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La Cumparsita en el cine

La Cumparsita en el cine
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Días atrás me encontré con Ignacio “Nacho” Suárez, y una pregunta suya es la causa de esta nota: ¿cuántas veces fue utilizada La Cumparsita en el cine? Imposible saberlo con exactitud. Pero el hecho que desde su creación fuera el tango más reconocido a nivel internacional posibilitó que haya figurado en más de 400 bandas sonoras. Todo empezó en Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Rex Ingram (1921), donde Rodolfo Valentino bailaba un tango. Como en esa época el cine era mudo, en las salas elegantes se situaba frente a la pantalla una pequeña orquesta, mientras que en las barriales había un piano. En el 90% de los casos el tango elegido para acompañar esa escena fue La Cumparsita, aunque algunas veces se tocó El Choclo. En cambio en 1927 la comedia elegante Fácil virtud de Alfred Hitchcock (que aún no hacía películas de suspenso) incluía nuestro tango en una secuencia bailable londinense. Suena insólito que Hitchcock, tan alejado de la cultura latina, incluyera La Cumparsita en su film, pero el guionista era el actor, músico y dramaturgo Noël Coward, por lo que la idea pudo ser suya y no de Hitchcock.

En La mundana de Michael Curtiz (1933), comedia con enredos amorosos entre una bailarina, su marido y un tercero en discordia, hay mucho ruido y vacaciones muy movidas en Cuba, lugar donde se baila mucho. Entre tanto ajetreo, desubicadamente aparecía nuestro tango. En cambio, La historia se hace de noche de Frank Borzage (1937) hilvanaba otro triángulo amoroso, ahora entre un magnate naviero, su esposa y un francés. Aquí todo era mucho más serio, incluido el hundimiento de un barco similar al Titanic. Antes del desastre, en una reunión nocturna de los amantes, La Cumparsita daba a la perfección con el tono pasional que esa escena requería.

En Leven anclas de George Sidney (1945) dos marineros de vacaciones (Gene Kelly y Frank Sinatra) hacían de las suyas en Nueva York. Kelly intentaba conquistar su dama bailando La Cumparsita vestido de bailarín flamenco, en energético ritmo de fandango. Por su parte Gilda de Charles Vidor (1946), que permanece en el recuerdo debido a un emblemático guante y una bofetada de Glenn Ford a Rita Hayworth, se ambientó en el Río de la Plata, por lo que el tango decía presente aunque en forma muy gratuita.

En los años 40 el tango estaba en su apogeo. De esa situación se hicieron eco muchos films argentinos, donde La Cumparsita marcó presencia. Los más recordados son Adiós Pampa mía (1946) y El tango vuelve a París (1948), de Manuel Romero con Alberto Castillo; Alma de bohemio (1949) de Julio Saraceni, también con Castillo; y sobre todo La Cumparsita (1947) de Antonio Momplet, donde Hugo del Carril cantaba nuestro tango con una letra diferente a la habitual.

Gene Kelly volvió a bailar La Cumparsita en 1948 en un notable número musical de El pirata de Vincente Minnelli. Allí, entre aires españoles derivados del Bolero de Ravel, Kelly coreografiaba la secuencia con su habitual desparpajo y visualidad. Poco después llegó El ocaso de una vida de Billy Wilder (1950), obra maestra que narra la historia de una decadente estrella del cine mudo que quiere reverdecer sus ajados laureles. En una escena, Gloria Swanson intentaba seducir al joven William Holden bailando una sensual Cumparsita, bajo la vigilante mirada del mucamo Erich Von Stroheim.

Europa tampoco ignoró al tango. En La reina del hampa de Jacques Becker (1952) Simone Signoret y Serge Reggiani se enlazaban en un baile estilo apache, en un salón al aire libre, delante de una banda de malvivientes del bajo fondo parisino. La música que se oía era La Cumparsita. En la magistral La patrulla de la muerte de Andrzej Wajda (1957) se detallaba la resistencia de Varsovia frente al poderío nazi, mientras en las barracas de prisioneros se escuchaba nuestro tango al piano. En cambio el austriaco Billy Wilder ubicó la acción de su brillante comedia cómica Una Eva y dos Adanes (1959) en los ruidosos años 20, y utilizó La Cumparsita para una escena de romántico contenido pero confuso significado. La bailaron Jack Lemmon vestido de mujer y Joe E. Brown, millonario que no desistía nunca de sus intentos seductores. Ambos realizaron una notable caricatura de sí mismos, y también de nuestro tango.

Después llegaron los Beatles y los Rollings, los hippies, la contracultura y Woodstock, y La Cumparsita desapareció del cine. Retornó con Woody Allen, que la usó dos veces: en 1987 para Días de radio, y en 1990 en Alice. En ambos films el tango estuvo ligado a Mia Farrow, que en 1987 era una chica que buscaba ascender y “tiraba la chancleta” al compás del tango; y en 1990 fue una rica señora adúltera, cansada de las infidelidades de su marido William Hurt. Como puede verse, en el imaginario del hemisferio norte nuestro tango, a casi un siglo de su nacimiento, seguía ligado al primitivo concepto de música prohibida y pasional.

En la delirante Kika de Pedro Almodóvar (1993), una cosmetóloga (Verónica Forqué) era citada a la mansión de un novelista (Peter Coyote) para maquillar el cadáver de su hijastro, que en realidad no estaba muerto y revivía gracias a las atenciones de la chica, Cumparsita mediante. Por último, en 2006 Ritmo y seducción de Liz Friedlander dio una dimensión más noble a nuestro tango. Allí un renombrado bailarín internacional (Antonio Banderas) era contratado por una escuela pública, pero se sentía ridiculizado por jóvenes callejeros que se burlaban de los bailes de salón que enseñaba. El hombre se reivindicaba al unir su pericia técnica con un ritmo de corte más popular. Como no podía ser de otra manera, bailaba un tango y elegía La Cumparsita.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".