Home Indisciplina Partidaria ¿Otra vez con la misma piedra? Por Hoenir Sarthou

¿Otra vez con la misma piedra? Por Hoenir Sarthou

¿Otra vez con la misma piedra? Por Hoenir Sarthou
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Hay insistentes advertencias mundiales de aumento de los “casos Covid”. En China, nuevos encierros masivos dan lugar a manifestaciones multitudinarias y violentas. En Argentina, se anuncia el retorno de la obligatoriedad del tapabocas, mientras que en Brasil hay nuevamente exigencia de acreditar la vacunación para ingresar al país. Todo ello acompañado, otra vez, por atemorizadora cobertura mediática.
En Uruguay, obedientemente, el MSP y los medios masivos vuelven a publicitar cifras de casos y de muertes por o con Covid, al tiempo que burócratas y “científicos” a sueldo recomiendan cuartas, quintas o sextas dosis de las manidas “vacunas”.
¿Volveremos a tropezar por segunda vez con la misma piedra?
Ninguna noticia ni reacción oficial tras la vergonzante confesión de Pfizer ante el Parlamento europeo. Luego de haber admitido que la información con la que obtuvieron la autorización de emergencia para vacunar fue errónea, Pfizer reconoció hace pocas semanas, ante una comisión del Parlamento Europeo, que al sacar las vacunas a la venta no tenía ninguna evidencia de sus efectos preventivos respecto del contagio.
Ninguna investigación hay, tampoco, sobre las cifras oficiales de muertes por toda causa, que en nuestro país, como en el resto de los países en que se vacunó intensamente, han aumentado aproximadamente un 40% en los años 2021 y 2022, es decir desde que se empezó a vacunar.
Todo indica que, en Uruguay y en el mundo, existe la decisión de reimplantar la lógica pandémica, caracterizada por el miedo, recorte de libertades y derechos, políticas sanitarias autoritarias, presión vacunatoria, limitación circulatoria intra y trans fronteras, etc.
Desde luego, no hay evidencia real de que estemos viviendo una situación sanitaria peligrosa. Desde que se declaró el cese de la emergencia sanitaria, la mayoría de la gente en nuestro país vive con normalidad, excepto en los centros hospitalarios, que se empeñan en mantener una burbuja de miedo y autoritarismo que les ha sido económicamente muy provechosa. En todo caso, el aumento de fallecimientos nada parece tener que ver con el Covid, sino que las muertes son causadas por infartos, ACVs, cáncer y otras enfermedades no contagiosas.
A la luz de los espantosos resultados sanitarios, económicos, sociales y psicológicos dejados por las políticas pandémicas de los años 2020, 2021 y principios de 2022, cualquiera pensaría que un retorno a esas políticas sería popularmente inviable.
Pero (siempre hay un “pero” en estas cosas) el proyecto económico y político que está detrás de la pandemia -y que es mucho más grande que la misma pandemia- no quiere detenerse. Necesita mantener al mundo en un estado de alarma crónico, que distraiga la atención de la gente, justifique medidas liberticidas y encubra los escandalosos procesos económicos que están teniendo lugar bajo la excusa de la pandemia, la guerra de Ucrania y las amenazas climáticas.
Lo que se está intentando, reflotar la pandemia a escasos meses de haberla dado por terminada, nos pone como espectadores, y protagonistas a la vez, de un experimento social de muchísimo interés. ¿Es posible someter y arruinar a la gente por segunda vez con los mismos argumentos, luego de quedar objetivamente en evidencia que se mintió y se sacrificó descaradamente a millones de personas la primera vez?
Sin duda, la élite económica necesita mantener a la población mundial asustada y en ascuas para implementar los cambios que se propone (gobernanza mundial, autoritarismo, control de población y de recursos estratégicos, concentración del poder y de la riqueza), pero, ¿es viable hacerlo con los mismos recursos, o esta vez habrá algo más en el horizonte, algo nuevo que permita asustar, engañar y someter nuevamente a miles de millones de personas?
Si la estrategia es la que se está aplicando en China, no parece haber nada nuevo. Es el autoritarismo de siempre, apenas justificado por un virus que asusta cada vez a menos gente y que, comparado con las privaciones que aparejan los confinamientos, casi resulta inocuo.
Pero no podemos descartar que, en Occidente, el “Covid eterno” (segunda parte) venga aderezado con algo más.
Racionalmente, uno pensaría que un nuevo engaño no podría prosperar en una población medianamente instruida y acostumbrada a pensar y a vivir con mayores márgenes de libertad que la población china.
Sin embargo, varias décadas de agenda global han hecho mella en nuestra cultura y, en general, en la cultura occidental. La degradación educativa, la manipulación ideológica bien financiada (fanatismos partidarios, individualismo a ultranza, políticas de género, racismo disfrazado de antirracismo, cultura de la cancelación, etc.) y la abrumadora prédica de los medios y de la academia, cooptados por el poder económico global, hacen que sociedades históricamente críticas y rebeldes se adormezcan con facilidad ante el discurso hipnótico de lo “políticamente correcto”, que, cada vez más, es el discurso que el poder económico quiere y financia.
En suma, si sobreviene un nuevo embate de autoritarismo sanitario, será un estremecedor testeo sobre la capacidad mental y política de nuestras sociedades. Los que nos opusimos al primer embate, lo haremos seguramente al segundo, pero los hechos demuestran que, en los grandes números y a breve plazo, esos esfuerzos no logran contrarrestar el peso combinado de los aparatos políticos, académico-sanitarios y mediáticos.
De modo que será un duelo entre esos “omnipoderes” y algo que a veces se menosprecia más de la cuenta: la astucia, el sentido común y la inteligencia básica de la mayoría de las personas, que ahora, aunque no lo admitan, tienen ya la información y la experiencia de lo que aparejan las emergencias y los tratamientos sanitarios compulsivos.
La progresiva reducción del número de vacunados con cada nueva dosis, y lo que el saber popular ha ido aquilatando sobre los efectos de las vacunas, permiten alentar esperanzas respecto a ese duelo, del que dependen cosas muy importantes, como la vida y la libertad de muchos millones de personas.

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