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Outsiders, oportunistas y paracaidistas en política

Outsiders, oportunistas y paracaidistas en política
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Estamos asistiendo a la llegada de diversos personajes a la política local por diferentes mecanismos. Alguno con fuertes inversiones publicitarias en medios y redes sociales. Otros que por su actividad profesional en organismos, ya sean privados o estatales, se vuelven mediáticos. Los pases de un partido al otro también son moneda corriente. ¿Fortalece este tipo de situaciones a la política? ¿Cuánto duran estas figuras en los partidos? ¿Importa más la imagen y la simpatía que las ideas? ¿Influencers en la política? ¿Ayuda al fortalecimiento de la democracia y participación ciudadana? ¿Es el mejor método para la renovación?

Cambia, todo cambia
Gonzalo Abella
Ni las guerras civiles ni los partidos que las impulsaron surgieron por la simple ambición de diferentes caudillos. El partido Colorado usó al genocida Rivera como brazo militar, y luego a Garibaldi, (que deseaba transformarnos en colonia italiana), y más tarde al mercenario español León de Palleja; pero su materia gris siempre fue urbana, burguesa, masónica, y por ello liberal, “unitaria” y pro europea. En la dirección del P Colorado, la fracción “riverista” siempre fue minoritaria. Los “blancos”, por su parte, nacieron con un claro perfil terrateniente y proteccionista, federal, conservador y más próximos (en su origen) a la Iglesia oficial.
Omitiendo el período artiguista, donde la profundización revolucionaria de 1815-16 hizo pasarse al enemigo a muchos estancieros, saladeristas y tratantes de esclavos, desde 1830 las preferencias partidistas de cada sector y cada clase social fueron claramente mantenidas hasta por lealtad familiar. El primer “renegado” famoso fue Muniz; expresaba a un sector terrateniente de tradición “blanca” pero más proclive a acogerse a los beneficios del Gobierno que a levantarse en Patriadas. Terminó persiguiendo a Saravia. El segundo “renegado” famoso fue Martín Aquino, reclutado por el Ejército Colorado, del cual desertó para sumarse a las montoneras de Saravia. Cuando el Directorio blanco firmó la rendición incondicional, Aquino lo acusó de traición y desde ahí fue perseguido por ambos partidos, acusado de matrero, pero idolatrado por el pobrerío rural.
Había perfiles muy diferentes entre aquellos partidos políticos y no era fácil cambiar de bando. Aun cuando la dictadura de Terra (1933) separó a golpistas de constitucionalistas, estos últimos alinearon en la resistencia por separado. Ya para entonces la “izquierda” también marcaba su propio perfil, pero su propuesta de Frente Popular único no tuvo aceptación.
En 1957 se acabó la bonanza económica. El FMI impidió toda posibilidad de desarrollo autónomo y soberano que no fuera una revolución anti – imperialista. Desde entonces blancos y colorados se desdibujaron: los primeros olvidaron su nacionalismo tradicionalista, los segundos su sentido de justicia social en un marco liberal. Se parecen cada vez más entre sí y ahora cambiar de bando entre ellos es sólo una formalidad, un simple cálculo de ventaja personal. Sólo la izquierda del FA marcaba una propuesta diferente, y eso fue hasta 1985-1990. Cuando el Frente Amplio renuncia a enfrentar el Sistema y se resigna al mandato de las trasnacionales, también se abre un nuevo “período de pases” que lo incluye.
¿Es saludable para la democracia el trasiego de operadores políticos de un partido a otro? Creo que la pregunta es demasiado formal, y elude el contenido programático que debería fundamentarla. Desde el marco teórico abstracto de una democracia liberal como la nuestra parecería positivo el cambio de posiciones, que podría interpretarse como un crecimiento o un movimiento autocrítico en el plano personal. Pero en general, cuando se incorpora el fundamento programático del cambio, la vaciedad más absoluta nos invade; una vaciedad adornada por palabras huecas y lugares comunes.
Hasta ahora hablamos de los trasiegos en el seno de las dos coaliciones del actual bipartidismo, pero debemos incluir también a los partidos menores. Siempre es sospechoso el pasaje de un militante de un partido minoritario a un partido con poder en los distintos niveles gubernamentales; pero no puede juzgarse de antemano la intención. Más frecuente es el trasiego interno en el laberinto de opciones minoritarias; aquí parecería que juega más la definición programática que el cálculo personal, pero aún aquí puede haber una legítima desconfianza. En efecto: una persona ambiciosa que encara una carrera política personal, sin muchos escrúpulos, puede elegir una organización pequeña por aquello de que “más vale ser, por ahora, cabeza de ratón que cola de león” e ir cambiando según lo que su olfato le sugiera.
Para los que queremos construir, desde la base, una organización alternativa, como es la UP-FT, el tema de las motivaciones y los cambios no es un tema menor. Con la mayor amplitud tratamos de no engañarnos, de no dejarnos engañar. No nos parece adecuado alinearnos entre aquellos que gritan más pero que nunca aparecen en las luchas populares concretas. Decía Atahualpa Yupanqui: “El que se larga a los gritos no escucha su propio canto”. Pero hemos aprendido (y el Plebiscito nos lo confirmó) cuánta gente valiosa hay en tiendas diferentes, especialmente en la base. El cambio de camiseta por sí mismo no es una señal definitiva (a menos que la nueva camiseta sea la fascista de Cabildo Abierto, claro está).

No es por amor ni por espanto
David Rabinovich

“El zorro cuando es viejo de lejos la olfatea. Ser viejo tiene muchos inconvenientes, pero hace algunos aportes. Creo hay que pensar en la sociedad toda, incluso en los que no nos votan”, dijo ‘Pepe’: genio y figura…
“El país va mucho más allá del rio Santa Lucía, tiene contradicciones por todas partes y hay que tatar de entenderlo y escucharlo. Lo que más le recomendé [a Yamandú Orsi] es que escuche a la gente para aprender, que gaste mucho tiempo en escuchar porque de ahí se aprende, y creo que algo de eso le pudo haber servido”. Un exitoso maestro.
La política no se trata de fortalecer la democracia sino de disputar el poder. Para colmo los mecanismos que la sostienen no sirven para cuestionar los poderes reales. El poder real está firmemente asentado en los privilegios sociales que vienen con la propiedad de “Los bienes terrenales del hombre”, como explicó Leo Huberman.
Basta mirar los niveles de participación, cuando votar no es obligatorio, para saber que mucha gente está convencida de que su opinión no pesa, no importa ni incide para cambiar la realidad. ¿Cómo se explica el “éxito” electoral de las derechas agitando consignas como la libertad mientras se proclama que la igualdad y la justicia social son, además de inalcanzables, inconvenientes y generadoras de pobreza?
En este paisaje de sombras oscuras vemos festejar la victoria pírrica de ganar una interna apelando a la desideologización y poniéndose como objetivo excluyente impedir que gane el FA. Rodeado de personajes cuasi caricaturescos, hay liderazgos que comparten un objetivo excluyente: frenar los progresismos. La ‘Coalición Republicana’ convoca a Valeria Ripoll gremialista, y comunista junto a la ex fiscal Fosatti, a Manini y Zubía con Moreira y Antía… ¿El batllismo y el wilsonismo son especies en extinción?
Como se sabe bien, lo que no es derecha pura y dura es comunismo, esos que se infiltran y arruinan mentes y corazones. Llenan las almas de maldad porque cambiar el sistema empobrece a los pueblos. No es el saqueo, las agresiones, los bloqueos, las intervenciones militares que destruyen países y poblaciones. Las ideas socialistas son lo peor ¿Qué duda cabe?
“La sociedad se ha envilecido” me dijo un veterano militante. ¿El envilecimiento de las sociedades explica la desideologización de la política? En cualquier caso, son demasiados los que votan ‘en contra de’ más que ‘por ideas, razones y convicciones’.
El lugar que ocupe la reforma de la seguridad social en el debate será relevante. Si hay debate claro…

Todo dicho
Cristina de Armas
Quiero comenzar este artículo diciendo algo que podría parecer obvio y sin embargo no lo es: no existe en Uruguay un partido político llamado Coalición. A partir del 30 de junio existe la Coalición Republicana que como en 2014 con el partido de la Concertación tendrá como cometido presentarse en las elecciones departamentales de 2025 en algunos departamentos, básicamente donde los blancos solos no ganan. Porque; vamos a entendernos, este ha sido, es y terminara siendo un gobierno blanco. Que hayan firmado un acuerdo en el que por cargos juran lealtades y que el PN les ha permitido hacer aportes en alguna cosa de la que se han enterado por prensa porque ni les cuentan mientras les impide someter sus proyectos de ley a votación; eso, no significa ser un partido político y el que tenga dudas que pregunte a la CE. El pasado 30 de Junio la poca gente que salió a votar, gastando plata y tomando frio, la mayoría no militante, salió a votar partidos políticos que existen y no se suman. El partido de gobierno obtuvo 100000 votos menos que en 2019, el PC 80000 menos y CA la mitad. El único que aumentó su caudal fue el PI y la única sorpresa fue la votación de Salle que es un grito de la gente. Cuando Raffo quedó muy por detrás de Delgado fue simplemente una oportunidad de desplazar a una mujer que hace sombra y poner cualquier persona en su lugar porque hace tres años que se sabe que Delgado no le gana a Orsi. Perdido por perdido sé intenta lo que sea. En el PC ganó como se sabía el candidato del presidente Lacalle Pou. Los blancos más que un PC fuerte necesitan un PC que juegue para ellos y no solo lo ha declarado abiertamente Ojeda, la suma de Zubia y la nueva adquisición de Fossati más a la derecha no lo puede poner. El PC a la derecha y los blancos con una candidata a vicepresidente comunista. No es fácil. El nuevo bipartidismo se va instalando. Sus bases son muy diferentes a las del antiguo entre blancos y colorados llenas de sangre; sin embargo tendrán sus características compartidas, ya hay muchos que son parientes y serán más, muchos acuerdos saldrán de cumpleaños y bautismos pero por sobre todo, sus líderes no vivieron la época donde la pradera no existía. Estos próximos años serán fundamentales para la futura coalición de derecha que deberá ensamblarse de forma definitiva. El hoy presidente Lacalle Pou pretende repetir presidencia en 2030 y ser el primer blanco en hacerlo. Apuesta a un líder joven y ambicioso como él para acompañarlo desde el PC. Los outsiders parecen controlados, los militares institucionalizados en CA, los guerrilleros en el FA, los ricos parecen haber aceptado su lugar en las estructuras. El sistema en calma, renovándose de forma controlada. Al parecer cinco años por delante de un gobierno FA cuyo presidente es amigo de todos y fundamentalmente, juega para el sistema. Y dicho así parece fácil; sin embargo, no lo es. En política, hasta el último segundo, nunca está todo dicho.

La culpa no es del chancho
Patricia Soria

La política es una actividad que nos ejercita en el manejo de la frustración. Es una actividad en donde una se topa con las peores miserias humanas, pero también con los gestos más maravillosos.
Por el carácter intrínseco de lo que supone la actividad política, el volumen de gente que participa es limitado. Por tanto, lo deseable en toda organización, es siempre sumar gente nueva a la tarea. La portera siempre debe estar abierta a nuevos reclutamientos sin juzgar su mucha o poca experiencia previa. Creo en el paradigma de una política participativa y representativa, en donde se escuchen las distintas voces y para que el sistema político sea un espejo de la sociedad.
Es preciso señalar, que una cosa es la militancia como tipo puro y otra muy distinta es cuando los outsiders aterrizan en una organización y pretenden lugares destacados. La experiencia indica, desde Chicotazo a la fecha, que los outsiders no se sostienen en el tiempo y terminan generando perjuicios en la política. Pero como se dice popularmente, la culpa no es del chancho. Tenemos que hacernos cargo como sistema político de las distintas carencias de liderazgo, conducción y renovación que muchas veces los outsiders pretenden llenar.
Lo que debería de preocuparnos más allá de las mascaritas nuevas es el bajo nivel de la política en general. La ciudadanía se queja constantemente del bajo nivel del debate a nivel público y en los espacios de representación y constantemente el sistema político hace caso omiso a este reclamo.
Entiendo que los tiempos han cambiado y por tanto las formas de expresarnos, pero también comparto que hay un deterioro en la práctica política, que entiendo en parte se debe al vaciamiento de la política en los espacios orgánicos, de la falta del ejercicio de la dialéctica y de la falta inversión en la formación política de los nuevos cuadros.
En medio de la desesperación por la renovación, muchas veces se tira al ruedo a personas que aún no están preparadas, no porque se precise un título, sino porque no cuentan con las horas “cola en silla” de asamblea, de calle y fogueo político. Piloto que no cuenta con las horas suficientes, no puede volar.
Se puede caer en la tentación del camino fácil, que es borrar de un plumazo a los veteranos y reemplazarlos por la camada más nueva, y si hay algo que está lejos de la renovación es eso. La renovación implica un trabajo empático e intergeneracional en donde todas las visiones estén contempladas haciendo síntesis en un impacto positivo en la ciudadanía.
Definir la renovación llevaría muchos más caracteres de los posibles para esta columna, pero si puedo decir lo que a mi juicio lo que no es la renovación. Renovar no implica poner a una persona joven en un espacio o en una foto como si fuera un florero, como muchas veces nos pasa a las mujeres. Tampoco implica traer caritas de la televisión.
Tenemos por delante el desafío de hacer de la política una tarea que inspire respeto, confianza y credibilidad. No podemos caer en la soberbia de ignorar lo que pasa en la vecina orilla, pensando que los outsiders mesiánicos son cosa ajena a nuestra cultura política. Por ello es fundamental la profesionalización de la política y de los cuadros partidarios, la preservación de las orgánicas partidarias con su correspondiente disciplina, y un especial énfasis en la ética pública y la vocación de servicio, que es la tarea primera.
Cada vez estoy más convencida, que no hay acto más revolucionario ni renovador que imprimirle humanidad a la práctica política. No lo planteo desde lo romántico o desde la ingenuidad, sino desde lo pragmático porque es necesario desacartonar las prácticas. Mientras la política siga siendo un espacio de traje y corbata que desde el Olimpo le habla a la gente en lenguaje técnico, es imposible que hablemos de renovación, ni que exista mayor participación, ni que en definitiva la política sea representativa sustantivamente.

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