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La maldición de Gandini por Luis Nieto

La maldición de Gandini por Luis Nieto
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Gandini parece maldecido, se tendría que hacer descargar por una bruja.

A dos años de las elecciones departamentales de mayo de 2015, el entonces diputado de Alianza Nacional confirmaba públicamente que tenía el firme propósito de postularse para el cargo de Intendente, se tenía fe, y le sobraba coraje al todavía joven wilsonista. Miró hacia los costados y no vio a ningún blanco en condiciones de disputarle la postulación.

Hay un dicho que nos atribuimos los uruguayos, con esa obsesión de glorificar la lentitud para tomar decisiones, que acaba sosteniendo toda la ingeniería electoral de este país: “El que se precipita se precipita”. Las elecciones internas de junio, cuando ya no quedaba casi tiempo para cometer errores, cambiaron radicalmente la interna blanca: el joven candidato Lacalle derrota a Larrañaga, y a partir de ahí los planes de Gandini empiezan a palidecer. Lacalle Pou tenía otro candidato y la Concertación comenzaba a alimentar la obsesión de ganarle al Frente. Ese fue el leitmotiv de la oposición. Había que ganarle al Frente, con lo que fuera. Gandini renuncia a su candidatura haciéndole espacio a Sebastián Bauzá, el pollo de Lacalle, que había salido de la AUF en medio de una tormenta eléctrica, y con él todo el Ejecutivo del gobierno del fútbol uruguayo. Problemas con Tenfield, problemas con los clubes chicos, y el presidente Mujica que hace retirar la Policía del Estadio y del Parque Central.

Nadie en su sano juicio podía soñar con desbancar al Frente Amplio de la Intendencia de Montevideo, por más Corredor Garzón o estructural rechifla que provocan las medidas de ADEOM. Gandini la quedó, la interna blanca al rojo vivo, y la Concertación tiró cohetes mojadas al triunfar en dos municipios. ¿Por qué el Frente no podía perder la elección departamental de 2015? Primero, porque entre la elección nacional y las departamentales hay apenas 5 meses de distancia, y el gobierno asume 2 meses y poco antes de las locales, ni tiempo de cambiar el rumbo de las expectativas puestas en el nuevo gobierno. Segundo, porque todo el enchastre de dejar de lado a Gandini, y el ambiente que se creó tras las internas, con un Larrañaga herido en su amor propio, acabaron desmotivando al votante, que votó por la continuidad. Y, tercero, porque la Concertación fue un invento, una especie de muñeco del Dr. Frankenstein, una creación por la negativa, con el único fin de desplazar al Frente Amplio del gobierno departamental. Gandini se había preparado para gobernar Montevideo, había anunciado poner la gestión por sobre las afinidades ideológicas, la Concertación fue la más viva imagen del Uruguay electorero, poco que ver con la función responsable de los partidos políticos en democracias complejas, de las que se espera tengan la vitalidad interna para producir parlamentarios y gobernantes de calidad. Pasadas las elecciones locales, la Concertación se disolvió en la nada. Tras cuatro años de inactividad, por estos días se vuelve a hablar de concertar una jugada parecida. ¿Qué le puede ofrecer al electorado montevideano? ¿Volver a abandonarlo si los resultados nuevamente le son desfavorables?

Pero las sorpresas no abandonarían al Diputado Jorge Gandini. Casi de la nada, cuando los candidatos que disputarían las internas para conseguir el apoyo de los electores de cada comunidad política ya habían confirmado sus candidaturas, pocos meses atrás aparece Juan Sartori. Sin militancia política previa, pero presidente del club Sunderland de Inglaterra, yerno del millonario ruso Dimitri Rybolovlev, y acusado por Charles Brown, presidente del grupo inversor Lakehouse Group de ser un timador, se presenta como candidato por el Partido Nacional. En el silencio que siguió al desconcierto blanco se oyó, la voz de Gandini, exigiendo que si Sartori tenía la intención de presentarse a las elecciones de este año por el Partido Nacional, su caso debía ser examinado por la Comisión de Ética, porque había indicios de que la empresa Union Agriculture Group (UAG), que Sartori había fundado y de la que formaba parte ejecutiva, adeudaba 43 millones de dólares al Banco Republica y otros 20 a otros bancos. Rumores varios que la prensa uruguaya se encargó de confirmar.

Pero las condiciones para avalar a cualquier ciudadano que quiera postularse a la Presidencia de la Republica en nombre del Partido Nacional, al parecer, no son tan exigentes. Basta con juntar 500 firmas, y tener agrupaciones funcionando en los 19 departamentos. Nada que no se pueda arreglar con plata. La voz de Gandini se hizo cada vez menos audible a medida que la promesa de crear 100 mil puestos de trabajo, acompañada de un coro que repetía la exitosa frase de la primera campaña de Obama: “Sí se puede” comenzó a poner en duda la conveniencia de rechazar a un candidato que no para de crecer en las encuestas, al punto de superar, al menos por el momento, la posición de Larrañaga. Pase lo que pase de ahora en adelante, la advertencia de Gandini sólo podrá tener un resultado: Este absoluto outsider de la política uruguaya no aportará más que daño al Partido Nacional, lo tiene embretado, ya obligó a Lacalle Pou que se pusiera a la defensiva. Tuvo que advertir públicamente que en caso de que Sartori resultara segundo en las internas no lo llevaría como Vice. Y esto recién empieza.

Lo  que nadie puede adivinar, todavía, es el impacto que acabará teniendo sobre el sistema político la intervención inesperada de Juan Sartori. ¿O es que el sistema tendrá el suficiente cinismo como para absorber las consecuencias de esta candidatura creada en base a dinero, como absorbió el papelón del Vicepresidente frenteamplista?  Alrededor del 30% de la tierra de este país, hoy, pertenece a extranjeros, o a sociedades como la que integra Juan Sartori. Los jóvenes se siguen yendo. No hemos encontrado la forma de dejar atrás las secuelas de la dictadura. No hemos podido construir políticas de Estado que apunten a 20, 40 años por delante, para volver a tener una educación de calidad, por ejemplo.

Hace mal el Partido Nacional en avalar semejante circo, y hace mal Gandini en abandonar su exigencia de que la Comisión de Ética examine primero estas situaciones.

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