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UE: repensar crisis y sanciones por Ruben Montedonico

UE: repensar crisis y sanciones por Ruben Montedonico
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Como un exordio de las elecciones intermedias el martes 8 de noviembre en EE.UU. sucedieron dos cuestiones importantes que algunos reducidos sectores de votantes pueden considerar antes de sufragar. Una que parece beneficiar a los demócratas fue el triunfo de Lula o la derrota de Bolsonaro -quien pretendió en algún momento del mandato y dos vueltas comiciales asemejarse al ex presidente Donald Trump- y otra, que creo beneficia a los republicanos -por temor a un trance similar-: la inflación que agudiza la crisis económica de Europa Occidental.
Un tercer elemento, interno, fue puesto en cuarentena con vistas a no influir en estos comicios intermedios: el envío de una fuerza militar de “ayuda” a Haití, convertida en una proa futura. La historia nos recuerda que mientras en la colonialista Francia se producía una revolución bajo el lema “Libertad, Fraternidad, Igualdad”, se enviaban tropas a Haití para sofocar la revolución antiesclavista, independentista.
Atendiendo solo a uno de los tres temas tratados anteriormente, Europa, estoy viendo un terreno de crisis, de norte a sur, luego de más de ocho meses de guerra que generan tensiones de todo tipo con diversos pronósticos, en tanto observo los comicios y avances de las derechas.
Durante los últimos meses, desde Bruselas -obedeciendo a Washington- se ha propuesto asfixiar la economía rusa y sostener a Ucrania, su gobierno y ejército, de forma unida, al costo de una crisis económica y militar en la UE, que en un tiempo le dieron paz a sus habitantes. Alguien recuerda que financiar el envío de armas a un país en guerra -que no involucra al exportador- es una acción prohibida por los tratados.

El pensamiento europeo de restar o quitar importancia a EE.UU. en la OTAN naufragó desde que inició la guerra en Ucrania. EE.UU. se beneficia al vender gas natural licuado a la UE que así cumple con aislar a Rusia desconectándose del petróleo y el gas que antes compraba. Otra parte de la energía europea la producirán las centrales nucleares -también para no depender del gas ruso- que se restaurarán o se alargarán sus vidas, con costos que pagará el consumidor.

Con lenguaje directo, El País de Madrid lo expone de esta manera: “Las consecuencias para los bolsillos de los ciudadanos están siendo enormes. La inflación registra sus peores cifras de los últimos 25 años; el Banco Central Europeo estudia otra subida en los tipos de interés; la economía europea se ralentiza y las crisis energética, financiera y alimentaria podrían quedarse durante mucho tiempo. La inestabilidad económica amenaza ya con convertirse en inestabilidad política, como ha ocurrido en Sri Lanka”.

Y se sostiene que es “en este escenario de tensión social donde la extrema derecha europea está extendiendo sus tentáculos. Marine Le Pen, Alternativa para Alemania (AfD), Matteo Salvini o Víktor Orbán ya han sacado la bandera de defensores del pueblo contra la maquinaria punitiva que Bruselas impone a Moscú. El primer ministro húngaro carga con frecuencia contra la estrategia de sanciones europeas”.

Marine Le Pen dice: «Estas sanciones tienen que terminar. No tienen sentido. Todo lo que hacen es dañar a los europeos. Los europeos están sufriendo las consecuencias más que los rusos».

Una muy extendida afirmación entre los habitantes de la UE, el Reino Unido y Suiza es que si bien en ciertos sitios se presentaron dificultades económicas, nunca como ahora se había producido una crisis general en todos los territorios occidentales, cuando llegó al noreste de su territorio la guerra, que afecta a un país que no pertenece a la Comunidad -es candidato a serlo- que fue atacado por Rusia. No niego que en parte los problemas se agravaron a partir del asalto ordenado por el Kremlin, pero un pasado trabajo de Arturo Guillén, docente de economía en la mexicana UAM nos ilustra sobre su génesis.

En resumen, Guillén en su análisis sobre los orígenes de la crisis en esas naciones nos recuerda que la misma no escapa a lo ocurrido al conjunto capitalista en 2007/08 y sintetiza lo acontecido en el Occidente europeo como expresión de continuidad de lo que sucedió en general. Se trata, dice Guillén en su análisis, de la consecuencia de la reproducción de la ortodoxia neoliberal en la política económica de los países, con formación de burbujas especulativas y fragilidad financiera. El docente identificó como una parte principal del problema al euro, la moneda común sin respaldo productivo regional que no tiene un Estado que la sostenga.

A estas alturas, con la inflación llamando a las puertas de los países, es decir, de sus gobiernos y estos trasladándoselo al pueblo en general, va creciendo el descontento. Alguna gente de mi generación piensa ¿por qué no ocurrió algo así en 68 (claro, sin guerra fría)? Sin embargo, con un promedio de inflación entre los 27 rondando 10 por ciento (Lituania, Estonia y Letonia por encima de 20%, ni hablar del candidato Turquía) hay quienes se olvidan de las promesas de no contaminar y rehabilitan lo que hasta ayer censuraban: las usinas de carbón; y otros, sumamente endeudados enfrentan por un lado su descreimiento hacia los bancos centrales con cambios frecuentes en tipos de interés (con incertidumbre para los inversionistas) y hasta ahora solo han incrementado las deudas de privados y de Estados; el valor de los productos (aunque bajen los PIB) y empatado el valor del dólar con el del euro (con tendencia negativa). En tanto, piensan en el próximo invierno y en el gas: hasta ahora únicamente han encontrado la solución encareciendo el producto, llegando a subirlo un 108% en España.

Hasta el momento, la única conclusión que se mantiene es aquella que hacíamos al final del verano boreal: las sanciones al agresor no han sido las mejores. Beneficiarios subsidiarios, a la larga, serán chinos e indios que fabrican sus productos con gas barato ruso. ¿Y la UE? Bueno, alguien debe pagar o dar un grito y liberarse del dogal del imperio: unos derechosos, por su amistad con Putin; todos, por necesidad.

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