Los hechos en Kursk en el noreste europeo demuestran que no se trata de una réplica de la situación regional de 1944: Ucrania no es la Alemania nazi; Kiev no es Berlín ni Putin es Hitler; no hay Orquesta Roja, y al mando de las tropas rusas no están el mariscal Georgy Zhukov o el general Iván Konev que hicieron retroceder a los germanos Erich von Manstein y Günter von Kluge. Hoy son efectivos de Ucrania los que ocupan mil kilómetros cuadrados (los rusos los reducen a la mitad, mientras evacúan a decenas de miles de civiles).
Cómo ocurrió es cosa del pasado y lo que produce la incursión son una serie de interrogantes. Me pregunto si se trata de una demostración ucraniana de que, tras 30 meses de conflicto, aún puede tomar iniciativas (¿porqué hasta ahora?), mientras la OTAN se reserva -en parte- el papel de instructor en materiales de guerra “donados”; les repone a los ucranianos sus armas y -sin ser oficial- promueve la concurrencia de fuerzas extranjeras a Kiev.
Otra suposición es que en la última visita de Volodímir Zelensky a EEUU, le exigieron tener resultados plausibles para justificar las “ayudas” (sin desatender una conversación con los republicanos, por si es que en noviembre gana Donald Trump).
Estimo que la idea central es que Ucrania y la OTAN busquen una situación mejor para una eventual negociación. Zelensky introdujo en una declaración el término “negociación”.
Una idea es que la anunciada contraofensiva haya sido adelantada, mantiene fuerza para emprender iniciativas e intente dar a entender que la guerra se invirtió -aunque no pase de ser un acto propagandístico-.
La situación actual estaría marcando un segundo mal paso táctico de Moscú si recordamos lo dicho al inicio de la invasión: se trataba de una intervención que terminaría en dos semanas, disponiéndose que pararían al llegar a Kiev. Es obvio que no fue así y la real esperanza moscovita acerca de un acuerdo, como el de Estocolmo, no fue suscrito por Zelensky,
Tengo la impresión que las órdenes a las fuerzas invasoras las da Putin, siendo aconsejado por un grupo que no pertenece a la burocracia de oficiales enchapados (de medallas) sino a un grupo heredero del antiguo espionaje soviético, algunos “amigos” del entorno presidencial, entre los que destacan las voces de Nikolai Patrushev, Alexander Dugin, Dimitri Medvedev y el obediente ministro de Defensa, Sergei Shoigú.
Al consumarse la actual incursión puedo, a la distancia, suponer que un segundo error ha cometido Moscú al ser tomado por sorpresa -si efectivamente su inteligencia fue incapaz de advertirlo-.
Una posibilidad de zancadilla que pudiera manejar Rusia es mostrarse “blando”: ceder territorio como “cebo” a los ucranianos, buscando la internación de éstos rumbo a la capital provincial -alejándolos de sus centros de apoyo y aprovisionamiento-; desplazar contingentes del frente, atacando frontalmente con otras tropas, en el contexto de una maniobra envolvente de aniquilación (un falso error táctico daría lugar a una victoria estratégica) que redunde en un paso para profundizar la desazón enemiga.
Cuando describo el plan pienso que el mando ucraniano debió haberlo considerado antes de la incursión y ordenado el asentamiento de su tropa o la retirada de éstas tras el “sí, podemos” alcanzado. Este subterfugio es por demás conocido, pero de acuerdo con informaciones de Kiev los incursores se están adentrando en el territorio y no piensan abandonarlo en tanto Rusia no renuncie a las acciones en Ucrania. De acuerdo con mis estimaciones el objetivo de la incursión no fue alcanzado (la central nuclear de Kursk), por lo que más allá de la propaganda, el movimiento naufragó al querer mejorar posibilidades de negociación (entregar a los rusos la central atómica que los ucranianos buscan capturar y recibir la de Zaporiyia).
Más preguntas surgen en torno a este movimiento: ¿de dónde sacó Kiev tropas para la incursión? Desde el frente oriental de Donbass recriminan los oficiales de su defensa que sólo les han repuesto 20% de las bajas, lo que hizo que emplearan personal de servicio (cocineros y sanitarios) en los combates; mientras escasean municiones y alimentos (en el WST del 14/15 de agosto). De comprobarse un adelgazamiento ruso en el frente ucraniano para defender terreno propio, otro tanto ocurre con las defensas contrapuestas a un invasor del que se admiten avances incontenibles, sólo demorados. Por ahora, Ucrania debe conformarse sólo con bombardear Crimea.
Tomar en cuenta el éxito inicial que reporta propagandísticamente un triunfo moral sobre el invasor ruso, parece estar augurando una derrota final, lo que inevitablemente nos conduce a compararla con los episodios de las Ardenas 2, sobre el final de la II GM: las tropas nazis (terrestres y blindadas) compuestas en su mayoría por derrotadas y desalojadas fuerzas en el frente ruso, terminaron sacrificadas en batalla o huyendo hacia Berlín al ser vencidas por el avance ruso y el de los aliados cuando estaban acabados sus escasos suministros. No le ha funcionado a Ucrania la versión que EEUU y la OTAN ignoraban la orden de incursión de Kiev: nadie se tragó esa mentira.
Una derrota de la maniobra de Kursk no quedaría huérfana y que Ucrania cargara únicamente con ella: compartiría el tema con EEUU y los países europeos de la OTAN. En EEUU los esfuerzos en favor de Zelensky y su régimen hace rato que dejaron de inclinarse hacia una posible debacle rusa y se conformaron con una derrota ucraniana que dejara indefinido el futuro. Hoy, un fracaso sin atenuantes (según calculo las cosas), se me hace inevitable y lo prioritario es que no se materialice antes del 5 de noviembre.
Información que circula hace unos días afirma que Kiev prepara una “bomba sucia” (radioactiva) para lanzarla contra o próxima a una central nuclear y culpar a Moscú: sería acercarnos más a la III GM. Einstein predecía que (si quedaran sobrevivientes de la III) la IV GM sería a pedradas.
Escrito desde Zapopan, Jalisco, México, el 18 de agosto de 2024, a más de 11 mil km. de Kursk.
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