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Los archivos por Juan Martin Posadas

Los archivos  por Juan Martin Posadas
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El Ministerio de Defensa Nacional ha anunciado la decisión del gobierno de abrir al público unos archivos que hasta el momento no se conocían. Hay mucha cosa que no se conoce respecto a estos archivos. ¿Dónde se encontraban? ¿Cómo aparecieron? ¿Qué contienen? El propio Ministro de Defensa Javier García dijo no conocer su contenido. Todos tenemos bien presente que durante los últimos años –unos cuantos años ya- distintos actores, políticos, periodistas, y politólogos, han impulsado una necesidad nacional de saber, de contar con todos los elementos para redondear con propiedad el necesario juicio histórico sobre nuestro pasado reciente.
En relación al anuncio del Ministro de Defensa (que, por ahora, es todo lo que hay) quiero adelantar dos comentarios, sin perjuicio de mayor análisis en otro momento. El primer comentario refiere a la oposición manifestada por el Presidente del Frente Amplio a la decisión del gobierno de abrir indiscriminadamente esos archivos. ¿Quién va a decidir lo que pueden conocer los uruguayos y lo que no conviene que se sepa?
El segundo comentario que me surge ante las palabras de Fernando Pereira es que algunos de los que reclaman verdad lo que en realidad buscan son pruebas para condenar a integrantes de las fuerzas armadas más que conocimientos históricos de un drama nacional.
Capítulo aparte es el gravísimo y bien delimitado terreno del no saber que es el referido al lugar donde se encuentran los restos delos desaparecidos. Pero hay mucho otro material necesario para completar un relato fiel de lo que pasó. Para completar unos relatos y para desautorizar otros.
Hace poco escribí (el País, dom. 25 de junio): “Se dice, y ya es una definición, que el 27 de junio es aniversario del golpe militar. Las palabras tienen enorme fuerza, terminan adueñándose de los hechos. Golpe evoca un dualismo, un golpeador y un golpeado: los militares y el pueblo uruguayo. En esa expresión ha quedado fija, consolidada e indiscutible una simplificación binaria falsa (y, además, apropiada para un relato que deposita toda la culpa de un lado y legitima toda la queja y la exigencia de reparación en el otro).
En los años sesenta-setenta del siglo pasado nuestro país, en caída económica pronunciada, se fue enojando consigo mismo y alejando de sus tradiciones políticas y de sus hábitos culturales. En ese estado de crispación nacional fueron naciendo y consolidándose dos iniciativas extra sistema: la guerrilla armada y los militares golpistas. Los archivos que el Uruguay quiere conocer y este gobierno, a diferencia de los gobiernos anteriores, quiere divulgar, son los que corresponden a ese pasado doloroso y trágico.
Por lo que veo, el anuncio de esta apertura de archivos ha despertado miedos por un lado y esperanzas por el otro. No hay base para ninguna de las dos cosas: lo afirmo basado en mi experiencia personal. Eso quiero demostrar en este escrito.
Durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez fue hallado en el Ministerio de Defensa un armario lacrado con carpetas de inteligencia militar. La Dra. A. Berruti, Ministra en ese entonces, entregó ese material a personas de su confianza para que fuera ordenado y fotocopiado. Tiempo después, conversando con la Directora del Archivo Nacional, persona de mi conocimiento, me informó que esa documentación estaba en el Archivo y, bajo ciertos requisitos, disponible para aquellas personas que habían sido objeto de la curiosidad de los servicios. Como tal había sido mi caso, me presenté y lo pedí. Me entregaron 73 páginas fotocopiadas, caratuladas “Servicio de Información de Defensa”, todas con el N° 214334. Los leí con curiosidad inicial y desinterés final. Si los archivos que van a hacerse públicos tienen las imprecisiones y defectos de estos no van a asustar ni van a abrir esperanzas.

En términos generales me encontré con un trabajo chapucero y desprolijo. Se ve que el personal de campo encargado de seguimientos y colecta de información iba variando con los años y bien, o n o interpretaban todos del mismo modo las órdenes recibidas o algunos eran menos diligentes y solo informaban lo que era público o salía en los medios. Aparecen informes sobre mis opiniones que son absolutamente subjetivos (y, además, mis opiniones eran sabidas por todo el mundo). Figuro como asistente a algunas reuniones en las que efectivamente estuve y otras en que no estuve, pero el informante pensó que debería haber estado. Efectivamente fui seguido en un viaje en mi auto particular a Porto Alegre a una reunión con Wilson y están registrados con precisión hasta los datos personales con que me registré en el hotel. Pero informan de mi viaje a Bolivia con Fernando Oliú para entrevistarnos con Wilson (estamos en la lista de pasajeros, no era difícil) pero mete una reunión con Carlos Julio que no fue.
En una palabra: los archivos del Servicio de Información de Defensa no pueden tomarse de entrada como verdad absoluta: deberían tomarse con pinzas, confrontarse con otras fuentes de información, además de otros recaudos. En lo que es personal, no me despiertan ninguna expectativa y voy a desconfiar de todo lo que contengan. Desconfiar no es desacreditar: es prudencia.
Por último: la búsqueda de “verdad” que ha ocupado a políticos, académicos, periodistas, politólogos y público en general durante estos años se ha desentendido de algo importante: buscar información en los lugares de génesis de las políticas, en las esferas donde se originaron las decisiones, de donde emanaban las órdenes, donde se cocinaba el poder real. Resulta llamativo que ni se busque ni se reclame, ni se hable mucho por ejemplo de las actas de las sesiones del COSENA. Todos los jueves, sin falta, allí se manejaba en privado el país y se decidía el destino de los uruguayos.
El asunto de la memoria y del conocer y enfrentar el pasado ha sido encarado en nuestro país de un modo intenso, pero, a veces, tosco.

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