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La Corrupción en diálogo con Marx y Engels por Nicolas Martínez

La Corrupción en diálogo con Marx y Engels por Nicolas Martínez
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Karl Marx y Friedrich Engels fueron dos de los filósofos y pensadores más influyentes del siglo XIX, cuyas ideas dieron forma a la crítica radical del capitalismo y sentaron las bases del socialismo y el comunismo. Marx, nacido en Alemania en 1818, es conocido por su obra más célebre, “El Capital”, y por su concepción de la historia como una lucha de clases, donde la clase trabajadora (el proletariado) es explotada por la clase capitalista (la burguesía). Engels, nacido en 1820, fue colaborador cercano de Marx y autor de obras como “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, donde profundizó en la relación entre las estructuras sociales y económicas y las dinámicas de poder. Juntos, desarrollaron una crítica al capitalismo y al Estado, viéndolos como herramientas que perpetúan la opresión y la desigualdad.

Se podría afirmar que para Marx y Engels, la corrupción no se limita a los actos individuales de deshonestidad o abuso de poder, sino que está arraigada estructuralmente en el sistema capitalista mismo, donde las relaciones económicas están cimentadas en la explotación, la alienación y la desigualdad. Esta corrupción sistémica se manifiesta en las instituciones políticas y económicas, las cuales sirven a los intereses de la clase dominante. Desde esta perspectiva, la corrupción no es solo un defecto moral o una falla en los individuos, sino una expresión natural de la lucha de clases y la acumulación de poder por parte de la burguesía. Para Marx, el Estado no es un árbitro neutral, sino el instrumento de dominación de la clase capitalista. Engels, en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, señala que las estructuras estatales nacen precisamente para preservar la propiedad privada y las jerarquías de poder, lo cual inevitablemente genera corrupción. Es la lógica del capital la que corrompe tanto a los individuos como a las instituciones, permitiendo que los intereses privados prevalezcan sobre los públicos.

El problema de la corrupción, por tanto, reside en la forma en que el poder económico se convierte en poder político. La clase capitalista usa su posición privilegiada para manipular las leyes y las políticas públicas a su favor, garantizando su dominación y perpetuando la desigualdad. Esta corrupción estructural impide el desarrollo de una verdadera democracia, pues las decisiones que afectan a la mayoría son tomadas por una élite que actúa en beneficio propio. La corrupción, en este sentido, socava la confianza en las instituciones y en la capacidad del Estado para representar los intereses de la clase trabajadora.

Las consecuencias de esta forma de corrupción son devastadoras para la clase proletaria, que se ve atrapada en un ciclo de explotación y alienación. Marx describe cómo los trabajadores son despojados no solo de los frutos de su trabajo, sino también de su capacidad para influir en las decisiones políticas que afectan sus vidas. La corrupción, al concentrar el poder en manos de unos pocos, perpetúa este ciclo de opresión, generando una profunda desconexión entre las masas y las estructuras de poder. La desigualdad resultante no es solo económica, sino también política y social, lo que refuerza la marginalización y el sometimiento de la clase trabajadora.

Frente a este problema, la solución que proponen Marx y Engels es la abolición del capitalismo y el establecimiento de una sociedad sin clases, donde la propiedad privada sea reemplazada por la propiedad colectiva de los medios de producción. Solo una revolución que transforme radicalmente las relaciones de producción puede erradicar la corrupción estructural inherente al sistema capitalista. Según los autores, en un Estado comunista, donde las decisiones se toman de manera democrática y en beneficio de la mayoría, la corrupción sería imposible, ya que el poder no estaría concentrado en manos de una élite minoritaria. Engels, en particular, defiende la necesidad de una educación política para la clase obrera, de modo que pueda emanciparse del control burgués y construir un nuevo tipo de Estado.

En los tiempos actuales, la obra de Marx y Engels sigue siendo relevante para entender la corrupción en su dimensión estructural. Si bien los contextos han cambiado, los principios subyacentes de concentración del poder y manipulación de las instituciones en favor de intereses privados persisten en muchas democracias capitalistas contemporáneas. La privatización de servicios públicos, el tráfico de influencias y el control corporativo sobre los gobiernos son formas actuales de corrupción que, según el análisis marxista, son inseparables del funcionamiento del capitalismo. La creciente desigualdad económica y la falta de control democrático sobre las instituciones refuerzan la crítica marxista de que la corrupción no es un problema aislado, sino una característica intrínseca de un sistema basado en la explotación y la acumulación de capital.

Marx y Engels no ofrecen soluciones simples ni inmediatas a la corrupción; su visión implica una transformación profunda y estructural de la sociedad. Sin embargo, en un mundo cada vez más globalizado y desigual, su análisis invita a reflexionar sobre cómo las dinámicas de poder y propiedad continúan moldeando nuestras instituciones y perpetuando formas de

corrupción que van más allá de los individuos, apuntando hacia la necesidad de un cambio más radical y colectivo.

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