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Suecia y el avance de la derecha europea por Ruben Montedonico

Suecia y el avance de la derecha europea  por Ruben Montedonico
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Desde años atrás y hace dos números, insisto en que las derechas en alianza con partidos ultraconservadores vienen instalándose por toda Europa. La semana pasada, tras unos comicios, le tocó el turno a Suecia: una coalición de conservadores y ultraderechistas triunfaron en unas elecciones y sacaron del gobierno a contemporáneos socialdemócratas, tenidos por algunos como de izquierda y que para este opinante no pasan del centroderecha. Ese no es el país que envió a Harald Edelstam como su representante a Chile y al cual sorprendió en el cargo el golpe de Estado cívico-militar encabezado por Augusto Pinochet. Según recordó el subsecretario general de la ONU, el sueco Jan Eliasson, Edelstam “fue ampliamente respetado por sus acciones para salvar vidas de chilenos, cubanos, uruguayos, brasileños, suecos y de otras nacionalidades”. El gobierno sueco lo conducía como primer ministro Olof Palme -antiguo líder socialdemócrata- que dio asilo, mayoritariamente, a centenares de chilenos y uruguayos cuyas institucionalidades habían sido asaltadas y ocupadas por hordas de derecha.
El gobierno que, en total, por 10 años -hasta ser asesinado- orientó Palme se lo recuerda por la independencia, equidistancia y neutralidad -pese a la Guerra Fría- que guardaba hacia agrupamientos militares como la OTAN y el Pacto de Varsovia de acciones -fundamentalmente- en Europa; el respeto a los países del denominado Tercer Mundo (primer líder europeo occidental en visitar Cuba y promotor de la condena al “apartheid” sudafricano) y sus esfuerzos pacifistas contra la carrera armamentista. Nada que ver con la socialdemocracia que perdió la última elección y que desde la desaparición de Palme mantuvo una ficción de neutralidad y que -junto con Finlandia- pidió su ingreso a la OTAN. Se recuerda a Palme por su lucha en campo propio contra los poderes monárquicos y por orientar políticamente a la sociedad a inclinarse por un “estado de bienestar” (lo que había trabajado Willy Brandt y anhelado precedentemente Dag Hammerskjöld)..
Desde el 15 de septiembre, la primera ministra (tras nueve meses y medio en el cargo), Eva Magdalena Andersson, renunció para dar paso en el cargo a aquel que surja entre quienes ganaron los comicios, donde a Jimmy Akersson, -ultraconservador- se lo visualiza a la cabeza de partidos aliancistas. El suyo -en general todos los integrantes de la alianza ganadora- son conservadores y ultraconservadores, favoritos del empresariado y antimigrantes al país y a la UE. Akersson hizo suyo un eslogan (adaptado) atribuido al Partido Republicano y en particular a Donald Trump: “Es hora de poner a Suecia primero”.
De acuerdo con el recuento parlamentario, el agrupamiento obtuvo 176 asientos y los desplazados y sus allegados -supuestamente de izquierda-173. Los ganadores cuentan como integrantes a los Moderados, Demócratas Cristianos, Liberales y los ultras Demócratas Suecos, al que pertenece Akersson, y que resultó mayoritario en la votación. Sin embargo, las opiniones de casi todos los integrantes de esta coalición no parecen estar dispuestos a convertir en primer ministro -por ahora- a Akersson, fundamentalmente por sus antecedentes y los de su organización de extremistas. Por lo tanto, de acuerdo con diversas fuentes, el elegido sería Ulf Kristersson, de Moderados, que obtuvieron el segundo escalón (20,6%), lo que ocurrirá después de escrita esta nota.
Acerca de Akersson, las versiones circulantes en diversos medios apuntan a que proviene de un grupo neonazi denominado “Mantengamos a Suecia sueca” (“Bevara Sverige Svensk. Se puede citar, en ese sentido, el informe del mes pasado de los integrantes de “Acta Pública” indicando que ubican a 289 militantes de partidos en acciones racistas pronazis y de ellos más de 200 cercanos a Akersson y su organización política. Por si fuera poco, el político ha dicho que los musulmanes son “la mayor amenaza extranjera desde la Segunda Guerra Mundial”, instalando la idea de que se está ante una especie de invasión. Ha tratado de diluir sus dichos con los años, para parecer más moderado, pero también ha militado a favor de que Suecia abandone la Unión Europea.
Pese a que son públicos los informes no desmentidos -algunos propalados por él mismo- acerca de las inclinaciones extremas del dirigente de este partido de los Demócratas Suecos, las organizaciones aliancistas nunca dudaron en acumular sus votos para quitar a los adversarios del gobierno, en lo que se interpreta más como un acto pleno de ideologismo que de necesidad real para beneficiar sus negocios. Si bien en la actualidad el personaje se ha guardado de ciertas escandalosas declaraciones, se recuerda su idea de que el país debía salir de la UE.
No exento de dolor, recuerdo que hace dos semanas escribí -muy seguro- que en Italia se aprontan para un gobierno más de coalición (esta vez con un gran frente integrado por todas las derechas) presidido por Giorgia Meloni, neofascista, fundadora del partido Fratelli d’Italia y diputada”; que mantiene diferencias con el frente de organizaciones conservadoras que la apoya, a sabiendas que los compromisos electorales están por encima de toda disidencia, sea esta con euroescépticos, amigos de Putin, sanciones a Rusia o los apoyos a Ucrania, la OTAN y EE.UU.
España, Francia e Italia no evaden mi escrutinio que procura escapar de la prensa hegemónica. Al repasar el principio y mi seguimiento de los movimientos de la derecha en el escenario político internacional, en particular por el influyente contexto de ideas europeas y su aplicación e influencia en el pensamiento y la acción latinoamericana, me permití advertir que “el atraso en el tratamiento de la ultraderecha en Europa ojalá derive en tempranos estudios en América”. Agrego una nota muy personal: llamé a un convaleciente de Covid; en el curso de la conversación le dije que escribiría sobre el advenimiento de un régimen de derecha en Suecia y contestó mi comentario con la oportunidad de una pregunta retórica “¿y por casa, cómo andamos?”

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