El viernes 28 de febrero culminó la tercera edición del Festival Cercanías, producido y programado por la Sala Verdi y por colectivos reunidos en la Liga de Artes Escénicas del Litoral. Darío Lapaz, Laura Galin y Leonardo Martínez contaban a Voces la semana pasada acerca algunas características estético-ideológicas del trabajo de la Liga. Hoy toca el turno de ampliar sobre los festivales que, como Cercanías, vertebran algunos de los momentos de intercambio entre colectivos y público.
El primer festival en reunir a varios de los grupos que hoy integran La Liga comenzó hace diez años en Carmelo, aprovechando la experiencia acumulada de participar en eventos como el FIDAE (Festival Internacional de Artes Escénicas del Uruguay). Convocando grupos de nuestro país y de la Zona Norte de Buenos Aires agrupados en Norestada, en el 2011 se dio el puntapié inicial a lo que hoy se denomina Festival de Teatro del Litoral y El más allá. Desde entonces han llegado a Carmelo artistas de Argentina, Colombia, Chile, Bolivia y Uruguay para mostrar su trabajo y compartir su experiencia. El festival tiene características de “encuentro” al decir de Martínez, en donde “nos dividimos las tareas hasta para cocinar, y se convive mucho, es una celebración”.
Algo interesante es que han logrado establecer redes con el exterior desde sus lugares sin necesidad de pasar por Montevideo. A Chile van de forma regular por ejemplo.
L.M.: La clave de tu planteo es que sí se puede, desde un lugar del litoral, desdoblarnos hacia la escena internacional. Está bueno que eso haya sucedido. En el caso de Chile es con Molinos de Arte a partir de un contacto que generó El Almacén en Buenos Aires. Y nos enamoramos de ese festival, tiene muchas características de las que nos gustan, es muy comunitario. Se va a pueblos en la montaña en donde todo el año los vecinos están pensando en el festival, en cómo recibirte, en darte de comer… Es un festival que realmente está abierto a la comunidad, hay intercambio entre creadores, cosas que en otro tipo de festivales a veces no se dan. Fuimos con Gema (de Decartón de Carmelo) un año, otro con Matrioska (de Imaginateatro de Paysandú) y este año con El achique (también de Imagina). Es un festival que ya hicimos nuestro, vamos como Liga y pensamos seguir yendo.
D.L.: Es interesante lo que planteabas, porque hemos decidido permanecer en nuestro territorio. Con Leo siempre hablamos de que el fútbol explica muchas cosas, y hay un camino del futbolista que se internacionaliza que necesariamente pasa por acá. No sé si existe algún futbolista que se haya internacionalizado habiendo nacido y jugado fuera de Montevideo. A nosotros, siguiendo con la metáfora futbolera, muchas veces nos han dicho: «qué bueno que vengan a Montevideo, es como jugar en el Centenario» (risas) Y nosotros siempre nos mantuvimos un poco reticentes a ese camino. Venimos a la Verdi muy seguido porque es el lugar que nos ofrece las mejores condiciones. Por supuesto que Montevideo es un lugar que está bueno, porque tiene más movida teatral.
L.M.: Te da más visibilidad, eso no lo negamos, al contrario, pero sí tratamos de que las formas de venir sean afines a lo que queremos. Por eso venimos a la Verdi, porque nos dejan estar como en nuestra casa, no nos dan las llaves pero casi (risas)
D.L.: Y por otro lado siempre intentamos desmarcarnos un poco del término abarcativo «interior», es algo que aparece mucho en las entrevistas que nos hacen.
L.M.: Si tenemos que elegir una categoría es “Litoral”. Lo vamos a tener que seguir repitiendo porque es difícil desestructurar el lenguaje para referirse a determinadas cosas. Siempre se dice “te vas para afuera” o “te vas para el interior”. Y puede ser que vayas a Puntas de Buricayupí o a Punta del Este (risas) Si vos recorrés todas las puntas del Uruguay te das cuenta que no se puede decir “el interior». Así que en esto de que venimos en barra para hacer el Festival Cercanías y presentar nuestro trabajo nos gusta decir cómo queremos que nos nombren. Y sabemos que no abarcamos al litoral tampoco, que también es una vastedad. Capaz que en un futuro nos llamamos de otra forma.
D.L.: Es una denominación dinámica y está en permanente construcción. Por eso es necesario ir actualizando el pensamiento -y el cómo comunicamos nuestro pensamiento- cuando nos presentamos como colectivos y redes. Y hay otro ingrediente que colabora muchísimo en esta concepción que es el trabajo de investigación de Estíbaliz Solís, que es fundamental, porque es la primera vez que la Academia pone la mirada en un fenómeno teatral que sucede fuera de Montevideo.
L.M.: Ha ido a Chile con nosotros y es parte del colectivo. Hizo un trabajo de dramaturgia en El achique y hace ese trabajo de investigación también. Fue fundamental ese interés que puso en un momento porque nos ayudó mucho a pensarnos.
Cercanías 2020
La edición 2020 de Cercanías comenzó con funciones de La Chancha (que a diferencia de los otros espectáculos ocupó todo el escenario y dejó al público en la platea) del colectivo El Almacén de Montevideo. La decisión de iniciar con esta obra tiene que ver con el suceso que otro trabajo de este grupo generó en Cercanías 2019. Como cuenta Martínez: “El año pasado programamos Claudia, la mujer que se casa al principio y nos dimos cuenta que había mucho interés en verla, y eso generó una especie de masa crítica de espectadores para el resto del festival, por eso estaba bueno que abriera La Chancha. Y de público estuvo muy bien los tres días (17, 18 y 19 de febrero) y también generó un movimiento para el resto del festival”. Las dos obras que El Almacén presentó en Cercanías tienen como una de sus características la tensión entre polos que exploran su opuesto, lo que da un carácter casi de devenir dialéctico al planteo escénico. En particular La Chancha propuso una historia en que la vegana hija del dueño de un frigorífico desea comprar una chancha que el hijo de una familia de granjeros no se anima a matar. Los opuestos se encuentran en un punto que parece ser el único que escapa a la lógica del capital, una lógica en que hasta la libertad es una mercancía. Los opuestos no solo son conceptuales en La Chancha, el despliegue físico plasmado en coreografías intensas dejaba espacio a paréntesis más reflexivos en forma de monólogos que terminaban de configurar un espectáculo que se erige en una excelente metáfora de las sociedades capitalistas.
Vivir con honor, morir con gloria de Tatuteatro (Cabo Polonio) se presentó los días jueves 20 y viernes 21 de febrero, y propuso el relato de una mujer que da a luz casi al mismo tiempo que se produce el golpe del 11 de setiembre del 73 en Chile. Con fuertes componentes autobiográficos, la obra escrita y actuada por Maricruz Díaz (una veterana protagonista del teatro barrial montevideano de fines de los setenta y principios de los ochenta) relata el ascenso y caída de Allende desde la perspectiva de los sectores populares, sin que falte la polémica sobre la forma en que el gobierno de la UP negó la posibilidad de armarse a los trabajadores para defenderse del golpe. Con una escenografía mínima y una apuesta a la comunicación intimista con el público, ubicado sobre el escenario de la Verdi, la obra cobró nuevas dimensiones a partir del contexto que vive la sociedad chilena actualmente. En un ejercicio teatral minimalista, la entrega y la gestualidad de la actriz apostaron a que la emotividad fuera la protagonista.
El fin de semana del 22 y 23 de febrero se presentó El hombre que casi viajó a la luna, un espectáculo que entrelaza a los colectivos Teatrería Abril y El Ladrón de Patinetes (España) e Imaginateatro (Paysandú). La obra jugó con los límites entre la realidad y la imaginación de un personaje que nunca se transparenta del todo, refugiado en múltiples ficciones que construye para luego habitar. El juego que propuso el actor español radicado en nuestro país también apostó a una comunicación intimista con un público que terminaba inmerso en esos universos contingentes.
El lunes 24 y el martes 25 fue el turno de la versión que Cuatro Féminas (Chile) propuso de Ñaque (o de piojos y actores), esa suerte de compendio de formas teatrales populares del siglo XVII español que José Sanchís Sinisterra reunió en una obra en que, al igual que en Pervertimento y otros gestos para nada, la sombra de Beckett dibuja su contorno. En esta versión fueron dos actrices quienes construyeron a esos personajes que una y otra vez intentan entablar comunicación con un público que se les opone atravesando los siglos. El desdoblamiento de la ficción fue sostenido por actuaciones en que el asombro y la incredulidad se cristalizaron con particular histrionismo y en que un austero diseño de luces facilitó el subrayar la expresividad de las actrices.
Otros dos espectáculos que no pudimos ver completaron la programación de Cercanías 2020: Los vagos (de Los tenedores clown de Montevideo los días 26, 27 y 28 de febrero) y Sacapunta y compás de Imaginateatro (espectáculo para niños que se presentó el domingo 23). Con esta nueva edición La Liga de Artes Escénicas del Litoral termina de consolidar un espacio de intercambio con un público montevideano que crece cada año, a la vez que nos acerca una lógica de creación colectiva que potencia las singularidades de los grupos que la integran. Para este Semanario el trabajo de la Liga es de los más creativos y estimulantes que de forma regular se presentan sobre los escenarios montevideanos.
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