Volvió la celeste con gusto a muy poco. Aunque el último partido con Chile mejoró algo un panorama sombrío, es buena práctica pensar un poco. Acá van diez reflexiones atrevidas, a partir de lo que vi en la cancha.
- Si uno se guía por los números, el fútbol uruguayo parece ir incorporando la virtud de la paciencia, que se traduce en un respeto mayor por la posesión del balón. Por primera vez en los últimos años, en el partido con Chile tuvimos más la pelota que ellos. Pero esta virtud tiene su contracara casi patológica, que es la irritante dificultad para convertir esa posesión en un riesgo para el arco rival. La selección mueve la pelota de un lado a otro, pero le cuesta horrores encontrar la manera de entrarle a un equipo que se abroquela en el fondo.
- En el fútbol actual, donde los espacios escasean, convertir la posesión del balón en jugadas de gol requiere trabajo. Esto es más claro en el nuestro, que está acostumbrado por generaciones a resolver el problema tirando la pelota al área y que se manejen. Requiere definir roles, ensayar movimientos, automatizarlos. Más allá de que los tiempos de trabajo de una selección son escasos, la verdad es que el entrenador nunca le dio demasiada importancia a la construcción del juego ofensivo. Tabárez siempre priorizó el cómo defender, aquello de “limitar al rival”.
- Suárez no puede participar en la elaboración del juego. No tiene ni las características ni la capacidad de contribuir en esa tarea. En Barcelona, donde su categoría como definidor adquirió la mayor madurez, prácticamente no tocaba la pelota fuera del área. Claro que no era necesario, dado el nivel de jugadores que tenía alrededor. Pero tampoco lo hace como método en el Atlético de Madrid. Sí lo hacía en el Liverpool, pero tenía ocho o diez años menos. Su misión hoy es merodear el área rival para aprovechar sus cualidades cuando la pelota llega hasta allí. Con 34 años y limitaciones físicas notorias para el que las quiera ver, salir del área a jugar de espaldas para que se apoyen en él compañeros que vienen con pelota dominada termina invariablemente con el balón en poder del rival. Le tiran una pared y generalmente devuelve un ladrillo.
- Lo anterior me lleva a una pregunta muy políticamente incorrecta, máxime cuando acaba de convertir el gol con el que nos salvamos de una inmerecida derrota ante Chile: ¿su titularidad en la selección debería empezar a cuestionarse? Sé que esto, para el sentido común uruguayo-futbolero, suena a herejía, pero hoy Cavani está en mucho mejor forma que Suárez y si se quiere elaborar juego ofensivo hay que pensar en alternativas que sumen control del balón, precisión en velocidad para generar espacios y chances. Y en eso no suma Suárez hoy. De Arrascaeta y De la Cruz, jugando cerca de Cavani pueden generar esos circuitos, pero también se necesita desborde por los costados. Y se juega con 11.
- Uruguay carece de un líder futbolístico en la cancha. Me refiero a lo que Chile tiene en Arturo Vidal, Argentina en Messi o Brasil en Neymar. Los tres, con diferentes características y distintos roles, son líderes del fútbol de sus equipos, marcan los tiempos, son ejes del funcionamiento ofensivo. Se necesita alguien que se muestre permanentemente como conductor, que sea el eje, y Uruguay no lo tiene desde hace tiempo. Tiene dos grandes figuras ofensivas, como Suárez y Cavani, pero ninguno de ellos cumple ese rol, que en algún momento (no siempre) cumplió Diego Forlán.
- Para asumir ese papel se necesita, además de capacidad técnica e inteligencia, carácter. De Arrascaeta y De la Cruz tienen las dos primeras cualidades, pero hasta el momento al menos no han demostrado el suficiente carácter como para transformarse en el eje del equipo.
- El jugador que, a mi juicio, reúne esas condiciones es Federico Valverde. Técnicamente es muy bueno, tiene una inteligencia superior a la media para entender lo que cada jugada requiere, y tiene el carácter para asumir las responsabilidades de un líder futbolístico. Se ha hablado mucho de su perfil bajo, pero no confundir eso con debilidad. Le falta madurar y ganar confianza, pero el obstáculo fundamental es que juega atado por las condicionantes de los planteos que hace el entrenador. En el Madrid ha mostrado autoridad para pasar en corto y en largo, sacarse marcas de encima con velocidad o atacar el espacio y una gran inteligencia para saber cuándo se necesita qué cosa. Dar más protagonismo a Valverde y poner el juego del equipo a girar en torno a él sería una buena apuesta.
- Facundo Torres es un proyecto de buen futbolista, pero corre el serio riesgo de que lo arruine la necesidad de nuestro periodismo deportivo -y los contratistas que giran en torno a él- de crear ídolos y cracks de la nada. Basta que haga dos pases correctamente o tire bien un córner -que no ha hecho mucho más que eso en los partidos que jugó- para que se lo transforme en figura. Torres necesita aprender, tomar confianza, crecer como futbolista porque está todavía a una distancia sideral del nivel que exige la altísima competencia. Pregunto: ¿alguno de los que eleva a Torres a la categoría de figura está mirando la Eurocopa y los futbolistas que se mueven allí?
- Está de moda cuestionar a Godín y su presunta lentitud. Es cierto que ya tiene una edad donde el físico va cobrando cuentas, pero no creo que ni contra Argentina ni contra Chile su saldo haya sido negativo. Suple las carencias físicas con carpeta y con carácter. Para mí, todavía aporta mucho al equipo, en lo futbolístico y en lo anímico.
- En los 15 años del proceso Tabárez la selección ha caído sistemáticamente en profundos pozos, de los que generalmente ha salido. Uno de ellos es el de los últimos partidos y ojalá el de Chile sea el comienzo de una nueva recuperación. Mi pregunta es: ¿es normal que esto suceda en un equipo formado por una mayoría de futbolistas de primer nivel? El técnico solo ha atinado a decir, muchas veces: “Ya hemos pasado por estas situaciones y hemos salido”. ¿Es algo así como un designio de la naturaleza? ¿Una maldición bíblica? ¿O sería lógico buscar las causas para trabajar sobre ellas?
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