La familia es la primera unidad de socialización, por lo que enfocar allí ha sido una posibilidad para analizar y estudiar vínculos sociales que la trascienden. Lo que nos interesa destacar en este caso es cómo las tradiciones teatrales determinan, a veces, la forma en que es “representada” esa unidad social básica. La anécdota de El juego de la silla, de la argentina Ana Katz, es simple: un hijo que hace años vive en el extranjero vuelve a casa por unas horas y la familia que lo recibe se desvive por ser servicial y ocultar cualquier diferencia. De todas formas en el juego de convivencia social algunas situaciones del pasado emergen e incomodan a todo el grupo de forma diversa. En el caso de El juego de la silla, en que el personaje que vuelve de Canadá y dispara la acción es representado por Fernando Amaral, estamos ante un “grotesco contemporáneo” como se lo anuncia desde la producción, vinculando al espectáculo con la tradición que representan Armando Discépolo o Jacobo Langsner entre otros. Pero una situación muy similar vimos este mismo año en un espectáculo en que también participaba Amaral: Apenas el fin del mundo, del francés Jean-Luc Lagarce. Es verdad que la sombra de la muerte daba otro cariz a la visita del hijo pródigo en la obra de Lagarce, pero la anécdota es prácticamente la misma, y similares son los conflictos que emergen desde las entrañas de la familia, pero el tratamiento estético es otro, la aridez de la reflexión existencial de Lagarce contrasta con el tratamiento de Katz, que pone foco en algunos vicios intrafamiliares logrando el efecto tragicómico característico del grotesco criollo, divertirnos con amargura.
La propuesta de Fernando Vanett encapsula el espacio en una caja en que veremos a parte de la familia obsesionada por celebrar la llegada de Víctor, mientras este parece más cumplir una formalidad que realmente estar interesado en visitarlos. La figura de Nélida, la madre, lentamente se irá erigiendo como una clave para entender el comportamiento de los personajes, en particular la inseguridad de una de las hijas, opacada por la exuberancia omnipresente de Nélida. Hasta la presencia en vivo de El cuarteto del amor parece remitir a los sainetes criollos que mutaron en el grotesco rioplatense.
El elenco trabaja en conjunto para lograr el efecto tragicómico, pero para destacar es la actuación de Elsa Mastrangelo como Nélida, construyendo a una madre obsesiva, competitiva, que es capaz de arruinar un momento familiar y olvidarlo media hora después, garantía de que eso se repetirá hasta el infinito.
El juego de la silla. Texto: Ana Katz. Dirección: Fernando Vannet. Elenco: Fernando Amaral, Elsa Mastrangelo, Angie Oña, Mariana Escobar, Camila Vives y Manuel Caraballo.
Funciones: miércoles, jueves y viernes 20:30 (hasta el 24 de Agosto). Sala Delmira Agustini del Teatro Solís.
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