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La literatura del escenario

La literatura del escenario
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Tres obras de Sebastián Calderón se publican reunidas en La prudencia del azar

Ya hemos analizado que es una característica de la generación de dramaturgos y dramaturgas que empieza a conocerse en el siglo XXI el tener formación en actuación y escribir desde esa necesidad de actuar. Desde Gabriel Calderón, Santiago Sanguinetti, Verónica Mato, Sebastián Barrios, Victoria Vera, hasta las generaciones más recientes como Diego Araújo, Federico Puig, Leonor Courtoisie o Vachi Gutiérrez, la dramaturgia del siglo XXI en nuestra ciudad tiene la característica de nacer desde los escenarios antes que desde los escritorios. Sebastián Calderón comparte esta característica, pero le suma la particularidad de pertenecer también a la primera generación de egresados de la Tecnicatura de Dramaturgia del Uruguay (TUD). Y si bien las herramientas que adquiere allí no son determinantes de su dramaturgia, que empezó antes de transitarla, sí hubo un ejercicio periódico de la escritura durante su paso por la TUD que lo colocó en la situación de “dramaturgo de escritorio”.

En ese cruce de caminos se mueve un autor que tuvo como un primer mojón importante en su carrera al espectáculo Otros problemas de humanidad (2016). Sobre esa obra, que remitía a la convivencia inestable y precaria de tres jóvenes en un apartamento, escribimos en su momento: “lo maravilloso del espectáculo es que más que “reflejar” ese tipo de convivencia la crearon en el espacio escénico (…) Leyendo y escuchando entrevistas a los creadores queda la sensación de que en los ensayos se fueron creando los personajes y luego se echaron a andar en ese espacio de “convivencia”, por lo que, como decíamos antes, las situaciones fueron creadas en el proceso, incluso con momentos en que los personajes no tenían más indicaciones que su propia historia y el espacio en que se movían”. Lo mismo podemos detectar de Cleopatra y los perros (2019), en donde el texto queda definitivamente subordinado a la performatividad de algunos personajes no humanos, aunque, y vale aclarar, potenciando esta performatividad la poética dolorosa que inspira la obra. Y quizá un caso extremo sea No vinimos a irnos (2021), en donde un aurea sobrenatural que demoraba en cristalizarse era protagonista del espectáculo. El propio Calderón nos contó en su momento que la obra surgió en parte con la intención de explorar recursos técnicos como la luz. Surge entonces la pregunta ¿Tiene sentido publicar textos de obras tan atados a la experiencia escénica concreta desde la que surgen?

La respuesta, en realidad, la dan los propios textos, que se sostienen en sí mismos y que en su virtualidad pueden generar universos espectaculares diversos a los que les dieron origen. Consultado sobre esto Calderón afirma: “la belleza no está en la oruga ni en la mariposa final, sino en lo que uno puede imaginar de ese proceso” y agrega: “Las tres obras pretenden hacer aparentar su origen en la escena y no en la literatura. No sé con cuanto éxito lo hago, pero tiendo a pretender que la autoría desaparezca, que por momentos no se sienta que fue primero escrito para ser montado sino tomado de una situación que ya sucedía y que se expresa posteriormente en el papel”. El éxito del proyecto de disimular el germen literario, sin embargo, se apoya en el trabajo en el escenario. “Algo que hago con poca habilidad, pero con mucha frecuencia, es el ida y vuelta de la escena. Uso a les actores para mejorar la escritura, ellxs la pasan mal, improvisan con consignas a veces eficaces y otras tantas erráticas, pero me dan insumos, yo mejoro la estructura base con esos insumos y vuelvo a ellos con una ruta un poco mejor señalizada para que la problematicen mejor”. Finalmente, remata Calderón: “El texto que aparece es la mejor solución que encontramos colectivamente a un planteo que en algunas etapas tienen mucho que ver con mi intuición, mi ego, mis fantasmas, mis sueños, llámesele como quiera. Entonces el libro opera como una suerte de biografía incompleta, fragmentada y por supuesto compartida”.

Si bien los textos de La prudencia del azar pueden abordarse desde varios ángulos, nos interesa destacar dos claves formales que dan cierta unidad a la reunión de los tres. Una es la construcción fragmentada que merodea una situación que se demora en concretarse. En ese sentido el autor señala: “Algo que une a las tres obras es que deben ser “expectadas” desde el deseo de unir las partes, de entender algo, de aclarar un enigma. A veces desde cómo se cuenta, a veces desde lo que se cuenta, pero siempre habitar un “unir las piezas” de algo que visto por partes no se termina de entender. La historia sucede mientras se va descubriendo a sí misma”. La otra clave es descubrir que el enigma a desentrañar transcurre en temporalidades distintas. Las preguntas, indica el autor, son ¿Qué hacemos con lo que pasó? ¿Qué pasa? Y ¿Qué va a pasar? Y agrega: “Casualmente cada obra elige un tiempo verbal distinto para desplegarse. No creo sea necesario ponerme a explicitar cual hace qué operación porque tampoco es un movimiento buscado de forma consciente. De todos modos, la expectativa –en cualquiera de los casos – tiene sentido en la medida que hay emoción, esto es un aprendizaje que transité entre obras.”
El diseño de portada, a cargo de Enzo Vogrincic, logra magistralmente que las tres temporalidades se correspondan también, como piezas de un mismo puzle, con los diseños escénicos con que se estrenaron las obras. Pero más allá de esto, lo interesante de la publicación es que permite que esos espacios se reconstruyan en la mente del lector, o, por qué no, que sean puntos de partida para que los personajes se pongan en pie bajo otras configuraciones. Finalmente, el propio autor recuerda que si como se suele afirmar el teatro es la fiesta, el texto es la invitación a la fiesta, por lo que este libro: “es un mapa de fiestas que sucedieron en 2016, 2019 y 2021. Lo mejor es que solo se ven las fotos, yo quiero que despierte el deseo de nuevas celebraciones más que de reeditar estas que ya pasaron”

La prudencia del azar, de Sebastián Calderón. Forma, Montevideo, 2023.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.