Shakespeare, como se ha dicho ya, es un dramaturgo que expresa notablemente la crisis generada por la transición del mundo medieval a la modernidad capitalista. El hombre que aparecía determinado desde su nacimiento por el lugar que la sociedad le asignaba da paso al hombre que, en teoría, crea mediante sus acciones su propio orden. En ese nuevo contexto la burguesía se encumbrará para dominar la sociedad. Como decía Marx: “La burguesía ha ejercido en la Historia una acción esencialmente revolucionaria. Allí donde ha conquistado el Poder ha pisoteado las relaciones feudales, patriarcales e idílicas. Todas las ligaduras multicolores que unían el hombre feudal a sus superiores naturales las ha quebrantado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre hombre y hombre que el frío interés, el duro pago al contado.”
Marx era un admirador de Shakespeare, y Diego Araújo nos contaba que Timón de Atenas era una de sus obras favoritas. Porque Timón es, en definitiva, un “noble” advenedizo que ha comprado el “amor” de sus amigos mediante el despilfarro generoso y “desinteresado”. Pero el propio Timón solo descubrirá esto cuando su riqueza desaparezca, y con ella su lugar de privilegio en la sociedad. Será en ese momento en que, en la versión de Araújo, lo escucharemos decir: “Estos billetes podrían volver blanco lo que es negro, hermoso lo que es feo, justo lo que es injusto (…) Este esclavo verde (…) hará adorar la podredumbre de la lepra; sentará ladrones en el banco del senado, confiriéndoles títulos, homenajes y alabanzas”. Marx dirá que Shakespeare destaca la capacidad del el dinero de “transformar todas las cualidades generales y humanas en lo contrario de lo que son, la confusión universal y la inversión de las cosas” pero también que “el dinero mismo es mercancía, un objeto exterior, capaz de convertirse en la propiedad de cualquier individuo. El poder social se convierte así en poder privado, perteneciente a un particular”
La motivación inicial de Araújo pasaba por abordar la obra desde una perspectiva marxista como forma de hablar de nuestra época, una época marcada por la crisis económica que obliga al capitalismo, para seguir reproduciéndose, a avanzar cada vez más en el proceso de convertir las relaciones humanas en bienes de cambio. Pero esto no impidió al director sumar una segunda lectura a la obra, y así, de la mano de Federico Puig como un asistente de dirección que por momentos fue prácticamente co-director, aparece la lectura de Timón como alguien que comete el peor crimen para el capitalismo, justamente “el despilfarro desinteresado”. Sí, por un lado estamos ante una sociedad que mercantiliza hasta el afecto, pero por otro estamos ante alguien que no se hace responsable de sus actos. Fuimos invitados por Araujo a los primeros ensayos de Timón de Atenas, conversamos con parte del equipo, y esa tensión entre las dos lecturas siempre apareció conviviendo en el trabajo. Una que intenta proyectar una sociedad en que nada es real más allá de la capacidad de los individuos para comprar y vender. Y otra en que la responsabilidad individual de las personas aparece como causante primordial de la decadencia. Esa tensión convivía incluso en el propio Diego Devincenzi, responsable de encarnar al Timón víctima y promotor a la vez de un orden social que encumbra la capacidad monetaria antes que cualquier otra. Pero si las discusiones y las búsquedas fueron la constante en la primera parte del proceso de creación de Timón de Atenas, el resultado, luego de haber dejado de seguir el proceso, sorprende por la contundencia estética.
El espectador desde el comienzo se encuentra inmerso en el deleite sensual y hedonista en que vive Timón. Y será testigo de su decadencia, del abandono de sus “amigos” y de su conversión en un misántropo que desea la destrucción de la humanidad. Dos aspectos son destacables en ese proceso, el primero y más evidente es la actuación de Diego Devincenzi, soberbio en la composición de un joven y liberal Timón que terminará odiando los placeres de la vida social con mayor convicción que la que mostraba al disfrutarlos inicialmente. El personaje de Devincenzi es clave porque sostiene la trama, pero se modifica, y con él la percepción de la sociedad. Pero la fortaleza de la interpretación no evita la posibilidad de ver a Timón como responsable de su situación, no solo como víctima. El otro componente que impacta de esta puesta es el trabajo combinado de Ismael Pardo, Cecilia Mieres y Lucía Godoy en el diseño y composición del paisaje espacial y sonoro del espectáculo. De forma simple y económica, el diseño escenográfico y de vestuario permite visualizar el pasaje del vicio brillante y opulento a la opacidad agria de la descomposición orgánica. Mientras que el paisaje sonoro, que incluye sonidos procesados digitalmente y la ejecución de una batería en vivo que se incorpora a los hechos que suceden en el escenario, aporta una contundencia que hacen de la puesta, a nivel general, una propuesta impactante. Quedan pocas funciones, no se la pierdan.
Timón de Atenas. Autor: William Shakespeare. Versión y dirección: Diego Araújo. Dramaturgismo y asistencia de dirección: Federico Puig Silva. Elenco: Diego Devincenzi, Vic Quimbo, Iván Swanson, Facundo Santo Remedio, Cyndi Jara, Rodrigo Brocal, Federico Brocal, Turco Márquez, Nacho Duarte, Fernando Rodríguez Compare y Damián Rey.
Funciones: jueves 21:30 en Tractatus (Ituzaingó 1583)
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