Si bien Hay algo se presenta como “una experiencia radioteatral y escénica en formato de fonoplatea” el componente radioteatral no es el protagonista la mayor parte del tiempo que transcurre la “experiencia”, aunque las características específicas de la ficción “radial” a la que asistimos determinan a todo el “espectáculo”. El juego ficcional es previo a la llegada a La Madriguera, el espacio en que se encuentra el “estudio radial” de CX13 – Radio Al Margen, la radio que por última vez emitirá en la función a la que estamos asistiendo. Las características físicas de La Madriguera, una estructura edilicia vieja, en proceso de reciclaje, con un espacio cultural, y la forma en que se nos confirma la reserva y se nos invita “a brindar con nosotrxs al final y celebrar todo lo vivido en estos años de radio y militancia” nos hacen pensar en un proyecto de radio comunitario. Y cuando decimos proyecto comunitario hablamos de esos en que la comunicación era una forma de encontrarse con sensibilidades que sintonizaran gustos, formas de interpretar la realidad y de intentar transformarla que fueran más allá de lo posible o lo vigente. De alguna forma la radio “pirata” o “comunitaria” fue ¿sigue siendo? estructurante de espacios alternativos y la experiencia de ese encuentro alternativo se da tanto a través del eter como con el propio grupo de personas que se ponen al hombro esas propuestas de comunicación comunitaria. Y es ese colectivo ficcional, que recibe al público con torpe entusiasmo para “despedirse” el gran protagonista de Hay algo.
Los personajes invitan al público a acomodarse en el espacio cultural, a tomar algo, mientras se ultiman detalles para la última edición de su proyecto radial, esta vez con fonoplatea invitada. Cuando el público abandona el espacio cultural para llegar a la fonoplatea el componente estrictamente “radial” empieza a tomar forma. Pero no asistiremos a una fonoplatea típica, para participar de la dimensión sonora de la experiencia nos debemos colocar un auricular desde el que “sintonizaremos” la experiencia sonora. Es en ese contexto que se emitirá, entre música en vivo y varios pasajes de la programación general, un episodio de “Ficciones al aire”, un radioteatro en que se versionan narraciones literarias. El relato elejido para esta última emisión es El Desvío, de Armonía Sommers, y a partir de allí comienza otra dimensión de la experiencia estética en la que estamos inmersos.
En Hay algo no asistimos a un programa de radio propiamente, de hecho el “estudio” de radio permanece semioculto gran parte del tiempo. Sí percibimos una adaptación sonora del cuento de Sommers, una adaptación bastante fiel al comienzo, aunque es un narrador el que sostiene el relato en este caso, pero que naturalmente va transmutando para abandonar el universo de Sommers e instalarse en coordenadas más “naturalistas”. Como sabemos, una de las características del lenguaje radial es el apostar a la imaginación de quien escucha para que materialice en su imaginación lo que el universo sonoro sugiere. Como indica Patrice Pavis: “La radio redescubre una fuente intimista, casi religiosa, de la palabra; nos remite al estado edénico de una literatura únicamente oral. A difrencia del espectador de televisión que está inmovilizado en un lugar fijo, el oyente se encuentra en una situación de escucha próxima al semisueño fantasmagórico”.
El problema, pensando en lo que dice Pavis, es que en Hay algo sí estamos “inmovilizados” en una platea que además no tiene ecceso directo a quienes “actuán” oralmente como en una fonoplatea tradicional. Y aquí aparece una de las riquezas más singulares de esta experiencia, porque convive con la narración oral una escenificación que la acompaña que tiene mucho de “semisueño fantasmagórico”. En este punto la multiplicidad de sentidos se complejiza. En la escenificación que acompaña al relato sonoro toma gran protagonismo el diseño plástico. Las luces son operadas por el elenco en gran parte del espectáculo, se juega con siluetas y sombras que amplifican a las propias criaturas y vuelve al relato una experiencia casi onírica. Así, entre el espacio sonoro por un lado y la escenificación “muda” pero plásticamente sugerente por otro la imaginación del público se carga de posibilidades.
Pero el juego plástico sonoro no es gratuito, el relato de Sommers pone foco en esos momentos de primer encuentro en que algo parece nacer en el interior de las personas, algo que no sabemos como nombrar pero que palpita cuando estamos cerca de otra persona. Algo que puede significar el nacimiento de un vínculo. Y en general ese momento de los encuentros suele estar cargado de inseguridades y torpezas. En ese sentido el universo plástico se enlaza con esas situaciones y le da un carácter casi surreal a las escenas. Luego el relato irá oscureciendo la experiencia, en algún momento ese “algo” deja de estar presente y lo único que sostiene el vínculo es el recuerdo de lo que hubo.
Llegados a ese punto no podemos dejar de pensar que ese inseguro y torpe juego seductor que protagoniza al relato es el que el propio “equipo radial” ha intentado jugar con el espectador. En particular quienes nos reciben al comienzo, nos piden sacarnos una foto aunque quizá nos “roben algo del alma” o nos cuentan lo que hay en la barra, están dominados por esa insegura felicidad que domina a los personajes al comienzo del relato de Sommers. Y veremos, también, como el quiebre del vínculo entre estos últimos personajes tiene un correlato en el propio equipo radial, que es lo que determina el fin del proyecto Al Margen.
No parece haber fisuras en Hay algo, no encontramos intesticio por el que el juego ficcional deje de estar presente para el espectador. La experiencia escénica apuesta a revivir ese momento original en que decimos “hay algo”, y también, paulatinamente, a ver cómo eso se apaga. Lamentablemente pudimos asistir la semana pasada a una de las últimas funciones de Hay algo. Esperemos pronto pueda ser posible experimentarla de nuevo.
Hay algo. Texto y dirección: Jonathan Parada. Asistente de dirección: Sofía Corso. Elenco: Mateo Altez, Micaela Larrocca, Agustín Martínez Cuello, Abril Pereira Beasley, Virginia Rodríguez Olveyra. Música: Santiago Bouza, COOC. Diseño Integral: Belén Perini y Sofía Ponce de León. Diseño sonoro: Florencia Hernández. Producción: Vanessa Cánepa
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