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Triste fantasía oriental Por Hoenir Sarthou

Triste fantasía oriental Por Hoenir Sarthou
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“Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?”
J.L. Borges, “Ajedrez”

Lo penoso son las víctimas, la opresión y muerte de los palestinos en Gaza, y también las muertes israelíes. Sin embargo, más allá de la impresión y el horror, el conflicto Israel – Hamas tiene un aire de irrealidad, de ficción dolorosa, pero ficción al fin. Incluso más allá de la ficción que nos construyen cada día los medios de comunicación.
Imaginen a un país creado por decreto. Una utopía hecha posible mediante la fe, el esfuerzo, mucho dinero, lobby y presión política sobre los gobiernos ganadores de la Segunda Guerra Mundial. Un país construido por pioneros dispuestos a cultivar el desierto y a guerrear por territorio, raza y religión. Pero concebido y financiado por banqueros que jamás irían a vivir en esa árida y hostil Tierra Prometida. Y apadrinado por gobiernos occidentales dispuestos a congraciarse con quienes manejan el dinero.
El resultado de tanta heroicidad y dinero fue la introducción de una cuña confiable en el corazón petrolero del mundo. Confiable para los financiadores –con intereses petroleros- y para los gobiernos occidentales, claro.
Ahora miremos el otro lado: Gaza. Una pequeñísima franja de tierra pegada a Israel, gobernada por Hamas, una organización de fanáticos religiosos cuyo programa político consiste en la eliminación de Israel.
Suena extraño, ¿no?
Sobre todo porque ex dirigentes políticos y militares israelíes reconocen que Hamas fue promovido y financiado por el gobierno y el servicio secreto de Israel, para contrapesar y dividir a la antigua Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y al grupo Al Fatah, que hoy gobiernan Cisjordania, la otra parte de la dividida Palestina, con una postura mucho más moderada respecto a Israel. Conviene recordar que su líder histórico, Yasir Arafat, murió sospechosamente en 2004, luego de reconocer al Estado de Israel y de optar por la creación de un Estado palestino unificado que conviviera a su lado.
En síntesis: los gobiernos israelíes, obviamente con la complacencia de sus financiadores y apadrinadores, promovieron y financiaron a su más feroz enemigo, Hamas. Lo instalaron a su lado en una angosta franja de tierra, y allí lo mantienen, como en un almácigo, como a un bonsái, retaceándole agua, comida, energía y medicamentos, talándolo cada tanto con bombardeos y operativos militares, pero sin destruirlo, cosa que podrían hacer en un pestañeo. Incluso soportan sus ocasionales misiles fronterizos, más o menos caseros, con la misma resignación con que un floricultor soporta las espinas o un apicultor algún que otro aguijonazo.
¿Diganme si no hay un aire de irrealidad, algo milyunanochesco, en la relación entre esas dos entidades, Israel y la Gaza de Hamas, decretadas y creadas por voluntad de la economía y de la política, más que por decantación de la historia?
Desde luego, hay una explicación racional.
Israel nació en 1948 y vivió siempre como un Estado y una población militarizados, expuestos y dispuestos constantemente a la guerra. Esa, además del apoyo occidental, fue la forma en que redujeron a sus vecinos Estados árabes, se instalaron en su actual territorio y ocuparon gran parte de Palestina. Israel tiene además una gran industria de armamento y es vanguardia en la producción y venta de equipos de seguridad.
¿Cómo cumplir su función de destacamento de avanzada de los intereses occidentales en la región si pierde su aptitud militar? ¿Y cómo justificar su disposición militar y su producción de armamento si no tiene enemigos y ataques periódicos?
La respuesta es obvia: la radical organización Hamas, enclavada en la franja de Gaza, es la justificación ideal de una actitud alerta y beligerante de Israel en la región y de su liderazgo en la investigación y en la producción de armamento. En otras palabras, Israel necesita a Hamas. Le permite vivir siempre en potencial hostilidad militar con los países vecinos, a los que basta con señalar como cómplices o apoyadores de Hamas para justificar bombardeos o incursiones preventivas.
Tanto Hamas como el mismo Israel, desde sus respectivas creaciones, han sido siempre parte, un poco ilusoria, de juegos más grandes, en los que a veces ofician de peones y otras veces de alfiles o torres.
No es para sorprenderse, ¿acaso nosotros mismos, los uruguayos, no somos una ilusión que creó Inglaterra aprovechando el delirio imperial de Napoleón y la pesadilla de España?
La pregunta es cuál es, esta vez, la jugada detrás de las masacres entre israelíes y palestinos.
En una región rica en petróleo y en gas, con puertos y gasoductos estratégicos muy cercanos, no es nada difícil suponer que se aproxima un reordenamiento geopolítico.
La duda es cuáles son las potencias y los intereses involucrados y a los que se quieren involucrar.
En lo personal, he resuelto suspender el juicio por el momento. Porque todavía no está a la vista la verdadera jugada, ni mucho menos los verdaderos jugadores. Aunque apuesto a que no tardarán en aparecer.
Pero algo es seguro. Los creadores y financiadores de Israel, e indirectamente de Hamas, los que ganan en todas las guerras, esos no van a perder.

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