Patricia Rodríguez, Presidente del sindicato policial: Nos dejaron sindicalizarnos, pero creo que después se arrepintieron un poco
Hay varios aspectos que la destacan: mujer, sindicalista, joven, madre de cinco hijos y policía. Solo con eso se justifica sobradamente la entrevista, pero su trayectoria es mucho más rica. Vale la pena conocer su visión desde adentro de la fuerza policial para ayudarnos a erradicar viejos prejuicios.
Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López
No son comunes los sindicatos de policías.
En Latinoamérica hay algunos sindicatos, pero somos los pioneros en estar legalizados.
¿Cuántos afiliados tiene SIPFOM?
En el próximo congreso del PIT vamos a estar en el entorno de los nueve mil afiliados. Vamos a ser uno de los sindicatos más grandes dentro de la Central.
¿Nueve mil afiliados sobre qué población policial?
Afiliados hay más más de dieciséis mil, en diversos sindicatos, en una población de veintinueve mil. De ahí tenés que sacar la oficialidad, que se afilia poco. Recién en estos dos últimos años se ha perdido un poco el miedo y han venido más. Después tenés los administrativos, que tienen su sindicato. Migración tiene otro sindicato. Estamos hablando de una masa bastante grande.
Tienen gente que está en tareas ejecutivas.
Todos nuestros socios están en actividad, que es la diferencia con el Círculo Policial, donde casi el 40% son jubilados. Tenemos en cárceles, en Bomberos, en Identificación Civil y filiales en todo el interior. Cuando recién se armó, sí iba a ser un sindicato solo de Montevideo. Después, como gustó mucho la forma de trabajo del sindicato, los otros departamentos se quisieron sumar.
¿Cómo llegaste a la Policía?
Aparte de policía, soy enfermera y trabajé muchos años como educadora en asentamientos. Antes que policía fui catequista, nada que ver (risas).
Te llevás bien con Fernando Pereira.
Sí, soy su preferida (risas). Trabajé gratuitamente diez años en los asentamientos de Las Piedras con los salesianos. Lo social es algo que llevo innato, me gusta. Después trabajé en la ONG Pasacalle, también en Las Piedras, que trabajaba con niños y jóvenes en situación de calle. Cuando me recibí fui a trabajar un tiempo al hogar de ancianos de las hermanas salesianas, hasta entrar en la Policía, con el objetivo de ir al Hospital Policial.
Tu idea era ser enfermera.
No conocía la interna. Me dijeron que tenía que hacer la Escuela de Formación. Hice los seis meses para personal subalterno. Cuando terminé la Escuela, quedé ya de ejecutiva. No me pasaron a enfermera y quedé de policía. Y después me gustó.
Largaste la profesión de enfermera.
Largué. La retomé más adelante, en uno de los tantos sumarios que me encajó Bonomi. Ahí fui a trabajar de enfermera, cuando me puso medio sueldo. La sindicalización en la Policía no fue fácil, y tampoco con el ministro que tuvimos. De ahí me fui a trabajar en la Seccional tercera. Después al CNR, en Colón, cuando era de varones. Ahí me encontré con muchos gurises con los que había trabajado en los asentamientos, que ahora estaban presos. Y ahí me quedé hasta que entré en el sindicato.
¿Cuál es el gustito de ser la autoridad, de ponerse la gorra, como dicen los gurises?
Descubrís un mundo que no es ese que estás contando, que es el del imaginario. Va mucho en ideologías que hay de un lado y del otro. Sentí lo que siente un funcionario policial. Yo vivía en Las Piedras, entraba en la tercera a las siete de la mañana un sábado y agarraba toda la salida de los boliches. Yo era más flaquita. Te podés imaginar todo lo que me decían en el ómnibus. Y si hay un lío, todos te miran a ver qué vas a hacer. Era un sacrificio y un suplicio ir los sábados. Sentís en carne propia la discriminación, cuando en un ómnibus hay un problema y todos te miran a ver qué vas a hacer, pero no les sirve ni una cosa ni la otra. El policía está en ese borde, donde se juzga todo lo que hace, y generalmente se juzga mal. No está bueno. Trabajé en el Estadio, en básquetbol, en 222. Me comí los insultos de todo el mundo. Y siempre estás con esa presión de que tenés que aguantar. También va en la formación y en la cabeza de cada uno. Pero siempre terminás aguantando un montón de cosas que otro no toleraría.
¿Y qué grado de masoquismo se precisa para tomarle el gustito a eso?
Tenés más cosas lindas además de esas otras que naturalizás. Que te puteen lo naturalizás, desgraciadamente. Al final es como que te digan: “Hola”. Pero, sin embargo, podés hacer muchas acciones cotidianas que sí terminan generando cosas buenas para alguien, y que pueden cambiar la sociedad. Cotidianamente te tocan situaciones de demanda, de violencia, de peligro. Pero salir airoso de esas situaciones, tratando de hacer un cambio, es una posibilidad que no todos los trabajadores tienen. Guarteche, en su carta de despedida, decía que no somos los generadores de situaciones adversas en la sociedad pero somos de quien la gente espera la cura.
¿Cuál es hoy el perfil del policía que ingresa? Ser policía era una opción de descarte.
Ese es el imaginario que la gente tiene que cambiar, esas situaciones discriminatorias. Muchos policías eligen serlo, tienen vocación, que a veces es hereditaria, y saben desde adolescentes que quieren ser policías. Es una opción de vida y de servicio.
¿Por qué se da ese prejuicio que no se puede modificar?
Todavía acarreamos la mochila de los tiempos de la dictadura, a los policías de hoy en día los siguen metiendo en esa bolsa. Muchos policías que no están más en la fuerza siguen con ese rencor por lo que les pasó. También hubo policías asesinados, y muchas veces no se nombran. Y así como ellos sienten eso, mucha gente tampoco lo supera. El año pasado había más de ocho sindicatos que nos querían echar de la Central por defender a un compañero apaleado y grafiteado en una marcha. Las diferencias siguen vigentes de un lado y del otro. Y hay gente que es ideológicamente cerrada.
A los jóvenes despolitizados tampoco les gusta la Policía.
Yo fui joven y era anti Policía. La rebeldía es propia de la juventud, oponerte a todo lo que te pone límites, es normal. Luego uno va creciendo y ve que eso no es así. Cuando sos adolescente y empezás a ir a los bailes, ¿quién es el enemigo? ¿Quién es el que te dice que no podés entrar o que te estás desacatando? El funcionario policial. Es lógico que los jóvenes no tengan la mejor imagen de alguien que les pone límites. Después muchos de esos jóvenes entran en la Policía. Algunos lo toman como una salida laboral, pero no todos.
¿Hay alguna evaluación de cuántos entran por vocación?
Por mi experiencia de conocer funcionarios durante estos años, te digo que, si no adquirís la vocación, no seguís en la Policía. Te vas. No es comparable con otros trabajos. Si no aprendés a amar esto, no seguís. No creo que nadie se quede solo por el sueldo. “¿Por qué no van a la construcción, que ganan más?”, nos decía un asesor cada vez que había un problema.
¿Qué tipo de exigencias hay hoy para ser policía? En un momento se bajaron, porque no había gente.
Gente siempre hay. Los que hacen la Escuela de Formación terciaria, que son los oficiales, todos tienen el liceo. Después tenés los llamados para quienes tengan Ciclo Básico, que son los eventuales. Ahí tenés un dilema. ¿A quién le sirve que se bajen las exigencias? Históricamente siempre se dijo que cuanto más ignorante seas más dominable sos para no cuestionar órdenes que pueden ser improcedentes. Nosotros siempre apostamos a elevar la vara. Si nos comparamos con policías de otros países… Los americanos nos vinieron a dar clases en algún curso de formación. Claro, allá no cualquiera entra a Policía. Hay que tener muchos requisitos. Acá siempre se está tratando de bajar.
¿Hay algún tipo de control psicológico?
Siempre hubo. Antes del lío de Anzalone se hacía al entrar a la Escuela. Antes tenías las pruebas físicas, las culturales, las psicológicas. Después de que pasó eso con la psicóloga que no era psicóloga, se cambió. Ahora entrás a la Escuela de Formación con un apto para hacer un curso, que te lo da un psicólogo. Eso no quiere decir que durante esos seis meses los psicólogos no puedan ver si podés seguir o no. Ahora los exámenes psicológicos se dan durante la formación, donde se va viendo si te adaptás. Muchos quedan en el camino.
¿Muchos?
Cientos. Cantidad de policías se han encadenado frente al Ministerio porque les daban la baja. Y así en todos los departamentos. Hoy entrás a la Escuela y capaz que a los tres meses se dan cuenta que no servís. En esos tres meses aprendiste a usar armas cortas y largas, aprendiste claves policiales. Y si resulta que no serviste para la Policía y te fuiste para el otro camino, ya tenés una preparación que te va a ayudar a delinquir. No estamos de acuerdo. Nos parecía mejor que se definiera antes si se está o no en condiciones de hacer la Escuela.
¿No hay una evaluación constante?
No.
¿Eso se considera una carencia?
Sí. Lo hemos pedido muchas veces. Es una tarea con situaciones conflictivas, y deberías tener un tipo de prevención, antes que esperar a que ocurra un hecho y tengas que ir al psicólogo o al psiquiatra. No es fácil ir a un accidente de tránsito y sacar un chiquito muerto, y luego volver sin que nadie te haga un abordaje de lo que viviste, porque no dejás de ser una persona con sentimientos. Esas cosas conmueven a cualquiera, porque no por ser policía sos un superhombre. Y todo eso en algún momento te hace mella. Hay situaciones de policías que están enfermos, pero que entraron sanos.
¿Hay formación permanente?
Hay capacitación. Hubo cambios en la Escuela que mejoraron mucho lo que es la formación. Nosotros aún decimos que seis meses no son suficientes. Nos gustaría que para personal subalterno fuera por lo menos un año. Obviamente que seis meses son pocos cuando se trata de salir a la calle y enfrentarte a una delincuencia de la magnitud que estamos viviendo, desde narcotraficantes hasta lo que te puedas imaginar.
¿Tienen práctica de tiro en forma constante?
Se ha mejorado. Hay polígonos a los que se puede ir. Dos por tres salen instructores de la Escuela. Eso mejoró un montón.
La capacitación ha mejorado, entonces.
Para nosotros, sí. Capaz estaría bueno hincarle más el diente y elevar la vara, en lugar de seguir bajándola.
Tienen mejor equipamiento e ingresos que antes.
Hay más mujeres.
Como esa bajita de la Republicana.
Cualquier mujer de la Guardia está a la par de los varones para enfrentar cualquier situación. Quedate tranquilo que te derriba. La Guardia Republicana tiene un plus, que es una formación extra y más cotidiana, que no la tiene la otra Policía. Y te digo que las mujeres están totalmente capacitadas para enfrentar a cualquier varón.
Los dejaron sindicalizarse. ¿De qué se quejan?
Nos dejaron sindicalizarnos pero creo que después se arrepintieron un poco.
Tuvieron conflictos permanentes.
Muchos. Hasta que se fueron.
¿Por qué? ¿Ustedes eran molestos?
Era un sindicato nuevo creado por el Frente. Nosotros no somos políticos, y esa es una diferencia que tenemos con los otros sindicatos. Nosotros no actuamos ideológica y políticamente.
Les estás tirando un fardo a los demás.
Sí. Nosotros somos totalmente objetivos. Si me tengo que juntar con Lacalle, me junto, y de hecho nos hemos reunido antes de las elecciones, con todos los candidatos. Creo que, al crear al sindicato, pensaban que íbamos a ser más manipulables.
Más dóciles.
Y creo que pensaban eso por la ignorancia que nosotros teníamos. Ninguno de nosotros venía de la militancia. No teníamos experiencia. Negociación colectiva la fui a hacer a la Facultad de Derecho porque no tenía ni idea. Para formarme en salud laboral fui tres años al PIT-CNT. Empezamos a formarnos, y el formarte te hace caminar solo. Cuando empezás a exigir cambios en las cuestiones que ves que están mal, el que te creó se empieza a molestar. Fue complejo, son muchos sindicatos. Al comienzo eran quince, a cuál con menos formación. Claro, se preguntaban cómo uno, que no sabe dónde está parado, iba a decirle algo a un ministro. Hubo mucho ninguneo, y no querer enfrentar que nosotros crecíamos y nos formábamos sin que nos dieran el lugar. Reunirnos con el ministro lo podíamos hacer solo a través del PIT-CNT. De otra forma no accedíamos. Pasamos meses tratando de reunirnos. Si moría un trabajador policial, a nosotros no nos recibían. En otros lados lo primero que hacen es recibirte, porque capaz algo para aportar tenés. Nos recibieron dos veces, creo, cuando Fernando Pereyra tuvo que hablar con medio Ministerio. Nunca fue fácil.
¿Es verdad que no se sentían respaldados por las autoridades?
Sí. Creo que ese fue un error sobre todo comunicacional por parte del Ministerio del Interior y sus asesores. Nos pasaba que nos reuníamos con Bonomi y él nos entendía todo.Después venían los asesores y se acababa todo. Muchas veces lo que decía el ministro era lo que nosotros decíamos. Ya de por sí con un policía que se siente ninguneado, desprotegido, y siempre en el ojo de la tormenta, que salga un ministro y solamente resalte lo malo, empieza a no crear empatía entre el ministro y sus trabajadores. Si mataban un policía, como pasó, y salía a decir que no tenía puesto el chaleco… Mejor callate la boca, cuando todos los compañeros están llorando al compañero que murió. Todo eso nos fue alejando, haciéndonos sentir que el ministro no estaba con nosotros, si no sentís un mensaje de aliento o solo escuchás hablar de la corrupción. Está bien, corruptos hay en todos los órdenes y profesiones de la vida. Pero si tenés treinta mil trabajadores y tenés que hablar de tres por corrupción, no tenés un problema con la corrupción. Hablá de los veinte mil y pico que no son corruptos, y que además tienen un sueldo que no les alcanza.
Se hablaba de trescientos destituidos por año.
Sí, pero no solo por corrupción. También puede ser por enfermedades, o por problemas psicológicos o mil cosas.
¿Asuntos Internos funciona?
Poco.
¿Y ustedes lo exigen, como sindicato?
Sí. De hecho, dentro de poco vamos a presentar otro proyecto nuevo, que va a estar por fuera de Asuntos Internos. Lo estamos trabajando con el Dr. Ojeda, que es el nuevo abogado.
Se sacaron al Turco de encima.
No, todavía está. Está al final. Abdala fue una gran incorporación. Muchas veces hacía lo que el ministro no hacía, salía a respaldar mediáticamente a los policías. Ni que hablar de todos los juzgados a los que tuvo que ir. Fue un hombre que se puso la camiseta realmente, y que aprendió a conocer al policía, que no es como lo percibe la gente. El policía uruguayo es muy sufrido. Tenemos más de mil quinientos policías viviendo en asentamientos y zonas conflictivas, que la pasan muy mal, con amenazas de muerte, con las casas tapiadas para que no se las prendan fuego, con los hijos viviendo así. Tenemos una Policía muy perseguida, y a veces solo por ser policías.
Pasan los gobiernos y todos hablan de solucionar el tema de la vivienda.
Ya nos descuentan. El 1% de nuestro salario va a un subsidio para viviendas que nunca terminan de llegar.
Se construyeron sesenta.
No es nada. En algunos casos se dieron subsidios de alquiler por dos años, cuando el policía se tenía que ir ya porque corría riesgo de vida. Ese subsidio se sacaba del mismo fondo. Se siguen tapando agujeros, pero no se dan soluciones definitivas. Desde la Comisión de Vivienda se nos decía que hiciéramos planes acordes a los policías que quisiéramos ayudar. Una de las condiciones era no estar en el Clearing. Parece joda. El policía está en ese limbo: por su sueldo no accede a algunos planes. La mayoría alquila y el descuento va por Contaduría. ¿Eso no se lo podrían poner ya para una casa? La vivienda ha sido siempre una problemática grande para la Policía. Luego está el STIP.
¿Qué es?
Es el Subsidio Transitorio de Incapacidad Parcial. Ahí tenemos otro lío. Si vas en una persecución y terminás herido, con un parte médico prolongado, a la mayoría se lo pasa al STIP y pasa a cobrar el 65% de su salario. Obviamente, no puede trabajar en ningún otro lugar, y pierde el ingreso que tenía por 222, si lo hacía. Cuando el policía está enfermo y más se lo necesita es cuando más le damos la espalda. Además, si queda con alguna patología permanente, seguramente termine o jubilado, si le dan los años, o dado de baja por incapacidad. El policía que adquiere una incapacidad permanente por haber estado en la Policía de repente lo terminamos echando con treinta años, sin nada, en lugar de apoyarlo con otra tarea.
¿No hay una pensión?
Sí, si entrás dentro de los tiempos mínimos legales, que son cinco o seis años. No sé si te acordás del caso de Cecilia Labandera, a la que la habían dado de baja por cáncer de mama. Después el sindicato logró que volviera al trabajo. Para el Ministerio no era apta. La junta médica que tenemos lo que hace es evaluarte según el rol para el que entraste en la Policía, según tu escalafón.
Podés ser administrativo.
Pero la junta médica no tiene la potestad. Solamente dice si sos o no sos apto.
¿No es un planteo irracional?
Es la ley que tenemos hoy, que hay que modificar. Todos los casos que se han modificado han sido gracias a la tarea del sindical. Va contra las políticas que hablan de inclusión.
¿Y no lo pusieron en la LUC?
No lo pusieron. Es algo por lo que seguimos peleando. Saben que es una irregularidad. Igual que algo que hizo Bonomi y que siguen manteniendo: cuando un policía es denunciado por violencia doméstica se lo pasa a trabajar en el INR, como castigo.
Un violento tampoco puede estar a cargo de…
Ahí está. El decreto es lamentable por donde se lo mire. Lo hizo Bonomi, y nosotros se lo retrucamos con psicólogos, con técnicos. No todas las denuncias por violencia doméstica son ciertas, tampoco. Tampoco tenés protección para defenderte si es falsa, porque lo primero que se te hace, preventivamente, es desarmarte. Ponele que el funcionario era inocente: lo pasaste para la cárcel, que no era su trabajo, para el que no estaba formado, porque por algo hay compañeros que son de cárceles, y terminás ahí, siendo un policía de calle, enfrentándote con los presos que llevaste a la cárcel. Te ponen en una situación mucho más violenta que en la que supuestamente estabas. Es un decreto que no es entendible, y sin embargo sigue vigente.
¿Las cárceles no tendrían que salir por fuera del Ministerio del Interior?
Se está diciendo desde que entré a la Policía. Pero con cómo están las cárceles hoy en día, no sé cómo van a sacar a los policías, mandándolas a la órbita del Ministerio de Educación y Cultura. Pero si en esas circunstancias ponés solamente civiles del Ministerio de Educación y Cultura, no sé cómo se encargarían.
Es culpa de ustedes que meten en cana a mucha gente.
Seguramente. Nosotros no ponemos a nadie preso, eso lo hace el Poder Judicial. Nosotros somos auxiliares de la Justicia.
Ese tema se escucha permanentemente: “Nosotros los agarramos y a los dos minutos están libres”.
Los que disponen son las fiscalías y los jueces.
Cambió, antes era el juez y ahora son los fiscales.
Para nosotros fue un caos, al principio. A medida que se fue aceitando, creo que es algo bueno. El fiscal entiende mejor el rol del policía. Ese conocimiento entre ambos ha hecho que mejore muchísimo la relación interna entre la Policía y la Fiscalía.
¿Sienten que lo que ustedes hacen no es al santo batón, metiendo gente presa que igual sale?
El policía lo va a agarrar igual. Obviamente que te indigna, como a cualquier persona, como le pasa a un vecino que denuncia y al otro día lo ve en la calle, después de arriesgarse, de haber estado horas en el juzgado. Lo mismo piensa el policía, que se arriesga, lo corretea y lo agarra. Pero, bueno, no depende del policía.
¿No hay algo que te lleve a hacer la vista gorda?
No. Hay de todo. Puede haber alguien que haga la vista gorda. Pero los demás trabajan a costa de su vida, siempre.
¿Incluso cuando ya lo llevaste diez veces?
Lo vas a llevar veinte. En alguna va a caer. No vas a dejar de hacerlo.
¿Cómo viven los hijos de los policías la profesión de sus padres? ¿Es vergonzante en algunos ámbitos? Vos tenés una nena.
Tengo cinco.
¿Qué edad tenés?
Tengo cuarenta y cuatro.Tengo una hija de veintitrés que es maestra, en el Seminario. Después tengo una de diecinueve que está terminando secundaria. Después una de trece y uno de once. Y la chiquita, de tres. Cuatro nenas y un varón.
Ninguno policía.
Ni quieren saber nada con la Policía (risas).
¿Pero se complica en algunos ámbitos?
Capaz es según dónde te muevas. Los hijos de un funcionario que vive en una zona conflictiva muchas veces terminan teniendo problemas porque el padre es policía. Sí, eso pasa. Pero no en todos los ámbitos. Yo vivo en un barrio normal, en Las Piedras. La de diecinueve, a veces se molesta con algunos debates que se dan en Facebook, por lo que hablábamos de los jóvenes. Como ella escucha la otra campana, tiene una imagen de que lo que están diciendo no es tan así.
Las campañas que se han hecho para mejorar la imagen de la tarea del funcionario policial, ¿sirven?
Las últimas que hizo el ministro antes de irse eran hacia adentro, más motivacionales. No sé si habrá sido igual hacia afuera. Si mirás la imagen de la Policía en los sondeos estadísticos, está muy bien.
Mejor que los sindicalistas.
Sí, y también el sindicato policial. Cuando hicimos la movida para las canastas, vinieron civiles a ayudarnos. Gente que quiere al sindicato, que lo sigue en las redes. Nos ven diferente, porque también somos un sindicato diferente. Muchas veces ni nos asocian con la Central. En el mano a mano cotidiano tengo un excelente vínculo con la gente, que no tenemos con cierta gente que tiene un problema con la Policía.
Uno mira el informativo y ve que en los barrios iba un móvil policial y lo apedreaban.
Cuando se dan esos casos de apredreadas es porque pasó algo específico. Sucede cuando vas a atrapar a un delincuente. Ya sabés que te van a dar la bienvenida así. Pero también está la gente bien del barrio, que están deseando que te lo lleves. No es verdad que en todos esos barrios sean delincuentes.
Todo el mundo habla de que se sabe dónde están las bocas de pasta base en los barrios y quiénes son los delincuentes. Y que lo sabe la Policía.
Siempre que hay una denuncia, la Policía procede y entera a la Fiscalía. No hay una denuncia que no se tome ni que se pueda obviar. Terminamos en lo mismo: somos auxiliares de la Justicia.
Es muy difícil que en un país tan chico haya reinos del delito que la Policía no pueda desmantelar. Todo el mundo los conoce. ¿Qué es lo que falla?
No sé. Hace poco en la Seccional 30, que es nueva, allá en Las Piedras, agarraron a un delincuente y terminaron baleando la Seccional. Los policías que trabajan ahí también viven en la zona. El delincuente sabe dónde trabaja la mujer del policía, o a qué escuela va el hijo. Hay que ver todo. Hay que ver cómo damos protección a algunos policías. En algunas seccionales hay solo dos. Andá de noche a una seccional. Yo salgo y recorro. A veces hay uno, porque el otro tuvo que salir a hacer una diligencia. ¿Estamos protegiendo a los policías?
¿Hay maneras de protegerlos, contra enemigos desiguales como el narcotráfico o el crimen organizado?
Para esos casos hay unidades dispuestas y organizadas, con protecciones para sus funcionarios, y que funcionan para eso.
¿Estos están sindicalizados?
En toda la unidad hay gente sindicalizada. Hasta jefes de Policía están sindicalizados hoy en día.
¿Cambió la delincuencia?
La violencia y la delincuencia van evolucionando y modificándose. No es igual en el Uruguay hoy que hace diez años. No es la misma violencia con la que atacan, ni son las mismas armas.
Y la Policía corre de atrás.
Creo que no. Creo que tenemos una Policía súper bien formada. Tenemos un policía corajudo, que se enfrenta, que no se amedrenta ni se achica. Son dos en la seccional pero la manejan. Van al asentamiento y entran. Acá no hay lugares a donde uno no entre.
¿No hay zonas rojas?
Pero se entra. Se entrará con otro criterio y organización, pero no se deja de entrar.
Se entra con los megaoperativos.
Sí, pero también cotidianamente. Cuando tenés que llevarle una citación a alguien del barrio, entrás. No es que se entra solo con megaoperativos. Entra la Policía Comunitaria, por ejemplo.
Cuando cae un funcionario, ¿hay respaldo efectivo para la familia?
Debería ser más eficiente del que hay. En la experiencia que hemos tenido, la mayoría de los familiares eran viudas dependientes del policía muerto, que era el sustento de la casa. Muchas veces la pensión tarda entre cinco y seis meses, pero vos necesitás vivir entre que muere el funcionario y te empiezan a pagar.
Está la solidaridad de los compañeros.
Las canastas que hacen los compañeros y los sindicatos. Así la fueron llevando. En algunos casos hemos logrado que las viudas empezaran a trabajar en el Instituto, en el Hospital Policial, en la Guardia, en la Caja Policial. Se gestiona porque se pelea, pero no está dispuesto.
Alguna vez hablaste de las tobilleras humanas, del policía asignado para cuidar a la mujer de la violencia doméstica.
Es de locos, porque ahí influye mucho que no estemos cuidando al policía. ¿Hay posibilidad de cuidarlo? Siempre. ¿Ahí lo estamos haciendo? No. Con suerte hay dos policías, luego de haber peleado para que fueran dos hasta en la Suprema Corte de Justicia. Ahora empezamos el plan de recorridas nocturnas, y de repente salimos a las dos de la mañana a repartir café y yerba. De repente al fondo de la última callecita ves un fuego, con el policía parado al lado. Hay que estar con este frío parado a la intemperie a las cuatro de la mañana… Porque si en la casa no tienen empatía con el policía, no lo dejan entrar, entonces el policía está de turno ocho horas afuera. ¿Cómo ese policía puede estar, a las cuatro de la mañana, pensando en su seguridad o en la del que está protegiendo, cuando en verdad en lo que está pensando es en no entumecerse del frío? Son humanos.
¿No es fácil implementar garitas móviles?
No. Vos no sabés dónde son las custodias… A veces es en lugares donde ni siquiera entra el móvil. Callecitas en el medio de la nada, donde tenés que hacer veinte mil malabares para entrar. Nadie te va a llevar una garita ahí. Ni siquiera se preocupan de que puedas ir al baño en esas ocho horas. Es horrible. Sin agua caliente, sin nada. Los que pueden agarran un banquito. Es lastimoso verlos así. Parecen perros que están afuera.
¿No hay empatía por el policía, por parte de la protegida?
En la mayoría de los casos, no. La mayoría de las veces ni se lo quiere ahí al policía.
¿No son ellas quienes solicitan la protección?
A veces se pide, a veces se la imponen. A veces se la quieren sacar y no se la sacan. ¿Qué juez lo va a hacer, ahora con tanto femicidio? Pero a veces ellas no quieren que esté el policía. Nos ha pasado, por ejemplo, con mujeres que trabajan de prostitutas. No quieren que esté el policía, porque los clientes no le van y pierden el sustento. O mujeres que se escapan por los fondos. Ha pasado que se han ido al baile o que se han ido a encontrar con el denunciado. Porque soy mujer, conozco y entiendo que tienen que tener protección, pero me parece que esta no es la forma, ni para el policía ni para ellas.
¿Cómo llegás a ser dirigente? Mujer, en un sindicato machista por naturaleza.
Cuando estaba en el CNR empezamos a tener problemas laborales. Ni me acuerdo cómo me había asociado, pero yo estaba asociada a un sindicato. Fui hasta el sindicato a preguntar cuándo hacían reuniones. Me dijeron que por ahora no había reuniones, que me avisaban. A los cuatro días me llamaron y me preguntaron si no me interesaría estar en el sindicato trabajando. Le dije que me dejara ver si tenía tiempo, y me dijo que no, que era con fueros sindicales, que yo saldría de la cárcel e iría para ahí.
Te agarraron.
Le dije que me dejara pensarlo, y le extrañó. En esa época todo el mundo decía que sí enseguida. Hablé con un cura amigo. Me dijo que estaba bueno, por lo social. Ahí me di cuenta que iba a seguir en la Policía, pero además iba a poder ayudar a la gente, y no me iban a dejar de pagar. Después, cuando entré, vi que no era Alicia en el País de las Maravillas. Eran todos varones. Era un clima muy violento, con una falta de educación constante, donde se suponía que todas las mujeres que estábamos ahí lo estábamos por habernos acostado con alguien y no por tener una inteligencia mínima. Lo que siempre les ocurre a las mujeres. Y claro, yo venía de un ámbito totalmente diferente. Yo no insultaba, y me parecía horrible todo lo que escuchaba. Me pregunté dónde me había metido. Volvía llorando a mi casa. Para mejor, era la época en que había como diez sindicatos y todos se peleaban, porque era una federación armada a prepo por el PIT-CNT, que los obligaba a estar todos juntos. Todos se odiaban. Aunque ni sabían qué era, todos querían ser el presidente. Era un lío.
Había mucho caudillismo en esa época.
Todo era personalismo. Yo me iba llorando, y en mi casa me preguntaban a qué iba. Era un sufrimiento ir. Un día dije: “Me planto o me voy”. E hice eso. Se ve que tenía un carácter escondido en algún lado. Los lugares te los ganás con trabajo, y en todos lados pasa lo mismo. Te empezás a formar y te despegás. Nadie fue tres años a comerse las charlas sobre salud laboral en la Central. Yo sí. Nadie iba a la Facultad de Derecho a hacer Negociación. Y de repente hablabas en las reuniones y hablabas diferente.
Para un hombre siempre va a ser mejor otro hombre, antes que una mujer formada.
Sí, porque de repente a mí no me podían dar una piña, mientras que entre ellos sí. Ganas de habérmela dado no habrán faltado, porque soy muy contestataria. Pero se tenían que aguantar en el molde. Se quiera o no, la Central se fue quedando con lo que fue evolucionando. Y esos sindicatos fueron desapareciendo, hasta que quedaron los grandes. Era un quilombo. No sabés lo que era eso. Miro hacia atrás y no sé cómo llegamos a esto. En una reunión estábamos todos armados (risas). Las cosas se van dando. Yo no tenía mayor preponderancia. Me ayudó la parte de comunicación.
Empezaste como vocero.
Un día me dijeron que fuera yo. Después ya quedé.
¿Cómo hacés en una discusión sindical cuando sos subalterno?
El sindicato no tiene grado. Cuando vas a una reunión con un jefe, el jefe te va a tener que tratar de tú a tú. El sindicato no modifica la verticalidad. No modifica la parte operativa. No se mete en la parte de disciplina. No tenés conflicto. Es lo que primero te enseñan en el sindicato: que los grados no corren más, ni en la interna ni cuando te sentás con un superior. Mirá, solo seis personas tienen licencia sindical permanente, Los demás todos trabajan. Tienen días. Salís, recorrés y volvés a tu actividad con el comisario. A muchos jefes obviamente les molesta que un subalterno les marque las normas de conducta o lo que está mal o bien. Pero como vos no te metés en la unidad. Vos lo dejás para nosotros, acá. También va en cómo vos manejes la inteligencia. Si vos tenés un problema en tu unidad, pasamelo a mí.
Pero después saben que vos sos el informante.
Vos podés informar, eso está bien y él sabe que vos vas a informar. De hecho, los propios policías, hoy en día, toman acta de todo. Cada sanción que se pone, el policía viene para acá y la recurre con los abogados. No es como antes, que se dejaban pisotear y no pasaba nada. Hay también un cambio cultural de sentirse más un trabajador con derechos. Eso ya está interiorizado.
¿Las jerarquías lo tienen interiorizado?
Sí, menos los más veteranos. Pero muchas veces, por ejemplo, los comisarios tienen un proyecto y no lo pueden poner porque no tienen llegada directa al Ministerio, y como saben que el sindicato puede trabajarlo de otra manera, lo traen para acá. Usan el sindicato. Hay un montón de comisarios que ahora se defienden con el sindicato. Antes no podían ni acercarse porque el Círculo los mataba.
¿Qué relación tienen con el Círculo Policial?
Ninguna.
¿Cuántos son? ¿Son los más veteranos?
La mayoría que conduce son veteranos. También los hay en actividad. La que se puede asociar es la oficialidad, no dejan integrar subalternos. Entonces cuando la sindicalización parte de los subalternos fue el acabose. ¿Cómo un subalterno, un ignorante, va a venir a decirme a mí, un superior, sangre azul, lo que tengo que hacer? ¿O cómo va a ir a sentarse con el ministro de tú a tú, si yo soy el oficial de carrera? Nosotros antes éramos tratados como peones. Sigue pasando, pero ahora hay otras herramientas: la oficialidad acosaba a las mujeres, si estaban buenas. Si no andabas con ellos, terminabas sancionada, perseguida. Si ibas a Asuntos Internos, se enteraba antes el oficial. No tenías plata para pagarte un abogado, si ganabas cinco mil pesos.
¿Qué hacías, entonces?
Terminabas cediendo o afectada psicológicamente, o te ibas a la miércoles porque no resistías. Hoy tenés el sindicato. Hoy no cualquier superior puede hacer lo que quiera con el subalterno, porque la mujer puede venir acá, donde va a tener respaldo, donde va a tener un abogado. Y también los varones. Son casos que se dan cotidianamente. A ellos lo que se les acotó fue esa soberanía absoluta de dioses que tenían sobre el subalterno, que no podía defenderse. Aunque muchos lo añoran. Hablás con veteranos y te dicen que esa Policía era la buena, aunque vivías debajo de la pata y no podías respirar. Pero fue lo que vivieron. Los nuevos ya entraron en otra Policía, con derechos, donde podés denunciar al jefe si te parece mal lo que está haciendo. Es diferente. Muchos no se acostumbran, pero hay mucha oficialidad nueva que también es muy prosindicato y se afilian. Algunos te dicen que los afilies pero que no digas nada. Todavía pasa. Sienten que el Círculo los va a perseguir. Otros no, se afilian y no les importa. Hoy en día tenemos de todos los escalafones. Ellos pensaban que nosotros veníamos a romper la disciplina y la verticalidad, cuando no venimos a eso. Primero, los sindicatos policiales existen porque ellos nunca se ocuparon del subalterno. Todo lo que salía del Círculo era para el personal superior. Todos los proyectos eran para la oficialidad. ¿Por qué el personal subalterno se animó a crear un sindicato cuando era tan descabellado pensarlo, más en un país como Uruguay, tan conservador en muchas cosas? Porque ya estábamos en el suelo. ¿Qué nos quedaba? Hubo algunos intentos antes.
La huelga del 93.
A veces se dice que los policías no pueden hacer huelga. No pueden hasta que los dejes en el piso. Cuando no tenés más nada que perder, todo el mundo hace lo que tiene que hacer, y no pide permiso. Ahora me reúno con los jefes y les digo que nosotros no nos queremos meter y la parte operativa les compete a ellos. Pero si de alguna manera esa parte operativa vulnera el derecho del trabajador, cuando lo mandás sesenta horas sabiendo que lo tenés que mandar diez, ahí es cuando entro yo. Pero no vengo a romper ninguna disciplina, vengo a decirte que es un trabajador que tiene derechos.
¿Cómo es la relación con las nuevas autoridades?
Hasta ahora te podría decir que es buena.
¿El ministro los recibe?
Creo que este ministro es más inteligente que el otro, porque escucha. Mucho de lo que dice el ministro es lo que el sindicato ha dicho todos estos años. Muchas de las cosas que salieron en la Ley de Urgente Consideración, aunque no todas ni tal cual, son manifestaciones que estaban en las reivindicaciones del sindicato. Creo que está siendo inteligente. ¿Qué es la voz del sindicato? Es la voz del de abajo. Del que después te va a ejecutar las órdenes, para que el Ministerio ande cuando vos hagas un operativo o lo que fuera. En ese sentido es inteligente. Sale y dice lo que el policía quiere escuchar.
Eso puede ser demagógico también.
Después lo tendrá que reafirmar con obras, no solo con palabras. A los velatorios ha ido a todos. Bonomi no iba.
Son pequeños mensajes.
No es solo la parte operativa, también tenés que ganarte al trabajador en la empatía, en decirle que estás con él. Cada vez que había un policía herido, nosotros íbamos al hospital, y jamás había alguien del Ministerio. Ahora siempre hay un jefe. Antes estaba solo el sindicato, ahora mandan al jefe. Son cambios, pero son simbolismos hacia adentro, mostrar que estás cuando te hieren, cuando te matan. Se quiera o no, eso le va entrando al policía.
¿La legítima defensa era una reivindicación de ustedes?
La legítima defensa presunta, sí. No tal cual salió en la LUC. Nosotros trabajamos con el equipo jurídico y nos parecía que en realidad podía ser una presunción más de inocencia del trabajador policial, cuando llega a abatir un delincuente. Muchas veces no se le tenía en cuenta eso. No era un gatillo fácil ni una exacerbación de sus derechos, porque cuando vas al juzgado tenés que demostrarlo. Si se demostraba que no había gatillo fácil, no había nada que te salvara si no había ninguna acción enmarcada en eso. Sí, fue una reivindicación nuestra, igual que las cien horas de 222. El otro Ministerio las había bajado a sesenta, y nosotros presumimos que subiéndola un poco podíamos frenar los servicios irregulares o 223, evitando, también, las muertes de policías por hacer esos servicios. Eso lo incluyeron.
¿No hay riesgo de abuso policial?
¿Sabés qué pasa? El problema del miedo que pueda tener la sociedad en cuanto a que pueda haber un abuso en cualquiera de las normativas que se vayan a cambiar depende y dependerá exclusivamente de la formación del policía. Si nosotros realmente tenemos un policía que no sale así nomás en seis meses, que sale realmente formado, profesional, con criterio para discernir las situaciones…
Hay que empezar ahí.
Es lo primordial. Si querés que eso no se desborde ni para un lado ni para el otro, tiene que haber una buena formación. Como decíamos hoy, también hay que elevar la vara. Es como todo. No es por discriminar, pero no es lo mismo alguien que tiene una formación secundaria, y ni que hablar terciaria, que alguien que no terminó la escuela, o que está afectado en su discernimiento por algunos factores culturales o por el lugar de dónde viene.
¿Llevar cámaras es una reivindicación de ustedes, no?
Sí. Si uno está confiado de que lo que realiza es adecuado a la normativa, no tiene por qué tener miedo a tener una cámara, que en realidad lo que va a hacer es ayudarte. Pensá en el caso del CODICEN. Habían dicho que le habían pegado y lo habían torturado, y en la cámara no estaba filmado nada de lo que se decía. Y eso salvó a los policías. ¿Quién los iba a sacar, si no, de toda esa manifestación en contra que habían tenido? Seguramente habría quedado como cierto.
¿No hay corporativismos en la costumbre de cubrirse entre compañeros, para salvarse?
En el sindicato tenemos más de diecisiete grupos de WhatsApp, aunque no sé a quién se le ocurrió porque nos estamos enloqueciendo. Te sorprendería saber que pasa todo lo contrario. Cuando un policía actúa mal, los mismos policías lo matan en las redes. Lo del perro fue un debate, y nadie salió a defenderlo. Se dijo que había que esperar a tener más información, a saber si el policía estaba herido, o si el tipo era un delincuente o guardaba cosas debajo de la cucha del perro. Pero no hubo corporativismo. Lo primero que hicieron fue matarlo. Después, algunas voces muy tímidas dijeron esta otra versión y quedó por ahí. No hay corporativismo. En la cárcel el que entra celulares y cosas que no debe es denunciado por sus compañeros. No lo denuncia otro de afuera. Es lo bueno que tiene todavía la Policía uruguaya: se autodepura. En la jerga siempre decimos que es peor que te lleve preso un policía, porque te tratan cincuenta veces peor, porque sos “un traidor del Instituto”, o esto o lo otro. Si fuera por corporativismo, te tendrían que tratar bien. Y no te tratan bien, te tratan muy mal.
Los uruguayos conformamos nuestro imaginario de una Policía donde se cubren y hay muchos corruptos.
Pero no tiene nada que ver. El otro día hubo un comentario de la diputada esta… ¿Cómo era? La que era actriz.
Verónica Mato
Nunca contesto, pero le contesté porque me cayó mal. “Porque era pobre”, dijo. ¿Y qué se piensa que son los policías? Si son los mismos pobres que viven en el mismo asentamiento. ¿Qué policía va a interpretar que sos pobre y te va a tratar como pobre, si está en el mismo barrio contigo? No vivimos en el country.
Pero cuando le dicen pichi…
Vos sabés quién es el delincuente y quién es pobre. Así como los delincuentes saben quién es policía y quién no. Ellos te huelen y vos lo olés, y eso es tal cual. A veces los que no lo saben son los opinólogos. Acá en Uruguay opinamos de todo. Enseguida se habla de discriminación, pero cuando ahondás un poquito… Es como el tema de la panadera. A los policías los mataron. Se enfermaron psicológicamente.
Se pasaron de rosca, también, ¿no? Cuatro patrulleros.
Porque era mujer y no querían hacer un atropello en el lugar. El operativo dio perfectamente, y hoy tienen que resarcirles todo lo que hicieron mal. ¿Pero el daño que los tipos vivieron? Lo primero que hacen en las redes es crucificarte, un escarnio público que después no te lo saca nadie. Los locos no salían de su casa. Fue salado. Lo primero fue pensar en la pobre muchacha, y después se vio que no era tan pobre muchacha y que los policías habían actuado correctamente. Pero se comieron todo eso.
¿Y cuándo hacés un allanamiento mal y sacás a la mujer en ropa interior?
Para esto está la parte administrativa. Ahora hay un sumario, y si alguien actuó mal va a tener que hacerse cargo. Para eso es el sumario, para ver quién dio mal la orden o quién se equivocó, y para ver quién es el responsable del exceso, si lo hubo. Eso es lo bueno de la investigación administrativa. Es lo mismo que pasó con el perro, o con cualquier otra situación: inmediatamente se hace una investigación administrativa, y eso es bueno para las dos partes. En el caso de la panadera vivieron un suplicio, pero al final pudieron demostrar su inocencia. Pero si no existiera esa potestad del sumario y de garantía de ambas partes… Es una macana, porque lleva mucho tiempo. Algunos sumarios llevan dos o tres años, y algunos policías quedan sin sueldo mientras dura la investigación, o a medio sueldo. Es según cómo te ponen en el sumario. Te pueden separar del cargo sin salario por un año, o a medio sueldo por otro. Es complicado.
¿Sirven para algo los allanamientos nocturnos en la tarea policial?
Me gusta hablar de la parte operativa y no evidenciar algunas cuestiones que me parece que tienen que quedar en la interna. Si me guío por los compañeros que los realizan, servirían, y mucho.
¿No es lo mismo quedarse en la puerta y esperar a que amanezca? ¿Se va a ir el delincuente por un caño?
¿Mandás custodia a la casa veinticuatro horas? Esa también sería una modificación. Para el que pernocta en su hogar también tiene que haber una garantía. ¿Por qué le vas a vigilar la casa?
En el caso de un allanamiento equivocado, si te lo hacen en el medio de la noche, con chiquilines, y la violencia que eso implica.
Siempre un allanamiento es violento. No hay allanamientos benévolos, porque generalmente van a casas de delincuentes o de alguien que está realmente cometiendo un delito, salvo este caso donde se equivocaron. Entonces, ni él te va a esperar buenamente ni la Policía va a entrar pensando que está Heidi adentro. Hay una cuestión innata, que te entren a tu casa ya es violento.
La experiencia internacional indica que aumentarle las postestades a la Policía termina muchas veces en excesos.
¿Y eso cómo lo controlás? Formándolos.
Dándoles menos potestades.
No, formándolos. Pero ojo con los que los forman. También tienen que ser gente idónea en derecho. No traigas una cabeza como hablábamos hoy, del sesenta, porque capaz que les habla desde ahí. Tiene que ser gente nueva.
Si los que los forman después ponen una plaqueta en homenaje a Víctor Castiglioni… Esos elementos conviven.
Están. Es tarea del Ministerio, y por eso hay un ámbito que es ejecutivo y un mando que es político. El mando político es el encargado de elegir la gente que quiere para formar qué tipo de policías. En eso no tiene injerencia el mando ejecutivo. Si te equivocás en la gente que elegís, después tendrás una formación acorde a la gente que ponés. En donde más hay que hincar el diente es en la Escuela de Formación. Nosotros pensamos, con el sindicato, en presentar una fiscalía aparte que sea para los temas policiales, no Asuntos Internos, y que sea objetiva, fuera de la órbita del Ministerio del Interior. En otros países hay. Asuntos Internos puede ser corruptible, sí. Tenés funcionarios muy buenos, yo los conozco y son excelentes, pero tenés como pasa en todo: “el amigo de”. Se trata de hacer algo por fuera del Ministerio del Interior, que sea para los policías, y también para los que tengan alguna problemática con los policías. Hoy, como civil, si tenés un problema, te van a mandar a Asuntos Internos, y te va a pasar lo mismo que le puede pasar al policía.
Está bueno ese proyecto.
Es muy ambicioso, está bueno. Veremos después si tenemos los votos para hacerlo. Como sindicato siempre tratamos de generar cosas que sean buenas para las dos partes. En este momento nos toca un rol muy complicado como sindicato policial, muy complejo. Estamos en el medio; por un lado, con los funcionarios policiales; por otro, con otros sindicatos. Hay que ir mediando, y ver que cada cosa que vas a sacar sea buena para ambas partes. Desde ese lugar, y dando también alguna seguridad al civil, porque nadie quiere excesos ni gatillo fácil. “Mano dura no, mano justa”, como se dijo. Esa sería la expresión. Tener un ámbito de esos sería muy bueno. Lo que tenemos que buscar hoy en día es garantías para las dos partes. También es verdad que fueron muchos años de sacarle potestades a la Policía, un montón, y un montón de valorización de la tarea. Es difícil congeniar. Todo lo que el policía siente que perdió, y hablo de lo bueno, de esa pertenencia al Instituto, a la función, al orgullo de haber elegido una profesión que no es para cualquiera y que todos necesitan. Fueron muchos años de tener una Policía vista como lo peor del mundo. Ahora el policía siente que con esto se le devuelve un poco de dignidad a la tarea, a su accionar. Lo que tenemos que hacer es acompasar eso, y hacerle saber al compañero que va a tener más garantías para trabajar, como se pidió, pero que no se puede extralimitar. Pero eso necesitamos formación, y un ámbito objetivo para las denuncias, con alguien que del otro lado sepa del accionar policial. No cualquier abogado entiende la idiosincrasia del policía. Somos públicos, pero no nos parecemos a ningún empleado público. Tenemos nuestra ley orgánica, una disciplina y muchas cosas que nos hacen especiales. Los abogados acá son un máster en seguridad, porque aprenden. ¿Por qué viene Ojeda? ¿Porque hay un gran sueldo para cobrar? No, si somos un sindicato pobre. Viene porque sabe que va a aprender un montón de lo que es la seguridad, por dentro, y que va a poder hablar con propiedad. Los compañeros que vienen acá son los que después ejecutan las órdenes que da alguien desde detrás de un escritorio, pero son los que saben si eso va a funcionar o no, o si se puede poner en operativa. Desde detrás de un escritorio se pueden decir cosas muy lindas, pero en la vivencia cotidiana las sabe el de abajo. Ese es el insumo más importante que tiene el sindicato. Cuando la otra vez hicimos una reunión sobre seguridad, invitamos a los nueve más renombrados en el tema, y cuando empezamos a hablar nos dimos cuenta que teníamos un máster. En la teoría era todo divino, pero nada de lo que decían se aplicaba a la realidad.
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