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Valeria Tanco, comunicadora: Hay una dictadura de lo políticamente correcto

Valeria Tanco, comunicadora: Hay una dictadura de lo políticamente correcto
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Mujer difícil de encasillar, digna representante de la Generación X, polifacética y buscavidas. No se siente dueña de la verdad y reniega de poseer certezas, casi en ningún tema. Gran sentido del humor, que nos hizo muy agradable la hora y media de charla. El periodismo cultural puede dormir tranquilo, hay reemplazo asegurado.

Por Jorge Lauro y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

Primero que nada, muchas gracias por llamarme, es un honor para mí.
Agradecelo después que salga.
Tengo miedo igual, porque ustedes son bravos.
¿Cuándo naciste?
En el 75, cumplo 49 el 24 de marzo.
¿A qué escuela fuiste?
A varias.
¿En todo sos cambiante?
En todo.
¿Te echaban?
No, si fui abanderada de la bandera uruguaya. En primer año fui a la escuela Chile. Yo iba a AEBU, desde los tres. Soy hija dilecta de AEBU, y me encanta haber tenido esa oportunidad maravillosa de haber ido a ese jardín, que era increíble.
Les lavan el cerebro, por eso quedan así.
No sé qué quiere decir “así”, pero no investiguemos. Después fui a la Chile, la escuela con la que AEBU tenía convenio en ese momento. Segundo y tercero los hice en la escuela Francia. Cuarto, quinto y sexto los hice en la Evaristo Ciganda, que era la Francia de mañana.
¿Y el liceo?
Fui al 12 hasta cuarto año, y quinto y sexto los hice en el IAVA. En aquel momento Carmen Tornaría era la coordinadora en el 12, y era una figura bastante importante en el liceo. Estaba muy lindo el liceo en ese momento, cuando yo fui.
¿Los cambios eran porque te mudabas?
El cambio al 12, sí. Nos fuimos a Parque Batlle, cuando mi mamá se emparejó con el que fue su segundo marido, el padre de mi hermana menor. Tengo dos hermanas menores. De padre y madre somos solo Carlos Daniel y yo. Después tenemos una hermana del lado de papá y una hermana del lado de mamá. Mamá se emparejó con un ex jugador de básquetbol de Tabaré, Milton Freire. Ahí se reformó la casa en donde vivía Milton de toda la vida, y se hicieron dos casas. En una vivía la mamá de Milton, doña María, y en otra nosotros. Por eso nos mudamos a Parque Batlle, y ahí es que fui al 12. Antes vivíamos con mi padre en una casa en Viejo Pancho.
Cuando llegaste a cuarto de liceo no sabías qué estudiar.
Estaba tan indecisa que no sabía ni siquiera qué bachillerato hacer. Quería hacer científico y humanístico a la misma vez. Descarté biológico porque todo lo que tenga que ver con lo médico me hace casi que desmayar. En ese momento no se podían hacer dos bachilleratos a la vez, pero mi padre peleó y peleó. El único lugar en donde había dos turnos distintos para hacer dos bachilleratos era el IAVA, y entonces fui ahí. Igual la locura de hacer dos bachilleratos se me pasó bastante rápidamente, y decanté por humanístico. En octubre ya me había decidido que sexto año lo iba a hacer en derecho. Por eso terminé yendo al IAVA, que me encantó. Fue una experiencia re linda.
¿Y después?
Después hubo intentos. El año en que salía de sexto lo primero que hice fue ir a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, porque creí que quería hacer Ciencias de la Educación. No tenía idea de nada y entré, sin saber que había un semestre básico, de Introducción a la Universidad. No me sentí a gusto y no logré avanzar más que eso, además de que todos eran más grandes que yo, porque eso en general se hace como posgrado. El año siguiente hice un curso de analista de medios que había en la Católica, un trabajo que ya quedó obsoleto tal como era en ese momento, cuando toda la parte de informática no estaba integrada a la publicidad. Después entré a la carrera de Comunicación, donde llegué a promediar el tercer año.
Y largaste.
Sí, porque empecé a trabajar en el programa de televisión Órbita.
¿Cómo se logra entrar en la televisión?
Yo era muy chica y muy atrevida.
No has cambiado.
Un poco creo que sí. Si a esa edad hubiera empezado de este lado de la cámara, hubiera durado diez minutos. Empecé en producción. A los diecisiete años me vinculé con un colectivo, Telgopores Reptantes, que hacían teatro under, performances y un montón de cosas. Me puse en pareja con uno de los integrantes. Era un grupo muy interesante, e intenté integrarme. Enseguida de mi incorporación ellos iban a presentar un video relámpago, en aquello que hacía Cinemateca y que era buenísimo, donde con una consigna tenías que salir a filmar en el barrio, o donde quisieras. Ellos necesitaban una productora, porque quería hacer una minificción que involucraba conseguir cosas. El radio de filmación era en la vuelta de Cinemateca, en Pocitos. Conseguí la casa de Martí y la Rambla, y ahí me enamoré de la producción. Todo era de careta. Conseguí una mesa y unas sillas del Sorocabana, y las llevé hasta allá. Conseguí vestuario también. Pero sobre todo la casa esa, que ya estaba deshabitada y la iban a demoler para hacer un edificio de Pintos Risso. Conseguí esa casa, y me entusiasmó mucho.
¿Eso fue tu debut?
Ahí empecé a trabajar en producción. Después vino uno de los primeros concursos del Fondo Capital, que tenía una parte audiovisual. Hice toda la presentación de ese concurso, con mi pareja de ese momento, para hacer un programa de televisión, al que de entrada concebíamos como El Rayo uruguayo. Queríamos hacer ese programa de la productora de Pergolini, Cuatro Cabezas, que nos parecía icónico. Presentamos el proyecto y conseguimos plata para hacer el piloto. Los conductores fueron Maximiliano Angelieri y Alejandra Wolff, y la notera era Noelia Campo. Éramos compañeras de facultad, y vi en ella eso que tiene Noelia, que es impactante. Es una cualidad videogénica, la cámara tiene una relación impresionante con ella, que luego ella trabajó toda la vida. En ese momento era ideal para lo que buscábamos, y la invité. Con el piloto ya hecho, de una forma más profesional, pagando algunas cosas, nos presentamos a los canales, y el 4 nos agarró, pero el 10 nos hizo una mejor oferta. Nos habían agarrado en el 4 para hacer el verano, pero nos fuimos al 10. Fue un programa muy intenso, muy lindo, que duró relativamente poco. Un año y medio.
Pergolini era el ídolo.
Con el paso de los años y con este trabajo que empecé a hacer conmigo misma, con esa caída del velo, como le llamo, de mirar lo que nos pasa como sociedad, desde el lugar del feminismo. Cuando empecé a hacer Vespertinas tuve que empezar a ver qué postura tomaba yo. Uno de los puntos interesantes de Vespertinas era que teníamos que tener una postura, decir lo que pensábamos y pararnos en un lugar. Y era diverso entre las que estábamos allí, con historias de vida distintas, viniendo de lugares distintos. Eso me llevó a hacerme preguntas para saber dónde me iba a parar. Empecé a darme cuenta que tenía que hacer un trabajo conmigo misma. Empecé a cuestionarme gustos, o cómo eran las cosas en otros momentos. Y en eso entra Pergolini. Para mí era un referente absoluto, pero tengo muchos cuestionamientos con lo que pasó en los 90, en la televisión y en general, hablando más de la vecina orilla que de acá, donde siempre todo fue más tranquilo. Pero me generó esos cuestionamientos. Luego de Deborah del Corral, la elección de Dolores Barreiro me generó un cuestionamiento. ¿Era el envase, no había una vuelta más? Me planteé el lugar de la mujer en ese club de varones.
¿Qué es eso del velo que se te cayó?
Cuando empezás a darte cuenta lo que tenías normalizado sobre los vínculos y los lugares que se ocupan. Los juicios sobre las mujeres. Lo que nos pasa, lo que sufrimos, lo que vivimos. Tantas cosas normalizadas, que no están bien. Empezás a hacer como un revisionismo, y empezás a ver hacia atrás, hacia el lugar en que estabas o qué hacías, qué hacías por otras, cuáles eran mis juicios de valor sobre otras mujeres. Qué permití que los varones me hicieran. Cosas que nos parecían normales. Relaciones que supuestamente estaban dentro de los parámetros esperables. Después te das cuenta que no estaba bueno.
¿Tenías referentes feministas?
Tengo una tía, Fanny Samuniski, que es parte del movimiento feminista de la primera época. No era una referente, pero la escuchaba mucho cuando nos encontrábamos. En un momento de mi vida nos encontrábamos mucho con ella, y me parecía una mujer excepcional. Desde niña tenía esa sensación. Pero después, no tengo referentes feministas. O referentes en general. Es muy difícil tener referentes.
La mayoría de la gente los tiene. De Jesús para abajo, empezá a contar.
Son referentes más pop, y más lejanos. No son de acá. Sí tengo personas que admiro, en este entorno más cercano. Los referentes son de otros lados.
¿Solucionaste el tema del feminismo?
Siempre está en construcción. Soy de una generación que no nació con esto resuelto, por más que había mujeres ocupadas en esto. Es muy difícil sacarse de adentro la forma de los vínculos, de los juicios, las formas en que miramos la vida. Todo el tiempo me genero preguntas y cuestionamientos, y el mirar desde otro lugar. Es un ejercicio permanente.
¿Cómo educás a tu hija?
Ahora no la educo más. Es una pregunta muy difícil.
Hay muchas mujeres machistas en su visión del mundo.
Eso es lo difícil, no volver hacia el trillo conocido. Ahora es ella la que me educa a mí, por supuesto. En muchos asuntos. Los hijos siempre educan. Pero yo no me propuse educar de ninguna manera en particular. Compadezco a los padres y madres de hoy, porque cada vez son peores los mandatos que hay sobre la maternidad y la paternidad, lo que está bien y lo que está mal, lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, desde la alimentación hasta cómo duermen. Es terrible.
Psicólogos, fonoaudiólogos… Todos los chiches.
Ponele que las áreas profesionales son otra cosa. Me refiero a lo que se espera que hagas dentro del hogar. Quiero aclarar que siempre estoy hablando desde la clase media que soy. Hay una gran distancia entre las vivencias de la maternidad y la paternidad, entre lo que vivo yo, que soy absolutamente privilegiada, y otras experiencias y situaciones donde las madres tienen que velar por la supervivencia de sus hijos, porque no se los mate.
O qué van a comer ese día.
Exacto. No tiene nada que ver con esto. Pero dentro de esto hay exigencias. No sé cómo hubiera hecho para dejar a mi hija fuera de las redes sociales y las pantallas, como lo hice y lo pude sostener, aunque zafé por un pelo. Igualmente, ella toda su adolescencia la vivió con eso. No tuve un manual. De repente debería haberlo tenido. En eso no soy para nada planificadora. Y de repente un poco me arrepiento. Tendría que haberme fijado más en cómo era yo como madre. Es algo en lo que me hubiera gustado detenerme más. Me pasó muy rápido, el período de infancia en que tenés que velar.
¿Qué diferencia hay con respecto al momento en que abriste los ojos a la realidad patriarcal? ¿Se ha evolucionado, se avanzó?
Me es difícil hacer un juicio de valor. Me gusta más hablar de algo más integral. Siento que este es un momento muy complejo para entendernos. Entre la pandemia y esto de que estamos todos en el ya, en lo instantáneo, en la no recepción correcta de los estímulos y de la comprensión lectora. Es como que no entendemos bien nada ni nos paramos a analizar qué quiere decir el otro. Todo queda en un titular, y eso conspira contra cualquier avance que pueda haber en cualquier ámbito de la vida. De repente me estoy poniendo vieja. No puedo hablar directamente de los avances o no avances, porque siento que la comunicación se está dificultando cada vez más. El ver al otro no como una amenaza, como un potencial enemigo, como algo que no comprendo. Y el otro ya no es un tema generacional, sino que se pone en cualquier lado. El otro es el otro género, el otro que no está en mi entorno, en mi realidad. No podemos verlo, ni mucho menos comprenderlo, y no estamos dispuestos a escucharlo, ni a acortar la distancia.
Estamos en una época en que generar el enemigo da rédito.
No me doy cuenta de las causas. Creo que se forma una tormenta perfecta, con esto que vivimos a través de las redes sociales. Por un lado, democratizan la palabra, pero por otro es un ágora en el que todos levantan el dedo. Se le da demasiada trascendencia. Si te metés en ese micromundo, quedás ahí. Hay un algoritmo involucrado, y vos no decidís lo que ves, es lo que te muestra.
También decidís. La gente selecciona al que piensa igual y bloquea al que podría discutirle lo que piensa.
Pero también es eso lo que te ofrece. Está diseñado para que te ofrezca lo que es igual a vos, o lo que te asusta y escandaliza. Hay fines políticos, es una estrategia. Solo ves lo radicalmente opuesto a vos, o lo exactamente igual a vos. Ya no hay posibilidades de intercambio, para mí. Amaba el Twitter de antes, pero llegó un momento en que cualquier cosa de la que hablara terminaba en un problema. No tolero eso.
¿No hay una dictadura de lo políticamente correcto?
Sí, hay una dictadura de lo políticamente correcto. Pero en esa corrección política empieza a haber contradicciones. En Así Nos Va, yo hacía una columna semanal. Patricia Madrid ahora me propuso hacer una mesa mensual de mujeres, y me invitó a pensar los temas con ella y a ver a quiénes invitamos. Por suerte me integró a la familia de Así Nos Va.
Una familia disfuncional.
Una familia hermosa, ¡qué peleadores! Yo no voy a decir que es una familia disfuncional.
Resultaste muy alcahueta.
Yo la adoro a Patricia y adoro a Vivi, adoro a las dos.
Hablamos de corrección política y te ponés políticamente correcta.
Yo tengo amores en mi vida, tengo gente a la que quiero mucho, y por algo estoy ahí. Si no, no estaría. Vuelvo al tema. En la primera mesa abordamos un tema que parece superficial pero no lo es: si muestro mi culo en las redes sociales, y hago una suerte de exhibicionismo, cosa que no juzgo, es porque me empodero, porque lo hago yo. No es un producto del patriarcado, no es que lo hago porque eso vende. Lo decido yo.
¿Y eso es real?
Ahí está la gran contradicción. Pongo el ejemplo de Jimena Barón, que elige hacerlo. Es una de las que dice que eso es empoderamiento. Pero ella vende su música, llega a más público y tiene sus seguidores porque hace eso. Refrenda aquello de que supuestamente se hace porque se quiere. Sos un producto del patriarcado. Está llena de esas contradicciones la corrección política en que vivimos hoy. Hay agendas, además. Me acuerdo cuando la Falta cantaba fuera el FMI y el Banco Mundial. Eran los enemigos. Ahora son las fuentes de información, son los que hacen los estudios. Se cita permanentemente.
Y nos mandan los planes.
Nos dicen qué es lo importante a medir. Es absolutamente contradictorio. No te digo que siga siendo el maligno, pero hay una distancia grande entre eso y que sea el que te marca a dónde vas. Y también están los organismos que marcan qué hacés con la infraestructura, porque te dan la plata. Tiene que ver con una agenda en los países en vías de desarrollo, donde ellos deciden qué se hace.
¿No es una agenda universal? La famosa Agenda 2030. ¿No marca eso?
Me gustan las teorías conspirativas pero no llego a tanto. Me encantan las teorías conspirativas, las encuentro por todos lados. Me divierten muchísimo. Pero no llego a tanto porque no lo sé. Me exceden. ¿Quiénes son los que dominan el mundo? No tengo idea. Lo que sí sé es que quienes están al frente de estos espacios de valor y de poder que hay hoy, como las redes sociales, con los nuevos Rockefeller, siguen siendo hombres blancos, grandes de edad. Siguen siendo los mismos, el mismo perro con distinto collar. Eso me pone un poco mal.
¿Hay ideología de género? Los que pretenden frenar los avances feministas dicen que se busca destruir la familia, los valores. Hasta el Papa condenó la ideología de género.
Hay una confusión entre lo que son los derechos de las mujeres y el ponerles una etiqueta. Todo se mete en la misma bolsa. No creo que haya una conspiración contra la familia y el varón. No hay eso. Creo que hay luchas que se tienen que seguir dando. No puede ser que haya techo de cemento, mujeres que no salgan de una manzana en toda su vida, que sigan existiendo estas dificultades y que nos sigan matando. Y miles de cosas más.
¿A qué lo atribuís?
Eran crímenes pasionales. Hay un cambio de mirada. Hoy nos damos cuenta que las cosas son distintas. Hay una emancipación mayor de la mujer. Hemos avanzado, no es que estemos peor. Antes era muy difícil salir de eso.
Se da vuelta la tortilla en la medida en que la mujer entra al mercado de trabajo y se vuelve independiente. El hombre era el proveedor y la mujer hacía de madre.
Sigue sucediendo, por eso es importantísimo hacer un sistema de cuidados y darle valor al trabajo en el hogar y poner plata en la primera infancia. Hoy hay más mujeres que tienen esas posibilidades. Lo digo atado con un alfiler, porque no sé por qué hay más femicidios. No tengo idea. Pero la mirada que tenemos sobre esto cambió.
Se visibiliza más. Es como la homosexualidad. No es que hoy haya más homosexuales que antes. Es que ahora son libres de mostrarse.
Hoy los femicidios nos indignan. Pero en este momento me preocupan los asesinatos, punto. Lo que estamos viviendo es devastador, y no hay forma de frenarlo si no hay un consenso de que nadie lo pudo frenar. En dos minutos estamos en el lugar en donde nunca pensamos que íbamos a estar, como sociedad. Hoy me preocupa la violencia en general, que es impresionante. Creo que la etiqueta de la ideología de género, como todas las etiquetas, lo único que hace es permitir que aparezcan esos personajes que están por fuera de todo y que empiezan a definir destinos de asuntos ya laudados. Lo digo específicamente por Milei, del otro lado del río. La despenalización del aborto tiene que ser una política de Estado. Tabaré Vázquez lo vetó la primera vez, pero cuando volvió no se metió otra vez con ese tema.
Apoyó el intento de referéndum.
Sí, pero paró. Señalar que hay una conspiración para la destrucción de la familia lleva a la quita derechos y la quita de la calidad democrática, y a la calidad de nuestro país.
Ahora apareció una candidata del Partido Nacional que dice que está penado matar a un animal, pero no a un hijo.
Eso no me preocupa porque las voces son múltiples. Entiendo a las personas que consideran que el aborto está mal. Pero es el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. No estás matando a nadie, o sí, y eso lo verá la mujer. Tampoco hacerse un aborto es un paseo en el parque. Porque parece que esto fuera un viva la Pepa. No. Es terrible lo que vive esa mujer. Y si a eso le sumamos la posibilidad de morirse, al hacerse clandestinamente, entonces es barbárico que esté penalizado. No me preocupa la voz de esa mujer del Partido Nacional, sino que se alimenté eso. Hay un tema de tolerancia de las voces que me parece fundamental para la construcción. No es a través del grito contra grito la forma en que vamos a llegar a algo. No es a través del escándalo y darte media vuelta. Lo que hay que hacer es hablar e intentar acercar posiciones. Y después están los radicales. Pero creo, y en eso soy esperanzada, que son los menos, y no van a llegar, en una democracia.
Milei llegó.
No creo que un Milei sea posible en Uruguay. Creo que un panelista de televisión no llega a eso. Me parece. Tengo fe.
¿Todas las opiniones tienen derecho a expresarse?
¡Qué pregunta tan difícil!
La negación del Holocausto…
Por eso. No sé si hay que castigar, o no a los negacionistas de cualquier cosa. Es muy difícil esa pregunta. La libertad de expresión tiene límites, cuando se avivan fuegos que destruyen.
¿Quién fija los límites?
Es muy difícil. No lo sé. El negacionismo es muy complejo. Así se generan los antivacunas. Es complejo para la salud pública. Pero también hay un punto en que nos dejamos hacer tantas cosas. No estoy diciendo que la pandemia haya sido un experimento, pero nos dejamos hacer tanto en todo esto que pasó. Me acuerdo que al principio de la pandemia llevamos al antropólogo Nicolás Guigou en Vespertinas. Yo tenía la necesidad de que alguien nos hablara desde otro lugar sobre aquello que nos estaba empezando a pasar. Él decía que estaba bien, que teníamos que acatar, pero que tenía que haber un resquicio en donde poder guardarnos nuestra humanidad y nuestro ser para nosotros, en el cuestionamiento. Y aquello estaba recién empezando, ni siquiera había llegado acá. Hay que guardarse un resquicio para poder cuestionar lo que estamos haciendo, y decidir hacerlo.
La libertad responsable.
Es un buen término.
¿Hay libertad irresponsable? Ese es el tema.
Por eso me da miedo esta instancia, esta entrevista. Me da miedo porque quedo hablando sola, como en un monólogo.
Hiciste Monólogos de la Vagina. ¿Cuál es el problema? ¿No resistir archivo dentro de diez años?
Tengo un lado que es al que también apela mi hermano para el personaje, que también es el de papá, un lado de persona del interior del país. Un lado de la familia de mi papá es de Flores y de Canelones, y originalmente de Treinta y Tres. Supongo que también puede ser por nuestro origen vasco y asturiano. Es esa cosa expansiva y grandilocuente. Mi hermano fue un crack y lo llevó al mínimo en la vida, y lo tiene muy controlado. Pero tenemos esa cosa de golpear la mesa. Parece que uno estuviera emitiendo verdades reveladas, cuando en realidad no es eso lo que hago, porque todo en mí es cuestionamiento. Por eso cuando digo algo y luego queda negro sobre blanco, impreso, me pregunto por qué dije eso, o qué quería decir. En mis formas quedo como mucho más segura, o enfática, golpeando la mesa, más de lo que siento en mi cabeza o en mi corazón.
¿Vas a la marcha del 8 de marzo?
Sabía que iban a ir por acá. Todavía no sé cuál es la consigna.
¿Has ido a las anteriores?
Sí.
¿Fuiste el año pasado?
El año pasado, no. No soy muy de ir a las marchas, pero adhiero. Puedo acompañar mentalmente las marchas.
¿No vas a la del 20 de mayo, tampoco?
A veces sí, a veces no. Me siento mal por eso. Está mal, tendría que ir siempre. Es la marcha con la que estoy un 300% de acuerdo.
¿Creés que los miles de mujeres que van a la marcha el 8 de marzo van por la consigna de la Intersocial Feminista?
No. Lo que pasa es que creo que el 8M está muy entreverado, acá.
¿Políticamente?
No está claro, está entreverado. Hay mucha violencia. Se entreveró.
Es producto del mundo redes.
Yo lo vi. Yo vi gente gritándole cosas a Beatriz Argimón en una marcha del 8M.
¿Cuántos eran?
No importa.
También hubo mujeres que le tiraron pintura a la iglesia del Cordón.
No estoy de acuerdo con tirarle cosas a una iglesia, pero es distinto. Es un grupo que se radicaliza y hace algo contra una institución. No estoy para nada de acuerdo. Estoy en contra. Pero lo otro es distinto, porque es contra las mujeres que están ahí. Contra las propias mujeres que están marchando.
Hay miles de mujeres que van con su cartelito propio. Gurisas jóvenes que no saben lo que es la Intersocial Feminista.
Es cierto. De repente tengo que ir y ser parte de esa masa que no está en esa postura. Pero ya te digo que yo vi cómo agredían a Beatriz Argimón. Lo vi, y me parece absolutamente desproporcionado. Es un momento que tiene que ser de todas. También recibí cierta hostilidad cuando íbamos con una compañera camarógrafa a cubrir la marcha, el mismo día, antes que empezara la pandemia, en 2020. De repente lo que hay que hacer es seguir yendo a apropiarse eso para no perderlo. Eso nunca pasa con la Marcha del Silencio. No hay nadie que se ponga a gritar y que cambie el espíritu. Pero me convenciste, voy a ir al 8M. ¿Pero entendés lo que me pasa?
Los grupos radicales que tiraban la pintura pasaban a ser la noticia al otro día, y no los cientos de miles de mujeres.
Cada una se expresa como quiere. Eso no me molesta.
Pero saca el foco.
Porque estamos en un heteropatriarcado. Si mostraran las tetas, la atención iría para ahí. Que hagan lo que tengan ganas de hacer. Lo que no entiendo es no respetar a las que marchan. Señalar con el dedo y preguntarte qué hacés ahí. ¿Cómo que qué hago? Soy mujer.
¿Cómo ves los medios en Uruguay?
¿Qué son los medios ahora?
Dijiste que querías trasladar la realidad social a la televisión. ¿Se puede?
Dije que era un programa destinado a jóvenes, con un lenguaje nuevo. En Órbita era un programa que nos mostraba a nosotros. Creo que los medios tienen que hacer eso y es la única manera que sobrevivan. Nos tenemos que ver a nosotros y a nosotras.
¿Usás lenguaje inclusivo?
No uso la e ni la arroba, pero sí intento ir hacia algo que nos integre a todos. Me sale muy mal. Tampoco lo tengo muy resuelto. A veces lo hago y a veces no.
Incoherente.
Exactamente, como en todo. Los veo medio desorientados a los medios.
¿Consumís medios uruguayos
Sí, siempre.
¿Son buenos?
Es difícil hablar de los medios uruguayos porque soy parte de ellos.
¿Y la autocrítica? ¿Tenés lugar para hacer lo que quisieras?
Hago un programa todos los sábados de tres horas en Radio Carve. Eso es lo que quiero hacer.
Un embole (risas).
¿Te parece un embole? A Ritmo de Tanco. Es un programa cultural.
Estás intentando ocupar el lugar de Jaime Clara.
Es imposible ocupar su lugar.
¿Qué les falta a los medios uruguayos? Supongo que ves cosas de otros lados.
Sí, pero no hay nada que me interese mucho. En los medios audiovisuales me parece que hay una desorientación. Dejo afuera los medios públicos, pero no porque esté en uno de ellos sino porque tienen otra lógica. Hablo de los medios comerciales.
Y no los ve nadie.
Tienen otros objetivos.
Y no los ve nadie.
Uno de los puntos que se tienen que proponer es cómo atraer audiencias, sí. En general los medios públicos, salvo cuando son monopólicos…
O cuando son buenos…
Cuando tienen inversión y una forma de ser que no tiene nada que ver con la lógica de los gobiernos, con independencia, yendo por otro carril. Pero eso necesita una historia y una política de Estado que ningún gobierno está dispuesto a tomar. Por eso los dejo afuera, porque tienen otras lógicas. ¿A quiénes están dirigidos? A los que siguen viendo televisión abierta. ¿Quiénes son esos? Gente grande. ¿Y qué les das? Es muy perverso. Lo que me duele y me molesta es que sigamos siendo reproductoras de programas argentinos.
O españoles o novelas turcas. ¿Por qué los jóvenes no ven televisión?
Ven, pero no en canales abiertos. Se pasan millones de horas viendo TikTok. El fenómeno del podcast y el streaming, que son micrófonos con gente hablando, ellos lo ven y lo consumen, audiovisualmente.
Pero la programación de los canales abiertos, salvo algún pedacito de Gran Hermano…
Pasa lo mismo en Estados Unidos. Son las generaciones grandes las que siguen mirando. No logran atrapar a los otros. Es una crisis, un cambio de plataforma. No miran televisión porque no hay nada que les interese. Ahora hay una lógica de poner en los canales a gente a la que le va bien en redes sociales. Tampoco traccionan con esas figuras. En este momento me preocupa que se desarrolle en Uruguay la industria audiovisual, en otros términos. El cine, por ejemplo. Ahí se juega el partido.
¿Qué pensás de la nueva Agencia?
No lo estudié a fondo y no tengo claro si era necesario formar eso o no. De esa Agencia espero ciertos movimientos que se tienen que generar con el tiempo.
Facundo es alguien que sabe de los medios.
Me preocupa que lo único que terminemos siendo es un lugar que da servicios de producción. La lógica del cine está muy perversa. Las películas se hacen en coproducciones, y en ese tipo de instancias se está lesionando a los actores nacionales que quedan en el cupo. También se busca gente que tenga atracción en redes sociales, porque piensan que así cortan más tickets, y eso no es así. Un consumo no es trasladable a otro. No vas a ir a ver la película de un muchachito que ves en TikTok. En este momento me preocupa el cuidado y la preservación de vernos a nosotros mismos en la pantalla, y con todo lo que está pasando en la vecina orilla. Me pongo medio chauvinista, pero con todo lo que está pasando con el cine allá y lo que les están sacando. No terminan con el INCAA porque no pueden, pero no le van a dar nada. Tengo miedo de que se empiece a buscar fondos acá, y que acá queden sobrepasados.
Los artistas uruguayos ahora están en el Carnaval, no pasa nada.
Toda la vida lo hicieron.
Pero ahora son protagonistas, primeras figuras.
¿Hablás de una rubia alta que está en una murga?
¿Dónde te pueden ver por streaming?
Es solo por Carnaval, ya se termina la semana que viene. Desde el año pasado estoy en TV Ciudad, en un ciclo de ocho capítulos llamado Rasgos, que no va a tener una segunda vuelta.
¿TV Ciudad es un panfleto político, como dice todo el mundo?
No.
¿Te sentís cómoda trabajando en TV Ciudad? La Negra Casablanca es brava (risas).
Es un personaje, la conozco desde hace muchísimos años. Es una potencia. Me siento muy cómoda. Estoy en un lugar que no tienen ninguna posibilidad de cuestionamiento con nada, ni de un lado ni del otro. Se me convocó por otra cosa.
¿Te definís como periodista cultural? ¿O como comunicadora cultural?
Me defino como ambas cosas.
¿Y por qué no aprendés?
¡Que maldad!! No me escuchaste nunca, así que no sabés lo que hago.
¿Consumís Netflix, HBO, Disney?
Todas. Tengo como cincuenta y cuatro plataformas en este momento.
¿Sos como tu amiga Patricia, que vota en blanco en las elecciones?
Me reservo mi voto. He votado en blanco, sí.
¿Tu familia es muy politizada?
Sí.
Los de Flores son todos blancos.
Hay muchos blancos, sí. En Canelones hay de todos los colores.
Esa mentalidad buscadora, libertaria, en el buen sentido de la palabra, ¿tiene que ver con tu raíz judía?
Nosotros no tenemos un vínculo directo con las costumbres ni con nada directo del judaísmo. No me hace sentir orgullosa para nada. De hecho, hemos cometido herejías involuntarias, de comer pan cuando no se come pan. Somos una combinación rara. ¿Libertaria en qué sentido?
No atarte a esquemas. No sos esquemática, y siempre estás cuestionándote.
Tiene que ver con mi familia de origen, sí. Asturianos y vascos es una mezcla jodida. Y judíos. Es una mezcla rara.
Es bien uruguayo.
Tiene que ver también con una cuestión mía, de mi personalidad, pero sí, tiene que ver con mi familia, porque en mi familia siempre se habló. De asuntos íntimos familiares de repente deberíamos haber hablado más. Pero sí de la vida, de lo que pasaba. Fueron más preguntas que verdades reveladas. Mi madre y mi tía fueron muy generosas para abrir la conversación y dejarnos participar e integrar a los niños.
Dicen que un judío siempre responde una pregunta con otra pregunta.
Puede ser. Debería hablar con mi familia, a ver si viene por ahí.
¿Cuáles son tus pasiones? Sos manya.
Sí, pero ahora estoy sufriendo tanto que hace tiempo me cuesta ver a Peñarol.
¿Tu escritor y director de cine favorito? Cantantes, políticos. Algo que tengas definido, porque sos una incoherencia caminando.
No soy consistente. En cine mi director favorito es Scorsese. Con la última me reconcilié un poco, porque la anterior, El Irlandés, no me gustó nada. Es el director que más me gusta en su casi totalidad. En música soy muy ecléctica, he tenido fases. Si tengo que poner música pongo U2. Es muy de antes. Pongo música uruguaya, me gusta mucho Jaime Roos. Escucho música más bien en radio, hago zapping.
¿Qué escuchás, Clarín o Montecarlo?
Como Clarín, hay música en la radio. Me cuelgo con cosas y las escucho. Ahora me gusta Trueno, un argentino. Soy muy ecléctica y no sé qué decirte. No tengo nada consistente.
¿Qué proyecto tenés?
Un proyecto para streaming. Hago una columna los viernes en el informativo central. El año pasado hice el especial por los cien años de Ida Vitale. Como proyecto anual, este año vamos a hacer algo semanal por streaming, relacionado con los trescientos años de Montevideo. Voy a empezar con eso cuando termine el programa diario sobre carnaval.
¿Quién gana este año el concurso de murgas?
Asaltantes con patente. Está difícil para hacer un pronóstico.
¿No te decepcionó La Gran Muñeca?
No me decepciono con espectáculos artísticos de Carnaval. No soy hincha.
¿No faltó humor?
Falta humor en carnaval, sí.
Es un embole, y mirá que había temas para hablar.
Este año hubo una coincidencia muy linda de varios conjuntos…
Que te ponen como primera figura a alguien de la televisión. ¡Andá a pasear!
Iba a hablar de contenidos, sobre cómo ven el año electoral, y cómo hablan sobre eso y la responsabilidad de los electores, de la clase política. En eso he encontrado algunos asuntos interesantes. Me gustó mucho un espectáculo que no pasó a la liguilla, el de Cayó la Cabra.
Nos tenemos que ir.
No les va a salir nada de esto, fue una porquería.
Gracias, ese es el título de tapa.

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