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La historia en la política del Uruguay por Ruben H. Díaz

La historia en la política del Uruguay por Ruben H. Díaz
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Pienso que en el Uruguay la historia tiene una presencia en su vida política como en muy pocos sitios. Que el Frente Amplio es el que utiliza mejor la historia a su favor. Mientras los partidos tradicionales, en su afán de parecer y diferenciarse, han utilizado la historia como una contienda vigente y se han desgastado entre sí. Que por eso siempre es más fácil cambiar al Frente Amplio, que alternar lealtades y votos entre los Partidos Tradicionales.
A su vez, me parece que blancos y colorados, hacen de la historia una fuente de controversias, y no un proceso integrador que conformo el país, del cual podemos y deberíamos estar orgullosos.
Siempre es mas fácil, cuando viene el desencanto, ir hacia el Frente que hacia la otra colectividad. También siento que el Partido Colorado es el que tiene mas dificultades con la historia, porque ha tratado mal a gran parte de su propia colectividad a través de ella.
A alguien acaso se le ocurrió decir que era Herrerista y no blanco. En cambio, todos sabemos que muchos colorados renegaban y reniegan de su colectividad histórica y se dicen batllistas y no colorados.
El afán fundacional de algunos batllistas, tanto en lo nacional como lo partidario, le ha hecho un gran mal a esa colectividad. Porque permitió permear en la sociedad toda una serie de ideas negativas sobre lo que ocurrió en el siglo XIX en el país y que se generalizaran sobre su propia colectividad. Y también se extendieran conceptos erróneos, sobre la convivencia política en el país en ese periodo.
Vamos a los hechos. Hubo episodios de violencia y enfrentamiento en nuestro país en el siglo XIX como en el mundo. También ocurren siempre en los procesos constitutivos de la nacionalidad. Pero en el Uruguay, a diferencia de otros sitios, estas situaciones tuvieron un alcance mas limitado. Y no impidieron, sino que por el contrario propiciaron, la sociedad integrada, con desarrollo institucional ejemplar y respeto a las normas democráticas que nos caracterizan y de las que nos sentimos orgullosos.
La violencia durante el siglo XIX no fue una constante, sino la excepción. Hubo si inestabilidad institucional, propia de las naciones jóvenes en gestación. Pero fuera de los conocidos episodios de Quinteros y Paysandú, sus contiendas civiles no se caracterizaron por enfrentamientos donde la violencia fuera indiscriminada y generalizada.
Mientras tanto se fue conformando un país que creció. Ordenado. Civilizado. Hoy hay tres grandes relatos sobre nuestra historia. Todos creados por las fuerzas políticas vigentes, lo que constituye una excepción no solo en la región sino en el mundo.
El relato mas aceptado, el que predomina, y se acepta en términos generales, entre otras cosas por la politización de la enseñanza publica y el uso político de la cultura, es el del Frente Amplio. Esto ha ocurrido porque esta fuerza política es reciente, lo que le permitió realizar ese desarrollo aceptando todo lo que le era afín, sin compromisos con ese pasado, y creando un relato a su antojo. También fue posible por el hecho de que no tuvieron oposición.
Los Partidos Tradicionales, mientras esto ocurría, seguían con sus propios relatos. Que los enfrentaba y dividía. Pero no se dieron cuenta que ahora había otro actor. Y que ese actor consideraba y veía al propio Artigas desde otra óptica. Sostenía que este fue abandonado por sus lugartenientes, fundadores de las colectividades tradicionales, y desde allí armaba un desarrollo muy diferente.
También estaban los relatos de estas colectividades, monótonamente repetidos. Alejados en muchas circunstancias de la realidad, pero siempre confrontados entre ellos. Consecuencia de todo esto, hoy vemos sucesos que pueden sorprender.
Por ejemplo, estamos los uruguayos orgullosos de nuestro país. De sus logros y fortaleza institucional. Pero la colectividad que por mas tiempo tuvo el poder es la mas cuestionada y negada desde el punto de vista histórico.
El Partido Blanco tiene otra manera de interpretar el pasado. Muy pocas veces ocupo el gobierno. Se caracteriza por valorar actitudes y circunstancias. En definitiva, sentimientos y valores. Tienen un gran apego a festejar y venerar derrotas. Si uno ve los actos públicos que realizan por hechos históricos esto resulta innegable. Sin embargo, los blancos han tenido en los últimos tiempos una evolución importante. Los dos Lacalle le han enseñado a su colectividad, sin alejarse de su pasado, a desear la victoria y el poder. A no conformarse con ser testigos o custodios de la sociedad sino a dirigirla.
Esto no se da porque el Frente Amplio este conducido por malas personas. Sino porque tiene el relato mas integrador y por lo tanto más capaz de llegar al conjunto de la sociedad. Tampoco porque los dirigentes de los partidos tradicionales sean incapaces.
El país necesita una revalorización de su historia. Yo diría una despolitización de la misma. Una búsqueda de su identidad nacional a la vista del siglo XXI. Entre otras cosas porque el encontrar esa identidad sigue siendo importante, tal vez ahora lo sea mas que antes, si queremos permanecer como autonomía política y soberana integrada al mundo y la región. Es necesario pensar en clave histórica y también de futuro. De la tradición y el porvenir.
El filósofo irlandés Edmund Burke sostenía que la sociedad es una alianza en la ciencia, en el arte y en toda virtud, no solo entre los que viven, sino entre los que viven, los que mueren y los que han de nacer.
Eso es lo que tenemos que hacer los uruguayos. Parece una quimera irrealizable en estos tiempos que vivimos. En una sociedad cohesionada que peligra por contiendas políticas muchas veces sin sentido. El entendimiento debe convivir con la controversia. Lo necesitamos. La discrepancia asegura la libertad, pero precisa de limites aceptados por todos. Así funciona la democracia.

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