Colombia/Francia/Alemania/México/China/Tailandia, 2021. Guion y dirección: Apichatpong Weerasethakul. Fotografía: Sayomnhu Mukdeeprom. Montaje: Lee Chatametikool. Con Tilda Swinton, Jeanne Balibar, Elkin Díaz, Daniel Giménez Cacho. Calificación: Excelente.
La compañía de streaming MUBI viene creando, desde hace un tiempo, uno de los catálogos más interesantes del panorama cinematográfico internacional, cosechando una ola de prestigio gracias a las producciones que adquieren en los festivales más importantes del mundo. Sin embargo, existía un aspecto que no resultaba del todo satisfactorio: el detalle no menor de que estas importantes películas llegaran al público mundial únicamente por internet. Tal vez por esa razón el hecho de que varias de las cintas más importantes que adquirieron en los últimos meses salieron en salas de cine resulta una suerte de arreglo, una forma de querer darle al espectador la opción preferida. Luego de poder ver en pantalla grande Crímenes del futuro ahora le llegó el turno a Memoria, película que representa el regreso de unos de los directores más divisivos (y por eso mismo, interesantes) de la escena actual, Apichatpong Weerasethakul.
Si una cosa es segura es que el cine de este realizador, de origen tailandés, siempre supone un desafío para los espectadores, debido a un particular estilo que favorece los silencios, las pausas y las reflexiones ante el desarrollo tradicional de una trama, y Memoria no es la excepción. En la película conocemos a Jessica, una mujer británica que se encuentra de visita en Colombia debido a que su hermana, quien vive allí, tiene una extraña enfermedad. Una noche, mientras duerme, es sorprendida por un fuerte golpe, que al principio confunde con la actividad de una construcción. Sin embargo, los días pasan, y el ruido no solo se hace más frecuente, sino que además parece acompañarla a todos lados, además de que parece ser la única que lo escucha. La protagonista comienza a recorrer distintos lugares y conocer diversos personajes para dar con la raíz de este golpe.
Para poder disfrutar de la película no se necesita experiencia previa, pero antes de verla puede resultar conveniente recordar la curiosa filmografía del director, con El hombre que podía recordar sus vidas pasadas como el ejemplo por antonomasia: en aquel genial film, ganador de la Palma de Oro en Cannes en 2010, se ofrecía un muestrario completo del singular universo del tailandés, en donde el paisaje natural era el escenario de situaciones en donde la línea entre fantasía y realidad era prácticamente invisible, y convivían los seres humanos con los fantasmas, criaturas extrañas y seres mágicos. Sin embargo, la fantasía no eclipsaba la profundidad conceptual del metraje, que hablaba de la culpa, la piedad y la redención ante la llegada inminente de la muerte, además de un revisionismo crítico con la Historia local. También son interesantes – e igual de inclasificables – otras como Tropical Malady y Cementerio de esplendor, partes de una obra artística que, guste o no, es de una enorme originalidad y talento.
Y a pesar de lo “distinto” (afirmación que es mejor tomar con pinzas) de su presentación, Memoria es tan suya como todas las anteriores, demostración de una sensibilidad que no se queda únicamente en su zona de confort. Weerasethakul rueda en Colombia, mayormente en español, y se vale de una actriz de renombre internacional como Tilda Swinton para llevar adelante una historia que, como siempre, se concentra más en la atmósfera que en la narrativa, en la belleza de los escenarios antes que en lo que ocurre en ellos, creando nuevamente un producto hipnótico que constantemente genera preguntas y se abre a la libre interpretación de los espectadores con respecto a lo que se está viendo en pantalla, algo tan críptico como fascinante. El director encuentra en el apartado sonoro un aliado ideal para combinar las situaciones más fantasiosas con el costado humano y meditativo que siempre imprime a sus cintas, y a partir de un sorpresivo giro final construye un discurso sobre la memoria colectiva y su poder para crear puentes que nos unan con los otros, lo que la hermana con muchas obras del realismo mágico, movimiento literario que en el cine suele adaptarse de forma fallida. El cine de Apichatpong, curiosamente, siempre fue calificado por los críticos internacionales como deudor de este particular estilo, por lo que el detalle de situar esta nueva producción en el continente que suele ser visto como el padre del movimiento (y, particularmente, la tierra de García Márquez, quien supo mezclar con excelencia la fantasía y la política) no parece ser casual.
La bondad humana y la comprensión siempre imperan en los trabajos del cineasta, y así como en las anteriores dos se materializaban en el cuerpo de la actriz local Jenjira Pongpas, es ahora la inglesa Swinton la que ofrece una interpretación naturalista y sensible en donde destacan esos dos factores: si bien su personaje intenta constantemente solucionar su problema personal, se halla dispuesta a escuchar a las otras personas que va encontrando en el camino, sin prejuicios, y es tal vez la conexión con los otros y con su propio entorno lo que termina dando una resolución (o un entendimiento) a sus propios asuntos. Simplemente se trata de dejarse llevar por los sentidos, aunque las respuestas no sean evidentes, y las posibilidades resulten infinitas, algo que aplica también a toda la obra de este director.
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