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MILEI: ¿Caballo de Troya? Por Hoenir Sarthou

MILEI: ¿Caballo de Troya? Por Hoenir Sarthou
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Dicen los cientistas políticos que un sistema político estable suele presentar a dos partidos, o dos bloques partidarios, que se alternan en el ejercicio del gobierno y de la oposición.
La alternancia de esos partidos o bloques en el gobierno no es mecánica. Sigue más bien un curioso ritmo casi de minué, por el que, cuando uno de los dos llega al gobierno, si su primer período no es demasiado malo, en la siguiente elección gana la fracción menos oficialista del mismo partido,hasta que el desgaste del ejercicio del gobierno se acumula y llega el momento de que el sistema presente una alternativa. Entonces comienza el turno del otro partido sistémico, que ganará la primera elección y, si tiene suerte, una o dos más.
También se dice que, cuando uno de los dos partidos o bloques logra permanecer tres períodos sucesivos en el gobierno, adquiere una posición política dominante. En nuestro país hay ejemplos de partidos que han tenido esa posición dominante. La tuvo el Partido Colorado, en el Siglo XX, y el Frente Amplio en el Siglo XXI. Pero siempre han tenido al costado a otro partido sistémico, pronto a tomar la posta. Históricamente, fue el Partido Nacional. Ahora le ha tocado al Frente Amplio esperar el relevo.
Quiero ser claro. Ese modelo de sistema bipartidario es estable. Pero eso no quiere decir que equivalga a buen gobierno ni a nada que se le parezca. En realidad lo que asegura es que cierto orden de cosas, como la estructura del poder económico, que financia al oficialismo y a la oposición, tenga la seguridad de que las cosas seguirán igual gane quien gane la elección.
Ahora, ¿qué pasa cuando las dos patas de un sistema político se desgastan en exceso y ninguna de las dos logra recuperar su credibilidad como para entusiasmar a los votantes, ganar la elección y hacer el relevo? ¿Qué pasa cuando la gente reclama “un cambio” y no tiene la menor idea de qué ni cómo cambiar?
Bueno, para eso están los “outsiders”, como Javier Milei.
Un personaje pintoresco y mediático que propone dolarizar la economía, privatizar las empresas públicas, rebajar las jubilaciones y eliminar las indemnizaciones por despido, al tiempo que se opone al aborto, cuestiona el cambio climático y se proclama partidario de la tenencia de armas y del derecho a vender los órganos del propio cuerpo.
¿Por qué un pueblo hundido en la crisis y en la pobreza, como el argentino, apoyaría a un candidato conservador en lo social, y ultraliberal en lo económico, que se propone dolarizar, privatizar lo estatal y eliminar los derechos sociales?
Todo indica que la clave está en el discurso contra el sistema político. Para Milei, la clave del problema argentino no está en el endeudamiento, ni en las ataduras con el FMI, ni en la entrega de recursos naturales y económicos estratégicos. No, el problema son los políticos ladrones e incompetentes. Todo su esfuerzo va orientado a dirigir la rabia y frustración de la sociedad argentina no contra la estructura económica, nacional e internacional, que los hunde, sino contra la casta política, que no es más que la ejecutora de políticas que vienen desde mucho más alto y más lejos.
Pero, ¿quién es Milei?
Su fachada pintoresca, su peluca, sus mastines, su pasado futbolístico y rockero, y sus ideas morales en apariencia opuestas a la Agenda 2030, no pueden ocultar que ha sido asesor de la Cámara de Comercio Internacional (ICC) y del Foro Económico Mundial, y que su campaña está financiada, además de por el conocido Eduardo Eurnekian, por la Fundación Atlas Network, que tiene sede en Washington y recibe sus recursos de las principales administradoras de fondos de inversión, como BlackRock, y del propio Departamento de Estado de los EEUU.
En suma, Milei está financiado por los más caracterizados intereses financieros globales, a los que es funcional su ultraliberalismo económico y su ataque constante al Estado y al sistema político.
¿El formato de “líder global” patentado por Klaus Schwab se permite pequeñas licencias, como promocionar a este tipo de “outsiders” políticamente incorrecto pero económicamente bien alineado?
Todo indica que sí. Que estamos ante un nuevo experimento en materia de lideres políticos construidos por el poder económico global.
Cabe preguntarse cuál es la finalidad de promover a un personaje como Milei. ¿Acaso no sería más seguro “inventar” a una figura renovadora surgida del macrismo o incluso del mismo peronismo?
Depende. Si la idea fuera que la figura seleccionada resultara presidente de la Argentina sin escándalo ni sobresaltos, sin duda, eso sería mejor. Pero, ¿Y si la finalidad es otra? ¿Si la intención es lanzar a un candidato que opere al modo “ventana de Oberton”, haciendo políticamente aceptables ideas que hasta hace poco eran impresentables?
La hipótesis no puede descartarse. Distraídos y divertidos por la payasesca apariencia y el agresivo discurso de Milei, los argentinos se han acostumbrado a oír términos como dolarización, privatización, recorte de jubilaciones y de derechos laborales, como una alternativa viable a la penosa vida política y económica que sobrellevan.
Es probable que esa familiaridad con conceptos ultraliberales permee a otras fuerzas políticas de la Argentina, que, para competir contra el exitoso Milei, probablemente intenten mimetizarse en parte con su discurso.
La interrogante es si el destino real de Milei es ser presidente de la Argentina, o ser un “caballo de Troya”, incrustado en el sistema político argentino para introducir ciertas ideas y causar ciertos efectos, quizá con chance de extenderse por América Latina.
Ya sea Presidente, o solo un amenazante candidato “outsider”, el efecto Milei no dejará de hacerse notar. La entrega de la economía, de las empresas públicas y de los recursos naturales a intereses privados, la desvalorización del Estado como freno a esos intereses, el recorte de los derechos sociales y el escarnio –probablemente merecido- al sistema político, han sacado carta de ciudadanía en la Argentina.
Entraron por la puerta grande. Con el voto de un tercio de los argentinos, mucha publicidad y muchos, pero muchos, millones de dólares de orígenes oscuros.

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