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Reino Unido: el del divorcio pendiente por Ruben Montedonico

Reino Unido: el del  divorcio pendiente por Ruben Montedonico
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Una cierta pedantería que acompaña a algunos británicos es una característica que evidencia la original definición freudiana del chiste como ligado con la realidad cuando se cuenta y repite como noticia meteorológica escuchada en la BBC que “Europa está aislada: una densa bruma cubre el canal de Dover” (de La Mancha, para la geografía de los comunes).

Un primer intento de separación en 1975 mediante referendo sobre la pertenencia a la Comunidad Económica terminó en fracaso -empujado por Harold Wilson, el 9 de abril- pero no en el olvido. En este siglo, sectores eurofóbicos y conservadores reflotaron una eventual separación de la Unión Europea (UE) como principio. En una segunda consulta, el 23 de junio de 2016, alcanzaron una exigua mayoría nacional, que llevó al parlamento a avalar la misma (no vinculatoria) el 24 de marzo de 2017. Una primera fecha de separación que tuvo la premier Theresa May fue el 21 de marzo pasado, que logró postergarla para el siguiente 11 de abril y ésta fue pospuesta para el 31 de octubre de este año, aunque no se puso como fecha perentoria.

Las sucesivas postergaciones tuvieron explicación en los retrasos -entre el gobierno y el parlamento- en la pretensión de encontrar acuerdos de separación que conformaran a las múltiples partes. Tras el último de tres intentos la semana pasada, May comunicó su dimisión a partir del 7 de junio (luego de que reciba el 3 al presidente de Estados Unidos, aún como premier), admitiendo la imposibilidad de que la Cámara de los Comunes ratificara sus proyectos de separación concertada con la UE, por lo que sigue vigente la posibilidad de un divorcio brusco o, como se dice internacionalmente, un brexit duro. La conservadora -que sustituyó a otro tory anti-brexit, David Cameron- siempre intentó retirar al reino de la UE, pese a lo cual su dimisión exhibe los diversos criterios dentro de su partido y su propia pérdida de peso político. Antes del 20 de julio, fecha de inicio del receso legislativo, se espera el nombramiento de quien se encargue por los conservadores de formar nuevo gobierno.

Se cita como continuador a Boris Johnson, quien estuvo a cargo de la organización de la consulta en favor de la separación en 2016. Se trata de otro conservador, a punto de cumplir 55 años, que de acuerdo con los periódicos londinenses cuenta con algo más del 35% de las preferencias (en un contexto competido entre una decena de candidatos), que ejerció el periodismo, se lo conoce como historiador, soltero desde 1993, y ha sido alcalde de la capital inglesa y luego canciller en el gabinete de May hasta 2018. A quien resulte elegido se le advirtió por la UE que no está dispuesta a ningún acuerdo que modifique aquel que convino con la dimitente en noviembre de 2018.

Asimismo, la propia renuncia de May no es punto de partido hacia ninguna mejoría previsible o solución del entorno para un reino que pensó que sería mejor salir de una Europa occidental -que busca un tipo de unidad que no encuentra- que actúa con normas generales comunes cuando se trata de aplicar el artículo 50 (sobre separación) del Tratado de Lisboa. Opino que a la posición de no negociar más allá de lo preliminarmente acordado con los 27 por parte de la UE se le conteste con la amenaza de dejar pasar el tiempo y producir un brexit duro es elevar a la categoría de tontería la disolución de un vínculo sobre la base de una periclitada percepción de que todavía viven en el pasado British Empirede la antigua Albion practicando un nacionalismo dominante: están insertos en el capitalismo y dentro de él en una fase de cambio, al vaivén de diversas corrientes, unas más adecuadas a su realidad que otras. ¿Desde el interior del capitalismo qué puede hacer pensar que salir a cualquier precio de la UE y firmar un TLC con Estados Unidos puede ser mejor?

La expectativa de divorcio a cualquier costo es la de las ramas más conservadoras que formaron una diminuta y coyuntural mayoría en 2016 ante la cual poderosos sectores de la burguesía, preeminentes en el establishment, ven venir al brexit con desolación porque -con sus eufemismos- abre un espacio “con grandes costos fiscales aduaneros, desarticulante de las líneas de aprovisionamiento”.  En tanto, se desecha la posibilidad planteada por algunos de realizar un segundo referendo y dejar las cosas como estaban para no enfrentar unfuturo que presagian aciago.

Sin embargo, el posible advenimiento de Johnson para sustituir a May y los comicios europeos que ratificaron al ultraconservador Nigel Farage, en Reino Unido han sido interpretados como un sí al brexit. Además, el impulso al divorcio tiene otra arista de intereses y alguien que desea su concreción: Donald Trump. Siendo presidente electo, en 2016 festejó la salida británica: «El brexit será fabuloso». Reino Unido «fue muy inteligente al salirse»,dijo en entrevista con The Times, al tiempo que prometió un «rápido» acuerdo comercial. «Yo creo que ustedes (los británicos) están muy bien. Creo que (Reino Unido) está fantástico. Ya como presidente, afirmaría: «Con el Reino Unido continuaremos con nuestro intercambio comercial y lo iremos incrementando sustancialmente a medida que pase el tiempo». De su lado, el ministro británico de Comercio, Liam Fox (también candidato a suceder a May) correspondió declarando: «Un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos es una de las principales prioridades de mi Departamento Económico Internacional y espero comenzar las negociaciones formales».

Sin dejar de anhelar el divorcio -con lo cual piensa dar inicio al derrumbe de la UE competidora- Trump se alejó de May al declarar que no había negociado con la UE “de acuerdo a como él le había aconsejado…”.

En los próximos días conoceremos el efecto sobre Reino Unido de los triunfos de Marine Le Pen y Matteo Salvini y el llamado a comicios anticipados en Grecia ante el segundo lugar del oficialismo de Syriza -superado por los neoconservadores de Nueva Democracia- lo que posiblemente ocurra el 30 de junio.

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