Luego de ocho años se juntaron en Bruselas delegaciones de CELAC y la UE. No se trató de una reunión de negociación para establecer o ajustar intercambios sino de una en que se analizaron, en lo básico, políticamente las posturas de cada parte y fue donde la cita de 48 horas (con reunión previa de algunos cancilleres) transitó por caminos de asimetrías notorias entre participantes -incluidas las habidas en cada bloque- y las diferencias de criterios para evaluar ciertas cuestiones.
Objeto de unas primeras conversaciones lo constituyeron la evaluación de las situaciones y afectaciones económicas del momento post pandémico, las consecuencias del cambio climático (dos “shocks” de calor en el hemisferio norte que eventualmente se repetirán en unos meses en el austral) y los incumplimientos de los Acuerdos de París (atribuidos mayoritariamente al capitalismo desarrollado de EE.UU, Canadá y la UE) y, fuera de agenda, el conflicto ucranio-ruso, pese a que de antemano se había rechazado la participación de Volodímir Zelenski; se dejó el punto para la declaración final. Según refiere “Página 12”, para dicha declaración “un conjunto de gobiernos latinoamericanos, prácticamente en bloque, optó por no involucrarse en el conflicto, pese a las diferentes interpretaciones sobre las culpas, las responsabilidades de la guerra y, sobre todo, más allá de las presiones ejercidas desde Washington y las principales capitales europeas. Una posibilidad de que Estados latinoamericanos contribuyesen con armamento o su financiamiento en favor del campo ucraniano, fue descartado tiempo atrás por la CELAC, haciendo que en ese sentido naufragaran los países europeos de la OTAN y las presiones diplomáticas de Washington.
En el tema económico, tanto preocupa a la UE el caso de migrantes africanos y asíáticos orientales (con escasos o nulos conocimientos y habilidades técnico-científicas) -acordándoles todo tipo de restricciones y su expulsión de Europa, así como -en segundo lugar- el envejecimiento de la fuerza de trabajo por una parte de su zona, lo que podría provocar descenso del crecimiento productivo.
Sin embargo, por parte del UE (con apoyos parciales de algunos latinoamericanos) orientaron sus baterías hacia el expansionismo económico chino y su asociación con Rusia, a la que se considera como un paria, elemento disociativo y agresivo único. La intención -más que advertir- de “aconsejar” a nuestros países evitar las transacciones con Pekín conllevó al anuncio de Úrsula von de Leyen que se destinarían más de 50 mil de los 500 mil millones de euros que la UE ha dispuesto ayudar a los países periféricos (subdesarrollados) para contribuir a su desarrollo y a una futura consolidación de energía limpia y renovable de AL a la Europa comunitaria, todo contemplado en un programa que denominan «Global Gateway”.
Esa “graciosa” asistencia se dirigirá fundamentalmente a África subsahariana (es decir, a las excolonias, tan explotadas por las potencias europeas como antes de la independencia) y entraña algo sobre lo que advirtió Alberto Fernández: convertir a los países de AL en proveedores “per saecula saeculorum” en precursores o proveedores energéticos de Europa, sin beneficios para ciencia, aplicaciones tecnológicas y desarrollo local.
Asimismo, estos consejos no pedidos parecen ignorar que varias naciones integrantes de la CELAC –en especial las sudamericanas- mantienen relaciones comerciales crecientes con China de forma tal que en varios casos ese país está entre el primer y tercer receptor-emisor de los intercambios con dichos miembros.
Esta junta multitudinaria, donde convergieron presidentes de gobiernos, primeros ministros, cancilleres o altos representantes de 60 naciones, continuará -según dicen-a fines de agosto (post BRICS en Sudáfrica) y las delegaciones de CELAC se proponen tratar la serie de medidas que la UE ha adoptado para productos agrícolas, teniendo en cuenta que quien lleva la voz cantante en las mismas es Francia y su presidente, Emmanuel Macron. Derivados del ganado, soja, madera, carbón, caucho, café, cacao y papel, está prohibido importarlos de AL por miembros de UE si su elaboración es posterior a 2020: el decreto no se asemeja a ningún inicio de buen entendimiento y negociación.
Ante esto, el brasileño Lula da Silva dijo: “No podemos estar de acuerdo con estas sanciones. Tenemos una asociación estratégica con la UE, no puede haber imposiciones ni castigos, sino negociación”. Haciendo de lado cualquier duda sobre la intencionalidad de sus decires, agregó “la premisa que debe existir entre los socios estratégicos es la confianza mutua, no la desconfianza ni las sanciones”.
Otro dato sobre la reunión pasada conduce a diversas interpretaciones. Tenemos a la señora Von der Leyen llenando de elogios a Lula, reconociendo que reposicionó a Brasil en el escenario internacional en poco tiempo (emitiendo una nota de castigo a su predecesor), mientras que no se puede ignorar que desde la UE se criticó a China, integrante de los BRICS, con los cuales el MERCOSUR en particular, a instancias del brasileño, habrá de estar, en pocos días en Sudáfrica. Sobre la incidencia de Lula, su visita a Xi Jinping y la coincidencia de ambos en el tema de sustituir al dólar en los intercambios, eso no se puede ignorar, tampoco se puede estar omiso al respaldo a la Ruta de la Seda que en Sudamérica se dio a partir de su acceso a Planalto.
De acuerdo con informaciones de las agencias internacionales, cuando se hicieron eco del discurso de Lacalle Pou en Bruselas, más allá de su recurrencia en sugerir apoyo a sus votantes, la referencia hecha al tiempo que insume esta negociación y que le costaba explicar la duración de la situación, consiguió llamar la atención.
Sobre la reunión, confirmo que la gira previa de Von der Leyen por cuatro naciones latinoamericanas a otros tantos presidentes tenidos como “progres” tenía como fin atraerlos como futuros vendedores de litio. Al parecer, el argentino Fernández, acosado por el “blue” ya dijo sí.
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