Si bien Yago, espectáculo dirigido por Susana Anselmi e interpretado por Sebastián Silveira, hace varias semanas se presenta en el Teatro Stella, el texto de Diego Araújo que es su punto de partida ya tuvo una versión anterior, en el año 2015, dirigido por el propio Araújo y con actuación de Patricio Raurich. Yago, subtitulada “sobre el poder en las sombras”, es una suerte de palimpsesto de Otelo, la obra de Shakespeare en que Yago conspira para ascender militarmente generando la sospecha en Otelo de que su esposa, Desdémona, tiene amoríos con su lugarteniente Casio. Araújo trabaja sobre el surco de la obra de Shakespeare pero borronea los personajes originales y los reescribe. Ahora Otelo será Adolf Hitler, Desdémona será Eva Braun, Casio será Joseph Goebbels y el fundamental, Yago, será Martin Bormann. Venecia dará lugar a la Alemania nazi, y el drama shakesperiano tomará ribetes tragicómicos, la futilidad de algunos personajes insignificantes tomará lugar protagónico como disparadora de hechos realmente trágicos.
La elección de Martin Bormann para jugar el rol de Yago no es caprichosa, Bormann fue ascendiendo en el círculo de confianza de Hitler hasta convertirse en su secretario, manejando gran parte de la organización cotidiana del régimen y teniendo gran incidencia en las resoluciones del propio führer. Lo que hace Araújo es establecer una rivalidad entre Bormann y Goebbels, rivalidad incubada a partir de las ansias de poder de Bormann, quien pondrá en juego un mecanismo de intrigas para asegurarse el lugar de privilegio en detrimento de Goebbels, utilizando a Eva Braun de forma análoga a como Yago utiliza a Desdémona en la tragedia de Shakespeare.
Shakespeare, de quien Araújo dirigió Timón de Atenas el año pasado, fue un autor muy popular en su tiempo, y más allá de sus logros estéticos “universales”, logró que sus espectáculos conectaran con amplios sectores sociales. Justamente la intención de que el teatro salga de un círculo más bien endogámico es algo consciente en el trabajo de Araújo, lo que es un aliciente para indagar en las estructuras lógicas de la dramaturgia shakesperiana. A esto se suma el interés por investigar en algunos momentos claves de la historia del siglo XX. La guerra civil española y la segunda guerra mundial han sido insumos o telón de fondo de espectáculos como El Partido o La habitación (ambos del 2016) además de Yago. Sobre esto nos decía Araújo hace un año: “la historia es cíclica, o aparenta serlo, y los errores del pasado corremos el riesgo de volver a cometerlos. Quizá la segunda guerra mundial fue un momento en que se vio claramente el mundo, un momento que se graficó claramente a la humanidad. Es una “linda” fotografía para sacar y seguir mostrando, como para recordarnos de lo que somos capaces”. Señalados algunos intereses del trabajo de Araújo que aparecen en Yago, vale recordar también que el propio Bertolt Brecht para hablar del ascenso de Hitler recurrió a las mafias norteamericanas y recortó sobre la historia de Al Capone la de Hitler en La resistible ascensión de Arturo Ui.
La intriga de Yago/Bormann en la corte nazi tiene ribetes delirantes, al punto que se va jalonando sobre el telón de fondo del apogeo y caída del poderío nazi, pero Yago, ensimismado y absorbido por su deseo de poder, parece enceguecido y mientras se desmorona su dominio continúa pensando en derrocar a Goebbels para ser el sucesor de Hitler. Esa incapacidad de ver más allá de sí mismo de alguna forma se entronca con la situación moral en un régimen que se descompone mientras extermina sistemáticamente seres humanos, un régimen que erigió la superioridad racial y moral como religión de un estado genocida. En ese contexto delirante que fue el nazismo, el juego teatral que propone Araújo es absolutamente plausible.
Aquí volver a Brecht nos puede ayudar, porque el interés por la estructura shakesperiana y por la historia se completa con el interés por hablarnos del presente. El teatro de Diego Araújo intenta siempre hablar sobre el mundo contemporáneo. Y las épocas de ególatras racistas irracionales en el poder han vuelto, Donald Trump o Jair Bolsonaro son buenos ejemplos. Las noticias de asesores y ministros que caen uno tras otro en esas cortes contemporáneas abren perfectamente la posibilidad de pensar en yagos que estén detrás de esos seres que convocan a millones de personas detrás de un discurso básico, nacionalista y racista. Araújo no plantea un juego onanista en su Yago, al igual que Brecht usa a Capone para hablar de Hitler, Araújo nos habla de hoy cuando nos habla del anhelo irracional por el poder de Yago.
La puesta de Susana Anselmi también parece tomar elementos brechtianos, al menos al comienzo el ambiente parece de cabaret berlinés, al tiempo que coloca al espectador en el propio escenario del Stella, como representando él mismo la ficción observada desde la platea vacía. Sebastián Silvera nos acerca un Yago de gestos grandilocuentes y arrebatos histéricos intercalados por la burocrática planificación de una intriga en que mueve los hilos del poder solo para su propia satisfacción, dejando todo tipos de víctimas en segundo plano. La actuación de Silvera es intensa, pero también compleja, porque nos acerca un personaje que debe ser a la vez verosímil e irrisorio, pero siempre siniestro.
Cómo decíamos, el espectador es parte invitada a la fiesta en que Bormann planifica su intriga, el actor que lo encarna lo integra a sus delirios mientras se bebe un espumante en una copa con simbología nazi ¿Una advertencia? ¿Estamos siendo testigos de otras intrigas delirantes? ¿Hacemos algo al respecto? ¿En qué copas brindamos hoy en día?
Preguntas que surgen después de ver Yago. No se la pierdan,
Yago, sobre el poder en las sombras. Texto: Diego Araujo. Dirección: Susana Anselmi. Actúa: Sebastián Silvera.
Funciones: miércoles y jueves 21:00 horas. Teatro Stella (Mercedes 1805)
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