Mostrar un mono como reflejo que el espejo nos devuelve de nosotros mismos es una práctica artística potente, que tiene como antecedente al menos al Dandy/mono que dibujara Francisco de Goya a fines del siglo XVIII. De esa forma Goya, en la serie Espejo mágico, satirizaba prácticas y modas de algunos sectores sociales de su tiempo. El recurso, en otro contexto cultural y artístico, es adoptado por el músico y escritor alemán E.T.A. Hoffman menos de dos décadas después. En el cuento “Información sobre un joven educado”, incluido en el llamado ciclo kreiseriano de las obras de Hoffman, se puede leer que el joven del título afirma: “El corazón se conmueve cuando ves cuan ampliamente se está difundiendo nuestra cultura”. Pero esa afirmación es de Milo, un mono que aprendió a hablar, escribir y tocar el piano, y que es un representante más de la cultura europea de su época. Hoffman en este cuento critica el virtuosismo vacío de intérpretes contemporáneos, a quienes iguala a un mono orgulloso que solo recrea mecánicamente piezas que no comprende. Sin embargo es probable que el mono más famoso de la literatura universal sea el que protagoniza el relato Informe para una academia, escrito por Franz Kafka en 1917, un siglo después del relato de Hoffman. Y el cuento de Kafka aborda, además, algunos tópicos específicos de la sociedad burocrática de comienzos del siglo XX.
Múltiples análisis se han realizado sobre el relato de Kafka, que tendría como disparador un artículo de prensa que reseñó la actuación de un mono en un teatro de variedades de Praga el primero de abril de 1917. Lo cierto es que el relato se centra en la exposición de un mono a una platea compuesta de “académicos” sobre su proceso de humanización, y la pérdida de libertad que este proceso implica. En realidad uno de los aspectos claves del relato es el desplazamiento de contenidos de la palabra “libertad”, y en ese desplazamiento es que el propio proceso civilizatorio queda en cuestión. En ese sentido el mono de Kafka vuelve a ser un espejo que casi ridiculiza la imagen del humano “civilizado” de las sociedades occidentales, y como muestra valen algunos breves pasajes: “¡Era muy fácil imitar a esos hombres! Desde los primeros días ya sabía escupir y dar la mano. Nos apretamos mucho las manos y nos escupíamos la cara. La única diferencia era que yo lamía su saliva para limpiar mi cara y ellos no. Fumé pipa y cigarros como si fuera un fumador experimentado (…) Lo que me costó más esfuerzo fue la botella de aguardiente. El olor me mareaba. Lo intenté mucho y pasaron semanas antes de que lograra vencer la repugnancia que me provocaba”.
El mono es salvajemente capturado en la orilla de un río de la Costa de Oro africana, y sus reflexiones son expuestas como un acelerado proceso evolutivo en el que la “luz de la razón” se enciende y le brinda las claves para escapar de su situación: “No tenía ningún deseo de imitar a los hombres. De ser por mí, seguiría siendo un mono libre, un mono del bosque. Solo lo hice porque necesitaba encontrar una salida. Y lo hice porque era extremadamente simple”. Es así que el mono empieza a hablar, y con el habla se gana un lugar en la sociedad: “Con mucho esfuerzo, no crean que fue fácil… logré una hazaña de la que hasta ahora no han reportado otro caso similar: llegué a la educación media de un europeo intelectual”.
El interés contemporáneo por la adaptación teatral de este texto queda patente por las versiones que hemos visto recientemente en la propia Sala Verdi. En 2016 el catalán Iván Benet nos trajo una versión del Informe, en el marco del Festival Temporada Alta de Girona, que se reelaboró el año pasado en formato virtual debido a la pandemia. Y también en contexto de pandemia se estrenó la adaptación brasileña a cargo del director Beto Brown, quien se contactó con el actor uruguayo Marcos Valls para hacer una versión uruguaya. Valls, quien hace décadas tiene vínculo con teatristas brasileños merced a los históricos festivales de teatro que se realizaban en los ochenta y noventa en Montevideo, realizó una traducción de la versión de Brown, a partir del texto en portugués y otras traducciones al castellano, al inglés y una versión del texto original en alemán.
El resultado escénico amplía el original kafkiano, ilustrando las habilidades del mono con ejecuciones de flauta y la interpretación del poema de Goethe Nähe des Geliebten, musicalizado por Schubert. En estos aspectos el antecedente de Hoffman parece ganar protagonismo. Pero lo que realmente atrapa de la versión es el trabajo de Marcos Valls, quien logra que sintamos como palpitan los restos de simiedad en su personaje desde su deambular por la sala de la Verdi, antes de trepar a la platea, y desde ese hablar que añade a la profundidad grave de su voz una cierta incongruencia, como la de quien habla un idioma que no es su lengua materna. El espectador es colocado dentro del juego ficcional como integrante de la academia que evalúa la “humanización” del mono, y el juego se potencia aún más. Mono es un espectáculo que se sostiene en el despliegue actoral de un intérprete que ha demostrado ser capaz de explorar en personalidades humanas tan disímiles como la insufrible brillantez intelectual de Wittgenstein en Ritter, Dene, Vos de Thomas Bernhard (2014, con dirección de Levón) hasta la cínica lógica de supervivencia del linyera de Jirafas & Gorriones de Federico Guerra (actualmente en cartel). Entre esas dos “humanidades” tan disímiles se cuela este personaje que ilustra la evolución darwiniana de forma bastante poco amable para los “evolucionados”.
La versión cuenta con la dirección del propio Beto Brown, que hace más de un mes llegó a nuestro país para trabajar presencialmente luego de una primera etapa virtual, y prepara su participación en el festival de Puerto Montt, en Chile, para el mes de julio. También se trabaja en una gira nacional del espectáculo.
Señoras y señores integrantes de la Academia, no se pierdan la posibilidad de evaluar este particular caso de la evolución de nuestra especie.
Mono – Informe a la academia. Dramaturgia y dirección: Beto Brown (sobre texto de Franz Kafka). Traducción y actuación: Marcos Valls. Iluminación: Micaela Rodríguez. Vestuario: Nelson Mancebo.
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