Luego de su primer paso por el mundo de la literatura con una versión novelizada de su exitosa Érase una vez… en Hollywood, Quentin Tarantino, creador de obras inolvidables en el cine como Tiempos violentos, Bastardos sin gloria y Kill Bill – la venganza vuelve con un libro mucho más libre, aunque con su inconfundible voz.
Meditaciones de cine (Cinema speculation, Quentin Tarantino, Reservoir Books, disponible en librerías)
Muchos podrían afirmar que lo que más ama en el mundo el director Quentin Tarantino es el cine, lo que ha demostrado a lo largo de su breve (a pesar de estar en la industria desde los años ’90, el realizador solo filmó nueve largometrajes hasta la fecha) pero admirada filmografía. Sin embargo, me permito diferir: opino que lo que más ama el estadounidense es hablar. Hablar de cine podría ser más específico, pero creo que la verdadera pasión de Tarantino está en el hecho mismo de hablar, de dirigirse a otra persona y comunicarle cosas, de sentarse en una mesa y dar rienda suelta a su verborragia. Y si eso no lo demostró a la hora de poner en sus personajes diálogos memorables, o ponerse a sí mismo en las películas como narrador o algún cameo que no paraba de hablar, definitivamente lo demuestra en su nueva faceta como escritor.
Érase una vez… en Hollywood fue su debut en el mundo de la literatura, y funcionaba como una versión ampliada de la famosa película de 2019 que le dio a Brad Pitt un Oscar a Mejor actor de reparto. Ese libro ya era una declaración de intenciones: si el mundo del cine tuvo que adaptarse a las particulares conversaciones y reglas del universo Tarantino, este nuevo medio también tendría que hacerlo. Y la forma era digna del autor: un narrador, creemos que Tarantino, nos adentraba en los rincones del Hollywood de los años ’60, centrándose en el día a día de un actor venido a menos y su doble de riesgo, al igual que en la cinta. Lo curioso es que el narrador parecía estar contando el cuento de forma oral, como si alguien hubiese transcripto las historias de un moderno juglar que además se obsesionaba con detenerse a hacer evaluaciones muy subjetivas de las películas que sus personajes veían, los lugares a donde iban y demás, dando pie a un conjunto que se antojaba bastante caprichoso y disperso.
Tal vez ese estilo no le sienta tan bien a una ficción como a un ensayo, y por eso esta segunda aventura del escritor en la literatura resulta mucho más satisfactoria. En el libro, Tarantino solo se pone un marco temporal (el cine del Nuevo Hollywood de los años ’70) para dar rienda suelta a lo que es una estructura mucho más libre, en donde se encuentran la crítica cinematográfica, el trabajo de investigación, las entrevistas y la autobiografía, con el fin de demostrar – enérgicamente – por qué el cine de esa época fue tan relevante para la Historia del cine y, además, por qué no volvió a repetirse. Para ilustrar esto, se toman como referencia una diversa selección de películas, algunas de ellas de enorme popularidad hasta el día de hoy junto a otras tal vez más olvidadas o, directamente, nunca conocidas por el gran público.
Como en toda conversación (y el libro está muy consciente de su diálogo constante con el lector, puntualmente con preguntas retóricas directas y constantes del estilo ¿Se imaginan eso? o Muy cool, ¿verdad que sí?) el emisor debe tener un activo interés en lo que está contando, y Tarantino se encarga de transmitir eso en cada página, creando así un libro de rápida y entusiasta lectura que rebosa conocimiento y pasión por lo que dice, además de una opinión respetuosa pero tajante cuando debe seleccionar lo que le gusta o no de las películas que menciona. Nosotros, los receptores, podemos estar de acuerdo o no con lo que él comenta, pero algo es indiscutible: cuando presenta una opinión polémica, suele estar acompañada de una explicación que, compartida o no, al menos es razonable, o está bien justificada.
Meditaciones de cine sirve también para confirmar lo que siempre fue el mayor talento del autor: su ojo para distinguir elementos interesantes dentro de producciones desechables, formando luego un mundo propio en base a ellos. El libro sirve para adentrarse en esa mentalidad y comprender una forma distinta de ver cine, además de un viaje por cintas y personajes que el público general desconoce o ha olvidado. También es valioso el lugar que Tarantino da a la labor crítica en el texto, resaltando lo que los críticos de la época decían, a veces para rebatirlos, contextualizarlos o incluso ensalzarlos, como el capítulo que dedica a Kevin Thomas. Lo que parece decir el escritor (e incluso lo esboza con otras palabras en ese mismo capítulo) es que el arte habla por sí mismo, pero el trabajo de la crítica es el de acercarlo al público de una forma clara, a fin de que el espectador pueda tener una guía para comprenderlo y apreciarlo aún más.
Si finalmente la eterna promesa del director de hacer diez películas y retirarse del cine se cumple, sabemos que su futuro está en la literatura, ya que él mismo ha expresado su deseo de seguir escribiendo, tanto libros como libretos para teatro. En lo que respecta a la literatura, ojalá siga el camino que emprende en esta ocasión, ya que este particular ensayo (si podemos encasillarlo en algún género) le da la excusa perfecta para meterse de lleno en una época clave del cine estadounidense y una movida cultural que conoce y ama como pocos. Y, por supuesto, también la razón ideal para seguir hablando.
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