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Patricia González, politóloga “La izquierda tiene la obligación de pensar que la democracia es el mejor sistema posible”

Patricia González, politóloga  “La izquierda tiene la obligación de pensar que la democracia es el mejor sistema posible”
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Es la cara más feminista del Frente Amplio y nos pareció que había que ir a fondo para hablar del tema. Es una de las figuras jóvenes de la renovación de la izquierda y creímos conveniente darle voz. Fuimos con el prejuicio de sus posturas radicales y nos dio una buena clase de sentido común. Vale la pena conocer a la “Pata”.

Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

PERFIL:
Nació el 1 de mayo de 1986, en Colonia del Sacramento. Su padre era militar raso y su madre ama de casa. Tiene dos hermanas, una mayor y una menor. Hizo la escuela y el colegio en Colonia. Se vino a Montevideo con diecisiete años para empezar facultad en 2004. Estudió Ciencia Política en la UDELAR. Tiene una hija de seis años de un matrimonio anterior. Es militante del IR. Preside la comisión de género y feminismo del Frente Amplio.

¿Se hablaba de política en tu casa?
Sí, mi viejo es muy discutidor en política.
¿Tenía militancia?
No, no. No vengo de una familia militante, ni ahí. De hecho, ir a un merendero era un asunto complicado. Pero, como me iba bien en el liceo, tenía la ventaja de poder hacer eso en mi tiempo libre. Hasta aquel momento quería ser abogada. Un tío abuelo decía: “Si la dejan hablar, no la van a matar”. Era muy discutidora, molesta.
No has perdido esa característica.
No, es de las cosas que conservo de mi infancia. Venía de una pobreza distinta. Nos criamos en una casa chiquitita, que se llovía. Y mis viejos tenían una cultura de que teníamos que estudiar. Mi viejo decía que lo que yo tenía dentro de la cabeza no me lo sacaba nadie. Cuando me encontré con el otro mundo me di cuenta que había que cambiarlo. Creo que ese fue mi acercamiento con la izquierda, o con la militancia social y la política.
¿Cómo te bancaste la carrera?
Tenía la beca del Fondo de Solidaridad, y viví como siete años en una pensión estudiantil y con la comida que me mandaban mis viejos, que hicieron un súper esfuerzo. Te tenía que alcanzar la plata para llegar a fin de mes. La pensión también tenía una cosa muy de comunidad. Éramos muchos estudiantes del interior, y no faltaba para comer. Compartíamos. Eso para mí fue un aprendizaje de vida alucinante. Éramos veinte personas y tres baños. Había que negociar un montón de cosas, y capaz te tenías que levantar a las cinco de la mañana para bañarte con agua caliente. Pero no faltaba nada.
¿Quién te marcó en facultad?
Amé mucho a Pedro Narbondo y a Constanza Moreira, también. Creo que el amor que tengo por Aristóteles tiene que ver con cómo ella transmitía todo ese pensamiento complejo. Constanza fue una de las mejores docentes que tuve. A los cuatro años dejé la carrera y me puse a laburar, y dejé de ir por tres años.
¿Te vino una crisis económica o con la carrera?
Las dos cosas. Cursé y salvé todo, y nunca había perdido un examen. Terminé las últimas materias de cuarto y me tenía que poner a hacer la tesis, pero no fui nunca más y me puse a laburar.
¿Dónde laburaste?
En Factum, por unos cuantos años, haciendo encuestas. Yo no tenía contactos, tenía cero capital social. Les tengo muchísimo cariño a Óscar y a Eduardo Botinelli. Con ellos aprendí muchísimo de la opinión pública y de las encuestas.
¿Cuándo decidiste volver?
Empecé terapia, tenía que recibirme. Hice un proceso. Alguien que me ayudó mucho fue Niki Johnson, con quien hice su taller. No me convencía del todo el feminismo.
Te lavó el cerebro.
Sí, y me entró por la intelectualidad. Cuando empecé a leer, entendí todo y me di cuenta que el mundo era de una manera distinta a como yo lo pensaba. Hice la tesis sobre eso.
¿Sobre feminismo?
Sí, sobre el vínculo entre las mujeres organizadas y los mecanismos de género del Estado, sobre la participación de las mujeres en las decisiones de política pública. Ahí conocí a las feministas. Hice como veinte entrevistas, a Lilián Celiberti, a Lucy Garrido, a LiliánAbracinskas, a Mariela Masotti, a Margarita Percovich.
¿Llegaste a Fany Puyesky?
No, no la conocí. Pero tengo muchas historias de ella. Quien la recuerda mucho es Margarita. La nombra siempre. Los cuentos sobre ella son muy buenos.
¿Eras muy machista antes?
Y sí, venía del interior, de mi familia. Mi mamá es ama de casa. Creo que siempre fui más Mafalda, más molesta. La transformación lleva tiempo, pero un día te levantás y sos una persona distinta.
Dijiste que el feminismo te entró por lo intelectual. ¿Cómo entra en la mujer que no es intelectual?
Hay distintas formas de llegar. Me parece alucinante que muchas mujeres son feministas en la práctica cotidiana de su vida. Sin ponerle marco teórico. El feminismo no es sólo una corriente de pensamiento, es un movimiento político, social, intelectual. Pero hay cosas que te pasan en el cuerpo, y hay límites que vos les pusiste a los otros en el cuerpo. Hay mujeres que se vuelven feministas después que las acompañás en procesos de violencia. Esas mujeres lo tienen en un lugar emocional súper distinto. El feminismo habla de sororidad, de solidaridad y apoyo entre mujeres. Para una mujer que está en una situación de peligro y violencia, esa es la diferencia entre estar y no estar.
Tenemos un montón de mujeres que son machistas por formación.
Hombres y mujeres, sí. No creo que haya diferencias. A todos nos educaron así. Y todos educamos en ese modelo. Es un proceso de transformación y de cambio que tiene implicancias distintas para hombres y mujeres. Para ambos el proceso de transformación es muy doloroso. Y te das cuenta de situaciones en las que no quisiste estar y estuviste, y que hiciste cosas que no hubieras hecho.
¿Qué te costó más a vos?
Al tipo de mujeres como yo le cuesta mucho verse víctima.
¿Eras víctima?
En muchas cosas, sí; en otras, no. El atravesamiento que tiene la violencia en la vida de las mujeres es profundo. Te implica mirarte a vos y a los demás desde un lugar distinto. Y de qué tipo de vínculos querés construir y habilitar un vínculo sano. Creo que la habilitación de vínculos sanos es algo que a las mujeres nos ha costado mucho, y a los hombres también. Vínculos de cariño, de respeto, de crecimiento mutuo. Para mí fue súper importante el encontrar una persona con la que vincularme de una manera saludable y tener un vínculo de cariño y de amor, pudiendo discutir y debatir sobre los privilegios y desigualdades que tenemos unos y otros, sin una guerra, y sin violencia. Es algo que no tiene cualquiera, es una cosa difícil de construir.
¿Las nuevas generaciones también lo viven así?
Sí, pero la libertad y la desigualdad… Sentirte más libre para ciertas cosas no quiere decir que la libertad sea real y material. Creo que los gurises están súper expuestos a vínculos violentos, porque los adultos seguimos sosteniendo vínculos violentos. Ahí hay un debate para dar sobre la posibilidad que tienen las mujeres y los hombres para tener la posibilidad y la autonomía económica de irse de su casa. Y todavía sigue siendo difícil separarse en buenos términos. Los casos de violencia de género en los juzgados de familia son abrumadores, porque las separaciones son muy duras. Ahí hay una discusión que pone el feminismo, que lo personal es político. Y necesitamos apoyo para eso. No sé si es un abogado, un psicólogo o un médico, o si es todo, un proceso. ¿Cómo te separás de una persona y siguen criando hijos? ¿Cómo te separás de una persona que va a tener otra pareja y querés que sea feliz? Con la tenencia compartida escuchaba los relatos de los legisladores y pensaba que esas personas no se separaron nunca. Porque si alguna vez te separaste e hiciste una tenencia, sabés que vos y el otro son sus peores versiones. Uno nunca es su mejor versión en el momento en que se está separando. Es difícil hacer eso. Necesitamos discutir cuál es el apoyo que brindamos para que las personas puedan hacer eso. Quien lo puede pagar hace terapia de pareja, contrata buenos abogados. ¿Y quien no lo puede pagar?
Se jode.
Ahí hay una desigualdad que tiene que ver con la clase, y con la forma en que se redistribuye un recurso que debería ser bastante más básico, que es la posibilidad de gestionar los vínculos. No creo que la política tenga que meterse en todo. Pero, en este tema, creo que la política debería poder brindar un servicio que realmente evite la mortalidad de las mujeres. Imaginate que tu esposa te engaña con tu mejor amigo. Es una mujer horrible, pero igual no la podés matar. Las mujeres tienen riesgo de vida ante eso, y los hombres no, porque no hay ningún caso en el que la mujer haya matado a un hombre porque el hombre haya estado con su mejor amiga. Y no creo que no haya caso de hombres que hayan engañado a las mujeres y que las mujeres no los hayan dejado por eso. Los casos existen.
Los hombres se suicidan.
El suicidio de los hombres es parte del mismo problema, de no poder ponerle un nombre a esa emoción, con la idea de que “alguien tiene que morir”, vos o el otro. ¿Y qué tal gestionar una manera distinta? Lo ideal es que puedas decir: “Si no me quiere, no me quiere”, e irte. A todo el mundo le va a pasar, en la vida, que alguien no lo quiera. Y es un aprendizaje de humildad. Tenemos un número de femicidios que es altísimo.
¿Comparado con otros países?
Sí, y en América Latina somos los que estamos por arriba. La gente cree que en otros lugares no se mide igual, pero no es eso. En otros países no se mata a tanta gente.
Sin embargo, hay países en América Latina que son mucho más machistas.
Pero donde las mujeres no necesariamente se separan. Ahí hay una clave muy importante. Hay un choque civilizatorio. Te empoderaste y te das cuenta que no querés vivir con el otro, y que te querés ir.
En otros lados se quedan.
Y sí. Acá es más habitual irte. Ese es un punto. Es un proceso civilizatorio que lleva tiempo, pero que desde el feminismo entendemos que tiene que venir acompañado de política pública. El problema que tenés es que los hombres matan a las mujeres, matan a otros hombres y se matan a sí mismos. El homicidio es una cosa vinculada a la masculinidad, históricamente. Los casos de homicidios cometidos por mujeres son ínfimos. Bueno, el feminismo pide garantías para la vida de las mujeres. Implica una comprensión más compleja, que sólo decir que el problema es el machismo. Más bien es el patriarcado. A mí me educaron de una manera y a vos de otra. Las personas no se pueden matar entre sí. Eso es radical. Pero eso es una cosa, y otra es que creas que ese cambio es instantáneo y automático. Es profundo, implica discutir sentidos comunes. Y ese es el debate.
¿Te parece que la izquierda agarró este tema en serio?
Me apasiona esto. La militancia en el feminismo es vieja en el Frente Amplio. Hablabas hoy de Fany.
Desde Luisa Luisi para acá.
Por eso. Las Luisi incidieron en el voto femenino en todo América Latina. Hay una historia de un feminismo pionero, con mujeres que siempre estuvieron vinculadas a la izquierda. Ana de Giorgi habla en el libro de la historia de amor no correspondida entre la izquierda y el feminismo. Dice que el feminismo siempre amó a la izquierda y que la izquierda siempre lo maltrató. Y ahí escribieron las marxistas feministas, como Aleksandra Kolontái, cosas súper interesantes sobre la tensión entre la contradicción principal y las otras contradicciones. Esa tensión existe como discusión teórica dentro del Frente Amplio. Existe como práctica. Por eso el encuentro de feminismos tenía como base la discusión del vínculo entre la izquierda y el feminismo, un vínculo tenso, de amores y desamores, de encuentros y desencuentros. Las antropólogas feministas escribieron mucho sobre esto. Sobre el vínculo entre el sistema patriarcal y el sistema capitalista, y cómo la acumulación original tiene que ver con que hay alguien que está cuidando a tus hijos en tu casa. Esas mujeres hicieron que la especie sobreviviera, para que los hombres mantuvieran la producción. Es una discusión y un debate que está imbricado.
¿No hay una pose en la izquierda?
No, creo que hay un proceso de transformación, y lo he visto en muchos compañeros y compañeras, que requiere tener esta discusión política, contar toda la historia de las cosas que te pasaron, de las cosas que hiciste con otras personas, de las cosas que otras personas te hicieron a vos, para pensar cuál es el momento en que podés moverte y estar en un lugar distinto. Ese proceso de transformación es un proceso lleno de grises. Al arranque planteamos que va a haber muchos líos, y bienvenido el que haya tensiones.
Son necesarios.
Sí, porque si no, es barrer para debajo de la alfombra. Que me digas que en un partido no hay problemas de género… Hay denuncias, sí, pero no sólo en un partido, también en una empresa, en una familia, en un barrio, en cualquier lugar. Es parte de la construcción social. Pero un partido de izquierda que pretende transformar la sociedad, construir un escenario de igualdad, y un mundo mejor, donde todos seamos más felices, asumo que tiene la misma preocupación porque esa felicidad pública también sea la de las mujeres. Creo que ahí hemos logrado movimientos, pero no hemos llegado a un punto, en el que digamos: “Ya está”. Creo que es un proceso de transformación permanente, y que el feminismo condensa el ser uno de los temas que molestan, en este proceso de cincuenta años de historia del Frente Amplio. El feminismo incomoda. Si estás cómodo, no cambiás. Vas a cambiar si estás incómodo, si algo te molesta. Creo que el feminismo ha sido un factor de movimiento y que está bien recibido. ¿Estamos todos convencidos de eso? No creo que todos estemos convencidos de nada dentro del Frente Amplio. Somos gente muy distinta, y acá adentro habita gente muy distinta. Me parece que eso es parte de lo maravilloso, del ejercicio dialéctico de discusión y debate político permanente.
La independencia económica es la base para que la mujer pueda tener igualdad de condiciones. La base material es básica.
Creo que sí, pero creo, también, que las bases económicas están condicionadas, y ahí está la disputa del feminismo. Creo que la división sexual del trabajo es una cosa súper importante en el análisis de las diferencias en la base material, el tipo de trabajo al que podés acceder si sos una mujer o sos un hombre.
En algunos campos se ha ido cambiando.
Pero no equiparando. El trabajo doméstico es de las mujeres, y de las mujeres con bajos niveles educativos. Y eso tiene un ingreso equis. Y el trabajo masculinizado para los niveles educativos más bajos es la construcción, que tiene un salario bien distinto.
Están entrando mujeres.
Pero pocas. Y lo otro son las pensiones alimenticias. Si sos una mujer con tres o cuatro hijos y te separaste, él se va. Hacés una limpieza, u otra cosa. Cada tanto viene y te tira algo, viene un fin de semana y te da quinientos pesos. O le compra un par de championes a los hijos. Y no te da. La pobreza infantil la explica la pobreza de las mujeres. De la misma manera que los Ni-Ni eran gurisas jóvenes que cuidaban a sus hermanos para que sus madres trabajasen. Eso se llama división sexual del trabajo, y eso estructura la pobreza en este país. Los niveles más bajos de pobreza estaban concentrados en las mujeres y en los niños. ¿Qué hacemos con nuestros hijos las mujeres que trabajábamos? Le pagás a alguien para que los cuide el tiempo que trabajás. ¿Y si no lo podés pagar? ¿Y si el trabajo no te alcanza?
Y generalmente son otras mujeres que ganan menos de lo que ganás vos.
Sí. Si no es el centro educativo, son otras mujeres que ganan poca plata y que dejan a sus hijos con otras personas.
Y los centros educativos, en general, son de cuatro horas.
Esa es una discusión fundamental. Y ahí hay un debate muy importante sobre las escuelas de tiempo extendido, que son una maravilla, pero son muy pocas.
Y los CAIF son bárbaros, pero son de horario reducido.
Y también hay otra cosa sobre las licencias, que ojalá discutamos. Hay mujeres preparadas para reintegrarse a los seis meses, y sistemas familiares que permiten eso, y otros que no lo permiten.
Ese tema lo discutí con tu ídola, Niki Johnson. Decía que no estaba de acuerdo con las licencias prolongadas, porque eso les quita rol protagónico a las mujeres en el mercado de trabajo.
Si me preguntás a mí, cuando tuve a mi hija quería volver a trabajar. Y tengo un vínculo de mucho apego y mucho cariño, pero quedarme en mi casa…
No era para vos.
Empecé a hacer tortas, me especialicé en cosas. Pero lo que necesitaba era trabajar. Cada uno con su cabeza. Pero tenés que tener la posibilidad. Defiendo la posibilidad de que puedas elegir si te querés quedar un año. Hay mujeres a las que les gustaría profundamente quedarse un año con sus hijos, y sistemas familiares que lo permitirían. U hombres que permitirían eso en un sistema familiar. Creo que tiene que estar la opción de mandar a los hijos a un CAIF o acoplar los cuidados dentro de tu casa. Hoy, con la licencia que tenés, es imposible. Sobre todo el primer año.
Es absolutamente inviable.
Imposible. Y es algo que termina resolviendo el mercado. Porque para las clases medias y medias altas lo resuelven los colegios.
Y en la escuela pública, cuatro horas y afuera.
Salvo que estés en una escuela de tiempo extendido y tengas mucha suerte.
Y esa reivindicación no se escucha de manera fuerte por parte de la izquierda.
Creo que lo es. Si me preguntás desde mi feminismo, lo que pasa es que…
Quince años fuimos gobierno.
Cuando querés explicar el vínculo de todo con todo, no necesariamente llegás a tener una explicación clara sobre por qué eso es importante. Me hablás de quince años; y sí, pero las escuelas de tiempo completo crecieron muchísimo, y crecieron en los barrios de contexto crítico. Y estoy de acuerdo con eso, con que empiece por ahí. Y creo que el debate sobre los cuidados se instaló recién en el último período de Tabaré Vázquez.
Fue un amague.
No, soy muy optimista con lo que consiguió el sistema de cuidados. Consiguió una ley que dice que el cuidado es un derecho. Cuidar y que te cuiden es un derecho. Tiene que haber un sistema que modele eso. Hay que organizar el sistema, pero tenés que montar un Estado distinto.
Es como la ley de violencia doméstica. Fue una ley bárbara, pero no le diste recursos.
Total.
Con el sistema de cuidados es lo mismo. Un modelo bárbaro, sin recursos.
Tuvo recursos.
Pero muy pocos. Era el buque insignia, y fue un bote del Parque Rodó.
Más que los recursos, lo que pasó es que es costoso interpretar todas las intersecciones del sistema entre sí. Eso no es tan simple, y creo que ahí la inversión viene por lugares muy distintos, que no necesariamente están claramente coordinados por la Secretaría de Cuidados. Es necesario ver cómo el Estado contribuye a pensar en que los cuidados son una parte fundamental de la producción del país. Y el Estado tiene una parte de la responsabilidad en eso.
Pero falta. Estamos a años luz.
Muchísimo. Tengo la convicción de que va a ser parte de los temas centrales que tome el Frente Amplio en el próximo gobierno, si ganamos las elecciones. Creo que uno de los temas centrales es el lugar que tiene todo el debate de género dentro del Estado. Mi planteo es que la violencia de género es un punto muy importante, pero la redistribución económica en materia de género y de generación es determinante, porque la redistribución generacional tiene que ser una redistribución de género en este momento en el que estamos.
Porque la gran mayoría de los pobres son mujeres y niños. Y les estamos dando bola a los viejos.
Si de verdad nos preocupan las infancias, entonces deberíamos pensar en políticas de redistribución económica, que permitan que las mujeres, porque la dificultad principal es el cuidado, tengan opciones reales. Y que los centros de trabajo tengan un espacio de cuidado para los gurises. Pero ahí también tiene que haber un pienso en los sindicatos de servicio. Han avanzado las negociaciones en tener centros de cuidado, pero en algunos lugares, en los lugares donde tenés más fortaleza para disputar eso. Y qué otras opciones hay si vos querés dejar a tus hijos para venir a trabajar al centro, tantas horas, sin pagar, o pagando en relación al sueldo que tenés. Creo que hay que pagar impuestos y defender la idea de que la gente pague impuestos, y creo que todos tenemos que pagar un impuesto de cuidados.
¿El Frente tiene guardería para los hijos de los militantes?
No, guardería no.Estamos construyendo un espacio de cuidados. Nos llevó mucho tiempo interpretar que necesitábamos eso. En el congreso feminista en el Frente Amplio hubo espacios de cuidados en todos los lugares.
En ese congreso. Pero no en el del Frente Amplio.
Todavía no ha habido un congreso grande del Frente Amplio en donde haya habido espacio de cuidados. A partir de ahora en casi todos los espacios del Frente hay un espacio de cuidados contratado. Ese ha sido un lineamiento nacional.
¿Quién cuida a tu hija?
Tengo tenencia compartida, cincuenta y cincuenta, con el padre. Pero mi hija conoce bien este espacio. Hago algunas actividades con ella. Pero tener la mitad de lo días libres me permite concentrar las reuniones en los días en que ella no está. Igual ella ha venido a las mesas políticas. También defiendo que tengamos el tiempo de estar en nuestras casas. No quiero que mi hija esté siempre en los comités, porque no quiero militar todo el día.
Hay una vida más allá del comité.
Total. Y creo que eso es muy importante para los militantes.
Es una concepción que no existía. Se era militante antes que nada.
Y para otras generaciones sigue siendo así. Es una disputa generacional interesante. Tiene que ver un poco con la felicidad…
Felicidad es un término que la izquierda maneja poco.
Sí. Porque le da como una cosa…Hay una idea de que hablar de la felicidad es naif, o de que es un concepto burgués. Un poco creo que la felicidad es colectiva. ¿Cuáles son los momentos en los que sos más feliz? Con la familia, el fin de semana cuando estás con gente. La felicidad es con otros. Podés estar muy bien y todo en tu vida puede estar bien, pero si tu amigo está enfermo, no sos feliz. No se es feliz solo. Ese es el liberalismo de tratar de salvarte vos y poner en el costado al que esté mal. Todo este planteo de dejar de lado lo oscuro. Vivimos con otros, y nos pasan cosas. Creo que hay que disputar el concepto de la felicidad. Pero, además, de ver a otras personas que no son militantes. De estar en otros espacios, de ir a asados con otras personas que piensan otras cosas y que no están adentro de tu burbuja. La política tiene que ser algo de lo que todos hablemos. No existe eso de “los que saben y los que no saben”. Todo el mundo sabe, los vecinos saben. Creo en la política como una actividad humana que parte de una condición que la humanidad tiene que desarrollar como práctica, en el sentido de Hannah Arendt, de construir con otros. Eso, que es colectivo, no puede darse solamente dentro de la fuerza política. Tenés que tener un espacio donde te juntás con otra gente a hacer otras cosas que no tengan nada que ver con la política. Las comparsas son un gran ejemplo de construcción colectiva. La murga. La gente que se nuclea en torno al carnaval hace con otros. Las comisiones de padres son con otros. En el barrio, sos con otros. ¿Cuáles son tus espacios para ser con otros?
¿Tenés amigos colorados o blancos?
Amigos amigos, no muchos.
Hablando de burbuja.
Lo que pasa es que ahí hay una cuestión de sensibilidad.
¿Los blancos y colorados no son sensibles?
Más bien se trata de la sensibilidad que compartís con otro. Los espacios en que me socialicé fueron la Facultad de Ciencias Sociales y la militancia política partidaria. Y los espacios en que trabajé. Tengo algunas compañeras queridas. Pero no sé si es tan fácil sostener vínculos cotidianos. Hay gente a la que quiero mucho, gente con la que me gusta discutir, y gente a la que le tengo un aprecio muy profundo, en los partidos Nacional y Colorado. Pero amigos cotidianos no, no tanto. Creo que eso es más difícil.
¿Qué te exigís como madre para que tu hija sea una mujer independiente en el futuro?
¡Qué pregunta difícil!
Las fáciles te las hacen todos los días.
Ser madre y feminista es un capítulo difícil.
No debería.
Es difícil. Porque tenés una exigencia de cómo vos te imaginás que tiene que ser, y cómo deberías ser como madre, y a la vez no cumplís con lo que creés que debería ser. Hay una tensión entre tu propia exigencia y no sos la madre que creés que deberías ser.
Sos imperfecta.
Todas las madres somos imperfectas. Asumir eso, también…
¿No te ayudó la terapia?
Llevo muchos años. En mi forma de construir, y ahí tenemos una cosa común con el papá, está esto de tratar de buscar los espacios en donde te sentís feliz de poder ayudar a otros a ser felices también. Creo que la política, y mi vínculo y mi conversación política con mi hija tiene que ver con eso, con que queremos hacer política porque queremos vivir en un mundo mejor. Y siempre ha habido personas que han tratado de construir ese mundo mejor. Y ese mundo mejor no está pronto de un día para el otro cuando uno se levanta. Eso implica hacer con otros. Y ese goce de encontrarse con los otros, y de los abrazos, del pensamiento, de la conversación. Y de interpelar todo.
¿Tu hija te interpela mucho?
Muchísimo.
¿Lo bancás?
Sí, pero también pongo límites. Creo que los niños necesitan los límites de los adultos, y no siento ser una madre que tenga problemas para poner límites. Tengo frases que ella les repetía a los muñecos cuando era más chica, como: “Te lo dije muchas veces” y “No lo voy a decir otra vez”. Es una piba criada en el diálogo. El padre es psicólogo. Hablamos mucho. Pero también están los límites.
¿A qué escuela va?
Va a un colegio. Fue un colegio posible cuando tuvimos que elegir. Yo trabajaba en la Intendencia, me reintegré y tenía un cargo político entonces no existía el medio horario, para mí. Nunca entramos a la escuela pública, fuimos muchas veces a inscribirla y muchas veces quedamos afuera.
La escuela de tiempo completo.
Y no tenemos abuelos cerca. Mis papás están en Colonia; y, si bien son abuelos súper presentes, no están en la cotidiana de los cuidados. Y en ese momento los abuelos por parte del papá trabajaban los dos. No era posible acordar cuidados intrafamiliares. La escolarizamos muy pequeña, y estoy muy de acuerdo con eso. Creo que el sistema público deberá avanzar hacia una escolarización temprana, porque creo que hay algo sobre los estímulos y los vínculos con los otros.
La socialización de los gurises es fundamental.
Es maravilloso. Se construye un ser civilizado. “Esta no es mi hija”, pensás cuando la ves comer con un cubierto, sentada en la mesa con otros niños. Con todo el desastre que hace en la casa… Ese vínculo es una maravilla. Los docentes de la primera infancia tienen una paciencia muy particular, pueden estar con muchos niños pidiendo cosas al mismo tiempo y pudiendo responder a todos. Cuando hablamos de los CAIF y de los sistemas extendidos, tendría que ser eso. Los gurises tendrían que tener un espacio para estar con otros gurises, y no necesariamente en la casa. Los sistemas universales tienen que promover opciones. Así como te hablo de mi experiencia en la maternidad, tengo alrededor otras experiencias de maternidad distintas de mujeres que se quisieron quedar y no pudieron, por tener licencias muy cortas. Hay que construir sistemas que contemplen la opción y la diversidad de los cuidados.
¿Por qué no estabas de acuerdo con el que el Frente se definiera como feminista?
No dije que no estaba de acuerdo.
¿Que no estaba preparado?
Textualmente dije que la tensión que generaba ese debate era interesante. Creo que hay tensiones creativas. Uno crea a través de la tensión, de la dialéctica. Uno construye disputando marcos que a veces están en los bordes, y creo que la tensión de plantearle al Frente eso como una propuesta es qué pasa si vos te declarás feminista. Eso me gusta como debate. Lo que dije que no me parecía es que la síntesis de un encuentro como el que tuvimos fuera que el Frente se declare feminista, lo que me parecía reducir treinta mesas de discusión a una declaración en el terreno de lo simbólico. Quiero que las transformaciones sean en el terreno de lo material y de lo práctico, y en un proceso electoral de discusión del programa del gobierno. Quiero que el saldo de la discusión que damos las compañeras sea de política pública, de mejorar las condiciones de vida de las personas, y no vivir en una permanente declaración de principios. Ser antipatriarcal, antiimperialista, antioligárquico y antirracista es una declaración de principios que, como personas de izquierda, nos deberíamos sentir representados. ¿Quiero que el Frente Amplio sea un partido feminista? Claro que sí.
¿No están dadas las condiciones?
Tengo reparos sobre el simbolismo permanente. Creo que cuando disputamos sólo el símbolo, y cuando disputamos todos los símbolos de forma permanente, nos perdemos de la batalla sustanciosa que es la materialidad de la vida de la gente.
¿El lenguaje inclusivo no es un símbolo?
Pero es performativo. El lenguaje inclusivo me parece alucinante, porque toca un núcleo delirante de mucha gente. Y hay gente que puede aceptar todo menos el lenguaje inclusivo. Eso me sorprende. Hay lingüistas feministas y gente que ha escrito cosas súper interesantes, como lo de que el lenguaje performa. En definitiva, el planteo es que en el lenguaje los hombres son la medida de todas las cosas.
Hay idiomas que no tienen género. ¿Qué se hace en esos casos?
El lenguaje performa muchísimo, en la forma en que hablamos, en que nos vinculamos. Cuando usás el masculino genérico… El lenguaje inclusivo ha tenido muchas discusiones. Yo empecé a usar el “todes”. En la campaña anterior decía “bienvenides”, y tenía la sensación de que la gente me miraba. Me parecía provocador y divertido, y me sigue pareciendo, porque con eso hay gente a la que le pasa una cosa súper irracional. Un compañero me dijo: “Pata, lo único que te quiero decir es que vos no podés hablar de todes, porque la gente no está preparada para eso, y los compañeros se quedan sólo hablando de eso”. Bueno, en algún momento se les va a pasar. Creo que ahora ya no pasa. Y aquello fue cuatro años atrás. Hace cuatro años decías “todes” y era una crisis. Hoy no lo es. En la interna de la fuerza política cotidiana, el “todes” hoy está mucho más naturalizado. “Todos y todas”, “compañeros y compañeras”. Otra cosa que me encanta es cuando usás el femenino genérico. El otro siente que no ha sido contemplado. Éramos cuatro mujeres y un hombre, y el hombre sentía que no había sido contemplado. ¿Sabés cuántos años no me nombraron a mí, y no lloré? Me parece que toca una fibra interesante. Es una discusión interesante.
¿Usás “persones”?
No, yo uso el neutro. Uso el “todos y todas”, y a veces uso la “e”, y no me complica, no me disgusta.
Me parece que en alguna gente hay una pelea por una cosa que, en definitiva, no es sustancial.
Creo que es sustancial. El lenguaje es sustancial. Le pregunta es qué batalla vas a elegir dar en qué momento, y quién va a dar esa batalla, y en qué espacio. La política tiene mucho que ver con la palabra, con la oratoria, con el discurso, con la retórica de la que hablaba Aristóteles. La retórica de la política tiene la obligación de poder dar estas discusiones, que son difíciles. ¿Me preguntás si creo que esto va a cambiar el mundo? No sé. Pero me parece que nada cambia el mundo por sí solo. Es parte de un proceso de conversación que incomoda. Y las incomodidades siempre son bienvenidas.
¿Me podés explicar qué pusiste en la planilla Excel que hiciste antes de definir tu afiliación al grupo político? ¿Cuáles eran los atributos que ponías? ¿Conservás esa planilla?
¿De dónde sacaste eso? (risas). Debe estar. Tengo muchas planillas de Excel. Tomo decisiones por medio de planillas de Excel.
Muy cuadriculada.
Tengo una cosa compleja, y es que soy una persona que se olvida de las cosas, muy desordenada, muy caótica, en un punto, y en otro punto el Excel me parece el mejor hallazgo de la vida, porque uno puede construir distintos niveles de variables. La decisión de comprarme una aspiradora pasa por una hoja de Excel. Porque tengo que ver cuál es la mejor y cuáles son las categorías que considero importantes. Cada una de las cosas que voy a hacer la defino así. Tengo un problema, no es algo de lo que esté orgullosa. En aquel Excel estaban todos los enlaces de los partidos, y que había un planteo sobre el feminismo. Yo era feminista, llegué siéndolo, y por eso me afilié al IR, porque era un sector feminista, que se definía como tal.
Esa fue la determinante.
Sí. Y que eran jóvenes, personas que daban una discusión y una disputa de que los jóvenes habitáramos la política desde un lugar y una generación de la que yo me sentía más cerca. Me afilié al IR en 2012, y en ese momento no había tal emergencia con el feminismo, todavía. No había tantos espacios feministas, con feministas que militaran desde el feminismo. Fue un hallazgo alucinante para mí, en ese momento. Y lo sigue siendo. Ha sido un proceso de construcción maravilloso.
No ha crecido, ni el IR, ni El Abrazo, ni los grupos que marcaron la agenda de derechos como algo central en su identidad. A nivel de votos no se vio reflejado.
Hay muchas cosas que en términos de incidencia muchos otros tomaron después. En ese momento hicimos planteos que eran pioneros en las discusiones políticas. Después muchos partidos tuvieron espacios de género, de cuidados, y son feministas.
Como oportunismo, decís.
No, no. Al contrario. Creo que es parte de la disputa del sentido común. Creo que nosotros disputamos muchos sentidos comunes y logramos transformaciones en los sentidos comunes. El planteo de la caja militar, para mí, fue una transformación del sentido común. Que la discusión esté puesta arriba de la mesa tiene que ver con que nosotros sostuvimos ese planteo durante muchos años. No crecimos, pero tampoco nos redujimos. Tuvimos una proporción muy parecida de votos a la que tuvimos en el período anterior. No llegamos a tener una banca porque el Frente Amplio votó mucho menos de lo que había votado en el período anterior. Éramos la banca siguiente el Frente Amplio, la banca veinte. Creo que es un espacio que sigue teniendo mucho sentido, y que es un polo de debate político que pone intersecciones distintas arriba de la mesa, que tienen que ver con la discusión ambiental, con las desigualdades en un terreno más profundo. El planteo sobre la caja militar, sobre los impuestos y sobre la necesidad de asumir que tenemos que tener un Estado que recaude, y que la gente tiene que pagar impuestos, y que esto es una disputa al sentido común. Hay disputas que son…
Pero eso no es monopolio del IR.
No creo que sea un monopolio del IR. ¿Lo de los impuestos? Creo que no. De hecho, creo que no se habla.
Salvo Astori…
No se habla de que hay que pagar más impuestos. Hay un sentido común de que no se puede hablar de eso, porque a la gente no le gusta pagar impuestos y porque es una cosa que no junta votos. Y también creo que la discusión de elaborar una matriz de protección social con una perspectiva inclusiva, de género, de clase, de raza, es una discusión necesaria, y creo que nosotros, en los espacios en que hemos estado, hemos tenido una posición de encontrar los caminos posibles. Tanto Ale Zavala, Pato Cossani y Martín Couto hemos sido personas que hemos intentado encontrar caminos para construir soluciones posibles.
Clase, raza, género. ¿Hay prioridad o están en plano de igualdad?
Más que en plano de igualdad tienen una vinculación estrecha entre sí. Una cosa explica un poco la otra. Angela Davis tiene un texto que se llama Mujeres, raza y clase, un texto alucinante que explica de forma muy clara la acumulación capitalista en América Latina, y la trata transatlántica de personas, y eso explica muchas cosas.
¿Estuviste con ella cuando vino?
En el Paraninfo de la Universidad. Me cuesta un poco ser la persona que pelea para estar en las primeras filas. Es una persona en la que me gustaría no convertirme nunca, así que la vimos como la vio el resto de los mortales, y me siento una privilegiada por haberla escuchado hablar en sus discursos y en sus debates públicos. Es una tipa a la que he leído. El feminismo negro hace un análisis mucho más completo del dilema de la acumulación entre la clase y el género, mucho más que el feminismo blanco, o en realidad del feminismo liberal, el estadounidense, que es el que nosotros leemos más.
Vos sos “la Negra”, no sos “la afrodescendiente”.
Hay poca gente que me diga “la Negra”, porque hace unos cuantos años me convertí en “la Pata”. Pero antes me decían Negra. Me considero afro. Lo soy, es parte de mi historia. Es parte de la historia de mi familia, y la línea de esclavitud me queda dos generaciones atrás, no quince generaciones atrás. Fue mi bisabuela. No es algo que quede lejos, y que explica gran parte de mi historia. En leerte negra, en verte afro, te muestra algo y es una cosa de la que no te movés con el tiempo, y que te permite ver la sociedad desde un lugar distinto. Creo que las personas afro en lugares de toma de decisión somos muchísimas menos, incluso menos que mujeres.
Vamos a entendernos, son un 10% de la población.
Eso es súper relativo.
Bueno, según los censos. Las mujeres sí son mayoría, son el 52%.
Hay una cosa que dice Rita Segato sobre la colorimetría de la población, y es que si entrás a la cárcel y ves el color de la piel de la gente que está en la cárcel, y hacés lo mismo en un barrio alto, tenés que reconocer que existe el racismo y que hay una distribución de color entre las personas, y de una racialidad que tiene que ver con el color de la piel. Y que las personas que tienen el fenotipo más afro tienen más dificultades para acceder a lugares de trabajo y de estudio, porque también hay un estereotipo sobre eso. Y es una desigualdad. La militancia antirracista dentro del Frente está cada vez más poderosa, y la militancia del feminismo afro en el encuentro, en particular, fue explosiva, con muchísimas mujeres afro y un planteo súper interesante sobre el vínculo entre feminismo y antirracismo. Tiene una potencialidad y un poder analítico, político.
¿La mujer negra sufre más el patriarcado que la blanca?
Por supuesto que sí, entre otras cosas porque también es una diferencia de clase. Eso lo muestra el censo, también.
En Uruguay la población negra es de bajos ingresos, en general.
En América Latina, y eso tiene que ver con la acumulación capitalista. ¿Quién se quedó con la plata de lo que trabajaron mis abuelos? Porque herencia no tenemos. Esa es una diferencia súper importante, y a la gente le cuesta mucho entender eso. Hay gente que tiene un tío que se muere y le deja algo. Hay muchísima gente a la que se le va a morir toda la familia y no va a recibir nada más que una deuda. Eso tiene que ver con la acumulación original, también.
La herencia es un tema que el Frente no toca mucho, sin embargo.
El IR sí. Es un tema que ha tenido centralidad. Me parece un tema alucinante y clave.
Acá hablás de herencia y sos antisistema
¿Sabés lo que pasa? Que ahí está el meollo de la discusión sobre el mérito. Vos podés ser muy meritorio o menos meritorio. El mérito es importante, sí. Si estás sentado en tu casa nadie te va a venir a ofrecer un laburo.
Vos tuviste el mérito de que estudiaste.
Tuve mucho mérito, sí, y todo bien, pero también tuve una beca del Fondo de Solidaridad. Yo qué sé. Si hubiera nacido en otro país, sin una beca que te da el Estado y sin una universidad gratuita, no hubiera estudiado. No hubiera podido pagar una cuota de la universidad, como la pagan los chilenos. Nací en una familia pobre. Hay muchos condicionantes para que personas que nacimos en la pobreza podamos acceder a la educación. Es el mejor ejemplo de cómo la política importa en tu vida. Si tenés mejores políticas educativas, entonces van a poder acceder a la educación los hijos de personas que no podrían pagar la educación como la puedan pagar otras.
¿Por qué el Frente no tiene una política única de educación? Porque no sé si es así. ¿Qué es una política única?
Los quinchos que hubo con respecto a la educación en los quince años de gobierno frentista fueron grandes.
Lo que pasa es que la síntesis, en una fuerza política que pretende y promueve la unidad de la izquierda, es una cosa compleja. Es una cuestión de contexto, y tiene que ver con procesos largos.
Estamos hablando de educación, de gurises y de futuro.
Creo que estamos mucho más de acuerdo en los fundamentos educativos.
Entonces fracasamos con total éxito. Seis de cada diez gurises no terminan el liceo.
Pero no es sólo una responsabilidad del sistema educativo.
Pero es parte de.
Universalizaste primaria, y se llegó a tratar de universalizar el primer ciclo. Después la pregunta es para qué estudiás, qué sentido tiene, en qué te mejora, cómo eso se vincula con el mercado de trabajo, con la familia de la que venís. Para qué queremos la educación, si es una educación por competencias. O si queremos una educación emancipadora. Hay muchos debates que son súper profundos en la educación. Creo que, en principio, está claro que la universalización tiene que ser parte del problema y de la preocupación fundamental. Para que esa universalización se concrete de forma material, y que la educación sea toda la educación pública, laica, gratuita y obligatoria, sólo para eso, que es lo que ya tenemos acordado, hay que poner mucha más plata. Y para eso hay que tener más impuestos, o recaudar de otra manera, o lograr que el Estado tenga más ingresos. Hay una limitación material en cómo construye ingresos un país como el nuestro, y el debate sobre el modelo de desarrollo.
Sólo con plata no alcanza, también se precisa un cambio de mentalidad en muchas cosas.
Sí, pero con mentalidad y sin plata tampoco cambiás.
Plata pusimos un montón, con respecto a lo que había antes.
Y se mejoró mucho.
Pero hubo cambios que no se hicieron.
Porque tenés que poner mucha más plata.
No sólo fue plata. Eso es bien mecanicista: “más plata, mejor educación”. Las larailas.
Me estás discutiendo la cobertura. Más cobertura es más plata. Punto. Eso es así. Si vos querés que todos los gurises vayan a una escuela de tiempo completo, necesitás más plata. Bueno, entonces arrancá por ahí.
En la reforma de Rama la izquierda se opuso al tiempo completo, porque era de Rama y de Sanguinetti. Y ahora lo vemos como una herramienta fundamental.
Lo tengo muy lejos a Rama, pero entiendo que…
Yo lo viví como padre de escolares.
Los tenías escolarizados.
No importa, no nos vamos a poner de acuerdo. Tres razones por las cuales perdió el Frente en 2019. No me digas las clásicas de Fernando Pereira.
¿Cuáles son las clásicas de Fernando Pereira?
El aislamiento de la gente, la soberbia y el no escuchar. Dame la versión femenina, transgresora y negra.
Creo que hubo un desgaste del gobierno y de la forma de gobernar, y del “no hagan olas”, del “no nos vamos a complicar con esto, porque eso es una complicación”. Tiene mucho que ver con el acostumbramiento y con un proceso, sobre todo, en el último gobierno del Frente, que no tenía grandes planteos rupturistas, que era una cosa más tranqui, digamos. Creo que ese es un punto. Otro punto fue el debilitamiento de la fuerza política, del que todos somos responsables. Creo que vaciamos la fuerza política de discusiones, de debate, de espacios, de confrontación. El PT está en un ejercicio distinto, tratando de tener una presidenta que tiene posicionamientos que están a la izquierda del gobierno. Eso es lo que se necesita, que el partido te moleste. Tenés que tener una tensión. Si todos te hacen amén, está difícil. Alguien tiene que no hacerte amén, y ese es el partido político. Creo que el fortalecimiento del partido político en el que hemos entrado en este proceso tiene que ver con que nos dimos cuenta de eso. Y el tercer punto son todos los errores multiplicados de todos quienes estuvimos en el proceso de esa campaña. Creo que cometimos errores colectivos, diversos, que no nos permitieron ganar la elección. No hicimos una buena campaña. No veníamos de un buen gobierno. No teníamos un partido fuerte. Era bastante milagroso ganar la elección. Podría haber sido milagroso, sí, estuvimos a muy pocos votos.
Treinta mil.
Te contesté otras cosas distintas a las de Pereira.
¡Por fin alguien original!
Y me hago cargo de haber sido parte del proceso de la campaña.
Y bastante que tuviste que ver.¿Cuáles deberían ser los otros objetivos claves del próximo gobierno del Frente?
Voy a hablar desde el feminismo del Frente Amplio, porque me corresponde el espacio. Creo que la educación y el vínculo entre los feminismos y el sistema educativo es una cosa importante, y no sólo el sistema educativo sino la educación en general. La educación sexual integral es una cosa importante. El debate sobre la prevención del abuso sexual es una cosa importante.
En eso se avanzó bastante.
Y hay una noción importante, que es la prevención de la violencia sexual. Los casos de violencia sexual hacia niñas, niños y adolescentes son abrumadores, y eso es algo que tenemos que poner arriba de la mesa, discutir y reorganizar. Y el sistema educativo debería contribuir y colaborar con eso, con la detección y el análisis de los casos.
Ahí no hay vida privada posible.
No, y creo que la protección de las infancias es algo con lo que nos tenemos que comprometer de forma profunda. Sobre este tema el feminismo hace un reclamo bien importante. Las políticas públicas integrales que prevengan los femicidios, también. No sólo es darle plata a la ley de violencia de género, sino el debate profundo sobre la violencia, y que el planteo sobre la violencia y el vínculo entre las personas, y cómo arreglamos los problemas sociales, debería ser uno de los problemas centrales. Y creo que, en particular, el feminismo tiene mucho para plantear en relación a la violencia basada en el género y el asesinato de mujeres. La tercera cosa tiene que ver con el trabajo, con analizar y reeditar la discusión sobre el mercado de trabajo y el acceso de las mujeres al trabajo, sobre a qué trabajos pueden acceder las mujeres y los hombres, cuáles son los trabajos que nos permiten tener vidas felices, en términos de los modelos de vida que queremos vivir. Necesitamos horas para hacer otras cosas, también. Necesitamos lavar los platos, disfrutar, mirar la tele, divertirnos, ir a la placita un rato con los gurises. No se puede laburar diez horas y hacer todo eso. Hay una discusión sobre el lugar que ocupa el trabajo en la vida de las personas. Si no lo tenés y no te alcanza para vivir, tiene centralidad. Si lo tenés y te hace profundamente infeliz, tiene centralidad. El trabajo tiene centralidad en la vida de las personas. Creo que los Estados tienen que colaborar para que la gente viva mejor.
Volvés al viejo tema de la felicidad.
Creo que para eso es el Estado. Si no, ¿para qué lo querés? Está bien, hay gente que cree que el Estado está para otra cosa. Yo no pienso eso, pienso que el Estado está para que la gente viva mejor, para que la gente pueda construir el proyecto de vida que la haga feliz. Y que el Estado te ayude a ser feliz y no te complique la vida. Que te genere condiciones. Creo en la libertad, por supuesto que sí. Ellos se han robado el concepto de libertad como si fueran los que la inventaron. Lo que pasa es que uno tiene libertad en unas condiciones y no en otras. Si tenés mejores condiciones, tenés más libertad. Y las condiciones construyen la posibilidad de ser libre. Nosotros queremos que la gente sea más libre, y para ser más libre necesita tener mejores condiciones de vida. Y no tenemos unas condiciones de vida medianamente parecidas para todos, ni ahí, entonces hay que redistribuir y generar condiciones para que todos las tengamos. Eso no quiere decir que las políticas sean sólo para las clases populares. Son para la gente más pobre pero también para las clases medias, y en términos de movilidad son para todas las personas. Ahora bien, hay que invertir más en los lugares en donde hay menos dinero, para hacer políticas públicas. Eso está claro. En Carrasco la gente más o menos se armó la vereda, pero en otros lugares se necesita plata. Creo que la redistribución y la discusión sobre el trabajo, sobre las negociaciones con los empresarios, con lo Consejos de Salarios, con la inversión de los empresarios en cuidados, con el compromiso del sector privado con las políticas de género y con la distribución de los ingresos también tiene que ser parte de un gobierno de izquierda, porque eso es lo que hace la izquierda.
¿La democracia es condición sine qua non para los cambios?
Puedo tener una respuesta muy larga sobre eso. En síntesis, no creo en los procesos no democráticos.
Entonces la democracia es condición sine qua non.
En lo que yo me imagino, sí. Uno tiene que tener la oportunidad de convencer a los otros, de discutir y tensionar con los otros.
Vos sos una tercera generación del frenteamplismo. Para la nuestra, la democracia era una cosa circunstancial, no tan importante. La que vino después de la dictadura la entró a valorar un poco más. ¿Cómo la ve tu generación?
Tampoco soy un ejemplo promedio de mi generación. Estoy más politizada que la media, y además soy politóloga, y esta me parece parte de una discusión en la que tengo opinión. Me preocupan los fenómenos de las nuevas derechas en las juventudes. No sé si es tan real que mi generación tenga más cuidado por la democracia respecto a las generaciones anteriores. Sí creo que nosotros, desde la izquierda, tenemos la obligación de pensar que la democracia es el mejor sistema posible. Que no hay un sistema mejor en este momento. Discutimos, estamos en desacuerdo en forma civilizada, construimos acuerdos comunes y después la gente vota al que le parece mejor. Y si la gente no te vota, la culpa es de uno que no enamora, como dice Mario Benedetti. Hay que hacerse cargo de que, si la gente no te vota, tendrás que ser mejor y construir una opción electoral para que la gente te vote.
¿Estás de acuerdo con el plebiscito de la seguridad social?
No.
¿Los hombres tienen que ir a la marcha del 8 de marzo?
He decidido hace mucho tiempo no preocuparme por eso.
¿La prostitución es un trabajo digno?
Esa respuesta es larguísima. No es sí o no. Puede serlo o no serlo. Defiendo el derecho de que hay compañeras que ejercen el trabajo sexual. Y que lo ejerzan.
Estás hablando como Fernando Pereira, al que le preguntan qué va a plantear y te habla de todo lo que hizo el Frente Amplio. ¿Es un trabajo digno o no?
Puede serlo. No digo que siempre lo sea. Tampoco el trabajo doméstico es siempre digno. No todos los trabajos son dignos todo el tiempo. Para tener un trabajo digno hay que tener condiciones de trabajo digno. Trabajo decente, dice la OIT. Creo que el trabajo sexual se puede ejercer en condiciones de trabajo decente, por supuesto que sí. Y sé que no todas estamos de acuerdo con eso. Pero tengo una postura a favor del trabajo sexual.

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Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.