La nacionalidad de una película no depende del lugar de donde proviene el dinero utilizado para producirla, porque entonces no habría films uruguayos, ya que en todos hay capitales extranjeros. La verdadera procedencia debe buscarse en factores como el tema tratado, el ambiente geográfico donde sucede la acción o la mayoritaria presencia de técnicos y actores del país. Por eso aquí no hago mención a El otro hermano de Adrián Caetano con Daniel Hendler (ambos uruguayos), ya que fue rodada íntegramente en Argentina, y su trama no es específicamente uruguaya. Tampoco cito El pampero de Matías Lucchesi con César Troncoso y una escena rodada en Uruguay, ya que es una producción claramente argentina. Aún con esos descuentos, la exhibición nacional logró un record en 2017: tomando como referencia al circuito comercial, Cinemateca y la Sala Nelly Goitiño, se exhibieron 18 largos: 7 de ficción y 11 documentales.
FICCIÓN. El mejor film uruguayo del año fue Ojos de madera de Roberto Suárez y Germán Tejeira, inquietante cuento infantil para adultos, historia de un niño adoptado por sus tíos luego del traumático accidente en que murieron sus padres. Sumergido en el stress y la locura, el chico vive un infierno cotidiano, alimentado de la propia realidad. Un nivel estético remarcable (sensacional fotografía en blanco y negro) y un inteligente manejo de la narración fueron los puntos más altos de un film difícil y atrapante.
La sorpresa fue Misión no oficial de Denny Brechner, Alfonso Guerrero y Marcos Hecht, ingeniosa y satírica comedia dueña de un luminoso sentido del humor para narrar las peripecias de unos insólitos personajes viajando a USA para conseguir toneladas de marihuana, y abastecer a los uruguayos tras la liberalización del consumo. Todo bajo las órdenes del Pepe Mujica. Lo más notable del film es que sacó de contexto a personajes reales y los insertó con sagacidad en otra realidad, la de la propia historia que narra.
El batacazo de taquilla de Mi mundial de Carlos Morelli (50.000 espectadores) no debería ocultar sus logros. Más allá de un tono moralizante, habla con valentía acerca de las luces y sombras que rodean a las jóvenes promesas futboleras. Filmada en forma muy prolija, presenta personajes de carne y hueso con poética sencillez. También tuvo interés Otra historia del mundo de Guillermo Casanova, que enfrentó el tema de la dictadura con una insólita mezcla de rudeza y astucia, mediante una trama descabellada y de la mano del elenco nacional más compacto y talentoso del año.
Bastante menor resultó la coproducción con Brasil La mujer del padre de Cristiane Oliveira, que escenificó humildemente la vida de una joven en un pueblo fronterizo, sin ahondar en sugerencias posibles, como definir cuál es el simbolismo de Uruguay en el relato. Y un grave fracaso resultó el relato de terror El sereno de Juacko Mauad y Oscar Estévez, destacable solamente a nivel técnico (ambientación, música, sonido).
DOCUMENTAL. En esta materia la producción uruguaya es por lo general valiosa. En 2017 el mejor documental fue sin duda Wilson de Mateo Gutiérrez, un puzzle muy inteligente armado mediante declaraciones de gente muy dispar, como ex presidentes, compañeros de ruta, historiadores, amigos y familiares de Ferreira Aldunate, más algún congresista y asesor estadounidense que destacan su labor en el exilio. Film ambicioso cuyo resultado no defraudó gracias a una sensacional utilización del montaje, arma letal en manos de un cineasta valioso como es Gutiérrez.
Del resto hay que destacar Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas de Julián Goyoaga, un debutante en el largo a quien no habrá que perder de vista. En apenas 90 minutos el film sabe ubicarnos en la época y el lugar donde ocurrieron los hechos, y cómo el asesinato del personaje titular marcó para siempre a su familia y a San Javier. Debe remarcarse la sutileza de Goyoaga al rodar el episodio más dramático (el secuestro) mediante el uso de dibujos animados. Los demás títulos no desentonaron, exceptuando El molino quemado y Detrás del mito, que fracasaron al no haber sabido aprovechar los inquietantes y polémicos materiales de los que disponían.
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