Jurassic World: reino caído (Jurassic World: Fallen Kingdom), USA 2018. Dirección: J. A. Bayona. Libreto: Colin Trevorrow y Derek Connolly sobre personajes de Michael Crichton. Fotografía: Oscar Faura. Música: Michael Giacchino. Con: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Toby Jones, James Cromwell, Geraldine Chaplin, Jeff Goldblum Estreno: 21 de junio. Calificación: Buena.
Lo primero que hay que señalar a favor de esta nueva aventura jurásica es que no toma ninguno de los caminos que sugiere su tráiler, donde parece una revisión del peor título de la serie, El mundo perdido (1997). Un volcán se activa en la Isla Nublar y los dinosaurios quedan librados a la muerte. Pero el millonario filántropo James Cromwell y su asistente contactan a la antigua administradora del Parque Jurásico (Bryce Dallas Howard) para que junto a su ex pareja, el entrenador de saurios Chris Pratt, rescaten a los mejores especímenes del lugar y los trasladen a otra isla. Pero en Nublar las cosas no salen de acuerdo a lo esperado, y un barco lleno de reptiles se encaminará a California con objetivos bastante turbios. Por lo cual, lo que en la sinopsis parecía la esencia de la historia (la estadía en Nublar, el rescate y la erupción final) es sólo la primera mitad del film, que luego toma derroteros minimalistas más al gusto del español J. A. Bayona.
Y ahí surgen los cambios positivos de este film respecto a la mayor parte de la saga. En primer lugar, se quita protagonismo a los personajes humanos en beneficio de las verdaderas vedettes de la historia, los dinosaurios, que es lo que correspondía. Pero Bayona va más lejos aún, y si bien el ejemplar más terrible (el Indorráptor) es malísimo, y la Tiranosaurio Rex ´lógicamente aparecerá para devorarse al máximo villano, la Velocirráptor Blue terminará revelando características más humanas que mucho animal de dos patas que anda con pantalones por esta historia. Con esos cambios (y la inclusión de una niña cuyo origen resultará bastante inquietante), Bayona responde a quienes afirman que los dinosaurios ya no asustan con dos secuencias memorables: el prólogo, con un joven que salta de las fauces del T Rex a las del Mosasaurio, y la persecución del Indorráptor a la niña por los tenebrosos recovecos del castillo. Porque lo que asusta aquí no es tanto el aspecto del bicho en cuestión, sino la forma en que Bayona lo ubica en la escena, como símbolo de un poder bestial, oscuro y mortífero.
Por supuesto que los estereotipos están allí y son visibles: los villanos siguen siendo esquemáticos, y el discursito de tono humanista es el habitual en Spielberg: el deseo por el rédito económico que no mide consecuencias, el mercado negro armamentista, la proliferación de armas biológicas y el hombre jugando a Dios con una experimentación genética desaforada. Empero, en esta ocasión se saca mejor partido del acostumbrado en esos aspectos. Por poner un ejemplo, cabría citar la contraposición entre la “humanidad” de Blue y la bestialidad del rematador Toby Jones, que parece una ratita maligna y letal en medio de tanto bicharraco enorme. Aquí los estereotipos lucen funcionales, y parecen justificados desde el libreto mismo, que no los utiliza para generar acción gratuita, como suele ser la costumbre.
El resultado es una aventura diferente, que resucita las características de las viejas matinées, y con ese espíritu hay que disfrutar del film (esto no es Bergman, señores). Mientras tanto, Bayona dirige con mano firme las secuencias de acción y utiliza las sombras como en las antiguas épocas del blanco y negro, cuando el Indorráptor se lanza a perseguir a la nena. Con eso redondea un divertimento altamente recomendable.
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