Argentina, al ganarle la final a Colombia por uno a cero, se transformó en el campeón de la Copa América 2024. Ha sido un campeonato que ha desnudado la radical desnaturalización del fútbol nucleado en Fifa, como deporte profesional, competitivo.
A partir de esta constatación, comienzan a caerse como castillo de naipes, unas fronteras burdas y ajenas, que solo sirven para entender que hay otro universo de intereses que viven, conviven y se distribuyen en la más completa opacidad.
El primer paso para la expansión del fútbol fue el año 1863, con la creación en Inglaterra de la Asociación de Fútbol, la FA, que ordena las reglas del juego. Por ejemplo, universaliza la prohibición del uso de las manos salvo para los arqueros. La maduración de las reglas va asociada al creciente número de jugadores que se van sumando. Nuevas y más consistentes normas, racionalización del juego tanto para entrenar como para la disputa de los partidos, la vestimenta de los equipos, de los jueces, las medidas reglamentarias de las canchas…en fin, todas esas cuestiones que hoy nos parecen obvias y que fueron madurando con el tiempo.
Muchas de esas definiciones surgieron de las asociaciones que fueron consolidando campeonatos, y apostando a la construcción de estadios. Otras nacieron de la capacidad emprendedora de particulares. Por ejemplo, los calzados para el juego, las redes, las indumentarias. Y también por el sesgo que le imprimían algunos visionarios, a través de iniciativas que fueron construyendo un universo muy amplio que con el paso del tiempo fueron dando lugar al desarrollo de un deporte y un entramado empresarial, que hoy nuclea a 270 millones de personas, hombres y mujeres, 265 millones en calidad de jugadores y otros 5 millones de árbitros y funcionarios, un 4% de la población mundial.
Existen 207 asociaciones en el mundo Fifa, lo que da una dimensión del alcance de la organización. Solamente los principales 20 equipos de Europa generaron ingresos por 4.400 millones de euros en la temporada 2022/23. Todos los números crecieron en escala.
La Conmebol, por su parte, en la temporada 2022 generó ingresos por 455 millones de dólares, número similar al año anterior.
La evolución de los premios de la Conmebol, desde el 2014 hasta 2023 (último dato publicado), siempre al alza: de 71,2 millones de dólares repartidos en el 2014 hasta los 301 del ejercicio 2022.
¡Bochornoso, es poco!
La final de la Copa América 2024 “será recordada no solo por los hitos futbolísticos, sino también por los gravísimos problemas en su organización”. Eso dice el comunicado de la Conmebol, pero en una actitud extrañísima, terceriza en un anónimo la responsabilidad, apelando a una burda estratagema, redactando sin aportar nada sobre lo obvio y al mismo tiempo sin hacerse cargo de sus responsabilidades. Para más desfachatez, agrega lo que todos vimos por la televisión: “incidentes serios ocurrieron en la última fecha, cuando la final debió retrasarse 80 minutos debido a problemas de seguridad. Miles de hinchas, muchos sin boletos, intentaron entrar al estadio Hard Rock de Miami, superando ampliamente las capacidades de las fuerzas de seguridad contratadas por la Conmebol. Esto dejó sin asientos a muchos que tenían entrada y puso en riesgo extremo la seguridad de los aficionados”.
En ambos textos, el organizador no se hace cargo de nada. ¿quién precisa un organismo así, incapaz de conducir el futbol con una mirada integradora e inclusiva, solo mercantilista y concentradora?
El texto no aporta nada y es otra prueba de la incapacidad y ajenidad de la institución rectora del fútbol en esta escala. Un par de frases hechas, huecas, carentes de sentido real y nada más. La contundencia del fracaso al desnudo, e incapaces de ensayar una autocrítica.
Tiempo reglamentario
Dos tiempos de 45 minutos y 15´ para descansar y ajustar táctica, satisfacen a quienes vamos al estadio a disfrutar de un partido. Estos son los tiempos reglamentarios, más los minutos que se suman al final de cada tiempo, por “juego detenido”. Once contra once, el mejor fair play posible, completan hora y media de pasión futbolera. Esos 15 minutos son para comentar jugadas, errores arbitrales y del VAR. Incluso, ir al baño o comprar un café.
Cuando se establece que el partido debe tener un ganador, para desempatar se ejecutan tiros penales (una serie de cinco tiros alternados, y si persiste el empate, uno a uno hasta desempatar). Otra forma de desempatar, si así se define, es jugar un alargue de dos minitiempos de 15 minutos cada uno. Si persiste el empate, allí sí, los penales.
Shakira, la que factura
Los organizadores de eventos deportivos en Estados Unidos parecen temerle al aburrimiento de los asistentes. Por ello, lo intentan seducir con entretenimientos ajenos a la naturaleza del juego. Ejemplo de esta manía es la NBA. Esta conducta comenzó tiempo atrás, pero en la post pandemia se agravó. Es que se instaló un supuesto inconsistente: “La duración de cada cuarto de la NBA puede resultar excesiva y tediosa para algunos espectadores, especialmente si no son fanáticos del baloncesto o si prefieren partidos más rápidos y dinámicos”. Por ello, en cada tiempo detenido hay actividad para captar la atención de quienes “no son tan fanáticos”. Parece que aburrir con la introducción de bailes, juegos y regalos, a quienes si son fanáticos no importa. Ellos lo aguantan. Son elementos ajenos al deporte que convoca, para calmar la ansiedad de los no fanáticos. Es una desnaturalización del espectáculo deportivo.
Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, ha explicado la razón de la inclusión de Shakira: “se trata de una estrella sudamericana que ha deslumbrado al mundo entero”. En fin…
Siete minutos cantó Shakira. Más armado y desarmado, se duplicaron los reglamentarios 15 minutos. Es claro que a los organizadores no les importó nada que los jugadores que estaban disputando la final se desconcentraran. Es decir, que fueran sacados de ambiente, mental y físicamente.
Shakira hizo su mini show por el cual dicen que cobró dos millones de dólares. ¿Agregó audiencia? ¿Sumó tickets? ¿qué agregaba a la final? Absurdo. El artículo 4 h de la Conmebol es letra muerta: “Asegurar que los valores deportivos prevalezcan siempre sobre los intereses comerciales”.
Desnaturalización
El criterio mercantilista de corta visión es suicida. Introduce fundamentos ajenos al desarrollo del juego que son perturbadores. Introduce la lógica de que el aficionado es un cliente al que se le puede vender cualquier cosa; sólo es cuestión de costos y resultados. Y ello, sin rendición de cuentas pública.
Claro que mientras el estatuto prohíba “acudir a los tribunales ordinarios de justicia”, la opacidad de estas organizaciones continuará, acá y allá, donde sea. Para desnaturalizar y facturar a beneficio particular, no importa nada, no hay límites. Ella factura, y el fútbol se desnaturaliza.
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