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Puertas adentro del sicariato en Uruguay

Puertas adentro del sicariato en Uruguay
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El sociólogo Gustavo Leal, luego de su experiencia en el Ministerio del Interior, publicó el libro “Historias de sicarios en Uruguay”. Un trabajo que aborda “cara a cara” el fenómeno del sicariato en nuestra realidad. Una realidad oculta y descarnada.

Gustavo Leal es sociólogo, consultor internacional, y estuvo vinculado al Ministerio del Interior en la anterior administración. Fue director de Convivencia y Seguridad Ciudadana y en este libro aborda seis crímenes de gran repercusión pública en Uruguay. Leal asume entonces el “rol de entrevistador”, ya que tuvo la oportunidad de visitar a los sicarios y a los autores intelectuales en la cárcel, donde cumplen condena, y tratar de rescatar qué camino personal y familiar los llevó a cometer los crímenes. De hecho, son cinco las preguntas que Leal se plantea como guía de su trabajo: ¿Qué es lo que mueve a una persona para convertirse en sicario? ¿Cómo se encuentra la oferta y la demanda en este mercado invisible y discreto? ¿Cuál es el proceso de toma de decisiones de estas personas? ¿Cuál es la historia de vida de estos protagonistas?

Al comenzar su trabajo, Gustavo Leal dice “este es un libro difícil de leer”, porque “es un texto que habla de la muerte, la desidia y el desamor y que procura ahondar en la condición humana desde un lugar poco frecuente. Un relato que ilumina sobre lo peor de la sociedad, pero que también intenta dar pistas para entender a sus protagonistas sin que eso implique justificar, aceptar o defender las atrocidades que cometieron”. Leal seleccionó “casos emblemáticos” de sicariato en Uruguay. Y agrega: “No sería honesto omitir que he dudado mucho en publicar este libro, por lo que dice, por el presente y por el futuro. Pero el fracaso es no jugársela. Y en todo caso, si algo sucediera, podremos tener elementos para entender”.

El sociólogo afirma que entrevistar a sicarios y “autores intelectuales de homicidios” es “poner en juego la palabra y el cuerpo como un mecanismo de comunicación determinante. Estremece escuchar, duele preguntar y conocer, genera estupor transcribir y uno siente bronca al escribir estas historias. Este libro refleja solo una parte de eso, porque en los silencios, los gestos, las miradas, los énfasis, las risas y las lágrimas, también hay mucho para desentrañar del mundo sicario”.

 

Y agrega luego, a modo de introducción, cómo surgió en el mundo la figura del sicario. “El origen de la palabra se remonta a la antigua Roma, en latín se denominaba sica a una pequeña y afilada daga que algunas personas escondían en las mangas de la toga y utilizaban para dar muerte a enemigos políticos por orden o contrato. El sicariato es una acción compleja que involucra premeditación, el contrato para el servicio, la planificación y la ejecución. El asesino a sueldo tiene motivaciones distintas que el autor intelectual, manteniendo cierta distancia emocional con el crimen”. Y recoge una frase que repiten algunos de los entrevistados: “Yo le disparé, pero el asesino no soy yo sino el que me contrató. Si no me daban esa orden y me pagaban no había muerto, así que el responsable es él”.

El primer caso refiere al homicidio de una pareja y su hijo de dos años en Rivera. El crimen “más sangriento de la ciudad” al decir de Leal. Paola Fraga, cuñada del hombre asesinado, contrató como sicarios a tres jóvenes de 19, 17 y 16 años con el objetivo de matar para quedarse con todos los bienes que desde hacía un buen tiempo eran motivo de disputa familiar. “Estuve sentado en la plaza Artigas, frente a la Jefatura, pensando en entregarme, pero no me animé. A mí no me daba la cara para decirle a mi madre lo que había hecho”, le dice a Leal uno de los autores del homicidio, condenado a 25 años de prisión.

En otro de los casos, que Leal titula “Atentado a (la banda) Los Chingas”, se cuenta que Rubén, alias “El Fofón”, tenía 19 años cuando en 2018 fue a acompañar a una amiga que llevaba a un niño a la escuela de Casavalle. En medio de enfrentamientos territoriales vinculados al narcotráfico, un muchacho vinculado a la delincuencia le puso un arma en la mano y le encargó dispararle a una mujer de un bando rival. “Fofón” disparó, pero la bala impactó en Franco, un niño de 12 años que había ido a acompañar a su primo a la escuela. De milagro, el niño se salvó. “Disparé porque me vino un flash, me hicieron una macumba”, le explica Rubén a Leal. Y reconoce haber estado drogado en el momento del hecho. “Yo andaba enojado y empastillado y acepté hacerlo. Empastillado no pensás las consecuencias. Ahora estoy cumpliendo (la pena) sin descuentos, de punta a punta la pena. Entre todo la saqué barata. Tres años y medio. Si el gurí se moría me comía 30 años”.

Otro de los casos, quizás uno de los más sonados en su momento, es el del asesinato en diciembre de 2019 de Lucas Langhain, un hincha de Nacional que participaba de unos festejos de su club y recibió un disparo mortal. Erwin Parentini, alias “El Coco”, le pidió a una persona de su confianza que le encargara a un sicario matar a un hincha de Nacional. El “elegido” fue Gaby Costa, de 27 años, quien antes había estado tres veces preso. Junto a su novia – que un rato antes del homicidio le contó que le daría un hijo – se fue hasta la avenida 8 de Octubre. Oculto en la oscuridad de la esquina de la calle Berro efectuó seis disparos en cuatro segundos hacia la hinchada tricolor que pasaba por la avenida. Uno de ellos impactó a Lucas y lo mató en el momento. Costa fue condenado y saldrá de la cárcel cuando tenga 51 años. “No era para matarlo, pero pasó y ta”, le dice a Leal. Contó que cuando aceptó el “trabajo” estaba drogado. “(Parentini) me ofreció la plata y me agarró fisurado. Me insistió hasta que le dije que sí. Fue por plata, fue por plata. Me agarró drogado y me agarró empastillado de pasta y ta. Y uno emparrillado de pasta y fisurado, ¿viste cómo es?”.

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