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La violencia como coreográfico espectáculo Por Carlos Acevedo

La violencia como coreográfico espectáculo  Por Carlos Acevedo
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Si bien el cine de acción, tal como lo conocemos hoy, sentó sus bases entre los años setenta y ochenta del siglo pasado, al menos en Occidente, es mucho más longevo y rico de lo que puede parecer a primera vista. Cobijando bajo su imprecisa denominación todo tipo de subgéneros, podríamos rastrear sus orígenes en los primeros westerns. La saga de John Wick, protagonizada por Keanu Reeves, recibe lógicamente influencias de las películas del Oeste, entre otras tantas. Su más reciente y explosiva entrega, la cuarta de la serie, puede disfrutarse actualmente en la cartelera del circuito comercial uruguayo.

La mayoría de los cinéfilos identificamos el género de acción, con sus códigos contemporáneos, con un lenguaje cinematográfico bien definido o, a lo sumo, con dos. El que viene cultivando Occidente, con los Estados Unidos como modelo desde fines de los años setenta, y el cine asiático de artes marciales que sienta sus bases una década antes, aunque podríamos también nombrar algunos filmes anteriores de Akira Kurosawa, cineasta que a su vez fue influido por el western norteamericano.
Sin embargo, bajo su denominación encuentran cobijo filmes de ciencia ficción, como la saga de Star Wars, historias de superhéroes, desde el Superman de Richard Donner hasta el Deadpool de David Leitch, distopías como la saga de Mad Max, las películas de espionaje de James Bond, comedias como la cuatrilogía de Arma mortal, cintas de artes marciales como las protagonizadas por el legendario Bruce Lee, o filmes dramáticos como la saga de Rocky, pasando lógicamente por icónicos relatos de aventuras como los de Chuck Norris, Schwarzenegger, Bruce Willis, Jackie Chan, y un largo etcétera.
Deberíamos además incluir, más allá de las reflexiones metafísicas y existenciales que plantea, a la saga Matrix, protagonizada también por Reeves, que posee influencias aparentemente tan disimiles como el impresionismo alemán y el cine de acción de Hong Kong.
En un género tan vasto hay lugar para la comedia, el drama, la temática bélica, la histórica, la ciencia ficción e incluso películas con tintes terroríficos, como las de Terminator o Depredador.
La serie de películas protagonizada por Keanu Reeves, versátil actor que se volcó hace más de dos décadas al cine de acción más taquillero y espectacular, es un claro ejemplo de la mixtura entre los códigos más reconocibles de impronta norteamericana y la estética y ritmo del cine asiático. “John Wick 4”, el más reciente título de esta saga, no escatima, al igual que los tres anteriores, en referencias y homenajes a los más diversos filmes, llevando las secuencias de peleas y tiroteos a un nivel aun más frenético y vertiginoso.
Desde los años ochenta, los estadounidenses establecieron y explotaron un estilo cinematográfico basado en actores carismáticos, efectos especiales espectaculares, explosiones, persecuciones y peleas que abusan de la shacky cam, o cámara temblorosa, recurso que se basa en un estilo de “cámara en mano” mediante planos cortos y movidos, lo cual ayuda a que el espectador no distinga el uso de dobles de riesgo en las escenas de acción.
Por su parte el cine de artes marciales asiático, como las películas de Bruce Lee o las primeras que Jackie Chan filmó en China antes de tener éxito en el mercado occidental, se valió tradicionalmente de un ritmo más acelerado, con tomas de plano entero o plano americano, es decir de la cintura para arriba, lo cual permite que los enfrentamientos cuerpo a cuerpo puedan apreciarse en todo su esplendor.
Precisamente, los cuatro filmes de John Wick introducen en el cine de acción estadounidense ese estilo narrativo sincopado y sin pausas típicamente asiático, que pudimos apreciar por ejemplo en obras como la indonesia “The raid”.
La propuesta homenajea al western clásico, al cine de samuráis y a películas de pandilleros como el clásico “The warriors” del maestro Walter Hill, cuya influencia en “John Wick 4” es muy notoria. Además, se agrega como elemento distintivo la mitología propia de la saga, con su alusión a una sociedad secreta de asesinos, al estilo de viejas logias como la masonería o los cultos medievales, una especie de secta con rígidos códigos y ancestrales liturgias.
La intacta destreza de Keanu Reeves en las escenas de mayor exigencia física, desde la primera, exige, antes de cada filmación, un riguroso entrenamiento en distintas disciplinas marciales y manejo de armas a nivel militar.
“John Wick 4” supera a sus antecesoras en muertes, peleas, persecuciones, referencias, incluso bíblicas, y además está muy bien filmada. Al respecto, destaca especialmente la fotografía, el montaje y el hábil manejo de las locaciones.
Asimismo, la música complementa adecuadamente una historia de casi tres horas narrada frenéticamente, sin perder nunca el ritmo ni el rumbo, que es básicamente deslumbrar y entretener. Tampoco faltan aquí, aunque sin abusar, los toques de ácido humor que caracterizan a todas las películas protagonizadas por el implacable, aunque sensible, asesino del traje negro. Los fanáticos, tanto del género como del personaje, seguramente no saldrán defraudados.

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