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No alcanza solo con conmemorar por Alejandro Guedes

No alcanza solo con conmemorar por Alejandro Guedes
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La historia no se repite, pero si alecciona. Preocupados ante la posibilidad de que una democracia deviniera en tiranía los padres fundadores de la constitución estadounidense, ante tal posibilidad, reflexionaban sobre las advertencias de Aristóteles de que la desigualdad conlleva inestabilidad, así como la preocupación de Platón sobre los demagogos que se aprovechaban de la libertad de expresión. La forma de prevenir estos males se asentaba en una ingeniería institucional basada en una república democrática de derecho y los pesos y contrapesos entre los poderes del Estado. Palabras más, palabras menos, así comienza el prólogo del libro Sobre la tiranía de Timothy Snyder (2017) que presenta una serie de lecciones de la historia, pero no por la historia misma, sino para pensar el futuro en sociedad, para no volver a repetir las tiranías del siglo XX.
Los uruguayos conmemoramos 50 años del golpe de Estado, y aún hoy seguimos buscando la verdad, y creo que seguimos teniendo una mirada autocomplaciente, cuando no indiferente sobre nuestra democracia. Como si nuestro legado más reciente pudiera ponernos a resguardo de las amenazas siempre latentes, sino miremos lo que sucede en Francia.
Con motivo de este nefasto aniversario se sucedieron una buena serie de actos conmemorativos, todos ellos muy necesarios. Pero siendo un espectador de algunos de estos eventos, debemos tomar notas de algunas cosas. Naturalmente, cada vez es más reducida la generación que vivió el golpe, y no hablo de vivir en dictadura, sino de vivenciar el proceso que derivó en el quiebre democrático. Una buena parte de la población no había nacido o era muy joven para tener consciencia de lo que estaba sucediendo en esos años. Lamentable en tiempos donde todo lo medimos con una encuesta de opinión no tenemos un dato actual acerca de la opinión y el conocimiento de las nuevas generaciones sobre el tema. Cabe aclarar que no hablo de las encuestas internacionales sobre democracia como Lapop o Latinobarómetro, sino de estudios sobre la dictadura uruguaya. Por eso todo acto conmemorativo e instancia donde se reflexione el tema es más que necesario. Ahora bien, contar la historia también coloca al narrador o los narradores ante el desafío de mantener una honestidad intelectual importante. Y ahí va una segunda anotación, la mayoría de estos narradores, los más influyentes aún hoy viven de y para la política, y militan fuertemente por sus ideas. Por una parte, esto es muy saludable, pero también nos obliga a poner algunos énfasis que no han estado tan presentes. Seguramente es producto de las batallas intelectuales que siguen tan activas como hace 50 años. Pero por eso estimo interesante en este breve espacio ver como decía Snyder en su libro, qué lecciones y reflejos tenemos que afinar de cara al futuro. Como nota al pie, siguiendo esta línea es recomendable leer la nota del politólogo Adolfo Garcé en Búsqueda del jueves 29/6.

En 1973 comprobamos que Uruguay no era una excepción en la región. La inestabilidad está a la vuelta de la esquina, la disconformidad, el desinterés, la apatía son factores que están siempre latentes y pueden activarse. La única encuesta que se tiene de ese momento histórico de Gallup evidenciaba un descreimiento importante respecto a la clase política dirigente. Los líderes populistas tan en auge en estos tiempos evidencian que alcanza con suscitarse un escándalo o una crisis, sea económica o política, para que se encienda la inestabilidad. Por eso no alcanza solo con conmemorar el aniversario del golpe, sino que hay que tener entrenados los reflejos para repudiar los hechos que son contrarios al espíritu democrático. Miremos por ejemplo lo que sucedió en Venezuela. Se inhabilitó a María Corina Machado, una de las principales candidatas a la presidencia por la oposición y Uruguay no emitió un comunicado de repudio, siendo que sufrió la inhabilitación de los candidatos naturales a las elecciones de 1985 por estar proscriptos por la dictadura.

Pero incluso al día de hoy seguimos siendo espectadores de lo dubitativo, cuando no indulgentes, que se muestran los dirigentes políticos ante casos de irregularidades y corrupción en sus filas. No hace muchos años hablábamos de Sendic, del dinero invertido en Gas Sayago, los negocios con López Mena. En el último tiempo ya sabemos lo que sucedió con el pasaporte a Marset, la defensa a prima facie de Astesiano o de Penadés.

A nivel de la gestión del Estado hemos tenido enormes mejoras porque se ha modernizado la administración pública, mejorado la normativa que previene la corrupción, y eso es saludable. Pero igualmente se suscita de forma permanente el clientelismo sin ningún tipo de consecuencia. Las designaciones directas para cargos que no son de confianza política siguen siendo comunes, más en las intendencias. La contratación de familiares por esta vía es otro problema que subsiste. Los subsidios para cargos políticos en todos los organismos, incluso ante una renuncia, tienen más la apariencia de un privilegio que un derecho si se lo compara con los seguros de paro de los trabajadores. La utilización de los vehículos para actividades partidarias queda en evidencia una y otra vez en las redes sociales, y podríamos seguir. Pero incluso otro tema que está en el debe de la propia clase política es el relativo al financiamiento de las campañas electorales. Y este sí que es un tema donde se juega gran parte de la calidad democrática porque no todos los ciudadanos tienen la misma capacidad de influencia (y de lobby) sobre los partidos. Esto después se ve reflejado en la legislación.

Si bien tendemos a poner en evidencia a los líderes populistas, a los militares u otra figura de ocasión como factor de inestabilidad democrática, soslayamos las propias debilidades internas que dan argumento a esos líderes populistas. Quizás lo soslayamos por temor a ofender y no quedar bien en una conmemoración, pero la democracia no cae solamente por la aparición de la guerrilla o los tanques en la calle, sino que son una combinación de factores. A veces da la impresión que la sinécdoque tan recurrente de los dos demonios, que va muy bien con el contexto de época de guerra fría, soslaya ex profeso las debilidades internas de la clase política. No alcanza solo con conmemorar.

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