Home Política Si no Biden, ¿quién? ¿Acaso Michelle o Kamala? por Ernesto Kreimerman
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Si no Biden, ¿quién? ¿Acaso Michelle o Kamala? por Ernesto Kreimerman

Si no Biden, ¿quién? ¿Acaso Michelle o Kamala?  por  Ernesto Kreimerman
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El debate, el primero de tres o quizás el primero y último de estos ochentosos candidatos que dejarían de serlo, está desencadenando unas consecuencias imprevisibles, aunque la razón no es novedosa, sino una ratificación de la realidad que no se quería admitir o, quizás, que no se atrevían a verbalizar cada uno de los encuadrados en una u otra candidatura.
Donald Trump, con más causas judiciales graves y con sentencias severas, con el deshonroso mérito de ser el primer presidente procesado por la justicia y aún tiene varios juicios en curso… sentencias resueltas con abrumadoras pruebas, es un pésimo candidato. La inmensa mayoría de su entorno no califica demasiado bien. Pero lo que aún sostiene esta candidatura es que no hay lugar para la disidencia ni tampoco para la duda. En los años del gobierno de Trump, había una popular ironía ante una realidad evidente de aquellos días: no hay más funcionario oficialista que aquel que acaba de renunciar o de ser destituido, y es un exfuncionario. La carga descalificaciones personalizadas, oficiaron de frontera. Algo que está pasando en Argentina.
Joe Biden, por su parte, que ha dado continuidad a muchas de las políticas sociales que la administración Obama-Biden llevaron adelante, y que por ello ha tenido una amplia aprobación, se enfrenta a un problema casi sin solución: “la biología”.
De temores a dudas
En los últimos tiempos, en las apariciones públicas del presidente Biden quedaba a la vista el desgaste físico, lo que algunos prefirieron llamar “cosas propias de la edad” mientras que los trumpistas, sin respeto alguno, comenzaron a emplear calificativos ofensivos y variadas humoradas de muy mal gusto.
Algunas torpezas físicas fueron multiplicadas, y Trump aprovechó a marcarlas. En el esquema de contenidos de la campaña, Biden sintetizaba la idea de un hombre íntegro, respetuoso y de carácter. Mientras que Trump, asociado a casos de corrupción, con sentencias recientes en su contra. También que una y otra vez apela a las mentiras, con una carga de violencia verbal y gestual, un provocador. Es cierto que esas conductas también tienen su público.
La familia Biden ha respaldado, sin fisuras, la continuidad de la campaña. Jill Biden fue muy decidida respecto a este particular: “Joe no sólo es la persona adecuada para el puesto. Es la única persona para el puesto”.
Pese a la convicción de la señora Biden, las aguas no se calmaron. Sin embargo, no se cuestiona solamente la conveniencia de la continuidad de Biden en campaña. A partir de las condenas judiciales sobre Trump, en el primero de varios juicios con sentencia (que seguramente será apelado, aunque existe la idea extendida que la carga de las pruebas y declaraciones no dejan lugar a dudas acerca de las responsabilidades señaladas), entre los republicanos crece la idea de que los problemas del Partido Demócrata le abrían una ventana de oportunidad, una suerte de control de daños, para proceder también a cambiar el candidato.
Flojo uno, mentiroso el otro…
En el siguiente acto de campaña posterior al debate de los candidatos, Biden se sinceraba acerca de su performance: “no soy joven, no debato tan bien, pero sé cómo hacer este trabajo”. Los temores previos al primer “cara a cara” se vieron confirmados a medida que avanzaba el duelo.
Biden asume que fue una performance baja, y por ello, reconoció que era necesario que en el segundo “cara a cara” debía de encararlo con otra actitud. En un discurso leído, Biden expresó que “sé que no soy un hombre joven, por decir algo obvio… ya no camino con tanta soltura como antes. Ya no hablo tan fluidamente como antes. No debato tan bien como antes. Pero sé lo que sé: sé decir la verdad, sé distinguir el bien del mal, sé cómo hacer este trabajo, sé cómo hacer las cosas. Y sé lo que millones de americanos saben: cuando te derriban, te levantas”.
La defensa de su candidatura fue un ataque directo a su contrincante. Trump “batió todos los récords de mentiras en un debate”, e insistió con una apelación ya probada y eficaz: “tiene la moral de un gato callejero”.
Al tiempo que los demócratas le interrumpían con aplausos, Biden remataba su ataque directo: “estoy aquí porque quiero ganar las elecciones de noviembre y si ganamos en Carolina del Norte, ganamos las elecciones. El único delincuente convicto en el escenario ayer era Donald Trump”.
En esta hora difícil del candidato, apareció la mano solidaria del expresidente Obama. Biden fue un vicepresidente que siempre estuvo activo y atento durante los dos períodos de Obama, y cumplió eficazmente con su obligación de gestión parlamentaria. “Las malas noches de debate ocurren. Créanme, lo sé”, se sinceraba Obama en auxilio de su vice.
Si no es Biden, ¿quién?
Ambos partidos, el Demócrata y el Republicano, no están con sus mejores aires. Trump actúa como “accionista único” de su partido, actuando a su antojo, con mínimas quejas, que ni alcanzan a la categoría de discrepancia, las que no son toleradas.
Voces importantes de la vida partidaria demócrata se han dividido, pero con mucha cautela. El temor es que dirigentes y estrategas partidarios se empantanen en este debate incompleto; es decir, una discusión que se concentre en el problema y no hagan foco en el análisis de posibles escenarios con y sin cambios de candidatos concretos, contraponiendo fortalezas y debilidades, capacidad de acción. Y aún antes, si la ocasión abría la posibilidad de una respuesta que fuera una ratificación estratégica.
En cuanto a esto último, existiría un primer consenso: si hay un relevo de candidato, debe ser políticamente una ratificación de la alternativa. Y el/la ignota debe ser “una grata sorpresa”, con una cuota de audacia política. En las tertulias de Washington y en las reservadas reuniones partidarias, hay dos nombres de mujeres demócratas identificadas plenamente con las ideas de Obama y de Biden. Ellas son Kamala Harris, hoy vicepresidenta; y Michelle Obama.
Kamala podría ser la primera respuesta frente a la emergencia. Sin embargo, las proyecciones de un duelo electoral con Trump, Harris estaría 1% por debajo. A lo más, podría aceptarse que se tratara de un “empate técnico”, es decir, como insumo para la definición de escenarios, no aparece como una fortaleza, sino como una incertidumbre. Pero aun así es una opción. Otra buena para ella: la encuesta mostró que la opinión de los demócratas respecto a Kamala es muy positiva. La vice ha fortalecido su capital político.
Michelle, de acuerdo con un estudio de opinión pública y prospectiva electoral, en un hipotético escenario Trump vs Michelle, le ganaría al republicano por 11 puntos porcentuales.
Ahora mismo, Biden y los principales dirigentes demócratas están abocados a reforzar las alianzas ya alcanzadas y consolidar el espacio político. Hay dos nombres de mujeres, que emergen espontáneamente. Es difícil el momento, pero los dos candidatos son parte del problema hoy, y quizás por los próximos cuatro años.

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