políticas propias que Kamala ha lanzado en las super activas semanas desde que asumió el protagonismo, a partir de que el presidente Joe Biden se retiró de la carrera y respaldó a su vicepresidente.
Primeros movimientos
Estos han sido los primeros movimientos de la nueva candidata demócrata, que ha salido fuerte al terreno del debate político, pero manteniendo esos intercambios con prudencia y serenidad. El centro de estos anuncios son los sectores de ingresos medios, trabajadores calificados, independientes, y ventanas de oportunidades para estudiantes y emprendedores
Por ello, en un contexto en el que persiste una inflación controlada pero algo por encima del rango deseado, Y a la inflación se le suman altos precios relativos de los comestibles que han generado una cierta desazón entre muchos votantes, en particular, entre los ya referidos sectores medios, la vicepresidenta Kamala Harris propuso el viernes último prohibir el «aumento abusivo de precios» por parte de los proveedores de alimentos y las tiendas de comestibles, como parte de un conjunto de medidas destinadas a promover una reducción del costo de la vivienda, los medicamentos y también los alimentos.
¿Por qué este apuro en anunciar esta voluntad desde el inicio mismo del eventual próximo gobierno? Quizás la respuesta haya que buscarla en el punto débil del actual estado de cosas. Para propios y ajenos, se trata de un intento de encarar con decisión una clara vulnerabilidad de la candidatura demócrata. Es que bajo la administración Biden-Harris, los precios de los comestibles tuvieron un alza del 21%. En buena medida, es parte de una expansión inflacionaria que ha movido al alza los costos globales en aproximadamente un 19%. Este dato, muy polémico, ha opacado otros resultados positivos de la economía. Por ejemplo, los positivos resultados del desempleo, que ha caído hasta mínimos históricos. Y obviamente, los salarios se han incrementado de manera importante desde la pandemia, y se han valorizado aún más que los precios de los alimentos durante más de un año. Aun así, las encuestas y las estadísticas ponen en evidencia que los estadounidenses han debido enfrentar costos más altos.
Sin embargo, los incrementos de los precios de los alimentos afectan rápidamente el estado de ánimo de los consumidores. Y ello se refleja en las decisiones.
¿Qué es el aumento abusivo de precios?
El anuncio del comando demócrata, sin proponérselo, dejó a disposición de los republicanos, un debate donde empantanar los buenos propósitos. Es que, en sentido estricto, no existe una definición precisa en la que los economistas estén de acuerdo, pero “va de suyo” que se refieren a los aumentos en los precios que generalmente siguen a una interrupción en el suministro, como después de un huracán u otro desastre natural. Así, los defensores de los consumidores sostienen que el aumento abusivo se produce cuando los minoristas aumentan drásticamente los precios, en particular, aquellos de las necesidades básicas.
¿Hay algo ilegal en ello?
También la respuesta a esta brevísima pregunta abre otro sendero que lleva a empantanar la iniciativa. Por ello, voceros de la campaña de Harris recordaron que varios estados restringen y/o combaten, desde hace largo tiempo, el aumento abusivo de precios. Sin embargo, no existe una prohibición a nivel federal.
No es que haya un vacío legal, sino que lo que hay es un enfrentamiento ideológico acerca de las relaciones entre el estado y los individuos. Entre las restricciones de las regulaciones estatales y la libertad de acción y emprendimiento de los particulares. Y ello también ha sido, y es, algo de lo que está en debate desde el comienzo de la era capitalista.
No obstante lo anterior, sí existen restricciones federales sobre prácticas relacionadas pero diferentes. Por ejemplo, las leyes de fijación de precios que prohíben a las empresas acordar no competir entre sí y establecer precios más altos. Son acuerdos extramercados, muchas veces de precios, otras veces de distribución de segmentos de mercados o targets, y también territoriales.
¿Por qué hablar de eso ahora?
La inflación ha sido un problema desde el punto de vista político. Desde la sociedad, los consumidores, han repartido culpas: algunos a las tiendas de comestibles, otros las cadenas de comida rápida, o a los fabricantes de alimentos y productos envasados. Esta discusión afectó el humor de la sociedad durante los últimos tres años. Sin embargo, los beneficios empresariales fueron muy buenos durante este período. En el debate público, destacados columnistas del tema, apoyados en argumentos técnicos, procuran rebatir que no se está ante un pujo inflacionario de una dimensión tal como la que se denuncia en alguna prensa.
Tal el caso de Paul Krugman, que el 20 de diciembre escribió una columna en el New York Times, titulada “El año de la infamia de la inflación”. En aquel diciembre de 2021, se endurecía el intercambio. Por entonces, los incrementos en los precios de la gasolina (58%), autos usados (31%) y hospedaje (26%), encendieron las alarmas. En medio de aquellos intercambios, Krugman señalaba que “la inflación es un tema emocional”. La inflación, escribió Krugman, según una vieja máxima, se debe a “demasiado dinero en busca de muy pocos bienes”. Pero no; a veces “se origina por expectativas que se perpetúan a sí mismas; otras veces es el producto temporal de las fluctuaciones de los precios de las materias primas”.
Una fórmula para encarecer
La guerra Rusia-Ucrania agregó tensiones y combates. Se encareció el trigo y otros granos, reapareció el estrés especulativo en las relaciones de intercambio. Y se dieron situaciones imprevistas: distorsiones en la industria del automóvil debido a la escasez de semiconductores para fabricar automóviles en Taiwan.
Al mismo tiempo, en los Estados Unidos, el gobierno de Trump distribuyó, como subsidio, cheques solidarios que reducirían la presión social. En definitiva, se fue instalando una demanda más alta y una oferta más chica, es decir, una fórmula para el aumento de los precios.
Biden alentó en su gestión una política muy clara que ubicó a los sectores de ingresos medios en el centro de su preocupación. En buena medida, ese posicionamiento también identificaba a Kamala. Seguramente allí radique la rápida aceptación de la movida Kamala por Biden. Y ello hoy se está reflejando en las encuestas de opinión. NO falta mucho, pero hay demasiada improvisación y por ello, no hay que aventurarse.
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