Hace unos días accedí al texto de la ley de teatro independiente y me generó preocupación, porque lo que se desprende es una ley pensada para la protección y supervivencia de las salas del circuito independiente, pero donde los independientes de los independientes no estamos contemplados. Lo conversé con algunos colegas y me dicen:” lo mismo que pasó con el socio espectacular. No se puede hacer nada. No somos nada, no pertenecemos a ninguna institución, no estamos organizados, no tenemos respaldo político”. Entonces pensé: algo aparecerá, será cuestión de saber ver, o saber esperar.
Dos días después estalla la trifulca mediática entre Franklin Rodríguez y el teatro El Galpón por las declaraciones de Rodríguez en la entrevista realizada por el semanario VOCES, donde (entre otras cosas) cuestiona el sistema del socio espectacular. Claro está que esa crítica se viene realizando ( desde 1997 cuando fue creado)en bares, ensayos, conversaciones privadas, chat, teléfono, reuniones, en síntesis: por delante y por detrás. Pero también, fundamental aclararlo, con la complicidad de un colectivo que aprueba, apoya y contempla como nuestra realidad salarial se pulveriza antes de existir.
Claro está que por miedo, sí por miedo, nadie habla. Entonces, es cuando me pregunto,
¿la gente de teatro tiene miedo de hablar? Nosotros que nos jactamos del uso poético, metafórico, del lenguaje para denunciar en los momentos de opresión, ¿tenemos miedo de hablar? Nosotros que cuando tenemos que interpretar a un malo, siempre decimos: nadie es malo del todo. No lo dejemos plano, busquemos otras cosas para enriquecer al personaje, para que sea creíble y esté vivo. Eso podemos ver y trabajar: humanizar al personaje. Sí, pero no podemos humanizarnos en la vida.
Los que hacemos teatro político, y denunciamos,¿ no podemos decir nada sobre las realidades laborales del sector, sobre la interna?¿Por qué? Es cuando vuelvo a pensar, no, no es miedo, la palabra es otra. Es comodidad.
Es importante dar marco, o una breve historia para contextualizar. La conformación del teatro independiente hasta la dictadura está regida por las instituciones que son quienes definen la creación y producción teatral en la capital. Con la apertura democrática en 1985, ese panorama cambia radicalmente. Al teatro uruguayo se suman creadores que no pertenecemos a esos criterios de estructura, eso hace que la variedad se amplifique, lo diverso se incorpore, no solamente en los lenguajes, no solamente en otra mirada sobre los contenidos y las temáticas. La reflexión sobre qué es crear, cómo, dónde, qué es escribir, se traslada a pensar un tejido de producción y relato, que se suma al tradicional . Nace un sistema, que aplica adentro y afuera de la escena. Un concepto que además, entre otras cosas defiende a capa y espada al autor nacional como motor dramático, y propulsor de la identidad local, que mayoritariamente se encuentra absorbida por textos de repertorio. Esta estrategia de rescate y de reubicación en términos de fortaleza, es lo que da una marca de exportación e internacionalización, como hacía tiempo no vivíamos. Viajamos porque llevamos singularidad entonces, ¿cómo se pasa la antorcha?
Todos recordamos aquella asamblea en SUA cuando pensamos que el teatro se fracturaba. Nada de eso pasó y el socio espectacular se impuso, claro está con la entrega de nuestra dignidad salarial. Pero esa es y ha sido nuestra forma de entender la salvación. El socio espectacular permitió la supervivencia de un sistema de salas, que forman parte del circuito, pero no salvó el asunto de fondo que es la profesionalización de los artistas. La persona queda anulada por un bien mayor, ¿será ? Es decir: se benefician los espectadores con entradas sumamente baratas, a costa de que los actores no ganan, bueno, en la esclavitud era igual, ah no, los esclavos no elegían, acá sí, nosotros hemos elegido. Ojo, digo hemos, porque yo también, yo estuve ahí. Yo no hablé, yo no dije no, yo no.
Es raro que pensemos así, pero así pensamos, no conozco otro gremio que esté dispuesto a regalar su trabajo ,¿contradictorio, no? Más todavía porque en el mundo que vivimos nombrar la palabra trabajo es nombrar la palabra salario. La palabra obligación viene con la palabra derecho. Ahora, en nuestro delirante sueño que es crear realidades inexistentes, se nos ha perdido la realidad real, esa que nos reclaman las cuentas, la luz, el agua, la salud, la vida misma. Los artistas soñamos más de lo que vivimos, y hemos hipotecado todo, por poder ejercer ese sueño. Un día te despertás y no hay nada, el mundo tiene sus organizaciones, sean de izquierda, derecha, centro o marcianas. No entramos, ni salimos. Planeamos, volamos, sin un territorio que nos pertenezca.
Ordenar no tiene que ver con destruir, tiene que ver con sistematizar el capital acumulado y distribuirlo equitativamente, entre los históricos y los otros, todos los otros. TODOS. Los otros, los anteriores, los actuales, los que están abriendo los ojos, los estudiantes, los que producen de forma alternativa, los que están en el borde, los que usan sus casas, los espacios no convencionales por fuera de FUTI, adentro de SUA y por fuera de SUA los que no creen en el sistema organizado por Instituciones, los que van a la gorra. TODOS.
Por eso invito a quienes se manifestaron en las redes, todos, los políticos, los artistas, los estudiantes, periodistas, comunicadores, cargos de cultura. Todos , sin exclusiones, a debatir sobre la ley de teatro independiente.
Los invito a incluir la cultura escénica como parte activa de los uruguayos, los invito a acercarse y a pensar juntos el proyecto. No quiero más : “algunos, aquellos, los otros”, quiero un TODOS, sin excepciones, sin bandas, sin divisiones, pensemos desde el disenso y que la diferencia nos encuentre debatiendo, porque el odio paraliza la verdadera acción.
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