Hace unos pocos días pasó por Montevideo José María Aznar, expresidente del gobierno español en el período que va del 5 de mayo de 1996 al 17 de abril de 2004. Su predecesor en el cargo fue Felipe González, y le sucedió José Luis Rodríguez Zapatero, dos de los máximos referentes del PSOE, pero de muy diferentes concepciones.
En los últimos días de junio pasado, invitado por el Centro de Estudios para el Desarrollo, estuvo en Montevideo José María Aznar. Fue ubicado en el pedestal más elevado, casi como uno de los dioses del Olimpo en versión ibérica. Pero no es así, por ejemplo, para la revista Foreing Policy. En efecto, este mismo Aznar fue calificado como uno de los cinco peores exjefes de gobierno del mundo por la revista estadounidense Foreign Policy, en su edición del 22 de abril 2019. Para esta publicación especializada Aznar es uno de los dirigentes ya retirados que «peor se han adaptado a su condición de ex y que menos han colaborado al bienestar general» de su país tras dejar el cargo.
Bajo el título de Bad exes, la revista no se guarda nada, y le recuerda al líder del PP el voto castigo que sufrió su partido en el año 2004 por «intentar cargar la culpa de los atentados de Madrid al grupo separatista vasco ETA, cuando estos fueron perpetrados por extremistas islamistas que esperaban castigar a España por su apoyo a la impopular guerra de Irak». Sobre este asunto de Irak, ya lo retomaremos más adelante.
Según la revista, desde ese 2004, Aznar «se ha distinguido por el extremismo de su retórica». Una actividad que ha ido desarrollando en su propio think tank (la FAES) y como asesor del grupo mediático News Corporation de Ruper Murdoch, enfatiza FP.
Negacionista…
La revista bimestral estadounidense también reprocha al exgobernante español formar parte del grupo de negacionistas del cambio climático, con socios tan calificados como el presidente checo Vaclav Klaus, que el propio Instituto Cato, un think tank libertario cortó sus vínculos por el apoyo a Putin en su agresiva campaña contra Ucrania…año 2013.
Para los memoriosos, Foreign Policy recuerda algunas acusaciones de Aznar respecto a los ecologistas, tachándolos de «abanderados del apocalipsis del calentamiento global».
También FP recuerda otras afirmaciones que fundamentan la calificación. Por ejemplo, que Aznar ha sugerido que «los musulmanes pidan disculpas por la ocupación medieval de España». El español, según FP, calificó los esfuerzos de diálogo interreligioso de «estúpido», y se permitió (sin fundamento ni fortuna) vaticinar «la elección estadounidense de «un presidente afroamericano, como un exotismo histórico y un previsible desastre económico».
Colocado en el segundo lugar de esa notable selección, Aznar comparte honores con el excanciller alemán Gerard Schröder, primero de la lista; el expresidente nigeriano Olesegun Obasanjo, tercero; el exmandatario derrocado de Filipinas Joseph Estrada, cuarto puesto; y el tailandés Thaksin Shinawatra.
Tendría la vergüenza
Hannah Arendt escribió en su libro Verdad y Mentira en la Política “la veracidad nunca se ha contado entre las virtudes políticas porque, de hecho, tiene poco que aportar al verdadero negocio político de cambiar el mundo y las circunstancias en que vivimos”. Y agregaba, “el mentiroso no bloquea el proceso político, sino que, en primer lugar, lo hace posible”.
Las mentiras de Aznar junto a George Bush y Tony Blair parecen haber inspirado esta premonición de Arendt. Es que hay algo de Machiavelo en esta realidad: la ética del cargo domina la ética del individuo. Por tanto, visto así, el gobernante violenta la moral individual, pero es funcional a una moral estatal superior. En esta línea, Max Weber en La política como profesión, advierte que “el político comprobará que en el éxito no se promueve la verdad, sino que ciertamente se oscurece con el abuso y el desencadenamiento de la pasión”.
Aznar fue uno de los tres, junto a Bush y Blair, que les mintieron a sus democracias y al mundo acerca de la guerra de Irak. En 2003 se inició una guerra de 8 años, 8 meses y 29 días. Decenas de miles de muertos y un costo que expertos académicos de la Universidad de Brown, ubican en los 1,79 billones. El informe Chilcot desnudó la mentira sobre las armas masivas y la improvisación que llevaría al caos posterior: no existía un plan posterior a la invasión, no se proyectó un gobierno alternativo y se subestimaron las bajas de civiles.
Más mentiras y fin…
Las mentiras de Aznar acerca de Irak no han sido las únicas de su carrera. Los atentados de Atocha desnudaron esta misma patología: los porfiados hechos demostraban lo contrario, pero para Aznar la autoría era de ETA. Hasta George Bush, que dio sus condolencias al embajador español en Washington, Javier Rupérez, le advirtió que los servicios secretos de los EE.UU. apuntaban en la dirección islamista. La policía española en 48 horas resolvía el tema, desenredaba la madeja islamista.
Obviamente que hay decenas más de mentiras en el discurso de Aznar, pero cada uno puede buscarlas en la web, alcanza con escribir en el buscador “Aznar & corrupción”, y ello queda al desnudo.
Las mentiras políticas pueden socavar y erosionar los controles y equilibrios de los poderes del estado. No hay duda de que la falta de honradez sistemática devalúa esos equilibrios. Y con ello, se dificulta y se deteriora la capacidad de contralor de la élite política. Nuestros problemas no están en ese fango y por ello, enfáticamente, hay visitas que opacan y poco ayudan a ennoblecer los debates.
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