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La felicidad como una jaula

La felicidad como una jaula
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Por varias razones La trágica agonía de un pájaro azul, pieza escrita por la chilena Carla Zúñiga y dirigida por Domingo Milesi, tiene similitudes temáticas y estéticas con Estudio para la mujer desnuda, la obra dirigida por Leonor Courtoisie sobre la novela de Armonía Somers que inauguró la temporada 2022 de la Comedia Nacional. Pero antes de iniciar cualquier análisis es imposible no pensar en las posibles referencias a otros “pájaros azules” literarios y teatrales. El pájaro azul es un personaje legendario que encarnaría la felicidad, y sobre esa leyenda se han hecho diversas elaboraciones. El nicaragüense Rubén Darío, a fines del siglo XIX, lo ubica al interior del cerebro de un poeta que solo lo puede liberar en el momento en que se suicida. Pero es el dramaturgo belga Maurice Maeterlinck quien elabora la leyenda en que dos hermanos salen en busca de la felicidad en un recorrido que, sin embargo, los llevará al punto de partida. La felicidad, propone Maeterlinck en un juego de abstracciones simbolistas, está en el interior de las personas, no en el exterior.

¿Se vincula la leyenda del pájaro azul con obra de Zúñiga? En algunas de las primeras escenas nos enteraremos que Nina, la protagonista, ha abierto la jaula en que se encontraba Ester, un pájaro azul que perteneció a su hija Paula. “Yo quería que Ester fuera libre -le cuenta Nina a su madre Ema-, que atravesara volando el azul del cielo (…) que sintiera el viento soplando sobre su delicado cuerpo”. Pero este carácter “simbólico-naif” no se sostiene y Nina agregará: “Le abrí la jaula, salió por la ventana, se cayó y se azotó contra el pavimento. Un auto le pasó por encima y la atropelló.” El contraste no puede ser más brusco, y ya al comienzo viviremos esa dualidad de los personajes. En definitiva Nina quería que el pájaro fuera feliz: “que se fuera lejos de esta casa tan triste”. Pero el pájaro está imposibilitado de vivir fuera de su jaula ¿Existe la felicidad aquí? Sobre el final Nina confesará a su madre: “Quiero que sepas que estoy feliz, que estoy alegre como no lo estaba hace mucho tiempo. En toda mi vida nunca supe lo que era la verdadera libertad. Sólo supe de vergüenzas, y de temores, y de tristezas. Pero tú me amaste.”

La felicidad y la libertad son dos temas centrales en La trágica agonía de un pájaro azul, y es claro que la leyenda del pájaro azul va tomando cuerpo en uno de los personajes de la obra, que de forma particularmente  trágica se “engalana” de azul cuando se acerca al final. Lo que no es tan claro es qué es lo más relevante, si la imposibilidad de ser feliz o la obligación de serlo a partir de determinados parámetros que encarcelan a los personajes en pura apariencia, en pura falsedad. Y esta característica temática de la obra encuentra su forma estética en el carácter entre grotesco y caricaturesco con que es elaborada. Un grotesco que “tensa la cuerda trágica para aumentar la participación del espectador” como se ha escrito sobre el teatro de Pirandello. Y la referencia no es gratuita, la mayor parte de los personajes (el de Rodrigo es un caso extremo) viven falsamente, siendo lo que no son porque es lo que deben ser para ser “felices”. Los personajes de Zúñiga, como muchos de Pirandello, son inauténticos casi por definición. María Esther Burgueño, analizando una versión de El hombre la bestia y la virtud (de Pirandello, a cargo de Nelly Goitiño, 1993) afirmaba que “el nudo de la puesta parece ser cómo mostrar escénicamente la pulsión de la vida (…) que recuerde al hombre dos cosas: que tiene derecho a una vida abierta (…) con su consiguiente apetencia de espacios abiertos, y también que si desoye su pulsión de vida, fatalmente por alguna fisura se va a colar y le va a crear terribles angustias y a proponer pistas para la hipocresía y la doble vida”. Palabras análogas podrían afirmarse de las mujeres de la obra de Zúñiga, quienes tienen obturado el derecho a vivir una vida abierta, a ser dueñas de su destino, pero no pueden evitar que la pulsión de la vida siga obrando para mostrar la falsedad en la que están inmersas.

Una madre y una hija hablan del suicidio (una referencia a Night mother, de Marsha Norman) y el cariño se manifiesta con agresión y violencia. Las amigas de la madre mantienen un vínculo basado en la mentira. La autenticidad llega de la mano de los personajes más hundidos, torpes empleadas solitarias y migrantes. El racismo y el antisemitismo se entrelazan a una estructura patriarcal que encarna en mujeres que claman por “un hombre” para que la felicidad vuelva a una casa en decadencia. Nadie parece lograr aceptar que la felicidad es algo que no aparece en donde buscan.

Nina es encarnada en este espectáculo por Florencia Zabaleta, quien había interpretado también a Rebeca Linke, la mujer desnuda que a partir de algunas decisiones escandaliza al pueblo al que llega. Aquí su Nina también toma decisiones que escandalizan, aunque el radio de acción es su trabajo y su entorno familiar. Y la decisión más escandalosa, al igual que en La mujer desnuda, es la que la libera de la falsedad en la que ha vivido. No sabemos si será consciente, pero la continuidad entre estas dos obras que la Comedia presenta en el Solís parece clara.

Otra situación que parece acercar a este espectáculo con su antecedente es la forma en que integra a la platea. En Estudio para una mujer desnuda Florencia Zabaleta se dirigía al público y reclamaba más gestos como el de su personaje, logrando que integrantes de la platea la emularan parcialmente. En La trágica agonía de un pájaro Azul los personajes son presentados proyectando primeros planos sobre el escenario. Pero la cámara bajará del escenario y apuntará a la platea identificando en ella a Nina, quien subirá desde allí para protagonizar su tragedia. Más allá de que el trabajo con la cámara habilita algunas posibilidades vinculadas al lenguaje cinematográfico, algo característico del director Domingo Milesi, ese gesto inicial parece decirnos que Nina puede ser cualquier integrante de la platea. Es abajo del escenario en donde vivimos cargando mandatos y determinaciones que nos alejan de la pulsión vital, y nos ponen pistas falsas que nos llevan directo a la hipocresía y la doble vida.

La trágica agonía de un pájaro azul es, para quien escribe, el gran espectáculo de lo que va del año. No se lo pierdan.

La trágica agonía de un pájaro azul. Texto: Carla Zúñiga. Dirección: Domingo Milesi. Elenco: Diego Arbelo, Camilo Ripoll, Claudia Rossi, Sebastián Malán, Lucía Sommer, Cristina Machado, Natalia Chiarelli, Alejandra Wolff, Gal Groisman, Roxana Blanco, Florencia Zabaleta. Escenografía e iluminación: Ximena Seara y Martín Siri. Vestuario: Mavi Amigo. Música: Gustavo Fernández. Música compuesta: Enrique Pera y Gustavo Fernández. Voces / Canciones compuestas: Alejandra Wolff y Lucía Sommer. Camarógrafa en escena: Camila Souto. Diseño audiovisual: Miguel Grompone.

Funciones: jueves a sábados 21:00, domingos 19:00. Teatro Solís.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.