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La recuperación de un estremecedor filme de culto Por Carlos Acevedo

La recuperación de un estremecedor filme de culto  Por Carlos Acevedo
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Por estas latitudes, el cine coreano es virtualmente desconocido, a excepción de alguna película que concita la atención de Hollywood cada tanto, como lo hizo la multipremiada” Parásitos”, hace cuatro años. Pero el policial coreano, con su trepidante violencia y su épico sentido del drama, ha resultado una importante influencia para el cine occidental, que puede comprobarse, por ejemplo, en la saga de John Wick. El reestreno en versión restaurada de “Oldboy”, filme del director Pak Chan-uk, pretexta una mirada sobre el cine policial oriental y su influencia.
Suele situarse el auge del cine negro, subgénero cinematográfico norteamericano, entre las décadas del treinta y el cincuenta del siglo pasado. Sin embargo, pasado aquel fermental momento, una segunda y hasta una tercera y cuarta generación de cineastas continuaron profundizando en los códigos narrativos de esta singular estética del género policial, inaugurando un estilo que podríamos llamar “ neo-noir”, que comenzó en los años sesenta pero que aún continúa vigente.
Es en este marco que surge una obra como “Olboy”, la cual rescata algunos viejos paradigmas del cine negro clásico, pero con una impronta más actual y además imbuida de la idiosincrasia coreana.
En ese contexto, cabe destacar que “Olboy” es una adaptación de un manga, o sea un comic japonés, de los años noventa, una novela gráfica para adultos cargada de impactante violencia gráfica, pero también de un introspectivo existencialismo.
El cine negro coreano y en particular el “Neo-noir”, tiene una gran influencia del “Hard boiled” norteamericano, es decir, el género negro puro y duro, el “Noir” francés y el “Neo-noir” de Hong Kong. Empero, pese a abrevar de tan variadas fuentes, siempre retrata el ambiente cultural y social de su país, según el momento histórico en el que fue filmado.
A grandes rasgos, podríamos diferenciar la edad dorada del cine coreano, que abarca desde mediados de los años cincuenta hasta fines de los sesenta, de la nueva ola de finales del siglo pasado y principios del actual, hasta llegar a nuestros días.
En la década de 1980, y tras una liberalización de las políticas públicas en materia de cine, las producciones surcoreanas volvieron a recuperar aquel público que habían perdido a finales de los setenta.
Esta apertura generó que los melodramas prostibularios, que seguían teniendo mucho éxito, fueran paulatinamente sustituidos por películas de cineastas que concebían su labor desde un punto de vista más artístico y apuntaban a entrar al circuito de festivales, con películas de gran calidad pero de alcance global. Este cambio de mentalidad abarcó géneros como la comedia, el drama o el policial, y permitió la apertura del cine coreano al mundo y su desembarco en Estados Unidos.
En este marco, se colaron también directores chinos como John Woo o el taiwanés Ang Lee, lo cual creó un terreno propicio para el coreano Pak Chan-uk y su particular manera de narrar.
“ Oldboy” es, fundamentalmente, una película de venganza, pero también es un drama épico que explora las miserias y las profundidades del alma humana y nos expone crudamente a cuestionarnos temas como la crueldad, la alienación y la redención.
Un hombre es secuestrado luego de una borrachera y termina confinado durante una década en una habitación, acusado falsamente del asesinato de su esposa. Durante su misterioso cautiverio, se dedica a entrenar su cuerpo y su mente, con el único propósito de vengarse de sus captores y de descubrir el motivo por el cual le arruinaron la vida.
El director se vale de una cámara inquieta, que recorre una ciudad inhóspita desde la mirada de un personaje emocionalmente devastado pero movido por un férreo objetivo. En ese contexto la imagen muestra un cuerpo torturado como reflejo de la fragmentación psicológica. El protagonista, que funge como narrador, es vulnerable aunque está fortalecido por su obsesión.
Relatando la historia, casi una fábula moderna, mediante un permanente monólogo interior, a la usanza del policial clásico, el personaje recorre la ciudad al tiempo que va desenvolviendo la compleja trama que lo agobia, un perverso juego en el cual el perseguidor se transforma en el perseguido y viceversa.
Pak Chan-uk apela a primeros planos, planos cenitales y planos medios, en un filme que varía su registro entre el drama psicológico, la comedia negra, el thriller y la película de acción, pasando de momentos de exacerbada violencia a otros de poético lirismo.
El relato dista de ser lineal. La historia se narra a retazos, reconstruyendo la resquebrajada memoria del protagonista y ensayando permanentes saltos temporales hacia adelante y hacia atrás. El resto de los personajes también van ofreciendo información y llenando huecos, como si toda la historia fuera un inmenso collage.
Cabe recordar que, diez años después, el talentoso Spike Lee dirigió una fallida remake, que mencionamos únicamente para no obviarla, aunque sea un largometraje intrascendente.
Esta es una película de impronta épica, que recuerda a la tragedia griega clásica o a la dramaturgia de Shakespeare, destacando por su intensidad narrativa, la impecable fotografía, el artístico manejo de la violencia física y psicológica, y una soberbia actuación de Choi Min Sik, quien sostiene el peso principal del filme, acompañado de un sólido elenco. Todo ello transforma a este largometraje en un auténtico clásico.

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