Un centro de gravedad de la canción uruguaya es, sin dudas, la obra de Gastón Ciarlo «Dino» (1945-2021). Prolífico autor y cantante con un lenguaje personal, austero e intimista. Con una larga experiencia en el ámbito del rock, fundó y participó en dos grupos fundacionales de la canción uruguaya con semántica roquera, cuando era un despropósito cantar el género en español, y mucho menos, fusionarlo con rítmicas como el candombe. Los Gatos y Montevideo Blues fueron los grupos donde participó, además de su pasaje por Los Moonlights, donde dejaría la histórica versión de «Milonga de pelo largo» en 1972. Como solista había grabado «Underground» (Ecco/ Mallarini, 1970), un álbum íntimo y despojado, antecesor de «Vientos del Sur». Todo lo que había encendido socialmente el rock, sería sepultado pronto por el golpe cívico-militar de 1973. Los artistas más politizados del medio roquero debieron abandonar el país o replegarse, y emprender nuevos caminos. Al quedarse sin el soporte de una banda para 1975, Dino continúa trabajando la canción desde una nueva trinchera, sin apartarse un ápice de su lenguaje. En 1977 el sello uruguayo Ayuí edita «Vientos de Sur», un álbum donde el despojamiento se convertirá en herramienta artística y política. Quizá sin ser consciente de esto, estaba dando una especie de mensaje “artiguista”: podemos pelear hasta “con perros cimarrones», pero también con voz y guitarra. Lo que asombra en el grupo de canciones del álbum es la extrema sencillez técnica y expresiva.
Abre con la canción homónima, explícita balada nostálgica que está escrita por alguien muy joven, pero que, curiosamente, nos habla como un veterano de guerra: «No dejes que los recuerdos me ahoguen/ No quiero ser víctima ni llorar». Los «vientos del sur sobre Montevideo» remiten -indefectiblemente- a la saga de Ulises y Eolo. Aquí, Dino es el Ulises mitológico lidiando con los elementos, rogando ayuda: «Vientos del sur/ no me hagan pensar». La balada se hermana con lo folclórico, pero nunca remite a la milonga campera y se queda en el ámbito del folk anglosajón.
Con el mismo pulso 3-3-2 de «Vientos del Sur», aparece «Noche de Lluvia», otra balada amilongada, pero de una resolución aún más intimista. Canción de un sutil erotismo, sencilla e inocente (Dino no acallaba esta veta aunque desde posturas de izquierda el tema sexual fuera criticado). “Noche de lluvia/ tu vestido se mojó / (…)/ Noche de lluvia/ fue la noche en que te amé/ (…)/ mientras tanto en el baño/ tu vestido secándose/ Y el perfume de tu cuerpo/ me manchaba, manchándote». «Guardo tantos momentos» es un vals casi de fonda, una tonada marinera que habla de los amigos, los imprescindibles, que son para el autor como «una bandera que me protege/ y me da paz». «Ahora que todo gira» es la musicalización de un texto del malogrado poeta sanducero Humberto Megget (1925-1951). La canción contiene una gran luminosidad. La música agregada se abraza al poema como si se tratara de una obra escrita enteramente por Dino, y donde se genera ese hecho inexplicable, indefinible, que es la química compositiva.
En «Mi ciudad» llegamos a la canción emblema del álbum y donde se pinta una panorámica de Montevideo, íntima y descarnada. Eran tiempos turbulentos y grises. El autor encarna al ciudadano tipo que sobrevive en una época terrible de la realidad uruguaya. “Mi ciudad, que me ha visto inocente/ Corriendo entre la gente/ De aquí para allá/ Siente ahora mis pasos fugitivos/ Mi sordos alaridos/ Mi deseo de paz”. En tonalidad menor -propia de un estado de tristeza- los versos van desgranando poética y sobriamente, lo que le sucede al protagonista sin caer jamás en la sensiblería. Dino es un maestro en este manejo expresivo donde cada palabra es fundamental, como también lo no-dicho, lo esbozado o sugerido. Es el autor que nunca declama sino que cuenta, como un amigo o un pariente cercano, sus cuitas o su efímera felicidad. En «Autobiografía Nº2″ salta toda la influencia de un trovador como Antoine (Pierre Antoine Muraccioli, Tamatave, 1944). En la misma atmósfera armónica y rítmica de las demás canciones del disco, esta es la más testimonial. Hay un repaso por las etapas vitales a la manera de un poeta tanguero, abrazado a la melancolía o a las brasas de recuerdos hechos ceniza. “(…) Las primeras borracheras/ La grappa de aquel bar/ Encuentro con mi guitarra/ De niño a hombre hay soledad// Mis primeros quince años/ La calle Constitución/ Los discos viejos de Presley/ Mi jopo y mi chaquetón». Dino describe con economía de recursos como si se tratara del borrador de un poema, pero hay hondura en esa aparente sencillez y mucho trabajo de introspección. Y es que lo más difícil para un escritor de canciones, es decir lo que se quiere decir con los mínimos recursos. La vida personal de Dino también fue emprendida de esta manera, desde la sobriedad y el bajo perfil. Sus canciones son como ventanas donde podemos observar su vida, intensa y admirable. ¿Acaso la obra de un verdadero artista no es eso?
Ilustración: Óscar Larroca
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