La semana pasada terminábamos una nota sobre lo que llamamos “teatro-ciborg” planteando el problema que genera esta propuesta en tanto se cuestiona su “teatralidad” a partir de ser una práctica de lo que Dubatti ha llamado “tecnovivio” en contraste con las artes “conviviales”. Como recordábamos, el convivio es propuesto como condición necesaria para hablar de “teatro” (la categoría “teatro” es en sí también problemática), o sea, que haya cuerpos de artistas y público conviviendo en el mismo espacio.
Desde nuestra perspectiva asumimos que mientras continuemos planteando que la situación de convivio es una suerte de prerrequisito para hablar de teatro es claro que no es posible que una pieza como Dos hermanas sea considerada teatro. Recordamos que Dos hermanas es una obra escrita para ser interpretada por dos actrices en vivo el día del estreno a través de una comunicación virtual. El mismo día del estreno, al mismo tiempo, el público accede a la obra a través de un canal de youtube, por lo que la situación para el grupo artístico es la misma que en una situación de convivio desde el punto de vista del “riesgo” al momento de interpretar la obra. De la misma forma, el público no puede poner “pausa”, ni pararse e irse para volver en la misma situación en la que se fue. Si bien hay un registro al que se puede acceder luego, no es lo mismo el registro de Dos hermanas que verla en el momento en que se estrena, como no es lo mismo el registro audiovisual de una obra cualquiera con ver esa obra en el espacio para el que fue concebida.
Podemos concluir que si quitamos en carácter axiomático al convivir en el mismo espacio artistas y público, y proponemos como nuevo axioma la situación de simultaneidad en el momento del estreno entre artistas y público, además de ser esta nueva situación artística pensada para esa simultaneidad, podemos reformular la categoría teatro para incluir en ella a Dos hermanas, y es a lo que llamamos teatro-ciborg. Por supuesto que esto no implica ni desplazar ni sustituir al teatro convivial, simplemente es reformular una frontera que permita hablar de teatro “convivial” y teatro “tecnovivial” en vez de colocar al teatro solo como un arte “convivial”. Esto es importante porque en el intercambio que mantuvimos con Carlos Fos y el propio Jorge Dubatti, intercambio que se reestrena virtualmente en estos días, surge la posibilidad de que estemos proponiendo esa idea de sustituir el teatro “convivial”, y no solo que no creemos que el teatro en situación de convivio vaya a desaparecer, sino que no lo deseamos. Hablamos de una nueva forma de producir “teatro” surgida de una necesidad ante la obligada reclusión por la pandemia. El teatro, como toda actividad humana, encuentra formas de adaptarse a su nueva situación, se reformula, y encuentra, dialécticamente, la forma de sortear esas limitaciones coyunturales. Pero esto no significa nunca “matar” el teatro “convivial”.
La otra crítica a nuestra propuesta es menos axiomática y más sustantiva. Se pierde, en el caso del teatro “tecnovivial” la potencia política de los cuerpos que se encuentran. Sobre esto, en primer lugar, volvemos a lo de más arriba, la situación de aislamiento respecto al público no es propuesta por el teatro-ciborg, es exactamente al revés, el aislamiento es una imposición que el teatro-ciborg intenta sortear. Lejos se está de pensar que no es necesario que las personas se encuentren en la plaza pública para discutir su situación, de lo que hablamos es de que esa posibilidad está cercenada, y desde estas nuevas propuestas se intenta sortear el aislamiento impuesto. Creemos que en ese sentido la propuesta es positiva desde el punto de vista político. Y pensamos también, vale decirlo aquí, que hay intencionalidad política en el gobierno uruguayo para continuar con las salas teatrales cerradas.
Pero hay otro aspecto de la crítica que en realidad se vuelve más fácilmente en crítica al propio teatro de convivio. Dubatti plantea algo cierto, quienes no tengan conectividad no pueden acceder a este nuevo teatro. Y aún en ciudades como Capital Federal y Montevideo la carencia de conexión a Internet es muy frecuente. Entonces cabe preguntarse si no se está haciendo teatro para personas privilegiadas que pueden conectarse y se excluye a quienes no. Pero uno se pregunta ¿Es para todo el mundo el teatro que se hace en el Solís o en el Colón, en la Verdi o en el San Martín? ¿Es para todo el mundo el teatro que se hace en Timbre 4 o en La gringa? ¿El que se hace en el Rojas o en El Galpón? ¿De verdad quienes están excluidos de una conexión a internet van a las salas teatrales oficiales o independientes? Si estuviéramos hablando del teatro comunitario que se hace en espacios barriales se entiende, pero hablamos de propuestas artísticas que de por sí están pensadas para personas que tienen resueltas determinadas situaciones. Y es más probable que alguien de un barrio marginal llegue a Dos hermanas por el canal de youtube de la Verdi a que vaya a la misma Verdi a ver una obra en vivo, incluso en la temporada de entrada libre de enero. Y no van a las salas porque sienten a esa práctica artística, y más aún, a ese espacio, como algo absolutamente ajeno a su realidad. En cambio, eventualmente, podría en el celular conectarse un rato para ver Dos hermanas, algo que, también reconocemos, sería poco probable. Lo que sí es cierto es que, para las personas privilegiadas que sí tenemos conectividad, estas nuevas propuestas nos permiten apreciar en igualdad de condiciones el teatro-ciborg que se haga en Montevideo o en Paysandú, en Buenos Aires o en Madrid, en Nueva York o en Roma. Y esto también habla de su potencialidad.
La discusión no está saldada y se puede volver a presenciar hoy mismo en el facebook del Ciddae a las 19:00.
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