El legendario grupo chileno Quilapayún celebra 50 años de carrera y vuelve a presentarse en Montevideo. Será este 13 de noviembre en el Auditorio Nacional del Sodre. Desde Chile, Eduardo Carrasco, uno de sus fundadores, contó a Voces cómo los encuentra este festejo que une pasado y presente.
Quilapayún se creó en 1965, cuando Julio Numhauser y Julio Carrasco invitaron al hermano de este último, Eduardo, a integrar temporalmente un conjunto folklórico. El trío, iniciado sin mayores pretensiones, comenzó a tomar forma y fue bautizado como Quilapayún, una palabra compuesta de origen mapuche, que le daría el sello a toda su carrera, conformada por “quila” (tres) y “payún” (barbas). En 1966 obtuvieron su primer galardón en el Primer Festival Nacional del Folklore «Chile Múltiple». Allí se los distinguió con los ponchos que pasarían ser parte de su estética.
Luego de grabar su primer disco conocieron en una peña a Víctor Jara, quien pasó a ocupar de la dirección artística del grupo. Con él abordaron sobre todo la puesta en escena y las temáticas de sus canciones. Grabaron cinco discos y luego de algunos cambios en la integración comienzan a salir de gira por Europa y América Latina. En 1970 el conjunto decide darle un giro a su carrera. Todo esto a partir de un trabajo con el compositor Luis Advis, quien compone para ellos la que sería la obra más trascendente de la música popular chilena, «La Cantata Santa María de Iquique». El golpe de Estado de 1973 los encuentra de gira por Europa. Deben permanecer en el exilio durante 15 años hasta que pueden volver a su país, donde superan algunas diferencias y rupturas internas y retoman su carrera en Chile.
Es muy difícil resumir 50 años de carrera pero si lo intenta, ¿cuál diría que fueron los principales momentos del conjunto?
¡Uf! (suspira) Habría que contar toda la historia. Hay muchos momentos importantes. El primero es sin dudas el encuentro con Víctor Jara, cuando recién estábamos comenzando. Todo el trabajo con él fue una cosa fundamental para nosotros. No solo por el aporte musical sino sobre todo por ciertos conceptos escénicos. Como era un hombre de teatro lucía mucho el trabajo escénico. Nos ayudó mucho a profesionalizar al conjunto. Y nos dio un conocimiento muy profundo de lo que era la música campesina. Hicimos con él ese recorrido hacia la música comprometida y hacia el trabajo político, que fue muy intenso durante esos años. Luego el otro hito importante en esos años fue la Cantata Santa María, que fue una obra que hicimos con Luis Advis por el año 70. Salió poco antes del triunfo de Allende que la transformó rápidamente en una obra emblemática de los acontecimientos históricos. No solo del pasado sino también de ese presente que estábamos viviendo en ese momento. Mucha esperanza. Luego vinieron años de mucho éxito en Chile y en algunos otros países de América Latina y Europa. Hicimos varias giras. Entre ellas varias idas a Uruguay, que para nosotros fue muy importante porque fue el primer país latinoamericano que visitamos.
Tuvieron un gran éxito acá…
Si, mucho éxito. Hicimos una gira muy bonita con Víctor Jara y cantamos en el teatro El Galpón. Fue por 1968 aproximadamente. Hay un disco de ese concierto, porque se grabó, que se llama “Quilapayún en Montevideo”. Un lindo recuerdo de ese tiempo. Luego vino el golpe militar y el exilio, que nos encontró en Francia. Estábamos participando en la Conferencia de Países No Alineados, que tuvo lugar a comienzos de setiembre en Argelia. De ahí nos fuimos a Francia, muy entusiasmados, porque íbamos a cantar en el Olimpia. Era la primera vez que un grupo chileno actuaría ahí. Era como llegar al Olimpo (risas). Y de repente en una conferencia en un diario parisino los periodistas llegaron con la noticia del golpe militar en Chile. Para nosotros fue muy impactante, terrible. No solo en el sentido de que estábamos lejos de nuestra gente sino que no sabíamos en qué consistía y a dónde iba a dar Chile con eso. Estábamos muy desconcertados y angustiados y comenzó una nueva vida en Francia, porque rápidamente nos dimos cuenta que no podamos volver. Volvimos en 1988 para el plebiscito en el que perdió Chile.
En ese nuevo contexto, ¿se replantearon su camino artístico?
El tiempo había pasado y habían pasado muchas cosas en Chile. Era un país muy diferente. Tuvimos una crisis, que coincide con todas las grandes transformaciones políticas que ocurrieron en Europa como la caía de los socialismos reales. Nosotros estábamos muy ligados a ese tipo de ideales. Fue una cosa muy dura. A comienzo de los 80 el conjunto vivió toda una transformación política y artística muy grande. Pero también el exilio nos transformó porque tuvimos que enfrentar nuestra vida artística en un medio que no era nuestro país, que no tenía nuestro idioma y por lo tanto teníamos que responder a exigencias artísticas que nunca habíamos imaginado. Transformamos el grupo en algo bastante elaborado desde el punto de vista artístico, poético y musical. Cambió bastante nuestra música. Y vino toda esta idea de la revolución y las estrellas. Que es la idea que persigue nuestro grupo desde esa época hasta ahora.
¿En qué consiste exactamente?
La idea es que la revolución no puede ser una reivindicación puramente economicista. Sino que debe tener en primer lugar una finalidad cultural artística. Porque nosotros queremos cambiar el mundo pero tenemos que cambiarnos nosotros mismos en primer lugar. Y luego pensar esos cambios considerando todos los aspectos de la vida del ser humano, no solo la cuestión económica, sino el aspecto espiritual, la vida completa del ser humano. Por eso para nosotros la revolución debe ir acompañadas de las estrellas. No hemos renunciado a la idea de la revolución, creemos que es necesario cambiar. Sobre todo en nuestros países donde es necesario ajustar mucha cosa que se encuentran un poco desordenadas en lo que se refiere a la justicia social. A la vida que llevan nuestros compatriotas latinoamericanos y que es una vida muy precaria, lejos de la cultura y del arte, de la creación y de la imaginación. Para nosotros es muy importante incorporar a nuestro pueblo a esas posibilidades, queremos que el ser humano sea más humano. Estamos en esa transformación, con mucha poesía, que se hace presente en nuestro espectáculo y en nuestra música.
¿Por dónde transita este espectáculo que resume 50 años de carrera?
La idea es reasumir nuestros ideales, que siempre fueron revolucionarios. Siempre estuvieron del lado del pueblo, buscando más justicia social. Una revolución, como decía, con estrellas. Que son como los ideales más lejanos del hombre, las reivindicaciones más metafísicas, por decirlo de alguna manera. Y eso es lo que se presenta en nuestros espectáculos. Están las canciones antiguas, que no se han muerto. Hay otras que han quedado en el camino y no tjene sentido volverlas a cantar. Pero hay algunas de esa misma época que siguen vivas, están vigentes y siguen siendo cantadas por la gente. Nosotros tratamos de volver a levantar banderas que en cierto modo nunca se han manchado. El hecho de que algunas cosas ya no sean válidas no invalida el impulso hacia el bien colectivo, hacia las transformaciones y la justicia. Eso sigue tan vivo como siempre. Y eso se manifiesta en nuestro espectáculo. Le damos mucha importancia a la poesía, a pasar un momento feliz. Porque un recital tiene que ser un momento feliz y no puede ser simplemente juntarse para cantar canciones del pasado. Tenemos que pasarlo bien, tienen que ocurrir corrientes de poesía, esperanza y alegría. Y para eso cantamos.
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