Home Cine Regreso a las fuentes de un polémico y personal creador  Por Carlos Acevedo
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Regreso a las fuentes de un polémico y personal creador  Por Carlos Acevedo

Regreso a las fuentes de un polémico y personal creador   Por Carlos Acevedo
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David Cronemberg es un cineasta cuya carrera ha transcurrido siempre entre el cine de impronta más comercial, aunque de impecable factura, y obras más personales, en las cuales el creador vuelve una y otra vez a reflexionar sobre ciertas temáticas que lo obsesionan. El reciente estreno en Cinemateca de su último opus “Crímenes del futuro” supone un retorno del director canadiense al revulsivo estilo que lo caracteriza.

Hablar de Cronenberg es hablar no de un director sino de dos: el que ha elaborado películas para grandes estudios, por encargo, con su libertad creativa limitada, y el que dirige obras en las cuales se enfoca libremente sobre un puñado de recurrentes temáticas como las parafilias, el masoquismo, las mutaciones o la relación entre el cuerpo humano y la enfermedad. Ese es el Cronenberg más autentico, el que muestra un gusto por la truculencia y el morbo explícito, todo enmarcado en un particular lenguaje estético y narrativo.

Sin embargo, aun a sus películas menos personales, el cineasta logra infundirles su particular visión narrativa, retratando personajes alienados, como el alto ejecutivo magistralmente interpretado por Robert Pattinson en “Cosmopolis”(2012) o el ambiguo personaje encarnado por John Lone en “M butterfly”(1993), que representa a la perfección el concepto de la metamorfosis tan recurrente a lo largo de toda la obra del inusual artista.

Director, actor, guionista y escritor, el canadiense ha sabido moverse con versatilidad entre el terror, el thriller psicológico, el drama y la ciencia ficción. Pero su obra más íntima, la que lo ha establecido como un maestro del body horror u horror corporal, otorgándole un bien ganado sitial como cineasta de culto, supone una revulsiva, escabrosa y radical reflexión sobre la condición humana. El director analiza particularmente la relación del ser humano con las enfermedades, ya sean físicas o mentales, que en su obra suponen siempre transformación, evolución, transmutación.

En sus primeros cortometrajes ya reflexionaba sobre la sexualidad fuera de los cánones comúnmente aceptados o la extraña relación, o fusión, entre un ser invasor y su huésped. El concepto del parásito, que modifica o muta al organismo que lo hospeda, es uno de los tópicos clave a lo largo de toda su obra. Podemos citar algunos ejemplos como “Vinieron de dentro de…”(1975), o la aclamada  La mosca”(1986).

En “La mosca”, el científico protagonista, quien se fusiona con un díptero en un fallido experimento de tele transportación, percibe el accidente, y las mutaciones que gradualmente le va provocando, con especial fascinación, como si el engendro en el que se va transformando supusiera un nuevo paso en su periplo evolutivo.

Otro concepto habitual a lo largo de su filmografía es la relación entre el dolor y el placer sexual. En “Crush”(1996), nos narra la historia de un grupo de sinforófilos, es decir personas que experimentan placer sexual mediante los accidentes automovilísticos. Los personajes de este filme buscan, como suele suceder en las obras de Cronemberg, convertirse en algo más. Sus sucesivos accidentes los van mutando en una especie de seres biológicos y mecánicos al mismo tiempo. Prótesis, elementos metálicos y demás ortopedias van creando criaturas más allá de lo humano, mezcla de carne y metal, humano y máquina.

En “El almuerzo desnudo”(1991), psicodélica adaptación de la no menos psicodélica novela de William S. Burroughs, la alienación  del protagonista o su transformación, se dan debido a la influencia de productos químicos,  de la misma forma que en “ Crímenes del futuro”, filme de 1977 de igual título que su última película.

En “Videodrome”(1983), en cambio, el director se centra en analizar el poder de los medios de comunicación y su papel en la manipulación de las masas y la influencia mediática de los políticos y los grandes grupos económicos.

Años después, ya a fines de la década del noventa, retomaría algunos de esos conceptos en “ExistenZ”, pero reemplazando la influencia del videocassette por la realidad virtual y los videojuegos.

“Crímenes del futuro” (2021), que no es ni una remake ni una continuación del filme homónimo de fines de los años setenta, supone un retorno del director a sus habituales obsesiones.

En ese contexto, narra la historia de un artista interpretado por Viggo Mortensen, a quien le crecen permanentemente órganos suplementarios que su mujer le extirpa mediante una compleja máquina mecánica y orgánica, reminiscente de los diseños de H.R Giger, el creador del universo visual de los primeros filmes de Alien.

La película se ambienta en un futuro en el cual el ser humano ha superado el dolor y las infecciones, y el castigar el cuerpo propio o el ajeno supone una innovadora forma de relación carnal. Al igual que en “ Rabia”(1977), cuya protagonista desarrollaba un nuevo órgano mediante el cual saciaba su placer sexual, Cronenberg nos sumerge en un mundo revulsivo, decadente y poblado de personajes perturbados, que buscan transformarse mediante la mutilación de los cuerpos como una forma de trascendencia.

Este extraño personaje, que pelea contantemente contra su propia, extraña naturaleza biológica, se resiste a una mutación que resulta fascinante para sus congéneres, quizá como una expresión de rebelión ante una sociedad deshumanizada, hedonista y pauperizada, que toma a los seres humanos y sus cuerpos como meros objetos de pasatiempo.

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