La justicia del tiempo por Alejandra Waltes
Hasta los primeros días de octubre se podrá visitar la muestra curada por Enrique Badaró y Gabriel Peveroni “Biromes + servilletas” de Rafael Schroeder Orozco en la sala Dumas Oroño del Museo Juan Manuel Blanes de martes a domingo entre las 12 a 18 h. Esta es una etapa muy interesante de las Artes Plásticas nacionales por la oportunidad que se nos brinda de conocer a creadores cuya obra aún no era conocida por el gran público.
En el año 2020, la familia de Rafael Schroeder Orozco resolvió donar sus dibujos y documentos al Museo
Blanes. Gracias a esa donación y a la decisión de las autoridades del museo de exponerla, la obra de Schroeder Orozco pasa a formar parte del acervo de las Artes Plásticas nacionales. El único material dado a conocer es el proporcionado en el catálogo por los curadores de la muestra Enrique Badaró y Gabriel Peveroni. Rafael Schroeder Orozco (Montevideo, Uruguay, 1951. Montevideo, Uruguay, 1989) fue el tercero de siete hijos varones. Siendo adolescente en la convulsionada década de los sesenta, siempre se caracterizó por sostener y defender una mirada alternativa y siempre crítica del entorno. En los años previos a la finalización de la dictadura, comenzó una fuerte actividad en función de la necesidad de la reapertura de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), siendo parte de la fundación del Grupo EPA en
1983. Bajo la consigna del aprendizaje colectivizado, dicho grupo realizó varias actividades pro apertura. Rafael participó activamente en las reuniones del Grupo de ex docentes que procuraban preparar los cursos en el ámbito de una Universidad que recuperaría la autonomía. Al regreso a la democracia, intentó realizar estudios formales en la Escuela con cuya reapertura había estado tan comprometido, pero solo asistió durante un semestre. Además de los dibujos en servilletas de bares y documentos manuscritos que
registran su pensamiento, quedan algunas pinturas al óleo que permanecen en el seno familiar.
Al igual que Slepak, Schroeder Orozco perteneció a una generación de artistas que, una vez agotada, desde un punto creativo, las propuestas de las dos variantes abstractas nacionales (la constructivista relacionada al Taller Torres García y la Madí), buscó un camino expresivo personal, sintetizando todas las influencias estéticas recibidas. Cómo expresaba en la nota anterior, podemos hacernos una idea del porque las Artes Plásticas de los 10 o 20 años anteriores a la dictadura cívico-militar y los 10 años posteriores a la misma, han sido analizadas y catalogadas de forma muy parcial como parte de la historia del arte nacional, pero el trabajo de rescate que se hace actualmente y la perspectiva histórica que da el tiempo, nos permitirá tener una visión global del rico y fermental legado de una corriente que nos es propia y da identidad al arte nacional de las últimas décadas del S. XX y las primeras del S.XXI. En su obra «La distinción. Criterio y bases sociales del gusto» el sociólogo francés Pierre Bourdieu, muestra cómo el gusto y la apreciación estética están influenciados por factores sociales, económicos y culturales. Bourdieu sostiene que el gusto no es una cuestión puramente individual o subjetiva, sino que está arraigado en las estructuras sociales y la posición de clase de una persona en la sociedad. Las preferencias estéticas y culturales de las personas están fuertemente influenciadas por su educación, su entorno social y su capital económico y cultural. En forma acertadísima la muestra está conceptualmente fundamentada en la canción “Biromes y Servilletas” de Leo Masliah. Dice el catálogo: “El sector de obra visual está compuesto por un número importante de servilletas y restos pequeños de papeles, sobre los cuales el artista creó y dibujó con biromes o marcadores, todos ellos con un carácter gráfico, lineal, muy directo.” “La obra en su conjunto funciona casi como mensajes, o poemas visuales, realizados en ámbitos de connotaciones poéticas y de antiguos ritos intelectuales: muchos de los bares montevideanos de las décadas 70 y 80 del siglo pasado. Es una muestra de pura evocación. Si bien las obras conforman un corpus único, para poder acercarlas al público fueron ordenadas en comunidades poéticas. Es así que podrán apreciarlas en las categorizaciones “Poéticas barrocas”, “Poéticas figurativas”, “Poéticas geométricas”, “Poéticas aéreas”, “Poéticas volumétricas” y una obra unitaria que estimula futuros eventos a la que llamamos “Poética del color”.” “Esta exposición apunta a ser un trabajo monográfico sobre las artes gráficas realizadas por RS. Cuando hablamos de artes gráficas, nos referimos fundamentalmente al trabajo de la línea. En este caso, la línea sobre papel.” que “mantienen un espíritu de trabajo auroral, fresco, directo, que superpone situaciones racionales y, de alguna manera, de grafología inconsciente, o de esa grafología que se
realiza bajo el estado mágico de participar en otras actividades al tiempo que se dibuja, o se escucha o se prepara un pensamiento para compartir.” “Un conjunto de escritos, también delineados en biromes y marcadores, nos acercan a otros puntos de interés de Rafael: la conformación de programas de estudio y aportes a las organizaciones académicas de la enseñanza y organizaciones colectiva de los artistas visuales. Un sector de este conjunto de escritos fue analizado por Gabriel Peveroni.” Enrique Badaró dice sobre el criterio curatorial: “La obra de Rafael excede estos poemas visuales sobre servilletas. En su corpus artístico hay también pintura, sobre tela y sobre papel. No obstante, nos propusimos acotarla al terreno de lo gráfico, a las dos vertientes que vemos en su exposición: las servilletas o mensajes visuales, por un lado y sus escritos por el otro.” el material mostrado “forma un conjunto coherente en sí mismo, rebosante de elementos para que el interesado en las obras de los artistas escondidos descubra y se sumerja en un trabajo evocador y reflexivo.” El texto curatorial de Peveroni completa la idea del de Badaró: “Rafael Schroeder dibuja palabras que son una extensión de su cuerpo y son reveladoras de un intrincado mapa de acciones físicas que tratan de explicar el mundo, ordenarlo, transformarlo. Palabras que son búsqueda, que son urgencia, que son afirmación y negación, que son una desesperada voluntad por entenderse y fundirse en los otros. Palabras que son, en definitiva, actos de amor, pero que también son
fuego, deseo y provocación. Son palabras transparentes, y acaso por ello no se observa una frontera posible en la forma que adquieren sus dibujos/ palabras, porque relatan algo que en definitiva no puede contarse y que debe tomarse como fragmentario, roto, desmedido, propio de una voz que percibe que no es escuchada.”
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